De las advocaciones marianas en Guadalajara

Finalizábamos nuestra entrega anterior con el siguiente párrafo: “De aquí, de estos lugares, montes, valles, cimas, cuevas, fuentes, arboledas, etc. Surgirán después muchas de las primeras advocaciones marianas”.

Pues bien, nuestra entrega de hoy se centrará única y exclusivamente en esas advocaciones, esos nombres nacidos, como queda dicho, de los más cercano a las propias apariciones, hallazgos o encuentros de imágenes marianas: la naturaleza y todos sus  accidentes. Así tenemos:

A) Nombres de árboles y frutos:

Albares o de la Noguera (Algar de Mesa)

Campo (El Pobo de Dueñas, Trillo, Villadima)

Carrasca (Castellar de la Muela, Tierzo)

Cespedera (Buenafuente del Sistal)

Enebrales (Tamajón), llamada popularmente “La Serrana”

Espinar (Alcocer)

Flores (Villanueva de la Torre)

Huertos (Chillarón del Rey)

Madroñal (Auñón), también conocida como la “Virgencita rubia”

Oliva (Moratilla de los Meleros)

Olmos (Casa de Uceda, Maranchón)

Peral [de Dulzura] (Budia)

Prado (Valderrebollo)

Rosal (Embid)

Salceda (Arbancón, Peñalver, Tendilla). El nombre procede de sauce. Salceda, lugar donde crecen los sauces

Saz o Sauce (Alhóndiga)

Zarza (Balconete, Peñalver, Valdelcubo)

 

B) Nombres de accidentes geográficos:

Bienvenida (El Recuenco), nombre de la Sierra que separa las provincias de Guadalajara y Cuenca

Caridad (Miralrío), ya que “Caritas” es el nombre del lugar donde apareció

Cerro (Torrebeleña)

Collado (Berninches), aunque esta advocación parece ser que fue introducida desde Almería por los propietarios de los terrenos donde se edificó la ermita

Cuesta (Hita, Tórtola de Henares)

Fuensanta (Millana)

Fuente (Jócar). Actualmente despoblado, donde existe una fuente intermitente

Gabilán (Anchuela del Pedregal), que recibe su nombre de la Sierra del Gabilán, donde se encuentra su santuario, aunque la imagen haya sido trasladada posteriormente a la ermita del pueblo (1)

Granja (Yunquera de Henares), por el nombre del monte donde ardía la zarza sin consumirse

Hoz (Ventosa, Rueda de la Sierra)

Lastra (Anguita), ya que su aparición fue sobre una losa de piedra, sobre la que posteriormente se construyó su ermita

Llanos (Hontoba)

Monsalud (Córcoles) [Monte de la Salud]

Montealejo (Cereceda, La Puerta)

Océn (Hortezuela de Océn), el mismo nombre que el pueblo

Peña (Brihuega)

Peñahora (Humanes de Mohernando). Corresponde al nombre de un despoblado

Peñamira (Beleña de Sorbe)

Puerto (Salmerón), que significa paso angosto y elevado

Quintanares (Horna)

Ribagorda (Peralejos de las Truchas)

Sopeña (San Andrés del Congosto)

Sopetrán (Torre del Burgo). De difícil clasificación, ya que puede referirse a “Bajo la Peña” (Hita), en cuyo caso sería una advocación parecida a Sopeña (San Andrés del Congosto), o, por el contrario, referirse al nombre del moro convertido al cristianismo, al que la Virgen bautizó y puso por nombre Petrán, que quiere decir Pedro.

Soterraña (Poyos, Zorita de los Canes), o sea, de la Cueva o del Subterráneo (Soterraño)

Torralvilla (Bochones), por el nombre del lugar de aparición

Val (Atienza, Cogolludo, Selas)

Valbuena (Cendejas de Padrastro)

Valdelagua (Robledillo de Mohernando), nombre de un despoblado

Varga (Uceda), que vale tanto como decir de la Cuesta

Vega (Sotodosos, Valfermoso de Tajuña)

 

C) Nombres de elementos urbanos y defensivos:

 

Belén (Cifuentes). Se refiere al convento de tal nombre

Castillo (Castilmimbre)

Escala (Escamilla)

Muela (Driebes), por la de un molino

Puente (Cañamares)

Royo (Morenilla)

Torre (Riofrío del Llano)

 

D) Nombres de personas:

 

Mirabueno (Mirabueno)

Montesinos (Aragoncillo, Cobeta)

 

E) Nombres que aluden a cualidades de la imagen:

 

Blanca (Angón, Membrillera, Retiendas) por estas talladas en alabastro

Estrella (Atienza)

Hermosa (Buenafuente del Sistal)

Leche (Sigüenza, antiguamente conocida como Virgen del Cepo, ya que junto a ella, existe un cepillo para la recogida de limosnas

Luz (Almonacid de Zorita), por la que desprendía en el momento de su aparición

Mayor (Sigüenza)

Milagrosa (Guadalajara, Muduex, Yélamos de Abajo)

Regazo (Labros)

 

F) Nombres relativos a la salud del alma y del cuerpo:

 

Amor (Pinilla, Terzaga)

Amparo (Guadalajara)

Angustias (Escariche)

Caridad (Miralrío)

Desamparados (Tordellego). Posiblemente proviene de Levante

Dolores (Higes, Salmerón, Torrubia). Hace alusión a los dolores del parto

Esperanza (Berninches, Durón)

Misericordia (Driebes)

Paz (Baides, Cabanillas del Campo, Guadalajara, Mandayona, Mazuecos)

Remedios (Cogolludo, Mochales, Paredes de Sigüenza, Peralveche, Tortuera)

Salud (Barbatona)

Socorro (Sacedón)

Soledad (Adobes, Azuqueca de Henares, Baides, Balconete, Campisábalos, Cercadillo, Congostrina, Hombrados, Guadalajara, Higes, Masegoso de Tajuña, Medranda, Mesones de Uceda, Morillejo, Rebollosa de Jadraque, Rueda de la Sierra, Sotodosos, Yélamos de Abajo…). Es la advocación más numerosa

 

G) Otras advocaciones:

 

Antigua (Guadalajara, Campillo de Dueñas, El Casar)

Cabeza (Picaza, Terzaga)

Candelas (Huérmeces del Cerro)

Carmelo (Pastrana)

Magdalena (Colmenar de la Sierra)

Minerva (Selas) (2)

Natividad (Cercadillo, Higes)

Nieves (Mesones de Uceda, Rueda de la Sierra)

Purísima Concepción (Chera, Cillas) (3)

Robusto (Aguilar de Anguita)

 

NOTAS

(1) La Sierra del Gabilán se encuentra entre los términos de Castilnuevo, Rinconcillo, Merlejón y dentro del de Anchuela del Pedregal.

(2) Quizá el nombre le venga de la advocación de la iglesia de Santa María sobre Minerva, de Roma, erigida sobre el lugar que ocupó el antiguo templo de Minerva. En esta iglesia se estableció la Congregación del Santísimo Cuerpo de Cristo, cuya procesión sale sucesivamente de cada parroquia en las domínicas siguientes al Corpus. Por comparación con aquella diosa de la Mitología, podría pensarse en esta advocación mariana como protectora de la sabiduría y la inteligencia.

(3) “Llamóse esta imagen de la Concepción por la tradición constante de que todo el Señorío molinés profesó y defendió siempre el misterio de la pureza de María, elevado a dogma de fe por el Papa Pío IX, Era tal la devoción que en el año 1518, el Papa León X concedió a Molina la prerrogativa de celebrar fiesta el 8 de diciembre de todos los años”.

Algo más de mariología de Guadalajara

 

Hasta ahora hemos venido viendo algunos aspectos de una España -si es que así puede denominarse- prerromana. Formas de culto emparentadas con las griegas en muchos casos, a través de la huella dejada por Roma en su ocupación territorial y cultural. La idea iberorromana anterior se irá transformando lentamente y con el paso del tiempo surgirá con fuerza el mundo visigótico, comienzo, en parte, de las “apariciones” marianas que estudiamos, ya que a finales del visigotismo comenzará el periodo de invasión árabe, que durará desde el año 710-711 (92 de la héjira) hasta ocho siglos más tarde. Aunque antes de este largo periodo habrá otro de sumo interés para nuestro estudio consistente en la cristianización progresiva de la Península Ibérica.

