Luminarias de Anguita y los Misterios de Tartanedo

 

En esta decimocuarta entrega de la serie que López de los Mozos dedica sobre Epifanio Herranz se refiere a las Luminarias de Anguita y a los Santos Misterios de Tartanedo.

32) De gran belleza es el artículo titulado “Anguita, un pueblo que arde”, en el que don Epifanio describe las luminarias que se hacen en honor a la Virgen de la Lastra con motivo de sus fiestas patronales, donde cada noche, al terminar la novena, se enciende una hoguera en el “cantón” de las cuatro calles.

Hogueras festivas con las que se pretende “ahuyentar los malos espíritus, malaventuras, maleficios peligrosos, (…) malos agüeros” que deben ser pasto de las llamas.

Un antiguo rito pagano, asimilado posteriormente por la religión cristiana.

Virgen, patrona de Anguita,

tú que eres fuego ideal,

líbranos a cada cual

de toda pasión maldita (43).

 

De ahí, de ese fuego que arde tras la oración y destruye las pasiones, quizá provenga esta plegaria poética, que suelen rezar las mujeres.

 

33) Muchas veces los aspectos religiosos más llamativos pasan a formar parte del mundo de la etnografía o más bien del mundo referente al pensamiento popular. Dentro de éste deberíamos incluir un tema que describe don Epifanio en su libro: Los “santos misterios” de Tartanedo (44).

Parece ser que cuando las tropas del archiduque Carlos salieron de la tierra molinesa, cuando la Guerra de Sucesión, en 1710, dos vecinos de Tartanedo -José y Juan Andrés- hallaron en una casa que había sido ocupada por la soldadesca un pañuelo procedente de la iglesia todo sucio, en el que -una vez lavado- encontraron manchas de sangre “de seis Hostias consagradas, allí guardadas y luego profanadas”, cosa que pusieron en conocimiento del párroco, que a la sazón lo era don Francisco González, quien ante diversos fieles volvió a lavarlo, permaneciendo intactas las marcas.

En un escrito de la época que acompaña al paño puede leerse que dicho pañuelo se llegó a lavar hasta once veces con el mismo resultado.

De modo que la voz del portento se fue corriendo como la pólvora, hasta llegar a oídos del obispado seguntino (“en aquel momento no había obispo nombrado”), por lo que el Vicario de Molina de Aragón, acompañado del padre guardián del convento de San Francisco y de los curas de Hinojosa y Torrubia, ante notario, levantó acta del hecho.

Felipe V fue a Tartanedo para adorar el corporal o misterio; después de haber oído misa le fue presentada la reliquia, que adoró y “puesto de rodillas permaneció en su presencia por espacio de tres credos”.

En la actualidad dicho “misterio” se conserva, junto a la leyenda en que se cuenta su hallazgo, dentro del casquillo de una bala de gran calibre, en un domicilio particular -con el fin de evitar su desaparición- y solamente se traslada a la iglesia en fiestas eucarísticas: jueves santos y corpus (45).

Como nos lo cuenta don Epifanio lo contamos.

 

34) Dentro de “Celebraciones centenarias” incluye don Epifanio una acerca del Santo Cristo del Guijarro de La Yunta, que comienza con un dictado tópico que no me resisto a transcribir:

 

“fronteriza con Aragón,

en ellos no hay ni mentira ni traición”.

 

Y después continua con la explicación del suceso prodigioso, que viene a ser así: en una noche tormentosa de verano, Pedro, pastor de ovejas, arroja un guijarro a una oveja descarriada para intentar conducirla con el resto del ganado. El guijarro, al caer se parte en dos, arrojando vivos resplandores y cesando al tiempo la tormenta.

Pedro recoge la piedra y la guarda en su zurrón. Pasado el tiempo ve que en su cara interior está representada la escena del calvario: Cristo crucificado y a ambos lados, a los pies, María y San Juan.

Al poco la piedra comienza a venerarse como milagrosa y setenta y ocho años después del portento se funda su cofradía, con la anuencia del papa Clemente VIII, en 1567 (46).

 

 

(43) HERRANZ PALAZUELOS, op. cit., pp.221-222 (12-IV-1989). Sobre las luminarias de Anguita véase SERRANO COPETE, Javier, Una historia de Anguita. El pueblo y su entorno, Guadalajara, Aache ediciones (col. Tierra de Guadalajara, 69), 2008, pp. 217-218.

(44) Idem., op. cit., pp. 230-231 (24-V-1989).

(45) LÓPEZ DE LOS MOZOS, José Ramón, “Los Santos Misterios de Tartanedo: ¿Una oportunidad política de Felipe V?”, Wad-Al-Hayara, 17 (Guadalajara, 1990), pp. 327-335.

(46) HERRANZ PALAZUELOS, op. cit., pp. 232-233 (31-V-1989). Sobre la aparición o encuentro del Cristo del Guijarro véase LÓPEZ DE LOS MOZOS, José Ramón, “Lugares comunes en la mariología de la provincia de Guadalajara”, Cuadernos de Etnología de Guadalajara, núms. 32-33 (2000-2001), pp. 437-438: “En esta villa de La Yunta es objeto de veneración un guijarro, al que, al romperse en dos, según la tradición, apareció en una de sus partes señalado, un crucifijo, formado por los mismos elementos pétreos sin intervención del arte humano. A los lados de esta imagen hay unas manchas. (Se dice que esas manchas representaban a Nuestra Señora y a San Juan). Llamósele el Cristo del Guijarro. La piedra fue hallada por el pastor Pedro García Gómez cuando iba por el campo con el ganado. La tuvo algún tiempo en su casa, y alguien le advirtió que sería objeto de veneración aquella piedra, la cual fue colocada en la iglesia parroquial”.

 

 

 

 

Notas etnograficas en la obra de Epifanio Herranz (XIII)

 

López de los Mozos hace referencia en esta ocasión de las fiestas que se celebraban en Guadalajara tras la cosecha, como la de Milmarcos.

 

31) Como en casi todos los pueblos, Milmarcos celebra sus fiestas al terminar la recogida de las cosechas, cuando el dinero anda todavía fresquito y puede correr con más o menos ganas, cuando los padres están dispuestos a “feriar” a la corte infantil de la casa: a los hijos, nietos y sobrinos.

En Milmarcos celebran dos fiestas anuales. La primera, la conocida como “popular”, viene a corresponder con el día 16 de agosto, coincidiendo con San Roque, uno de los santos taumaturgos más celebrados no sólo en nuestra provincia, sino en toda la geografía nacional. Es entonces cuando los mozos sueltan las vacas y las medio torean.

