Archive for julio, 2013

Notas etnográficas en la obra de Epifanio Herranz (XI)

          En Alaminos hay un olmo de la plaza, donde se clavaban los pasquines y bandos, como dice una copla de desafío muy conocida. Nueva entrega de la serie escrita por López de los Mozos. Hoy va de árboles singulares en la provincia.

IV.- El herrero.

Es un grato recuerdo para los Azabal de Sotodosos. El taller lo más sencillo: un fogón de carbón con gran fuelle para avivar el fuego, de donde parte el hierro al rojo para, en el yunque, ser modelado a base de rítmicos golpes de macho y martillo que conforman la más bella música en el silencio invernal de las calles del pueblo, ya sin niños. Fuerza y sentido artístico unidos para crear herraduras, arados, cerrojos, azadas y tantas otras cosas más. Luego vendrían las rejas y balconadas de las casas, llamadores, tiradores, clavos y fallebas de puertas y ventanas y veletas sonoras en las noches de aire revoltoso.

Pero esta artesanía, casi más arte que otra cosa, también ha caído en el olvido. No se paga lo mismo por una reja de tubo de cuadradillo que por una de forja hecha como Dios manda… y los arados son pieza decorativa en bares y mesones que se dicen castellanos.

Quedan también en el recuerdo aquellos otros herreros “de a pie” (los de Setiles, Jirueque y Atienza) que tanta ayuda prestaron con su trabajo mal pagado al mundo rural.

             V.- Los ancianos.

“Hombres y mujeres de vida callada y sufrida: labrar la tierra, atender el hogar, guardar el ganado, producir en la fábrica, picar en la mina, construir edificios… y cuando mozos también supieron mover el esqueleto en los bailes domingueros.” (34).

En verdad, el verdadero patrimonio de los pueblos; el resto es obra suya y del tiempo.

29) Ni los árboles quedan en el olvido a través de “Árboles singulares”, un breve y bello artículo en el que nuestro autor recoge algunos de los más llamativos, especialmente olmos, quizá por su belleza o su antigüedad, de cuantos aún se recuerdan en la provincia de Guadalajara: su recorrido es geográfico y, en muchos casos poético:

–          Alaminos. El olmo de la plaza, donde se clavaban los pasquines y bandos, como dice una copla de desafío muy conocida en la zona:

«En el olmo de la plaza

hay un papelito al aire

con un letrero que dice:

la ronda no teme a nadie” (35).

 

–          Ablanque. También el olmo de la plaza, que resiste las epidemias de grafiosis.

 

–          Alhóndiga. Hace un recuerdo sentido al olmo centenario de junto a la ermita de la Virgen del Saz, que un día taló una mano furtiva y anónima.

 

–          Milmarcos. Donde los olmos gigantescos, añosos, dejaron huella de su pasada existencia en los muñones que aún los recuerdan.

–          Mirabueno. Allí la Virgen de su mismo nombre se apareció en una encina, cuyos restos hemos podido ver hasta hace pocos años y cuya antigüedad se tenía como anterior a la fundación del propio pueblo. Una tormenta la derribó en 1970 (36).

–          Torrecilla del Ducado. Pueblo que murió al abandonarlo sus once últimos pobladores, muriendo con él todo lo demás, entre ello los olmos que alegraban su vega (37).

 –          Huertapelayo. Donde terminó muriendo la “olma” de la iglesia, que tenía cuatro metros de circunferencia.

 –          Jadraque. También murió el olmo de la ermita del Santo Cristo.

–          Mochales. Todavía vivo, el olmo de la plaza fue testigo de la ejecución del alcalde Antonio Alba, a manos de los franceses invasores, durante la guerra de la Independencia.

 

–          Pareja. Más de doscientos años junto a la fuente de la plaza, salvándose de la grafiosis a base de vacunas.

–          Peñalver. Los olmos se secaron y el Ayuntamiento animó a sus vecinos a plantar otros nuevos. Son los que acompañan a las ermitas de San Roque y la Soledad.

–          Roblelacasa. Suena a leyenda. Parece que este es el pueblo donde una mujer tuvo la ocurrencia de plantar una rama de olivo de las que se reparten el Domingo de Ramos junto a la entrada de su casa… Luego arraigó. Es raro ver un olivo en zonas  tan frías como la sierra de Tamajón.