“A fines del siglo IV, gran parte de la Europa occidental no era cristiana todavía y la cristianización fue un proceso que aún duró siglos (…) Los propagadores de la fe no  a ningún método en su tarea: las destrucciones de templos, de imágenes de dioses, de árboles sagrados, etc., etc., fueron sistemáticas, unidas, según los hagiógrafos, a milagros que abrían los ojos a muchos de los resistentes. Pero también se dice que, a veces, la Iglesia fue más dúctil y que sustituyó con cultos y devociones cristianas las antiguas devociones paganas. Los autores protestantes, primero, y los racionalistas de cierto tipo, después, llegaron a sostener que el culto a los santos, los ritos propios de ciertas festividades y algunas leyendas hagiográficas eran ciertas adaptaciones del paganismo y que la Iglesia Católica era heredera más de aquél que de la enseñanza de Cristo” (1).

El resumen de los hasta ahora comentado podemos hacerlo a través de otra cita bibliográfica de Caro Baroja, referida a la ermita de Nuestra Señora del Prado, de Talavera de la Reina (Toledo). De ella dice, citando la Miscelánea de don Luis de Zapata (del siglo XVI), en el capítulo titulado “De una gentil y cristiana devoción”:

“Había, pues, en Talavera, fuera, en el campo, un templillo pequeño, dedicado a la diosa Pallas, fabulosa diosa de castidad, que redujeron a la verdadera pura Virgen Nuestra Señora, y consagraron a su santo nombre la ermita nueva, como, traduciendo a la letra de Pallas, prado, y del templo, ermita de Nuestra Señora (…)”.

(Sigue describiendo las fiestas en honor a la Virgen) (2).

El proceso, pues, es una “pervivencia” a través del tiempo. Puede que, eso queda por demostrar, tal “pervivencia” sea solamente de lo esencial, de la idea motora, nacida de antiguos cultos, pero, eso sí,  transformada con arreglo a las necesidades, o, mejor, a las conveniencias de los nuevos tiempos. Así es posible, quizá, que muchas de las imágenes que se adoran en nuestros pueblos sean el resultado de esa “pervivencia”, y que su nacimiento, el que hemos visto en los ejemplos antes vistos, con su ambiente de leyenda, a veces extraño, no sea más que la forma adaptada al tiempo (circunstancias) de anteriores mitologías que han atravesado el tamiz de la cristianización. Viejas ideas que se han mantenido vivas en las mentes de los pueblos, que siguen siendo viejas en esencia, pero arropadas con diferencias dignas de tenerse en consideración a la hora de reconocer algunos aspectos circunstanciales.

El hecho de que muchas imágenes, fundamentalmente marianas, tengan su ermita construida junto o sobre una fuente, un río, una cueva, en la cima de una montaña, en arboledas de chopos, olmos, etc., junto con el simbolismo de los accidentes indicados, y también de los animales que a veces se utilizan en los relatos de encuentros, apariciones y hallazgos -como ya hemos visto en capítulos anteriores-, unas veces blancos y puros y otras negros y, por tanto, impuros (la paloma y la serpiente, respectivamente), nos hace pensar en el posible origen “pagano” que hemos apuntado al comienzo de este apartado (3).

A ello hay que unir hechos contundentes y demostrativos como pueden ser los restos arqueológicos que, en múltiples ocasiones sirven de cimiento material a las ermitas y adoratorios marianos y también las propias imágenes que, en muchos casos son las representaciones escultóricas griegas, romanas o celtibéricas transformadas, quizáun Apolo durmiente en brazos de su madre.

De aquí, de estos lugares: montes, valles, cimas, cuevas, fuentes, ríos, arboledas, etc., surgirán después muchas de las primeras advocaciones marianas. 

NOTAS

(1) Caro Baroja, Julio, Lo que sabemos del folklore, Madrid, 1967, pág. 58. Sobre religión véase el capítulo VII, como introducción al tema.

(2) Caro Baroja, Julio, Ritos y mitos equívocos, Madrid, 1974. En las páginas 32-33 la fiesta de “Las Mondas” (o “Móndidas”), de Talavera.

(3) El concepto de “pagano” debe ser comprendido desde un punto de vista espacio-temporal, puesto que era el que vivía en el “pagus”, es decir, era el rústico, el que vivía alejado de la “urbs”, por lo que sus creencias no avanzaban como sucedía con los “urbanos”. Pagano era, por tanto, el que todavía creía en los dioses antiguos, que tal vez ya no fueran los declarados “oficiales”. A pesar de ello, el “pagano” seguía manteniendo vivas sus creencias. Era “creyente”.

Aparición mariana en el molino de Pastrana

 

El relato es el siguiente:

“A un quarto de legua de distancia del pueblo [Pastrana] hay un molino de papel propio del Duque, en el que sucedió el año de 1700, que trabajando un oficial, llamado Alfonso López, picando el trapo, al levantar el brazo sobre un pedazo, se le quedó sin movimiento, suspendiendo la acción al quererla repetir, por lo que llamó al Maestro del molino y á otras gentes, y reconocieron en el lienzo pintado la imagen de María Santísima, de una vara de alto y tres quartas de ancho. Llevarónla al Convento del Carmen Descalzo, donde el Prior hechó varias suertes para titular la santa imagen, y salió el nombre de Nuestra Señora de los Remedios del Molino. Dicen que después de retocada por un pintor se le cayeron al instante los colores nuevos. Baxaronla al molino, y allí fabricó el Maestro Esteban Alcon una capilla donde fue venerada hasta el año 1749, en que Juan Velasco, natural de esta villa, construyó una magnífica ermita, fundando un patronato y capellanía para celebrar cierto número de misas. Es la festividad el 29 de septiembre día de San Miguel,  con concurrencia de mucha gente de toda la comarca, y hallase la ermita a treinta pasos del molino (…)” (1).

El hecho de que la pintura “no se deje restaurar” aparece también en otros lugares comunes; por ejemplo, en el ya desaparecido convento de las Carmelitas “de Arriba” o “de las Vírgenes”, de Guadalajara, donde se trata de otro cuadro que poseía dicho colegio religioso, regalo de su primer capellán, don Gil Coronel.

Hacia 1620, doña Micaela de Liaño y Vera en el mundo (y en el claustro sor Micaela de la Santísima Trinidad) pensó en restaurarlo -en realidad se trataba de una “Virgen de la Leche”-, a la sazón arrinconado. A dicha tarea:

“(…) se comprometió cierto pintor de la ciudad, pero al disponerse a ello vieron con asombro el artista, la rectora y demás personas allí presentes que la pintura aparecía fresca, el colorido magnífico y algunos desperfectos, antes muy visibles, habían desaparecido por completo (…)” (2).

Conservamos un grabado, signado como 5-G, en nuestro “Catálogo de piezas menores religiosas (II)”:

“Na. Sa. DE LA FUENTE DE / LA SALUD DE LAS DESCAL(ZA)S. / ANTIGUAS DE GUADALAJARA”.

Texto que fue tomado de una pintura sobre tabla, posiblemente del siglo XVI.

Pero acerca de este mundo tan interesante de la mariología o hagiografía mariológica hay que decir muchas cosas más, que no queremos que se queden en el tintero del olvido. Así, por ejemplo, la relación existente entre el nombre del lugar del encuentro  hallazgo o aparición de una imagen y la advocación posterior.

INTRODUCCIÓN.

A lo largo de la Historia las ideas, evidentemente, han ido cambiando. Pero no sólo las ideas; también los hechos y las personas e, igualmente, los “seres superiores, de los que surgieron”. Se fueron y “se van” produciendo paulatinas adaptaciones, -entre comillas-, en sucesos tales como las propias apariciones a las que nos venimos refiriendo o cambios copernicanos en aspectos parciales emparentados con tales motivos religiosos.

Muchas veces, sin apenas sorprendernos, nos encontramos con advocaciones particulares de vírgenes que han aparecido en lugares que vienen repitiéndose desde el comienzo de los tiempos, desde la Prehistoria.