La otra fiesta es la patronal y suele coincidir con el día 14 de septiembre en honor a Jesús Nazareno, cuya bella imagen se saca en procesión.

Ambas son fiestas coloristas, alegres y divertidas.

Pero… ¿acaso no es también un motivo de alegría la celebración de la Pascua de Resurrección, según las palabras que los cristianos venimos repitiendo desde hace tantos siglos que dicen que “Al tercer día, Jesús resucitó de entre los muertos”?

Don Epifanio señala que así lo han entendido los pueblos de nuestra geografía provincial y lo han puesto de manifiesto a través de cánticos, como los que doña Ángeles Escolano Herreros le envió tan amablemente. Unos “Gozos de Pascua en Milmarcos” escritos en cuartetas de fácil comprensión, que se cantan en tantas y tantas procesiones “del Encuantro” y que dicen así:

 

“Retiraos casaditas

que venimos las doncellas

con la Aurora en procesión.

 

Los buenos días le damos

al ministro del Altar

A la señora Justicia

y después a los demás.

 

El Evangelio nos dice

que salieron las Marías

con la Aurora en procesión

antes de rayar el día.

 

En el camino decían

quién levantará la losa

para poder embalsamar

aquella prenda preciosa.

 

Cuando llegaron al huerto

vieron la losa quitada

y repasando el sepulcro

vieron que Jesús no estaba.

 

María ¿a quién buscáis?

¿buscáis al crucificado?

No lo busquéis, que no está

porque ha resucitado.

 

Resucitado y glorioso

en esta dulce mañana

para consolar al triste

y a María Soberana.

 

Quítale ese manto negro

a la señora María,

para que vea a su Hijo

todo lleno de alegría” (41).

 

En los que el lector habrá podido imaginarse y visualizar ese momento de la procesión en que las mozas piden a las casadas que se aparten para ser ellas las que lleven las andas de la Virgen, saluden en primer lugar al señor cura y en segundo a las autoridades y después al resto, mencionen la parte del Evangelio en que se habla del sepulcro de Cristo y, en un salto temporal, situarse en la mismísima procesión, recorriendo las calles de Milmarcos. Las mujeres acompañando a la Virgen y los hombres a Jesús Resucitado, hasta que los dos ramales se encuentran, simulando como Madre e Hijo se abrazan, y seguir en una sola procesión de regreso a la iglesia de donde partieron.

Unos “gozos” que en otros muchos lugares solían cantar esas mozas solteras llamadas “ramas” del mismo modo que las canciones que entonaban, porque ya casi no se cantan (42).

 

(41) HERRANZ PALAZUELOS, op. cit., pp. 219-220 (29-III-1989).

(42) Acerca de las “ramas” y sus cánticos pueden consultarse: GARCÍA SANZ, Sinforiano, “Las Ramas”, Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, Tomo I (Madrid, C.S.I.C., 1945), cuadernos 3.º y 4.º (publicado también en GARCÍA SANZ, Sinforiano, Su obra. Notas de Etnología y Folklore, Madrid, Casa de Guadalajara en Madrid, 1996, pp. 17-50); YELA GARRALÓN, Guillermo, “Las Ramas de Torrebeleña”, Cuadernos de Etnología de Guadalajara, n.º 25 (Guadalajara, 1993), pp. 365-374; idem., “Las Ramas de Torrebeleña (Continuación)”, Cuadernos de Etnología de Guadalajara, n.º 26 (Guadalajara, 1994), pp. 357-363, y RUBIO FUENTES, Manuel, “El “Ramo de Cuaresma” en Congostrina”, Cuadernos de Etnología de Guadalajara, n.º 29 (Guadalajara, 1997), pp. 295-310, entre otros.

 

 

 

Notas etnográficas en la obra de Epifanio Herranz (XII)

José Ramón López de los Mozos hace referencia a los Judíos de Mondéjar en este nuevo capítulo sobre la obra de Epifanio Herranz

30) Más adelante don Epifanio habla de los conocidos “Judíos” de Mondéjar, que son una representación de los “pasos” de la Pasión de Cristo y que se conservan, recientemente restaurados, en la cripta de la ermita de San Sebastián. Son representaciones a tamaño natural cuyo origen parece datar del siglo XVI gracias a la tenacidad de un monje de San Bartolomé de Lupiana, que los realizó con la ayuda pecuniaria de la familia López-Soldado. La primera vez que tuvimos ocasión de verlos, hace ya más de cuarenta años, mal conservados y con escasa iluminación, llamaban la atención como figuras más o menos tétricas y fantasmagóricas. Después sufrieron una remodelación un tanto colorista y hoy, afortunadamente, bien conservados, protegidos de las manos voraces y con luz adecuada, son un buen ejemplo de imaginería tradicional, cuya visita recomendamos.

Don Epifanio acompaña su breve escrito con unas “Letrillas” del pueblo de La Toba, que no podemos dejar pasar por alto y que transcribimos para que sean conocidas por el lector interesado:

“Jesús que triunfante entró

domingo en Jerusalén,

lunes le lavan los pies,

martes en el huerto orando,

miércoles en la columna,

jueves de espinas coronado,

viernes con la cruz a cuestas,

sábado en el calvario

y domingo resucitó

aquel cuerpo soberano”.

 

Todo un recorrido por la Pasión cristiana.

Pero la pregunta surge después: ¿Sigue teniendo interés el Misterio Pascual en nuestra sociedad actual?

Indudablemente, de lo contrario no se celebraría la bendición de palmas y ramos, ni el lavatorio y el “monumento” de Jueves Santo tendrían razón de ser, ni se adoraría la cruz, ni se encendería la hoguera pascual… que en tantos casos se dramatizan a través de las correspondientes procesiones “de la Borriquilla”, el lavatorio que el obispo hace de los miembros de la Cofradía de los Apóstoles en la concatedral de Santa María la Mayor de la Fuente, de Guadalajara, ni tendrían lugar los víacrucis ni los calvarios, ni las pasiones vivientes, de Sigüenza, Hiendelaencina, Fuentelencina, Albalate de Zorita, Trillo, ni los atrayentes juicios y ahorcamientos de tantos “judas” que se queman en tantos lugares de nuestra provincia.

Y siguen las “Letrillas” de La Toba, con todo su encanto popular y su profundo contenido:

“Entre la una y las dos,

sabiendo que Cristo muere,

de luto se cubre el sol.