–          Sotodosos. Hace muchos años se plantaron algunos chopos por los escolares del lugar, con motivo del “Día del árbol”. De aquellos chopos algunos han llegado hasta nuestros días; uno de ellos es el chopo “de Ciro”.

–          Viana de Jadraque. Se cuenta que la única encina urbana del pueblo, allí aclimatada, procede de una bellota de los montes de El Pardo (38).

 

(34) Ibidem., pp. 212-213. (22-II-89).

(35) Lo recoge SEVILLA MUÑOZ, Julia, “La provincia de Guadalajara en sus refranes y coplas”, Anales Seguntinos, n.º 1 (Sigüenza, 1984), pp. 151-165.

(36) Hay quien asegura que el pobre árbol murió víctima de la fe de los romeros de los 43 pueblos que cada año acudían a adorar a la Virgen, ya que cada cual no quería irse del pueblo sin una astilla-reliquia del mismo.

(37) Dice Don Epifanio que la marcha de los últimos habitantes de Torrecilla del Ducado tuvo lugar en diciembre de 1987, siendo su término agregado al de Sienes.

(38) HERRAZ PALAZUELOS, Epifanio, op. cit., pp. 213-215. (1-III-89).

 

 

 

Notas etnográficas sobre Epifanio Herranz (X)

José Ramón López de los Mozos hace referencia en este artículo sobre la obra de Epifanio Herranz a la «chaparra de las ánimas» de Sotodos, a «El aginaldo» y «Las migas gachas», y a los tipos populares.

26) “Chaparra de las ánimas”de Sotodosos” es otro de esos apuntes brevísimos llenos de color. Un pareado escrito en las paredes de un convento  sirve de introducción:

 

                                              “Hermano, una de dos

                                               o nada, o amar a Dios”.

 O sea, el polvo y la nada o la inmortalidad.

De modo que el matrimonio compuesto por “Sixto Cuesta e Ysabel Vixil dotaron a favor de esta yglesia de la Asunción de una manda por las animas del purgatorio. Se a de azer oficio, misa con responso cantado en altar prebilegiado perpetuo el dia de los defuntos. Todo cargado sobre aprobecho de frutos y leñas de una chaparra grande en pie sita en nuestra heredad yerma del camino moral y fuente perala. Año de 1748” (Libro de Añales).

El tiempo, que todo lo gasta, pudo con la chaparra en la guerra del 36, pero queda el recuerdo de su buena voluntad (30).

27) “El aguinaldo” y “Migas y gachas” son dos artículos que se complementan. ¡No habrían de complementarse si forman parte de la más rancia tradición navideña de las tierras de Guadalajara, en que vivimos y, en general, de casi todas las que conforman la piel de toro!

Con sencillas palabras se nos viene a decir que ciertos pueblos nos recuerdan un nacimiento: La Cabrera, Peñalén…, donde cada cosa está situada en su sitio, los caminos, el molino, etc., y todo bajo la nieve.

Allí salen -salían, que ya apenas si quedan niños en las ciudades y menos en los despoblados pueblos- antaño tocando panderetas y zambombas a la espera de unos dulces o unas monedas que no son más que un recuerdo de las palabras de Cristo: “Lo que hagais con mis hermanos más humildes, conmigo lo hacéis.”

“Aguinaldo, señor, os pedimos

                                               por el Niño que nació en Belén.

                                               Aguinaldo, señor, os pedimos

                                               y otras cosas que son de comer” (31).

Lo de las Migas y gachas tiene otra “miga”. Es la que corresponde -como sucede con la forma de vestirse en cada estación del año- a la manera de comer en cada fecha, o por motivos señalados: bodas, Cuaresma, Navidades, etc., donde predominan estos platos -generalmente de origen pastoril- que recuerda el romance castellano:

“Cuando no hay otra cosa

                                               qué ricas al pobre son

                                               migas, gachas y sopas

                                               en sartén, cazo o perol ” (32).

La sartén en la cocina, bendecida la mesa como es debido, y alrededor la familia y amigos en amor y compaña: “¡cucharada y paso atrás, que va con tropezones!” (Pero hoy, ésta es una fotografía del pasado con sabor rancio).

28) No podían faltar tampoco los trabajos destinados a los “Tipos populares” (33).

Así aparece recogida en este libro una breve nómina de IV, más I trabajo, que hacen V:

 

I.- El pregonero (dedicado a Evaristo Díez, pregonero jubilado de Sotodosos).