Por ejemplo, los que se refieren a la geografía y a sus accidentes: fuentes, montes, cuevas, campos, llanos, vegas, ríos, rayos, truenos, etcétera, y los que se aluden a la flora de un determinado territorio, tales como los relacionados con la vegetación: prados, henares, sauces, madroños, pinos, higueras, perales, manzanos, etcétera.

Debemos darnos cuenta que muchos de estos “accidentes”, bien sean geográficos, bien de la fauna -Virgen del Pajarito- o de la flora están emparentados con antiguos cultos a númenes que, en épocas pretéritas fueron adorados porque se creía en ellos y en su capacidad protectora. Existe, por tanto, un momento en la historia de las religiones en el que todos aquellos “adoratorios” tenían sus dioses particulares, generalmente locales, nacidos de un sentido fisiolátrico, -geolatrico o dendrolátrico- (relacionado con la tierra y con los árboles), en el que no aparecen representaciones de los mismos, pero cuyo culto consistía o debía consistir en adoraciones a los elementos cósmicos, comenzando por el sol como fuente de vida, a los ríos, la luna y las estrellas, especialmente en los grupos celtibéricos, que heredaron sus creencias de tribus pre-indogermánicas emparentadas a veces con ritos matriarcales, de donde parten posiblemente las representaciones de la Virgen María en su Anunciación por el ángel o como mujer embarazada, como madre del futuro Dios hecho Hombre.

Los ríos eran adorados como divinidades, puesto que sabemos que existía un culto al Ebro -según una inscripción de Tarragona-, al Betis y al Duero. El dios Airón, en Uclés, habitaba en un pozo. Endovélicus era el dios de la salud (al igual que actualmente sucede con la Virgen de Barbatona), identificado con Proserpina, también salutífera y ctónica (o telúrica). Los dioses de las montañas se asimilaban con Marte o Júpiter. Asimismo se adoraba a las montañas y a las diosas-madre como númenes de la fecundidad y de la fertilidad de los campos y las cosechas (recuérdense las bellas y esteatopígicas imágenes escultóricas de las “venus” de Willendorf  y de Brassempuy).

Había además otras divinidades cuyos vestigios han llegado casi hasta nuestros días: son las de los términos y los caminos, de donde nace la existencia de los “pairones” o “peirones”, dedicados en su origen al dios del comercio: Mercurio; los de las fuentes (de donde parten las leyendas de las “lamias”), las rocas (recuérdese la existencia de tantos montes denominados “La mujer muerta”), los bosques (tan emparentados con las leyendas artúricas: bosques que andan…), los astros y los animales, especialmente las serpientes (4), de las que ha hemos hablado en capítulos anteriores, a los que también se les hacían sacrificios consistentes en palomas, ovejas, caballos, bueyes, productos del campo… y a ellos se acudía, generalmente a los santuarios enclavados en cuevas (la Virgen de la Balma) o junto a fuentes y ríos, para curar enfermedades y depositar, a cambio –do ut des– exvotos a través de los que queda de manifiesto todo un extenso campo de  enfermedades poco estudiado todavía. Exvotos que son antepasados de las formas actuales, que hasta hace relativamente poco, podían verse colgados en las paredes de cualquier ermita rural.

NOTAS

(1)    Geografía / histórica / de España. / Provincia de Madrid. / Tomo Segundo. / Por don Tomás López, / Geógrafo de los Dominios de S. M. de varias / Academias y Sociedades. / [Anagrama] / Madrid MDCCXXXIII. / Por la Viuda de Ibarra, Hijos y Compañía / Con las licencias necesarias, 432 pp. 4º. Menor. (Véase pág. 399. Voz Pastrana). Véase también LÓPEZ DE LOS MOZOS, José Ramón, “Don Mariano Pérez y Cuenca y su novena a la Virgen del Remedio del Molino, en Pastrana (Guadalajara)”, Revista de Folklore, nº. 53 (Valladolid, 1985), pp. 165-169.

(2)    LAYNA SERRANO, Francisco, Los conventos antiguos de Guadalajara, Madrid, C.S.I.C., 1943, pág. 418.

(3)    LÓPEZ DE LOS MOZOS, José Ramón, “Catálogo de piezas menores religiosas (II)”, Wad-Al-Hayara, nº. 7 (Guadalajara, 1980), p. 187 y figura número 4.

(4)    CAMÓN AZNAR, José, Las artes y los pueblos de la España primitiva, Madrid, Espasa-Calpe, S. A., 1954, pp. 777 y ss. Sobre los dioses prerromanos véase BLÁZQUEZ, José María, Diccionario de las religiones prerromanas de Hispania, Madrid, 1975, donde incluye todo lo publicado por él con anterioridad. Véase también el tomo II de La Romanización, Madrid, 1975.

 

 

 

 

La leyenda del pajarito y otras más

Interviene el moro:

Uno de los nacidos en Almonacid de Zorita, llamado Juan Cantarero, marcha para África a combatir contra el infiel. Entre batalla y batalla mata su aburrimiento jugándose el dinero con un cautivo moro, al que gana del suyo. El cautivo le propone jugarse  también una imagen de la Virgen que conserva en su poder. Juan acepta, le gana la imagen y se la reclama tan insistentemente que el moro perdedor lo conduce hasta un estercolero donde, asegura, la tiene escondida.

Buscan afanosamente sin encontrarla y, al creer Juan que es mentira todo o que no quiere entregársela, en un ataque de ira intenta matarlo, en el momento en que se ve detenido por los gritos del moro.

Cerca se ve brillar una lucecita. Escarba con cuidado entre la basura y encuentra una imagen oscura, de pequeño tamaño, que guarda en su mochila y siempre le acompañará en los combates.

Una vez que ha terminado su campaña guerrera vuelve a su pueblo y entrega la imagen a las autoridades eclesiásticas, a las que relata cómo llegó a su poder, ante lo cual, deciden bautizarla con el nombre de Virgen de la Luz.

La imagen traída por Juan fue colocada en un arco de la muralla que mira al norte.

Emparentada con esta misma Virgen existe una bellísima leyenda (1):

“Un pajarico pequeño muy hermoso el qual anduvo limpiando, y quitando con su pico, y alas, las arañas que había en la dicha Caxa donde estaba Nuestra Señora, y en el hueco de la dicha puerta, y como los vecinos de la dicha Villa entrasen y saliesen por la dicha puerta vieron lo que el pajarito hacía, por donde se vino á saber por todo el pueblo, y acudieron todos a ello; y con estar lleno de gente y haber ruido, el dicho pajarito nunca salió de allí, haciendo su oficio de limpiar la dicha Imagen y Caxa, y hueco de la dicha puerta, y estuvo de esta forma, hasta que se puso el Sol, que se fue quedando ya limpio (…) y otro año siguiente en el mismo día y hora volvió, y se vió otro pájaro de la forma, y manera del susodicho y hizo otro tanto en la dicha Imagen y contorno de ella, como el pasado, y lo vió todo el pueblo (…) y no se fue sin salir de allí, hasta que venía la noche (…). Los vecinos de esta Villa con devoción aderezaron la dicha Imagen, y portada, y está con mucha limpieza, y los sábados á las noches arde una lámpara delante de la dicha Imagen; y así aderezaron los vecinos de la villa, todas las puertas de la Villa lo mejor que pudieron (…) y con los años de necesidad ó con la poca devoción que había en los Vecinos (…) se dexase de encender muchas veces la dicha lámpara, y á limpiar la Capilla donde estaba otra Imagen de Nuestra Señora, adonde había algunas arañas, sucedió que el Sábado que se contaron siete de Mayo de este año del Señor, de mil y quinientos, y ochenta, por la mañana, los vecinos que salían por la puerta de la Villa vieron un pajarito muy hermoso, pequeño, que estaba limpiando las arañas, y el polvo que tenía la Imagen de Nuestra Señora, y la Caxa de madera donde está, y las arañas que había en todo el hueco de las puertas de la Villa, y como o vieron las gentes por la mañana comenzóse á decir por la villa; (…) y nunca el pajarico se fue, ni salió del dicho hueco de la dicha puerta (…)  por lo qual el Gobernador de esta Villa y Provincia, viendo esta maravilla lo mandó tomar por testimonio: estuvo el paxarico haciendo el dicho oficio desde la mañana que le vieron, hasta las quatro de la tarde que se fue en presencia de mucha gente, dejando limpia la dicha Imagen, y Caxa y portada (…)”.

