Valle y Vallejo, sobreexcelente Buero, certera conmemorción cultural

EL “VALLE Y VALLEJO” DEL TITULAR no es un calambur o juego de palabras, ni siquiera un nombre común y su diminutivo tan popular, tan castellano y tan alcarreño en “ejo”. No.

Son los autores de teatro más relevantes del siglo XX español.

Uno, irreductible a esquemas, desbordante, profuso, abundoso, excesivo… porque toca todos los géneros y en todos ellos de una forma genial, peculiar e irrepetible. Valle-Inclán. El galaico.

Otro de ellos de obra menor en número y más previsible y catalogable en temas. Vallejo, el castellano. Pero genial igualmente en la treintena de obras escritas para la escena, donde no hay ninguna defectuosa: espléndido carpintero de la trama, iluminado también por su particular chispazo de genio.

Por ahí circula una comparación rimada que he hecho de ambos, gallego y castellano, que ha sido bien recibida por quien ya la ha leído:

http://blogs.periodistadigital.com/juan-pablo-manueco/2016/09/30/antonio-buero-vallejo-en-el-sueno-de-la-razon/

 

SOBREEXCELENTE BUERO.

Sin duda ninguna las obras de ese trágico del siglo XX que es Antonio Buero Vallejo cuentan siempre con una densidad y una profundidad de análisis, dignas de admiración y de elogio.

En “El sueño de la razón” consigue captar al espectador hasta convertir al público en el propio Francisco de Goya, mediante el recurso de sumergirlo (al público) en su sordera y en su posible conato de demencia senil.

Se habla de un Goya viejo que ve, otra vez, que la España más negra –la del retorno al absolutismo de Fernando VII- se ha echado a la calle para “limpiar” España de masones y liberales, aunque fueran pintores de fama, como él.

¿Cómo consigue Buero ese prodigio genial de sumergir al público en el pintor? Haciendo que, en muchos momentos de la representación, el único que hable sobre el escenario sea Goya, mientras que todos los demás personajes hablan a Goya (al público) por señas.

Y también los ruidos y las sensaciones internas que el sordo Goya percibe y pinta, son oídas sólo por el público y por él, no por los otros actores de la obra, que, en consecuencia, no entienden nada de los aquelarres que está pintando sobre las paredes de su Quinta a las afueras de Madrid.

La España intransigente, que unos meses atrás vitoreaba a los liberales, ahora lanza piedras y marca con una cruz la puerta de la casa de Goya, que debe marchar a Burdeos, al exilio… por haber pintado al pueblo castizo de España, además de a sus reyes.

Triste, triste España. Grande, grande Goya y Buero.

MAGNÍFICO MONTAJE

La representación que vimos el jueves 29 de septiembre fue magnífica también en el montaje de la compañía que lo representó.

Esas pinturas negras y aquelarres goyescos, animados y “vivos” en las proyecciones sobre el fondo del escenario, se graban vivamente en el espectador.

Y la última sucesión de imágenes dantescas, con la que concluye el espectáculo, desde Goya hasta 1939, es decir, los 150 años calamitosos por los que ha pasado España, sobrecoge; porque se comprueba que “aquello” que pasó, ha seguido sucediendo hasta hace poco. ¿Volverá, por uno u otro lado?

PD. Me gustaría poner de realce la magnífica conmemoración que está realizando el Ayuntamiento de este centenario de Buero Vallejo, pero como los actos van a continuar, y el autor da para mucho más, quizá dejemos eso y otras cosas más para la próxima semana.

 

 

 

 

 

 

             

 

 

 

 

 

 

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