Tinieblas cubren los aires,

Las piedras de dos en dos

Se parten unas con otras.

Alma, si no eres piedra,

mira, advierte y considera” (39).

Un folletito de lo muchas páginas, con sencillas poesías alusivas y muchas fotografías a color, firmado por Crispiniano, recoge estas figuras barroquizantes cuyos sayones tanto recuerdan a los soldados de los Tercios de Flandes o a esas otras figuras de grandes bigotes y mosca en mentón que aparecen azotando a Cristo en los pasos de la Semana Santa pucelana, obras de Gregorio Fernández o de Martínez Montañés que tratan de epatar al espectador y recordarle crudamente los sufrimientos del Salvador hecho hombre (40).

 

(39) Idem., op. cit., pp. 217-218 (22-III-1989).

(40) CANCHO DUPRADO, F., “Los judíos de Mondéjar. Expresión escultórico-popular con base en una manifestación místico-religiosa”, en Narria, n.º 1 (Madrid, Museo de Artes y Tradiciones Populares. Universidad Autónoma de Madrid, 1976), pp. 24-25; LÓPEZ DE LOS MOZOS, José Ramón, “Judíos” y “Mariones”, en Miscelánea del Folklore Provincial, Guadalajara, 1976; Idem., “Catálogo de piezas menores religiosas )I)”, en Wad-Al-Hayara, 4 (Guadalajara, 1977); LÓPEZ VILLALBA, José Miguel, “La ermita de San Sebastián y los judíos de Mondéjar”, en Cuadernos de Etnología de Guadalajara, n.º 17 (Guadalajara, 1991, 1.º), pp. 7-46.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas etnográficas en la obra de Epifanio Herranz (XI)

          En Alaminos hay un olmo de la plaza, donde se clavaban los pasquines y bandos, como dice una copla de desafío muy conocida. Nueva entrega de la serie escrita por López de los Mozos. Hoy va de árboles singulares en la provincia.

IV.- El herrero.

Es un grato recuerdo para los Azabal de Sotodosos. El taller lo más sencillo: un fogón de carbón con gran fuelle para avivar el fuego, de donde parte el hierro al rojo para, en el yunque, ser modelado a base de rítmicos golpes de macho y martillo que conforman la más bella música en el silencio invernal de las calles del pueblo, ya sin niños. Fuerza y sentido artístico unidos para crear herraduras, arados, cerrojos, azadas y tantas otras cosas más. Luego vendrían las rejas y balconadas de las casas, llamadores, tiradores, clavos y fallebas de puertas y ventanas y veletas sonoras en las noches de aire revoltoso.

Pero esta artesanía, casi más arte que otra cosa, también ha caído en el olvido. No se paga lo mismo por una reja de tubo de cuadradillo que por una de forja hecha como Dios manda… y los arados son pieza decorativa en bares y mesones que se dicen castellanos.

Quedan también en el recuerdo aquellos otros herreros “de a pie” (los de Setiles, Jirueque y Atienza) que tanta ayuda prestaron con su trabajo mal pagado al mundo rural.

             V.- Los ancianos.

“Hombres y mujeres de vida callada y sufrida: labrar la tierra, atender el hogar, guardar el ganado, producir en la fábrica, picar en la mina, construir edificios… y cuando mozos también supieron mover el esqueleto en los bailes domingueros.” (34).

En verdad, el verdadero patrimonio de los pueblos; el resto es obra suya y del tiempo.

29) Ni los árboles quedan en el olvido a través de “Árboles singulares”, un breve y bello artículo en el que nuestro autor recoge algunos de los más llamativos, especialmente olmos, quizá por su belleza o su antigüedad, de cuantos aún se recuerdan en la provincia de Guadalajara: su recorrido es geográfico y, en muchos casos poético:

–          Alaminos. El olmo de la plaza, donde se clavaban los pasquines y bandos, como dice una copla de desafío muy conocida en la zona:

«En el olmo de la plaza

hay un papelito al aire

con un letrero que dice:

la ronda no teme a nadie” (35).

 

–          Ablanque. También el olmo de la plaza, que resiste las epidemias de grafiosis.

 

–          Alhóndiga. Hace un recuerdo sentido al olmo centenario de junto a la ermita de la Virgen del Saz, que un día taló una mano furtiva y anónima.

 

–          Milmarcos. Donde los olmos gigantescos, añosos, dejaron huella de su pasada existencia en los muñones que aún los recuerdan.

–          Mirabueno. Allí la Virgen de su mismo nombre se apareció en una encina, cuyos restos hemos podido ver hasta hace pocos años y cuya antigüedad se tenía como anterior a la fundación del propio pueblo. Una tormenta la derribó en 1970 (36).

–          Torrecilla del Ducado. Pueblo que murió al abandonarlo sus once últimos pobladores, muriendo con él todo lo demás, entre ello los olmos que alegraban su vega (37).

 –          Huertapelayo. Donde terminó muriendo la “olma” de la iglesia, que tenía cuatro metros de circunferencia.

 –          Jadraque. También murió el olmo de la ermita del Santo Cristo.

–          Mochales. Todavía vivo, el olmo de la plaza fue testigo de la ejecución del alcalde Antonio Alba, a manos de los franceses invasores, durante la guerra de la Independencia.

 

–          Pareja. Más de doscientos años junto a la fuente de la plaza, salvándose de la grafiosis a base de vacunas.

–          Peñalver. Los olmos se secaron y el Ayuntamiento animó a sus vecinos a plantar otros nuevos. Son los que acompañan a las ermitas de San Roque y la Soledad.

–          Roblelacasa. Suena a leyenda. Parece que este es el pueblo donde una mujer tuvo la ocurrencia de plantar una rama de olivo de las que se reparten el Domingo de Ramos junto a la entrada de su casa… Luego arraigó. Es raro ver un olivo en zonas  tan frías como la sierra de Tamajón.

–          Sotodosos. Hace muchos años se plantaron algunos chopos por los escolares del lugar, con motivo del “Día del árbol”. De aquellos chopos algunos han llegado hasta nuestros días; uno de ellos es el chopo “de Ciro”.

–          Viana de Jadraque. Se cuenta que la única encina urbana del pueblo, allí aclimatada, procede de una bellota de los montes de El Pardo (38).

 

(34) Ibidem., pp. 212-213. (22-II-89).