El hecho es interesante. Un pájaro acude a limpiar la hornacina donde se había depositado la imagen de la Nuestra Señora de la Luz, que por los años de necesidades y la falta de devoción, estaba algo olvidada “(…) la dicha Imagen es muy antigua está allí, que memoria de hombres no se acuerdan de quando allí se puso (…)”. Tuvo entonces que regresar el pajarito a llamar la atención al pueblo acerca de la suciedad en que se encontraba la imagen.

Es el simbolismo del pájaro con trabajador y como ejemplo de pureza, porque como dice Matías Escudero “con los cien años de necesidad y con la poca devoción que había en los vecinos “(…) la imagen volvió al olvido, por lo que tuvo que regresar el pájaro y llamar la atención sobre la suciedad en que, los de la villa, mantenían a su Virgen; un recordatorio hacia la Virgen olvidada”. El pájaro la limpia -hace lo que los demás no han hecho, pero debían haber hecho- y deja resplandeciente la hornacina de la Virgen al tiempo que deja libre el hueco mariano y deja también libres de pecado las almas de quienes contemplan el hecho. Se produce una especie de dolor de los pecados, es este caso de olvido, a nivel colectivo.

Era, justamente, la pureza que faltaba al pueblo en aquellos momentos. Un  pueblo que había dejado en el olvido su antigua talla.

El pájaro limpia; hace lo que demás no han hecho y, al mismo tiempo que deja resplandeciente la hornacina donde está la imagen de la Virgen, deja también libres de sus pecados a las almas de quienes contemplan el prodigio. Se produce una especie de “dolor de los pecados”, en este caso pecado de olvido, a nivel colectivo (2).

Yo lo compararía con las “tres veces” con las que el pastor intenta convencer al pueblo de que ha encontrado una imagen. Ahora pastor y pájaro, como vimos antes que lo había sido aquel perro llamado “Cosula”, son equivalentes en la tarea de despertar al pueblo.

Estas intervenciones simbólicas de pájaros, tan interesantes, se convierten, a la vez, en uno de esos denominados “lugares comunes” tan frecuentes a lo largo de los tiempos, sobre todo en el aspecto literario.

Encontramos este tipo de huellas no sólo en la provincia de Guadalajara, donde ya  citado llegan con cierta tardanza (ya hemos visto que se trataba de 1580), sino también en algunas zonas alejadas espacial y temporalmente; tal la leyenda del abad de la abadía de San Salvador de Leyre (Yesa, Navarra) -más arriba citado- que, preocupado por el problema de la eternidad, se internó en la espesura del bosque escuchando el trinar de un pajarillo, de modo que, al regresar al monasterio, después de haber permanecido embelesado por dicho canto, no fue reconocido por ningún fraile, dado que habían transcurrido nada menos que trescientos años. Ante las explicaciones del abad, los frailes buscaron en los viejos papeles de sus archivos y encontraron, en efecto, que hacía mucho tiempo existió un abad llamado Virila, que una mañana fue al bosque y nunca regresó, tal vez devorado por las alimañas.

Pero ya en el templo, con el fin de dar gracias a Dios, cuando se oía el salmo “Mil años ante tus ojos son como el día de ayer, que ya pasó”, entró en la iglesia monacal un pajarillo -un ruiseñor- con un anillo abacial en el pico que colocó en dedo de don Virila (3).

El caso es que esta misma leyenda, tan universal, la hemos localizado también en Galicia, con frecuencia inusitada. Es aquí San Ero el monje visionario que estuvo arrobado trescientos años escuchando el trino melodioso del pajarillo. La podemos ver a través de O bendito San Amaro, de Cabanillas, extendida por toda Galicia y Portugal (4).

Las leyendas son exactamente iguales, pero hay que tener en cuenta que en el año 924 aproximadamente, fecha que nos ofrece dom Carlos María López (5), el abad Virila viajó a Galicia, por lo que, posteriormente, cara al nacimiento de la leyenda, deberá tenerse en cuenta este viaje y acoplarse al relato del pájaro a personas no muy conocidas que tomaron parte activa en la fundación de algún que otro cenobio, como debió suceder con san Ero, ya aludido, en tierras galaicas.

Y más, para finalizar, una bellísima guinda, debida nada menos que al rey Alfonso X el Sabio: la cantiga CIII:

Atan gran sabor avia

daquel cant’e daquel lais

que grandes trezentos años

estevo assi, ou mays,

cuidando que non estevera

senon pouco, com’está.

 

Quena Virgen ben servirá

A Parayso irá.

NOTAS

(1) GARCÍA LOPEZ, Juan Catalina, Memorial Histórico Español, Tomo XLII (II de las llamadas Relaciones Topográficas de Felipe II referentes a Guadalajara), pp. 119 y ss. Acompañando a las contestaciones del cuestionario van unos folios dedicados a las Cosas notables y dignas que se sepan, escritas por Matías Escudero y Juan Rodríguez, que se refieren a la limpieza que anualmente hacía un pajarillo de la imagen de la Virgen de la Luz, en su nicho de la muralla. “El hecho sucedió en 1540, el día de la víspera de Nuestra Señora de Septiembre, a la hora de tañer vísperas, en la puerta que se llama de Zorita”.

(2) HERRERA CASADO, Antonio, “ La leyenda del pajarito”, en Nueva Alcarria de 25 de febrero de 1972, publicado después en su Glosario Alcarreño, tomo I, Guadalajara, 1974, pp. 66 y ss. Recoge esta leyenda y da algunas noticias sobre la simbología del pájaro a través de los tiempos. Pero lo más importante es que “En el subconsciente colectivo del género humano queda esa imagen que asocia al pájaro con lo “puro” (el Espíritu Santo, la Paloma de la Paz, e incluso el pajarillo que, en el monasterio de Leyre cantó 300 años seguidos para enseñar a san Virila un pedazo de eternidad” y, a resultas de ello, la asociación de este animal con los mejores sentimientos idealistas y espirituales del hombre. ¿No eran, entonces, los mismos habitantes de Almonacid los que se purificaban a sí mismos viendo cómo un “pajarcito”, amorosamente, limpiaba una y otra vez la imagen de la Virgen, descargando de esta manera el sentimiento de culpabilidad que su dejadez y vagancia les había provocado?

Sigue enumerando otro caso parecido al de Almonacid, ocurrido en 1825 y sucesivos, el día 29 de agosto, con un pájaro, que al igual que el de nuestro, limpiaba la imagen de la Virgen del Puy, en Puente la Reina (Navarra), conocida como “La leyenda del chori” (txori = pajarillo), que figura también en el Diccionario de Navarra, Pamplona, 1842. También se recoge, aunque brevemente, la misma leyenda del “chori” publicada por DEL BURGO, Jaime Ignacio, en su obra Navarra, (Barcelona, 1972, p. 92), donde el pajarillo lavaba la cara de la Virgen colocada en una hornacina en el puente de los peregrinos, con las alas que, previamente, había mojado en las aguas del río. Véase SALVADOR Y CONDE, J., El libro de la peregrinación a Santiago de Compostela, Madrid, 1971, p. 122. También, aunque sea de pasada, en ENRÍQUEZ DE SALAMANCA, C., “Peregrinaciones a Santiago”, en Revista Geográfica Española, nº. 51 (Madrid, 1971), p. 73.

(3) LÓPEZ, Carlos María, O.S.B., Leyre, Pamplona, 1962, pp. 54 y ss. Reúne este completísimo estudio citas similares de autores anteriores: La cantiga que compuso Alfonso X el Sabio en honor de Nuestra Señora, en la que un monje, queriendo conocer las delicias del paraíso, queda extasiado oyendo una música celestial, y cuando despierta no reconoce los alrededores porque han transcurrido trescientos años.