Era ese hombre el que mantenía informado a todo al vecindario. Su toque de trompetín era inconfundible y, desde las esquinas de las calles llamaba a que se le escuchase con el consabido: “De orden del señor alcalde… se hace saber…” tantas y tantas cosas, la venta de tal o cual cosa, el plazo para el pago al médico, la hora de análisis veterinarios, la pérdida de una medalla… Todo lo que daba vida y sabor a los pueblos. Hoy son los altavoces los pregoneros, pero su voz no es la misma.

 

II.- El dulero.

Se encargaba de sacar del pueblo los ganados de mulas tras la dura faena de las eras. Para ello a una hora determinada hacía sonar su chiflo o cuerno, a veces una caracola marina, para que cada cual dejara su par en el lugar convenido. Tras reunirlas y contarlas, las enfilaba a los lugares apropiados donde pudieran buscar algunas hierbas, mientras él dormitaba hasta el amanecer en que tenía que regresar al pueblo entregando cada mula a su correspondiente dueño.

III.- El campanero (dedicado a Claudio Loranca, campanero jubilado de la catedral de Sigüenza).

El campanero solía ser el sacristán de la iglesia parroquial, que se encargaba de dar todos los toques a su debido tiempo a cambio de una iguala de dos o tres celemines de trigo por vecino y año.

Y la verdad es que los toques eran muchos:

A misa: normalmente se llama mediante tres toques que tienen lugar media hora antes, un cuarto y cuando sale el sacerdote al altar.

A muerto: tres dobles, es decir, las dos campanas a la vez,  si se trata de un hombre; dos, si es mujer, y los mismos toques con leve repique final, de gloria, si se trata de niño o niña.

A oración: al alba, al mediodía y al ponerse el sol.

A rebato: volteo o repique frenético, como de urgencia, convocando al pueblo a unirse y prestar auxilio contra el fuego, una inundación, etc. o para defenderse.

Es graciosa la anécdota que nos cuenta don Epifanio y que al parecer sucedió en El Atance, en la década de los 50, cuando el Cabildo de San Lucas (constituido por todos los hermanos sacerdotes) acordó trasladar su fiesta anual, el 18 de octubre, al convento de Clarisas de Sigüenza, por aquello de ahorrarse las caminatas, las inclemencias del tiempo y el alojamiento. Allí fueron con intención de recoger la imagen, los libros, cetros y ornamentos propios del Cabildo, pero no se esperaban que al toque de rebato todos los habitantes del pueblo se pusieran en alerta, acudiendo a la iglesia para impedir el traslado.

Los campaneros, al igual que pasó con los pregoneros y duleros (y tantos otros más) ya no existen. Las campanas funcionan por electricidad, automáticamente, y sólo son un bello recuerdo pastoral.

(30) HERRANZ PALAZUELOS, Epifanio, op. cit., p. 190. (2-XI-88).

(31) Idem., p. 200. (21-XII-88).

(32) Ibidem., pp. 201-202. (28-XII-88).

(33) Ibidem., pp. 207-212. (15-II-89).

 

Notas etnográficas sobre Epifanio Herranz (IX)

 

 El capítulo de hoy va sobre las Vírgenes de varios pueblos de la provincia y las coplas que surgen en torno a la madre de Dios y las romerías.

 

Y ya que vamos de Vírgenes viene ahora al caso la de Aranz, del pueblecito de El Sotillo, donde el segundo domingo de mayo  se celebra su romería:

 

“La vieja ermita de Arán.

                                               Con el pantano `Tajera´

                                               dentro de poco formarán

                                               bella isla marinera”.

 

Mirabueno tiene su Virgen, aquella que desaparecía constantemente en forma de paloma del morral de la pastorcilla que quería enseñársela a su hermano Bueno, y que la tradición da como promotor del nombre del pueblo: “¡Mira, Bueno!” (un “mira-bueno” -mirón-, no es más que un altozano desde el que se avista una gran extensión de tierra). Sobre esa Virgen en forma de paloma hay algún poemilla:

 

“Virgen de Mirabueno,

                                               blanca paloma,

                                               bájate a los jardines,

                                               de Mandayona”.

 

En Robledillo de Mohernando, por san Marcos, la Virgen de Valdelagua se traslada desde el  despoblado de su nombre hasta la iglesia, para después volver, por san Isidro, a la ermita.