(35) Lo recoge SEVILLA MUÑOZ, Julia, “La provincia de Guadalajara en sus refranes y coplas”, Anales Seguntinos, n.º 1 (Sigüenza, 1984), pp. 151-165.

(36) Hay quien asegura que el pobre árbol murió víctima de la fe de los romeros de los 43 pueblos que cada año acudían a adorar a la Virgen, ya que cada cual no quería irse del pueblo sin una astilla-reliquia del mismo.

(37) Dice Don Epifanio que la marcha de los últimos habitantes de Torrecilla del Ducado tuvo lugar en diciembre de 1987, siendo su término agregado al de Sienes.

(38) HERRAZ PALAZUELOS, Epifanio, op. cit., pp. 213-215. (1-III-89).

 

 

 

Notas etnográficas sobre Epifanio Herranz (X)

José Ramón López de los Mozos hace referencia en este artículo sobre la obra de Epifanio Herranz a la «chaparra de las ánimas» de Sotodos, a «El aginaldo» y «Las migas gachas», y a los tipos populares.

26) “Chaparra de las ánimas”de Sotodosos” es otro de esos apuntes brevísimos llenos de color. Un pareado escrito en las paredes de un convento  sirve de introducción:

 

                                              “Hermano, una de dos

                                               o nada, o amar a Dios”.

 O sea, el polvo y la nada o la inmortalidad.

De modo que el matrimonio compuesto por “Sixto Cuesta e Ysabel Vixil dotaron a favor de esta yglesia de la Asunción de una manda por las animas del purgatorio. Se a de azer oficio, misa con responso cantado en altar prebilegiado perpetuo el dia de los defuntos. Todo cargado sobre aprobecho de frutos y leñas de una chaparra grande en pie sita en nuestra heredad yerma del camino moral y fuente perala. Año de 1748” (Libro de Añales).

El tiempo, que todo lo gasta, pudo con la chaparra en la guerra del 36, pero queda el recuerdo de su buena voluntad (30).

27) “El aguinaldo” y “Migas y gachas” son dos artículos que se complementan. ¡No habrían de complementarse si forman parte de la más rancia tradición navideña de las tierras de Guadalajara, en que vivimos y, en general, de casi todas las que conforman la piel de toro!

Con sencillas palabras se nos viene a decir que ciertos pueblos nos recuerdan un nacimiento: La Cabrera, Peñalén…, donde cada cosa está situada en su sitio, los caminos, el molino, etc., y todo bajo la nieve.

Allí salen -salían, que ya apenas si quedan niños en las ciudades y menos en los despoblados pueblos- antaño tocando panderetas y zambombas a la espera de unos dulces o unas monedas que no son más que un recuerdo de las palabras de Cristo: “Lo que hagais con mis hermanos más humildes, conmigo lo hacéis.”

“Aguinaldo, señor, os pedimos

                                               por el Niño que nació en Belén.

                                               Aguinaldo, señor, os pedimos

                                               y otras cosas que son de comer” (31).

Lo de las Migas y gachas tiene otra “miga”. Es la que corresponde -como sucede con la forma de vestirse en cada estación del año- a la manera de comer en cada fecha, o por motivos señalados: bodas, Cuaresma, Navidades, etc., donde predominan estos platos -generalmente de origen pastoril- que recuerda el romance castellano:

“Cuando no hay otra cosa

                                               qué ricas al pobre son

                                               migas, gachas y sopas

                                               en sartén, cazo o perol ” (32).

La sartén en la cocina, bendecida la mesa como es debido, y alrededor la familia y amigos en amor y compaña: “¡cucharada y paso atrás, que va con tropezones!” (Pero hoy, ésta es una fotografía del pasado con sabor rancio).

28) No podían faltar tampoco los trabajos destinados a los “Tipos populares” (33).

Así aparece recogida en este libro una breve nómina de IV, más I trabajo, que hacen V:

 

I.- El pregonero (dedicado a Evaristo Díez, pregonero jubilado de Sotodosos).

Era ese hombre el que mantenía informado a todo al vecindario. Su toque de trompetín era inconfundible y, desde las esquinas de las calles llamaba a que se le escuchase con el consabido: “De orden del señor alcalde… se hace saber…” tantas y tantas cosas, la venta de tal o cual cosa, el plazo para el pago al médico, la hora de análisis veterinarios, la pérdida de una medalla… Todo lo que daba vida y sabor a los pueblos. Hoy son los altavoces los pregoneros, pero su voz no es la misma.

 

II.- El dulero.

Se encargaba de sacar del pueblo los ganados de mulas tras la dura faena de las eras. Para ello a una hora determinada hacía sonar su chiflo o cuerno, a veces una caracola marina, para que cada cual dejara su par en el lugar convenido. Tras reunirlas y contarlas, las enfilaba a los lugares apropiados donde pudieran buscar algunas hierbas, mientras él dormitaba hasta el amanecer en que tenía que regresar al pueblo entregando cada mula a su correspondiente dueño.

III.- El campanero (dedicado a Claudio Loranca, campanero jubilado de la catedral de Sigüenza).

El campanero solía ser el sacristán de la iglesia parroquial, que se encargaba de dar todos los toques a su debido tiempo a cambio de una iguala de dos o tres celemines de trigo por vecino y año.

Y la verdad es que los toques eran muchos:

A misa: normalmente se llama mediante tres toques que tienen lugar media hora antes, un cuarto y cuando sale el sacerdote al altar.

A muerto: tres dobles, es decir, las dos campanas a la vez,  si se trata de un hombre; dos, si es mujer, y los mismos toques con leve repique final, de gloria, si se trata de niño o niña.

A oración: al alba, al mediodía y al ponerse el sol.

A rebato: volteo o repique frenético, como de urgencia, convocando al pueblo a unirse y prestar auxilio contra el fuego, una inundación, etc. o para defenderse.

Es graciosa la anécdota que nos cuenta don Epifanio y que al parecer sucedió en El Atance, en la década de los 50, cuando el Cabildo de San Lucas (constituido por todos los hermanos sacerdotes) acordó trasladar su fiesta anual, el 18 de octubre, al convento de Clarisas de Sigüenza, por aquello de ahorrarse las caminatas, las inclemencias del tiempo y el alojamiento. Allí fueron con intención de recoger la imagen, los libros, cetros y ornamentos propios del Cabildo, pero no se esperaban que al toque de rebato todos los habitantes del pueblo se pusieran en alerta, acudiendo a la iglesia para impedir el traslado.