Semejante a lo que nos cuentan Jacobo de Vitry (muerto en 1240), que narra la historia “Del abad que pensaba de qué modo podía estar en el paraíso sin tedio” (Antología de cuentos de la literatura universal, en Ramón Menéndez Pidal, Barcelona, 1955, p. 230), y la de Jacobo Varaggio (1230-1290), que en su Leyenda Áurea recoge el exemplo, difundido posteriormente a través de la Alphabeta exemplorum, la Alphafeta Nationum y la Disciplina Clericorum, del Rabí Maseh Saphardí, converso de Huesca.

Igualmente, afirma el autor de Leyre, que en el siglo XIV, el monje Félix, en Alemania, se hace eco del apólogo de san Virila y que, Clemente Sánchez, arcediano de Valderas (Léon), en su Libro de los ejemplos, escrito entre 1421 y 1423, describe así la leyenda:

“CX. Gaudium caelestis ineffabile est habientium:

Non ha home que pueda fablar quanta es la gloria celestial: dicen que un monje estando pensando cual sería el gozo sin enojo; fue enviada una avecilla del paraíso que cantaba muy dulcemente, e fuesse en pos della fuera del abadía. E estando oyendo los cantos de aquella avecilla, e fallose del monasterio e cuando tornó non lo querían rescibir ca non le cognoscían”.

(Arigito, “Manuscrito inédito de San Salvador de Leyre. Escrito en 1794”, La Avalancha, 1906, tomo XIV, p. 41).

Pero… Curiosamente, también encontramos esta misma manifestación de la hagiografía tradicional en la provincia de Guadalajara:

“Allí se dice que San Blas era natural de Cifuentes; que en la Cueva del Beato hizo vida ejemplar después de huir de la iglesia de Oretum, por ser cristiano y discípulo de Santiago Apóstol, habiendo padecido martirio en el año 77; que, enterrado en el campo, lo descubrieron por modo milagroso dos doncellas de Val de San García, testigos del martirio, las cuales, al volver a su aldea, se quedaron dormidas en una cueva con sueño que debió ser muy profundo, pues no despertaron sino trescientos años después, por lo que no es de extrañar que, al llegar a su pueblo, las desconociesen”.

(Memorial Histórico Español, op. cit., XLII, p. 366, nota 1. Noticias que el señor García López tomó de un escrito, publicado en Madrid, 1678, por Diego Martínez, que en sí era meramente una predicación a cargo del doctor don Pedro Nolasco Caballero, pronunciada en la fundación del oratorio de san Felipe Neri, en la llamada “Cueva del Beato”, en las proximidades de Cifuentes).

(4) DE SA BRAVO, Hipólito, Monasterio. Pontevedra, tomo I y en Cuadernos de Arte Gallego, nº. 40 (Vigo, 1965), p. 21, donde relata la fundación del monasterio cisterciense de Nuestra Señora de Armenteira, atribuida al noble gallego Ero o Erón, que abandona la vida cortesana y sus placeres para buscar la paz interior en las soledades de Castrove, donde se dedica a la oración y la penitencia.

(5) Op. cit., p. 58, nota 17.

Aparición de cruces milagrosas

Diferentes a las apariciones de imágenes son las apariciones de cruces. Aunque existe una notable relación. Uno de estos últimos ejemplos lo encontramos en la aparición de la Virgen de la Torre, en la que una paloma (recuérdese que algo similar sucedió en la aparición de la Virgen de Mirabueno) se apareció en el hueco de un tronco “en el que se abría una cavidad en forma de puerta, por la que se podía ver en el interior (…) la figura de una cruz  otros dibujos, los cuales se decía que no habían sido hechos por la mano del hombre”.

Este es el primero de los ejemplos de una serie, breve el realidad, de manifestaciones en que las cruces son las protagonistas, en las que aparecen también otros signos, a veces poco comprensibles, como se pone de manifiesto en la aparición del Cristo de La Yunta:

“En esta villa de La Yunta es objeto de veneración un guijarro, al que, al romperse, en dos, según la tradición, apareció en una de sus partes señalado, un crucifijo, formado por los mismos elementos pétreos sin intervención del arte humano. A los lados de esta imagen hay unas manchas. (Se dice que esas manchas representan a Nuestra Señora y a San Juan). Llamósele el “Cristo del Guijarro”. La piedra fue hallada por el pastor Pedro García Gómez cuando iba por el campo con el ganado. La tuvo algún tiempo en su casa ay alguien le advirtió que sería objeto de veneración aquella piedra, la cual fue colocada en la iglesia parroquial” (1).

En la segunda de las obras de don Claro citadas en la nota 1, puede comprobarse que las manchas se comparan con la Virgen y San Juan, mientras que no sucede lo mismo en la primera versión.

Por lo que podemos apreciar que las apariciones de imágenes y cruces tienen un mismo objeto aglutinante: que aparecen en épocas similares y siguen siendo pastores quienes las encuentran; en el primer caso, por una pastorcilla y, en el segundo, por un pastor adulto. Es la forma de que se servía la Iglesia para hacer ver a personas de escasa cultura el interés que tienen las apariciones marianas, de cruces y, a veces de santos, con el fin que ya hemos apuntado: servir de ejemplo a seguir por los indoctos.

Otra de las cruces, quizá la más conocidas de cuantas existen y han aparecido, especialmente en la provincia de Guadalajara, es la famosa Cruz “del Perro”, de Albalate de Zorita. La aparición o, mejor dicho, su encuentro casual, tuvo lugar así:

   “(…) que estando dos mancebos que se decían Juan García Serón y Alonso Valiente arando en el campo, que dicen de Cabanillas, junto a la ribera del río Tajo, tenían un perro blanco puesto por nombre cosula, el cual perro era de Conejos, y saliendo en la dicha mañana del dicho día [veinte y siete días del mes de septiembre de mil y quinientos y catorce años] a caza, el perro se fue derecho a unas peñas que están como cien pasos del río Tajo, y hacia el Saliente del Sol, y allí empezó a escarvar y llatir, y fueron los dichos mancebos, y no pudieron ver madriguera ni rastro ninguno de Conejo, y ansí echaron de allí el dicho perro, y después de suelto el dicho perro, se tornó a la misma parte que primero estaba, y tornó á llatir y escarbar en la tierra, y de que vieron esto los dichos,  fue el uno que se llamaba alonso Valiente, y en la parte donde escarbaba el dicho perro vido relucir, y llamó al dicho Juan García, y entrambos sacaron la dicha cruz, y la truxeron á la dicha Villa de Alvalate, á casa de su padre del de la dicha villa (…)” (2).

Notemos que el encuentro de la Cruz se realizó, como dicen los firmantes de la Relación de Albalate de Zorita, el día 27 de septiembre de 1514, que fue contestada el 1 de diciembre de 1575; o sea, poco más de sesenta años después de su encuentro y que, por tanto, las facilidades para creer en la veracidad del relato debían ser máximas, dado que aún permanecería en la memoria de los lugareños, muchos de los cuales incluso llegarían a vivir en aquellas fechas.

El suceso se tuvo por milagroso e incluso vemos el afán del perro “Cosula” (que quiere decir “cosa pequeña”, “cosita”) por llamar la atención de los mancebos e ir nuevamente a escarbar, como intuyendo animalmente (pero siempre desde un punto de vista humano) lo que iba a suceder.

Viene a ser algo semejante a las tres vueltas, al menos,  -lugar común- que el pastor que figura en las tradicionales apariciones marianas tenía que cumplir hasta ser creído por sus convecinos y hasta que, empezando por uno de ellos, todos terminaran creyendo sus palabras, que entonces ya no serían las de un “tonto”, un “loco” o un “simple pastor”, sino de un enviado de la Virgen,  y le acompañaran en procesión al lugar de la aparición o encuentro.

En este caso, es uno de los labradores -mancebos- el que tiene interés por ver lo que mueve al perro a actuar de esa manera tan nerviosa. Luego, visto lo visto (algo reluciente: un posible “tesoro”, pero “tesoro” de todas las formas), ante su duda llama al otro compañero. Lo cual viene a ser la aplicación a la realidad, de unos esquemas que fueron utilizándose desde, al menos, siete siglos antes, puesto que la Cruz, probablemente habría sido escondida para protegerla y con el paso del tiempo y el consiguiente olvido de la misma, quedó enterrada sin esperanza de que volviera a ser utilizada para el culto religioso del lugar… Pero de ¿cuál de los dos: Albalate o Cabanillas? por entonces ya despoblado.