“Valdelagua y San Isidro

                                               con romería y arada,

                                               son fiestas en Robledillo

                                               de día y de madrugada”.

 

Berninches tiene una bella advocación mariana, correspondiente a una iglesia románica perteneciente a la Orden de Calatrava: es la de la Virgen del Collado, y con su ruina se perdió la romería. Hoy queda la letanía:

 

“De Berninches al Collado

                                               media legua de camino,

                                               un templo recuperado

                                               con santo y noble destino”.

 

Y finalizamos con Guadalajara, cuyas tres advocaciones -antiguamente con iglesia propia- llenan su tradición mariana:

 

“En Guadalajara ciudad

                                               tres grandes advocaciones:

                                               Antigua, Amparo, Soledad

                                               alegran los corazones” (26).

 

24) La “Sampedrada” de Budia” se celebra el día 29 de junio, San Pedro. Al parecer su origen se debe al gremio artesano de curtidores afincados en la villa. Con retales de cuero o pellejos se montaba una gran hoguera en la Plaza Mayor donde provistos de máscaras y disfraces se danzaba en torno al fuego. Luego seguía la ronda de la “sarna”, personaje bufo mantenedor de la alegría festiva. Era creencia popular que el diablo, disfrazado y confundido entre el bullicio, tomaba parte en el acto con el ánimo de “reventar” la fiesta. Algo verdaderamente solanesco  (27).

 

25) Gran nombradía tiene “El Mambrú” de Arbeteta” la figura de su veleta, un soldado vestido a la francesa realizado por Fando en el año 1787 que, al decir del Dr. Layna Serrano representa al duque de Malborough y que, por desgracia, pereció el día 13 de mayo de 1985 -salvándose sólo su cabeza- al caerle un rayo, por lo que hubo de ser sustituido por un nuevo “Mambrú” (el que se fue a la guerra, mire usted, mire usted que pena. Mambrú se fue a la guerra no sé cuando vendrá, dorremi, dorrefa, no sé cuando vendrá… de la cancioncilla), en 1988.

La figura actual fue realizada por García Perdices, de Alcolea del Pinar y siguió manteniendo su amor de lejanía con esa otra veleta -también abrasada por el rayo, en este caso nada amoroso- que fue la “Giralda”, de Escamilla (28).

En fin, don Epifanio recuerda aquel momento en que el “Mambrú” volvió a sus alturas (29).

 

(26) HERRANZ PALAZUELOS, Epifanio, Guadalajara por dentro, Guadalajara, El Autor, 1992, pp. 168-174. (25-V-88).

(27) Idem., pp. 180-181. (29-VI-88).

(28) LAYNA SERRANO, Francisco, “Tradiciones alcarreñas. El Mambrú de Arbeteta y la Giralda de Escamilla”, Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, XLVIII (Madrid, 1944), pp. 39-47. Idem., “El Mambrú” de Arbeteta y “La Giralda” de Escamilla. (Tradiciones alcarreñas), Madrid, 1971, 16 pp. Idem., Tradiciones alcarreñas. “El Mambrú” de Arbeteta y “La Giralda” de Escamilla, 2.ª ed. (sic. En realidad es la 3.ª), Guadalajara, Diputación Provincial, 1988, 16 pp. Recientemente LAYNA SERRANO, Francisco, “El Mambrú” de Arbeteta y “La Giralda” de Escamilla, pp. 5-19, y LÓPEZ DE LOS MOZOS, José Ramón, Apéndice histórico-artístico del “Mambrú” y “La Giralda”, Guadalajara, Caja de Guadalajara (Obra Social y Cultural), 2001, pp. 21-42.

(29) HERRANZ PALAZUELOS, Epifanio, op. cit., pp. 187-189. (26-X-88). Por cierto que hay una coplilla alusiva al Mambrú, que dice así: “Valdeolivas, olivas;/Alcantud, tuturú;/El Recuenco, patatas,/y Arbeteta, el Mambrú”, emparentada con esta otra: “Mambrú de Arbeteta/tiene tres nombres:/Tirulí, Pataseca/y Cagacalzones”. Aparecen recogidas por COSTERO DE LA FLOR, Juan Ignacio, “Folclórica de Arbeteta”, Cuadernos de Etnología de Guadalajara, n.º 3 (Guadalajara, 1987), p. 33. 

 

 

 

 

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