Los campaneros, al igual que pasó con los pregoneros y duleros (y tantos otros más) ya no existen. Las campanas funcionan por electricidad, automáticamente, y sólo son un bello recuerdo pastoral.

(30) HERRANZ PALAZUELOS, Epifanio, op. cit., p. 190. (2-XI-88).

(31) Idem., p. 200. (21-XII-88).

(32) Ibidem., pp. 201-202. (28-XII-88).

(33) Ibidem., pp. 207-212. (15-II-89).

 

Notas etnográficas sobre Epifanio Herranz (IX)

 

 El capítulo de hoy va sobre las Vírgenes de varios pueblos de la provincia y las coplas que surgen en torno a la madre de Dios y las romerías.

 

Y ya que vamos de Vírgenes viene ahora al caso la de Aranz, del pueblecito de El Sotillo, donde el segundo domingo de mayo  se celebra su romería:

 

“La vieja ermita de Arán.

                                               Con el pantano `Tajera´

                                               dentro de poco formarán

                                               bella isla marinera”.

 

Mirabueno tiene su Virgen, aquella que desaparecía constantemente en forma de paloma del morral de la pastorcilla que quería enseñársela a su hermano Bueno, y que la tradición da como promotor del nombre del pueblo: “¡Mira, Bueno!” (un “mira-bueno” -mirón-, no es más que un altozano desde el que se avista una gran extensión de tierra). Sobre esa Virgen en forma de paloma hay algún poemilla:

 

“Virgen de Mirabueno,

                                               blanca paloma,

                                               bájate a los jardines,

                                               de Mandayona”.

 

En Robledillo de Mohernando, por san Marcos, la Virgen de Valdelagua se traslada desde el  despoblado de su nombre hasta la iglesia, para después volver, por san Isidro, a la ermita.

“Valdelagua y San Isidro

                                               con romería y arada,

                                               son fiestas en Robledillo

                                               de día y de madrugada”.

 

Berninches tiene una bella advocación mariana, correspondiente a una iglesia románica perteneciente a la Orden de Calatrava: es la de la Virgen del Collado, y con su ruina se perdió la romería. Hoy queda la letanía:

 

“De Berninches al Collado

                                               media legua de camino,

                                               un templo recuperado

                                               con santo y noble destino”.

 

Y finalizamos con Guadalajara, cuyas tres advocaciones -antiguamente con iglesia propia- llenan su tradición mariana:

 

“En Guadalajara ciudad

                                               tres grandes advocaciones:

                                               Antigua, Amparo, Soledad

                                               alegran los corazones” (26).

 

24) La “Sampedrada” de Budia” se celebra el día 29 de junio, San Pedro. Al parecer su origen se debe al gremio artesano de curtidores afincados en la villa. Con retales de cuero o pellejos se montaba una gran hoguera en la Plaza Mayor donde provistos de máscaras y disfraces se danzaba en torno al fuego. Luego seguía la ronda de la “sarna”, personaje bufo mantenedor de la alegría festiva. Era creencia popular que el diablo, disfrazado y confundido entre el bullicio, tomaba parte en el acto con el ánimo de “reventar” la fiesta. Algo verdaderamente solanesco  (27).

 

25) Gran nombradía tiene “El Mambrú” de Arbeteta” la figura de su veleta, un soldado vestido a la francesa realizado por Fando en el año 1787 que, al decir del Dr. Layna Serrano representa al duque de Malborough y que, por desgracia, pereció el día 13 de mayo de 1985 -salvándose sólo su cabeza- al caerle un rayo, por lo que hubo de ser sustituido por un nuevo “Mambrú” (el que se fue a la guerra, mire usted, mire usted que pena. Mambrú se fue a la guerra no sé cuando vendrá, dorremi, dorrefa, no sé cuando vendrá… de la cancioncilla), en 1988.

La figura actual fue realizada por García Perdices, de Alcolea del Pinar y siguió manteniendo su amor de lejanía con esa otra veleta -también abrasada por el rayo, en este caso nada amoroso- que fue la “Giralda”, de Escamilla (28).

En fin, don Epifanio recuerda aquel momento en que el “Mambrú” volvió a sus alturas (29).

 

(26) HERRANZ PALAZUELOS, Epifanio, Guadalajara por dentro, Guadalajara, El Autor, 1992, pp. 168-174. (25-V-88).

(27) Idem., pp. 180-181. (29-VI-88).

(28) LAYNA SERRANO, Francisco, “Tradiciones alcarreñas. El Mambrú de Arbeteta y la Giralda de Escamilla”, Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, XLVIII (Madrid, 1944), pp. 39-47. Idem., “El Mambrú” de Arbeteta y “La Giralda” de Escamilla. (Tradiciones alcarreñas), Madrid, 1971, 16 pp. Idem., Tradiciones alcarreñas. “El Mambrú” de Arbeteta y “La Giralda” de Escamilla, 2.ª ed. (sic. En realidad es la 3.ª), Guadalajara, Diputación Provincial, 1988, 16 pp. Recientemente LAYNA SERRANO, Francisco, “El Mambrú” de Arbeteta y “La Giralda” de Escamilla, pp. 5-19, y LÓPEZ DE LOS MOZOS, José Ramón, Apéndice histórico-artístico del “Mambrú” y “La Giralda”, Guadalajara, Caja de Guadalajara (Obra Social y Cultural), 2001, pp. 21-42.

(29) HERRANZ PALAZUELOS, Epifanio, op. cit., pp. 187-189. (26-X-88). Por cierto que hay una coplilla alusiva al Mambrú, que dice así: “Valdeolivas, olivas;/Alcantud, tuturú;/El Recuenco, patatas,/y Arbeteta, el Mambrú”, emparentada con esta otra: “Mambrú de Arbeteta/tiene tres nombres:/Tirulí, Pataseca/y Cagacalzones”. Aparecen recogidas por COSTERO DE LA FLOR, Juan Ignacio, “Folclórica de Arbeteta”, Cuadernos de Etnología de Guadalajara, n.º 3 (Guadalajara, 1987), p. 33. 

 

 

 

 

Notas etnográficas sobre Epifanio Herranz (VIII)

 López de los Mozos sigue esta semana con las cancioncillas que Epifanio Herranz recoge en diversos pueblos de Guadalajara.

También suenan las cancioncillas del Alto Tajo:

                                                “Va corre que se las pela

                                               el Tajo por hondo foso,

                                               le quieren cerrar el paso

                                               con presas todas en fila”.