NOTAS

(1) ABÁNADES, Claro, Ntra. Sra. de la Hoz (brevísima historia entresacada del libro del mismo autor La Reina del Señorío), Madrid, sin fecha (imprimatur de 1953), páginas 52-53. Tierra molinesa, obra del mismo autor, da la fecha del libro anterior en Madrid y 1951, mientras que La Reina del Señorío es de Sigüenza y 1928.

(2) GARCÍA LÓPEZ, Juan Catalina, Memorial Histórico Español, tomo XLII (II de los de Guadalajara), página 113, ítem 51. Las contestaciones al cuestionario de Albalate están firmadas por “Matheo Sanchez de las heras.- Tello Garcia.- Juan de Esparza”. Sigue a la Relación un dibujo, regularmente trazado a pluma, de la Cruz a que se refiere dicha respuesta. (Nota 1 de la página 116).

 

 

 

Apariciones marianas con serpientes ( y II)

(Continuación)

En resumen. Estamos ante un recurso a formas ancestrales de representar a Satán, al diablo y, en general, a las fuerzas del Mal. Por eso nos encontramos ante tres factores, principales protagonistas de estas leyendas: el hombre, sea clérigo o no; la bestia, que es el pecado, la muerte (la serpiente venenosa y tentadora), y el escenario geográfico, que originariamente fue el “desierto” o lugar maldito donde el Maligno y sus bestias tentaron a Cristo y a cientos de sus seguidores, como, por ejemplo, San Antonio, tantas veces representado en la iconografía medieval y moderna.

“Nunca más será habitada (Babilonia), ni se morará en ella de generación en generación; ni hincará allí tienda el árabe, ni pastores tendrán allí majada, sino que dormirán allí las bestias fieras, y sus casas se llenarán de hurones; allí habitarán hijos del búho, y allí saltarán peludos.

Y en sus palacios gritarán gatos cervales, y chacales en sus casas de deleite (…)”. (Is. 13: 19-22).

En la Biblia, los monstruos reales o fabulosos que pueblan el desierto simbolizan el pecado, triste y vergonzoso (4).

En Deuteronomio (32: 23-24) encontramos alguna cita más (que publica el citado Lefévre) (5):

“(…) diente de bestias enviaré también sobre ellos, con veneno de serpientes de la tierra”.

Pero contra el Maligno basta con una palabra para derrotarlo; un grito de Yahvé reduce al adversario al silencio (…) rechaza a Satán en persona: Imperet tibi Dominus (Zac. 3: 2).

Sobre el significado de la propia serpiente como pecado pueden seguir se las palabras de ya citado Lefèvre:

“La Sabiduría (2: 24) dirá que él (Satán) ha introducido la muerte en el mundo, y esa idea procede del Génesis. En aquel entonces no se nombraba a Satán; pero una serpiente, criatura de Dios, el paradigma de la habilidad y la prudencia, se deslizaba entre los árboles del Paraíso; fascinaba a la mujer y la infiltraba su veneno, participando así a la humanidad en la muerte. Dios no maldice al hombre pecador, pero la serpiente queda maldita sin apelación posible.

A lo largo del Antiguo Testamento, la imagen de la serpiente quedará asociada a la tentación, en la cual la mujer y el fruto de la viña servirán voluntariamente de instrumento”.

Este hecho, iconográficamente, va tomando caracteres de “lugar común”. Desde los tiempos romanos las representaciones de las fuerzas del mal se han venido representando bajo el aspecto de animales malditos: dragones, serpientes, sapos… que alcanzarán su mayor y más importante representación a lo largo de la Edad Media, especialmente a través de los capiteles románicos y del arte flamenco, especialmente en la Vida de San Antonio, tanto en pintura (“tentaciones”), como en literatura, incluso de la más rancia tradición del desierto, como la escrita por San Atanasio, que en su capítulo 23 habla de las transformaciones para tentar al hombre y, sobre todo a los (6).

En fin, dos sencillas leyendas locales tradicionales nos han conducido hasta el conocimiento de Satán como elemento productor del mal representado en ambas por la aparición de la serpiente que ataca a un sacerdote -hombre de Dios- y a un caballero. En otro momento veremos otros aspectos del Mal en leyendas similares.

NOTAS

(4)   En Etudes Carmelitaines, publicados en 1948 por Desclé de Brower, con el fin de dar a conocer los resultados del Congreso de Avon (Carmel d’Avon), que se celebraba anualmente. En España se han compilado de los trabajos más importantes en la obra titulada Satán. Estudios sobre el adversario de Dios, debidos a las plumas de Lefèvre, Marrou, Puech, Bazin y otros, Barcelona, 1975. A este último corresponde el texto que homos manejado: LEFÈVRE, A. (S. J.), “¿Ángel o bestia?”, páginas 14-15.

(5)   LEFÈVRE, Obra citada, página 17.

(6)   MARROU, H. I., “Un ángel caído, ángel a pesar de todo…”, en Satán. Estudios sobre el adversario de Dios, Obra citada en la nota 4, páginas 33-55, con interesantísima bibliografía.

Apariciones marianas con serpientes (1)

Si en la anterior entrega hablábamos de algunas apariciones marianas en las que intervenía la paloma como animal representativo de la pureza, ahora lo haremos acerca de otras apariciones en las que el animal que suele intervenir representa todo lo contrario, es decir, lo repugnante. Esos animales son las culebras.

Tal es el caso que se da en la aparición de la Virgen de los Enebrales, de Tamajón, más conocida por el apelativo de “la Serrana”, por el lugar en que se encuentra enclavada su ermita.

La tradición cuenta que un sacerdote, a caballo, fue atacado por una enorme serpiente en pleno monte al trasladarse desde Tamajón hasta el cercano pueblo de El Vado, para celebrar la misa. Ante este ataque, el sacerdote invoca el auxilio de la Virgen, que en el mismo momento se le aparece sobre un enebro, “venciendo al reptil y salvando a su devoto de una muerte cierta”. Así nos recuerda ésta aparición el poeta García Perdices en su libro Cual Aurora Naciente (Advocaciones marianas de la provincia de Guadalajara) (1). Hasta hace poco tiempo podía verse en uno de las paredes de la ermita una pintura -bastante deteriorada- representando el hecho aquí narrado.

Se trata de una tradición que guarda un gran parecido con la que se cuenta en Salmerón, acerca de la Virgen del Puerto: En este caso, la serpiente acecha a un caballero que, al verla, invoca a la Virgen con estas palabras: “Virgen del Puerto, si me salvas la vida te haré un convento con un San Agustín dentro”. Do ut des. La Virgen da fuerzas al caballero que atraviesa con una lanza el corazón del animal. En agradecimiento, y según la palabra dada, el caballero manda edificar un convento para monjes agustinos (2).

¿No recuerda este caso la caballeresca y medieval figura de San Jorge?

Los dos casos parecen idénticos, pero en realidad no lo son ya que, mientras en el primero parece que es la propia Virgen la que mata a la serpiente, en el segundo es el caballero. Es decir, cada uno según sean sus ideales en la vida: la paz y la guerra.  Ambos van solos, y ante el peligro acuden en petición de ayuda a la Virgen, que se aparece venciendo el peligro (en el primer caso relatado) o dando fuerzas para vencerlo (en el segundo).

Después llega el  momento del agradecimiento. En el caso de Tamajón no sabemos en qué consistió, si es que lo hubo; en Salmerón fue un convento tal y como el caballero había prometido (3).

Otro dato curioso que se observa es que en la obra de Porreño se da el nombre del caballero y su condición, así como la fecha en que acaeció el portento. También el que sea don Gil Martínez el que con sus propias manos construya el convento, concordando en esto con las palabras de invocación citadas más arriba, aunque no así con la versión que nos ofrece García Perdices, en la que se dice taxativamente “que mando edificar un convento”. No obstante, el hecho más sustancial es que la fecha que se da, 1341, bajo el reinado de Alfonso onceno o “el Justiciero” (que duró hasta 1350, en que murió en el sitio de Gibraltar), puesto que este dato, unido a su política de reconquista, bien pudiera explicarnos muchos aspectos relacionados con esta leyenda local, y, en primer lugar, la conveniencia de que existiera este tipo de leyendas notoriamente propagandísticas con el fin de poder repoblar cuanto antes las tierras recobradas al moro, haciendo para ello que los conventos se conviertan en el punto de origen del nacimiento de numerosos pueblos, donde a un tiempo se daba trabajo en el cultivo de sus tierras a colonos, de manera que pudieran establecerse definitivamente para que, en caso de ataque o ruptura de fronteras, cambiasen las herramientas agrícolas por las armas.

Se trata, al fin y al cabo, de un intercambio en el que el amparo espiritual se cambia por el cultivo de los campos durante los periodos de paz y la defensa del monasterio, el poblado y sus alrededores, en tiempos de guerra.

También aparece un claro simbolismo a través del que se hace ver que el hombre, cualquiera que sea su condición, puede librarse del pecado -representado por la serpiente o bicha- a través de la intercesión de la Virgen, que siempre da fuerzas espirituales para vencerlo. Podría representarse esta misma metáfora a través de las luchas entre moros y cristianos, en las que los cristianos, al final, siempre reciben el apoyo celestial del Santo o la Virgen de que se trate en cada localidad donde se represente esta “soldadesca”.

La Virgen cobra, en el caso de Tamajón, igual sentido que el de las palabras evangélicas, puesto que se trata de la “nueva Eva”.

(Continuará). 

NOTAS

(1) GARCÍA PERDICES, Jesús, Cual Aurora Naciente (Advocaciones marianas de la provincia de Guadalajara), Guadalajara, El Autor, 1974, página 112.

(2) GARCÍA PERDICES, Obra citada, páginas 103-104. A veces la invocación del caballero cambia con el tiempo y el lugar, como demuestra esta variante oída el día 20 de abril de 1975, en Guadalajara: “Virgen del Puerto, si me sacas de este apuro te hago un convento”.

(3) HERRERA CASADO, Antonio, Monasterios y conventos en la provincia de Guadalajara, Guadalajara, Institución Provincial de Cultura “Marqués de Santillana”, 1974, página 35, refiere la leyenda de esta misma aparición, con escasas variantes, para entrar en los orígenes del monasterio agustino de Nuestra Señora del Puerto. Los datos son interesantes: “Para hablar de la fundación de este reducto agustiniano, trae a colación una leyenda que, sino de invención suya (refiriéndose a Baltasar Porreño), sí lo sería de algún caviloso vecino del pueblo. Dice que era difícil y estrecho pasar, durante la Edad Media, el sitio donde iba a verificarse la fundación: lo que entonces se llamaba “un puerto”… Por allí cruzaba un día, yendo de caza, don Gil Martínez, despensero mayor de rey Alfonso XI de Castilla, cuando le salió un extraño animal, “que dicen era sierpe”, temiendo de veras ver allí concluida su existencia. Se encomendó a la Virgen, y prometió construir con sus propias manos un monasterio para su honra y culto. Dicho y hecho. Porreño dice que, ocurrido esto en 1341, en seguida cuarto, levantó don Gil la casa…”.

Herrera toma los datos, como dice en la nota 16 de la obra citada, del propio Porreño: Memoria de las cosas notables que tiene Cuenca y su Obispado, que se trata de un breve manuscrito en cuarto, a modo de diccionario en el que se recogen los pueblos de dicho obispado y en cuyos artículos aparecen muy curiosas e interesantes. Su objeto se expresa en el título que llevan algunas copias de este mismo opúsculo como la Declaración del mapa de Cuenca y su Obispado que puede consultarse en la Biblioteca Nacional, así como en la Real Academia de la Historia (9/7159 Sec. Ms.), como puede confirmarse a través del artículo del mismo HERRERA CASADO, titulado “Vieja nómina alcarreña” (Nueva Alcarria, 7 de abril de 1973).

Véase también en MUÑOZ Y ROMERO, Tomás, Diccionario bibliográfico-histórico de los antiguos reinos, provincias, ciudades, villas, iglesias y santuarios de España, 2ª. ed., Madrid (1ª. de 1858), 1973, página 109. “CUENCA”, núm. 6.

 

Las palomas en los temas marianos provinciales

 

A través de las leyendas marianas que se cuentan como leyendas sucedidas en la provincia de Guadalajara, hemos podido observar una larga serie de casos en los que se suelen dar hechos repetitivos. Muchos se refieren a la aparición de aves, especialmente palomas, pero también a serpientes y culebras.

Hoy hablaremos de los primeros casos, los que tienen algo que ver con las aves. Y el que mejor se nos acomoda es el de la aparición de la Virgen de Mirabueno. La leyenda se cuenta que una pastora de Mandayona encontró en el hueco de una encina una paloma que guarda en su zurrón. De regreso a casa va a enseñársela a su hermano, llamado Bueno, diciéndole:

– Mira, Bueno.

Mientras abría la bolsa con toda su alegría.

Pero, con gran tristeza, se da cuenta que la paloma que había guardado en su zurrón ha desaparecido, por lo que acompañada nuevamente por su hermano regresa al lugar del encuentro y, cosa rara, vuelve a encontrar la paloma en el hueco del árbol. De modo que la recogen nuevamente para llevársela a sus padres; pero, nueva tristeza, al ir a enseñársela con toda la ilusión del mundo, ven que la paloma ha vuelto a desaparecer de la bolsa que la guardaba.

La cosa llama la atención. Son tres las que sucedido y suena algo raro el hecho, que ponen en conocimiento del cura del pueblo, que después de comprobar que se trataba de la imagen de una Virgen, decide construir una ermita en el lugar donde fue encontrada (1).

Muy parecida es la leyenda que explica la aparición de la Virgen de la Torre, en Riofrío del Llano, en un cerro próximo al pueblo, que, desde aquel momento, se conoce como el “Alto de la Virgen”, puesto que allí se apareció en forma de paloma y donde fue recogida por una pastorcilla de Cercadillo, que quiso llevarla a su casa para enseñarla a su familia, comprobando poco después su desaparición. Aunque, más tarde, se apareciera la Virgen en el mismo lugar en que apareció la paloma.

Pero bueno, dejemos aquí el ejemplario y analicemos su significado. Nos daremos cuenta de la relación que existe entre la simbología de la paloma, blanca -con significado de pureza inmaculada (ausencia de pecado)-, con la representación del Espíritu Santo, cuyas apariciones también se ven representadas con forma de paloma.

Además, a todo lo dicho, hay que añadir que la paloma, y más aun siendo blanca, es un animal “juguete” que gusta a los niños. En los casos expuestos, la paloma se deja atrapar por las manos infantiles de una pastorcilla, que, ilusionada, trata de enseñársela a su familia como “juguete-trofeo-hallazgo”. Una niña, una pastora, que se siente feliz al encontrar el ave -un ave- y siente perdida su alegría al comprobar que la paloma ha desaparecido de su bolsa… Pero, queda aún la ilusión de ver si la paloma ha vuelto a su nido en el hueco del árbol donde fue encontrada en un principio. Y así es, pero hasta tres veces la pierde, por lo que el suceso que en un principio es infantil, se convierte en algo de adultos. Interesa el suceso en general y se “cree” y se “piensa” que aquella paloma no era tal y que, en realidad, era una representación de la Virgen.

Y raíz de su construcción nació un pueblo: Mirabueno.
Ahora bien, sería muy interesante ver y comparar el nacimiento de una leyenda, especialmente si ésta es mariana, con el nacimiento de un pueblo. Es posible que nos llevemos muchas sorpresas, y que la fuente “milagrosa” fue en su origen una fuente cargada de leyendas: de ondinas y mujeres serpientes que se peinan los cabellos con peines de oro y permanecen agazapadas en sus pozos a la espera de un incauto que trate sacarlas… Fuentes de aguas medicinales que se convirtieron en salutíferas aguas donde fue bautizado tal vez el protagonista de la leyenda de la Virgen de Sopetrán, o donde aparecieron unas cuantas monedas de oro que sirvieron para aumentar la leyenda de las aguas y de sus habitantes internos (y externos).