Y es que le van poniendo presas y saltos, como para no poder avanzar ¡Y si no que se lo digan a los viejos gancheros del Río que nos lleva!

Molina de Aragón huele a humo:

 

“Quemada, disminuida

                                               por ser leal y valiente,

                                               ¡Molina, la bien amada!

                                               Canta el Gallo bajo el puente”.

Y Barbatona, al igual que Molina, habla de la francesada: “En el año de 1811, día 9 de enero, la división ‘Soria’ de los franceses atacan Sigüenza, donde se defienden los hombres del Empecinado. Al no poder resistir se retiran a Bujarrabal por los pinares. Otros seguntinos que se hallaban fugados por allí imploran el auxilio de la Virgen de la Salud, y se corta la luz del día por lo que se vieron libres de peligro.”

                                                “Huyendo a Bujarrabal

                                               cuando la invasión francesa,

                                               les libra de todo mal

                                               una sombra prodigiosa”.

  Atienza es una lección de arquitectura antigua, medieval y castrense:

“Es Atienza medieval

                                               de los pies a la cabeza,

                                               de la Trinidad al Val

                                               todo es fina grandeza”.

 

Pastrana es más bien ducal:

“El Albaicín, morisco;

                                               la Colegiata, cristiana;

                                               el Palacio, levantisco

                                               y los Conventos de doña Ana”.

El Albaicín sigue siendo el barrio morisco por excelencia. Y doña Ana no fue otra que aquella de Éboli, con el parche al ojo -quizá por coquetería- que tanto juego dio a Felipe II y tan caro le costó. Lo de los conventos que se lo pregunten a santa Teresa de Jesús…

 Cifuentes es la capital de la miel:

“En Cifuentes, noble y viejo,

                                               desde el castillo ruinoso

                                               a la fuente del `Piejo´

                                               todo resulta curioso”.

 Sacedón queda en el agua, junto a las Entrepeñas. Su canción no puede ser más marinera ni más inquisitiva:

“Sacedón crece y mengua,

                                               tiene un mar de miniatura,

                                               porque se llevan el agua

                                               a la vega del Segura”.

La Virgen de Peñahora es la patrona de Humanes de Mohernando y se saca en procesión cuando arden los rastrojos (el segundo sábado de septiembre, a través de su “procesión del fuego”) (25), purificando la tierra y al hombre que la cuida y la mima. También tiene su canción:

“Ermita de Peñahora

                                               cuidada por ermitaños,

                                               de Humanes protectora

                                               contra los males y daños”.

Otra advocación es la de Nuestra Señora de la Mayor, de Sigüenza, de la que se dice que en la Guerra de la Independencia se salvó porque una mujer la sacó del fuego:

“Tanto te quiere Sigüenza

                                               ¡Oh Virgen de la Mayor!

                                               Que, por salvarte, su vida

                                               una mujer despreció”.

(25) LÓPEZ DE LOS MOZOS, José Ramón, Fiestas Tradicionales de Guadalajara, Guadalajara, Diputación de Guadalajara, 2001, pp. 118-119.

 

 

 

Notas entográficas en la obra de Epifanio Herranz (VII)

 

José Ramón López de los Mozos escribe en el artículo de hoy sobre las «coplas con acento» en la obra de Epifanio Herranz y se va por Alustante, Brihuega, Milmarcos, las Alcarrias, Sigüenza, Riba de Saelices, Arbeteta y Escamilla y Tamajón. 

 

23) “Coplas con acento” tiene gran interés folclórico -a veces mariano-, por aquello de los dictados tópicos que contiene. Vamos ahora a copiar algunas cuartetas y añadir algunas más para que no se queden solas. Con estas coplas don Epifanio quiere resumir el encanto, el “aquel” particular de cada pueblo, para llegar de la A a la U, que corresponde a Guadalajara.

Alfabéticamente comienza por Alustante dando cuenta de su rejería local, forjada en hierro, y de la fabulosa escalera de caracol de su iglesia:

“Quien haya visto Valencia

                                               y los arcos de Teruel

                                               y el ‘caracol’ de Alustante

                                               no le queda nada que ver”.

 

De Brihuega hace juego con sus monumentos tradicionales, como es natural:

 

“Tres monumentos existen

                                               en esta gran población,

                                               nuestra Virgen, San Felipe

                                               y la puerta de Cozagón”.

 

En Milmarcos casi pasa lo mismo. La parroquia, la ermita y el teatro Zorrilla son las prendas personales:

 

“Mucho vale Zaragoza

                                               con el Pilar y la Seo,

                                               pero más vale Milmarcos

                                               con su Jesús Nazareno”.

 

De las Alcarrias, se nos habla de las colmenas y enjambres, de su afamada miel:

 

“En Irueste, Ruguilla

                                               y en Peñalver

                                               fabrican las abejas

                                               la rica miel”.

 

“Sigüenza es hermosa cuando sueña, pero al despertar lo es más”.

Todo es bello allí: la catedral, el castillo, las callejas viejas enrevesadas de las travesañas, las fuentes sonoras, de aquí la cancioncilla recordatoria que sigue:

 

“Tres cosas tiene Sigüenza

                                               que no las tiene Molina,

                                               los Arcos, la Catedral,

                                               y la Fuente de Medina”.

 

En Riba de Saelices está la cueva “de los Casares” con importantes figuras rupestres que aparecen en esta coplilla:

 

“Tiene el pueblo de la Riba

                                               la cueva de los Casares,

                                               igual que la de Altamira

                                               en grabados y frescores”.

 

Arbeteta y Escamilla son dos pueblos que se aman (mujer y hombre) como señala el cronista Layna Serrano. La leyenda está clara. Ella, rica, se enamora de un pobre de Arbeteta, hijo del sacristán por más señas.

Evidentemente, como en todos los casos de leyendas similares, el padre de la moza se opone al noviazgo.

Con el fin de lograr méritos ante el padre negativo, el joven marcha enrolado como soldado hacia Saboya, de donde regresa como sargento y, tras pedir la mano de la moza vanamente, ésta es encerrada por su padre.

Por ello deciden hablarse a través de las campanas. Él regresa a la milicia muriendo de pena y la otra en la espera.

Son ahora las veletas de los dos pueblos: el “Mambrú” de Arbeteta y la “Giralda” de Escamilla su mejor representación:

 

“Dicen que se enamoraron

                                               la Giralda y el Mambrú,

                                               pero nunca se casaron

por mala suerte, tururú”.