NOTAS
(1) GARCÍA PERDICES, Jesús, Cual Aurora Naciente. (Advocaciones marianas de la provincia de Guadalajara), Guadalajara, 1974, pág. 80. Posiblemente, desde que desaparece la paloma, por tercera vez, hasta lo que sucedió al cura y se comprueba que “que era [una] imagen”, hay algo que falta en el relato: ¿Cuál era esa comprobación y en qué consistió? ¿Cómo una paloma, a los ojos de todos, se manifiesta o se transforma en una imagen mariana?

Falta, a nuestro entender, una clarificación, por sencilla que sea, de aquel cambio para completarla: ¿Habló la Virgen al pueblo pidiendo que se le construyera una ermita o cuando el sacerdote fue con la pastora al árbol de la aparición se encontraron ya con una imagen en lugar de con una paloma?

Simbolismo oculto en algunas coplas. Alusiones al sexo.

En la canción folklórica, como en tantas otras cosas, existe en muchos casos cierto simbolismo más o menos oculto, que casi siempre hace referencia a lo sexual y que actualmente se encuentra en grave peligro de desaparición, debido a la paulatina pérdida de coplas y canciones en el mundo rural.

Este simbolismo queda muy a la vista en algunas cancioncillas recogidas, entre otros, por Joaquín Díaz (1):

Avre tu puerta cerrada

que en tu mano está la yabe.

…   …   …   …   …

– Avridme, galanica,

que ya amanece.

– Avrir ya vos avro,

mi lindo amor,

la noche yo no duermo

pensando en vos.

…   …   …   …   …

Avre este bajour, bijou,

avre la tu ventana;

por ver tu cara morena

al Dió daré mi alma.

 

Por la tu puerta yo pasí

y la topí cerrada;

la yabedura yo besí,

como besar tu cara.

Estos ejemplos pueden servir para destacar algunas palabras: “Avrir”, “yabe”, “puerta”, “yabedura”, todas emparentadas con el simbolismo de lo sexual, puesto que la “yabe” significa aquí el órgano sexual masculino y la “yabedura”, el femenino; mientras que “Avrir” la “puerta” alude, gráficamente, al acto sexual.

En la provincia de Guadalajara encontramos algunos casos similares:

Ábreme la puerta, cielo,

que soy el de Maranchón,

que voy comprando cerones

y voy vendiendo jabón (2).

Sin embargo, a través de algunas otras palabras incluidas en coplillas, podremos ver cómo se amplía el diccionario de simbolismos escondidos:

A la buena moza

la ha cogido el toro:

la ha clavado el asta

por debajo el moño.

 

A la buena moza

la ha vuelto a pillar;

la ha metido el cuerno

por el delantal (3).

Parece que los mismos objetos simbolizados en las primeras estrofas sefarditas, -que en el segundo de los casos citados se cantaba una vez finalizados los esponsales-, han sido sustituidos por otras palabras que contienen o expresan el mismo significado sexual. Llaman ahora nuestra atención las palabras como “moza” (que ha perdido su significado), “toro” (representación de la fuerza generadora del hombre y representación al tiempo del propio hombre),  “asta” (como órgano sexual masculino) y “moño” (órgano sexual femenino). Y, en conjunto, la copla deja entrever que se trata de la realización de un acto sexual. Incluso el nombre del baile en que se cantan estas dos coplas (la primera, en solitario, y la segunda, por el coro), que recibe el nombre de “El Pollo”, igualmente emparentado -como el gallo- con simbolismos del tipo que estudiamos.

Una vez más aparece la palabra “moño” en la siguiente copla, de Fuentenovilla:

Virgen del Socorro

bailan las mozas

con buen moño.

de significado un tanto oculto, más difícil de interpretar.

En algunas tradiciones de nuestro folklore provincial encontramos este mismo simbolismo a través de palabras que se incluyen en un contexto, o simplemente en el mismo que encierra el “hecho folklórico”.

Veamos un ejemplo claro. Por ejemplo, a través de las actuaciones de las distintas “botargas” se ofrece bien a la vista ese sentido generador o fecundador -que hemos visto antes en el toro, el gallo y el pollo- a través de las cenizas, pelusas de espadaña que arroja a vecinos y forasteros (hombres y mujeres) en algunas localidades o de ciertos frutos, como la naranjas, con las que golpea en la frente a los incautos, pero que restriega licenciosamente en los pechos y el vientre de las mujeres casaderas.

También en las canciones de mayo -“los mayos”- aparecen algunas alusiones al sexo, especialmente en aquéllas que retratan minuciosamente a la mujer.

Y en las coplillas de algunas rondas:

Y yo venga de rondarte

y tú venga de dormir.

¡Así te quedes soltera

y se te seque el perejil! (4)

donde vemos una nueva palabra con significado oculto, que bien pudiera aludir al mismo significado que “moño”, “puerta” o “yabedura”, y que, en este caso, es “perejil”. Como se sabe, la expresión “Perejil mal sembrado” se refiere a la poca barba que posee un hombre, pero que en este caso concreto más bien se refiere al vello púbico femenino y, por extensión, al propio órgano sexual.

     José Ramón López de los Mozos

 

NOTAS

(1) DÍAZ, Joaquín, Palabras ocultas en la canción folklórica, Madrid, (col. Cuadernos Taurus, nº. 108), 1971, págs. 29-30.

(2) SANZ Y DÍAZ, José, “Arte popular español. Apuntes sobre el folklore del antiguo Señorío de Molina. (Conclusión)”, en El Alcázar, edición para Guadalajara (9-VIII-1947).

(3) SANZ Y DÍAZ, José, “El baile típico de “El Pollo” en Alustante”, en Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, Tomo XXXI (Madrid, 1975), Cuadernos 1, 2, 3 y 4, pág. 138.

(4) ARAGONÉS SUBERO, Antonio, Danzas, rondas y música popular de Guadalajara, Guadalajara, Patronato Provincial de Cultura “Marqués de Santillana”, 1973, pág. 137.

Y XXXV: Punto y final.

 

XXIII.- Como todo tiene fin en esta vida, los comentarios a los artículos de don Epifanio también llegan al suyo. Es curioso, pero el libro, Guadalajara por dentro, termina con unas “Aleluyas de Navidad” que dan la bienvenida a otro año que siempre se quiere mejor (101).

Se trata de un grupo de ocho composiciones sencillas, cuartetas muy populares, en las que don Epifanio recoge aspectos referentes a las elecciones locales para la alcaldía, a la reclamación por entonces surgida en petición de la devolución a sus pueblos de los pinares del antiguo Ducado de Medinaceli, de aquella enfermera que trató de llevar a los pueblos medio abandonados mozas casaderas, y otros aspectos que el lector podrá degustar a sus anchas.

Ahí quedan para el recuerdo:

Dicen que Blanca es ingenua,

más ingenuos fueron otros

que la hicieron alcaldesa

con la suma de sus votos.

 

Tras la votación primera

quieren su dimisión

y Bris sigue en la espera

de poder subir al sillón.

 

Mientras tanto don Fernando,

alcalde marchamalero,

con doce años de mando

continúa en candelero.

 

Pueblos del viejo Ducado

reclaman que los pinares,

perdidos en el pasado,

retornen a sus hogares.

 

Mayte Montes, enfermera

de Megina, quiere importar

chicas de edad casadera,

y los mozos puedan casar.

 

Otro enfermero Mingo Solís

visita a pié o en burra

los pueblos, y a sí susurra:

está con fiebre el país.

 

El nuevo obispo José

recién venido a Sigüenza,

sigue atareado, lo sé,

en ver todo con presteza.

 

Con “EL DECANO” en la mano

en estas fiestas sin par,

les quiero felicitar;

¡Feliz Navidad! hermano.

 

Muchos lectores recordarán estos sucesos a pasar de haber transcurrido casi cinco lustros.

Adiós.

Evidentemente nosotros continuaremos con nuestros comentarios etnográficos.

 

 

(101) Op. cit., pp. 332-333 (Flores y Abejas, 25/XII/1991).

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