 

Tamajón tiene una ermita sencilla: es la de Nuestra Señora de los Enebrales que -antiguamente- tenía siempre las puertas abiertas y por ello recibía el nombre de “la serrana” (lo que venía a significar que servía de refugio caritativo y amoroso, de brazos abiertos):

 

“Virgen de los Enebrales,

                                               patrona de Tamajón,

                                               tienes las puertas abiertas

                                               cual si fueras un mesón”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas etnográficas en la obra de Epifanio Herranz (VI)

En esta sexta entrega sobre la obra de Epifanio Herranz, López de los Mozos nos habla de las «Máscaras y botargas» , de la leyenda sobre la Virgen de la Antigua, de El Casar y el Calvario, Hiendelaencina y Congostrina.

 19) Las “Máscaras y  botargas” no quedan en el olvido de don Epifanio. Son y significan el carnaval, con lo que representa: botargas de Retiendas y Valdenuño-Fernández, de Montarrón (Félix Megía San José, botarga desde hace ya  muchos y años amigo entrañable), de Aleas, ya casi muerta, y de Beleña de Sorbe, que ha cambiando su fecha de actuación al 15 de agosto, como las de Majaelrrayo -dos botargas dos- que vieron sus fechas también alteradas.

No eran -ni son- los tiempos dados al invierno, cuando salían -y salen- los mejores, ya que los ganados habían de subir a la sierra, a catar los pastos frescos, y por ello cambiaron las fechas de salida. (Pero lo bueno es que aún salgan, sea en la fecha que sea, y que sigan dando “sopa” de salvado a quienes se duermen en la misa mayor del día de la fiesta).

Dice don Epifanio que el comportamiento es desigual y que a veces ocurren burlas de lo sagrado (bajo pretexto de cultura) (21).

No creemos que lo que dice se haga con mala intención, sino que cuando se cambian los roles sociales, cuando el hombre hace de mujer y la mujer de hombre y lo divino se convierte en humano y viceversa, las cosas aparentemente cambian, pero luego vuelven a su lugar de origen. Es el leve permiso que el poder -sea el que sea, político, religioso, militar…- otorga, por un corto espacio de tiempo, a modo de escape de energías, a la sociedad en la que vive y, desgraciada la que no se adapte a estas circunstancias que  sólo son admitidas en esos precisos momentos.

Por lo tanto sigamos.

20) La patrona de Guadalajara es la Virgen de la Antigua, –“Nuestra Señora de la Antigua”-. Dicen la leyenda y la tradición que su imagen fue escondida en un hueco practicado en la muralla de la ciudad, durante la dominación musulmana, y que después “apareció” en el momento de la reconquista de Guadalajara por Alvar-Fáñez de Minaya la noche de san Juan del año 1085. Algo que aparece representado en el escudo de la Ciudad, cuando el santuario de la Antigua recibía el nombre de Santo Tomé.

Don Epifanio señala varios hitos marianos referidos a este templo: las gracias espirituales que la cofradía recibió del Papa Pulo V en 1610. Y el que en el año 1883 (el 21 de diciembre), el cardenal-arzobispo de Toledo, a petición del Ayuntamiento de Guadalajara, la declarase patrona (después de haber sido nombrada alcaldesa honoraria a perpetuidad, -por pleno municipal-) y el 28 de septiembre de 1930 fuera coronada canónicamente (22).

21) No son muchas las explicaciones que don Epifanio ofrece sobre variados aspectos de arquitectura religiosa, pero una de las pocas es la que se refiere al pueblo de “El Casar y su calvario” cuyas imágenes fueron realizadas en piedra a tamaño natural y están dispuestas dentro de un rectángulo de ladrillo al que le falta el techo, con ocho arcos y enrejado. Data del siglo XVII (1648) y fue realizado con los dineros de Diego López, canónigo de Santa María de Arvas.

El rectángulo fue financiado posteriormente por el doctor Gregorio López, cura de Fuentelfresno (1687), que dejó unas tierras con las que fundar una obra pía para el cuidado del Vía Crucis y Calvario.

En el primer cuarto del siglo XVIII se iniciaron las obras parietales y el techo, que acabaron en 1749, pero al poco se hundió la cubierta y así permanece sin reponerse. (Actualmente se encuentra restaurada desde hace unos años).

Luego pasaría a manos del Estado. Hoy, gracias al pueblo todo de El Casar, la lámpara de aceite sigue luciendo como huella del pasado religioso-cultural que ha llegado hasta nuestros días (23).

22) Cualquier pueblo de esta tierra alcarreña por antonomasia es digno de aparecer en renglones rectos.

La poesía es la expresión precisa de su vida, de la forma de ser y de vivir de sus gentes y de todo lo que contribuye, en fin, al ser del pueblo en sí mismo.

Congostrina y su Pascua florida” es un artículo donde la poesía aparece constantemente:

“Un pueblo pequeño y pobre

                                                 con un nombre: Congostrina,

                                                 un pueblo que siempre tuvo

                                                 raíz y sangre mariana”.

 

Hiendelaencina le queda cerca y fueron muchos los que allí acudían, andando, a las minas de plata, por eso las canciones que aún se cantan hacen alusión:

 

“Un mineral codiciado

                                               bajo profundos caminos

                                               ricos fueran los vecinos

                                               y no haber emigrado”.

 

Luego se habla del caserío, de las gentes, de las tradiciones y de las Pascuas, que allí tienen su rito propio…

 

“Cuando las ramas verdean

                                               cada nueva primavera,

                                               en Congrostrina festejan

                                               la Pascua de vieja manera.

                                               Un árbol ya florecido,

                                               cargado de dulces y fruta,

                                               a Jesús Resucitado

                                               en belleza representa”.

                                                      

Después, en el centro de la iglesia se “planta” un árbol, que permanece erecto en manos de los jóvenes durante la celebración de la Santa Misa. De sus ramas cuelgan dulces y frutas que una vez terminada la misa se reparten entre todos y se comen en fraternal armonía (24).

(21) Ibidem., pp. 153-154. (17-II-88).

(22) Ibidem., pp. 156-157. (2-III-88).

(23) Ibidem., pp. 162-163. (30-III-88).

(24) Ibidem., pp. 164-165. (6-IV-88).

Notas etnográficas en la obra de Epifanio Herranz (V)

José Ramón López de los Mozos sigue su serie sobre Epifanio Herranz, y se refiere en este quinto capítulo  a las vírgenes más populares de la provincia y al «casillo de los pobres»

17) Ya hemos dicho que la obra de don Epifanio Herranz es fundamentalmente religiosa, pero aún dentro de este mundo, uno de los aspectos que más le interesa es, sin lugar a dudas, el de la mariología en sus más variados aspectos. Una muestra de ello puede encontrarse en “Letanía mariana”, un amplio recorrido a través de las más importantes y llamativas advocaciones de la provincia de Guadalajara, escrito con motivo de la celebración del Año Mariano de 1987.

Allí aparecen las Vírgenes de la Salud, de Barbatona, protectora del miedo al dolor, la enfermedad y la muerte; de la Antigua, de Guadalajara, El Casar y Campillo de Dueñas, desde la reconquista; de la Hoz, de Ventosa, a donde acuden todos los pueblos del Señorío de Molina; de la Alcarria, de Fuentes de la Alcarria; de la Concepción, de tantos lugares… Molina de Aragón, Cillas, Matillas, Villarejo de Medina; de la Carretera, de nueva advocación, en Almadrones, cuya ermita circular -como una rueda- realizara nuestro fallecido amigo Antonio González Lamata; de la Medalla Milagrosa, de las Hijas de la Caridad de san Vicente de Paul; del Rosario, quizá la de mayor número de advocaciones: Barriopedro, Ledanca, Málaga del Fresno, Palazuelos, Romancos, Setiles, Yélamos, Zorita de los Canes…; de la Bienvenida, de El Recuenco; de la Esperanza, de Durón, junto al pantano; del Pópulo, en Hontanares.

Del Campo, de Trillo (y con ella, de las Viñas, de Mondéjar; de la Oliva, en Moratilla de los Meleros, y de los Huertos, en Chillarón del Rey).

De la Peña, en Brihuega; de Peñahora, en Humanes de Mohernando; de Peñamira, en Beleña de Sorbe; de Sopeña, en  San Andrés del Congosto, y de Sopetrán, en Torre del Burgo.

De la Vega, en Azañón, Cubillejo de la Sierra, Sotodosos y Valfermoso de Tajuña; del Valle, en Malaguilla y Taracena; del Prado, en Valderrebollo, y de la Cañada, en Padilla del Ducado.

Del Buen Labrado, en Ablanque; del Buen Amor, en Terzaga, y del Buen Suceso (o parto), en Codes.

De la Mayor, título que se extiende desde Sigüenza hasta Alcoroches, Fontanar, Guadalajara y Molina de Aragón; de la Madre de Dios, en el monasterio cisterciense de Buenafuente del Sistal, y de Belén, en el de las capuchinas de Cifuentes.

De la Carrasca, en Castellar de la Muela y Rillo de Gallo; de los Enebrales, en Tamajón; del Espinar, en Alcocer; del Madroñal, en Auñón; de los Olmos, en Maranchón y Casa de Uceda; del Pinar, en Galve de Sorbe; del Sauce o del Saz, en Alhondiga, y de la Zarza, en Valdelcubo.

De Arán o de Aranz, en El Sotillo; de Pálmaces, en Turmiel; del Peral de Dulzura, en Budia, y de Océn, en Hortezuela de Océn.

De la Caridad, que apareció en el despoblado de Caritas, en Miralrío; de la Paz, que tanto se repite, en Alovera, Baides, Mandayona y Mazuecos, donde tienen “soldadesca” y “botarga” en su honor; de la Leche, cuya imagen alabastrina y policromada tiene su sede en la catedral seguntina, y de Nazaret, en Viana de Mondéjar.

Del Amparo, en Guadalajara y Torija; Auxiliadora, de los Desamparados, en Tordellego; de los Remedios, en Albalate de Zorita, La Bodera, Cogolludo, Mochales, Pareja, Peralveche y Tortuera; del Consuelo, en Mantiel; de la Merced, en Abánades; de la Piedad, en Cerezo de Mohernando; del Socorro, en Illana y Sacedón, y de Quita Angustia (que no Quinta), en La Toba.

De Valbuena, en las Cendejas; de Valdeiglesias, en Cantalojas, y de Valdelagua, en Robledillo de Mohernando.

De la Salceda, en Peñalver y Tendilla; de Monsalud, en Córcoles; de Óvila, en Sotoca de Tajo, y de Bonaval, en Retiendas.

De la Natividad, en Alustante, Espinosa de Henares, Zaorejas, Tomellosa, Tierzo…

De las Angustias, de los Dolores, del Traspaso y de la Soledad, en casi todos los pueblos, donde una ermita aparece bajo una de estas advocaciones: Atienza, Azuqueca de Henares, El Cubillo de Uceda, Escariche, Guadalajara, Hinojosa, Horche, Usanos, Valdeavellano, Villel de Mesa, Yebra…

De la Alegría.

De los Albares, en Algar de Mesa; de Castejón, en Jadraque; del Castillo, en Castilmimbre; del Robusto, en Aguilar de Anguita; de la Torre, en Peñalén y Riofrío del Llano; del Lubio (Llubio o Yugo), en Clares, y del Viso, en Razbona.

Del Puente, en Cañamares; de la Escala, en Escamilla y del Puerto, en Salmerón.

Del Montealejo, en Cereceda; de la Muela, en Driebes, y del Molino, en Pastrana.

De la Asunción -como dogma de Fe- y del Gavilán, en Anchuela del Pedregal.

Y, para terminar, Nuestra Señora de la Minerva, en Selas, con procesión el tercer domingo de cada mes en la propia iglesia (19).

18) Después de esta amplísima nómina hagionímica, las páginas del libro que comentamos nos conducen hasta “El casillo de los pobres”, un artículo breve en el que explica el tema vivido con la curiosidad propia de los niños, pues se trataba de una especie de covacha a la que daba respeto entrar.

Ahora se refiere al “casillo” de Sotodosos, donde moraban transeúntes gitanos, titiriteros, componedores y paragüeros… todos pobres de solemnidad, que casi siempre mirábamos como gentes laterales, como apestados… Allí no faltaba paja ni leña del pinar cercano y allí permanecían algunos días si el trabajo se daba bien (silleros, lañadores, estañadores, toda esa fauna errante y alguna más que se me olvida) (20).

Ahora ya no hay “casillos” sino albergues y casas rurales, pero no son para los silleros y estañadores…

(19) Ibidem., pp. 131-137. (9-XII-87).

(20) Ibidem., pp. 148-149. (27-I-88).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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