Archive for abril, 2014

El gran agitador de la cultura guadalajareña cumple 60 años

Este martes se celebra el 60 cumpleaños de Javier Borobia, y los amigos lo vamos a celebrar con la presentación de un libro para el que su hermano Jesús Orea ha ido seleccionando una gavilla de artículos de aquí y allá, representativos de la formación abierta de su autor, que cual ilustrado príncipe del Renacimiento tiene un conocimiento multidisciplinar para poder tocar todos los temas que le rodean. Borobia es en ese sentido un hombre producto de un tiempo que ha quedado atrás, el de la Cultura con mayúsculas, aquella que como decía Camilo José Cela no es más que el poso que queda a la persona cuando olvida todo lo que ha estudiado. Hablamos de una época que ha sido superada por la técnica y la especialización. Si algo define al siglo XXI es la aplicación de la tecnología en todas las vertientes de nuestra vida y la consiguiente formación de técnicos especialistas que la hagan funcionar, pero que los tengo por menos capacitados para entender el conocimiento de una forma global. Ese poso cultura del que hablaba Don Camilo.  Borobia siempre ha sospechado de la intromisión de la técnica en nuestras vidas, y por ello  receló hasta del teléfono móvil, ese intruso que entró en nuestras vidas y con él mil sistemas que han dado lugar a una cultura cada vez más ancha y global, pero más simple.

Algunos de esos artículos que ha seleccionado Orea se publicaron por primera vez en El Decano, en una sección que se llamaba El Mirador, y que compartía semanalmente con otros amigos. A Javier le tocaba escribir una vez al mes, aunque bien sabíamos que su artículo sería el último en llegar para desesperación del jefe de redacción, entonces un servidor. Salva Toquero me preguntaba: “¿Cómo vamos con el cierre?”. Y yo le solía responder: “Queda el artículo de Javier y poco más”. “Vendrá con una primicia”, replicaba  con humor el director. Aunque sabíamos que no. El artículo de Javier podría haber sido escrito cinco siglos antes, y podía tratar de Alvar Fáñez y la reconquista de Guadalajara o la influencia de la tierra de Guadalajara en la literatura del Arcipreste de Hita. Javier es un tío con gran cachaza, hay que reconocerlo,  pero siempre cumple con su palabra, como los castellanos viejos. Ahora tengo que añadir  que internet nos ha ayudado mucho a los que escribimos en las labores de documentación, aunque al mismo tiempo nos ha alejado de las bibliotecas y eso tampoco me parece que sea bueno.

Esta labor del Javier Borobia, articulista, escritor o pregonero –en esto último es un verdadero maestro y su pregón de las Ferias de Guadalajara es uno de los mejores que se han dado en toda la historia de nuestra ciudad—forma parte de esa personalidad de príncipe renacentista que él ejerció durante tanto tiempo. Solo que en Borobia no se ha limitado a difundir sus conocimientos serenamente, como lo hacen los intelectuales no comprometidos, él en el fondo es un agitador social,  nunca violento, pero sí que ha buscado cambiar las cosas en la sociedad y la cultura de Guadalajara. Javier nunca se ha conformado con la labor del animador sociocultural, que hace más divertido lo preexistente. Él es el agitador que sabe que para que unas cosa se mantenga y no se pudra, necesita cambios, y a veces profundos. Es un conservador con alma de revolucionario.        

Tengo mil pruebas de ello. La agitación sociocultural de Javier llegó a los Carnavales de Guadalajara, que habían dejado de celebrarse, con el grupo Mascarones, el embrión del carnaval actual. Borobia compuso hasta la letra del Aliguí, que puso música mi hermano Chechu. La cofradía de la Capa, que montaba escenas del Tenorio en restaurantes y tabernas de Guadalajara, representadas por Javier y otros, fue el germen del Tenorio Mendocino, sin duda el principal fenómeno social de Guadalajara con el Maratón de Cuentos. Fue actor y director de obras con Antorcha, jurado con la Ata en el Arcipreste, el jefe de las estrafalarias  fuerzas  de Don Carnal en el Festival Medieval de Hita, y  su agitador cuando estaba moribundo. Como católico responsable, estuvo entre los renovadores de su cofradía de la Pasión, con la llegada de los cargadores,  y de una Semana Santa de Guadalajara que languidecía año tras año. Aportó su sangre joven a la hermandad de los Apóstoles, bajo el manto de San Felipe. Castellanista activo, no se encogió de hombros durante la Transición, aunque esa etapa no nos salió bien, porque no conseguimos reducir el número de las autonomías castellanas y para colmo nos dejaron fuera a Madrid. ¡Pero vaya si se agitó Guadalajara entonces! Seis meses se paralizó el proceso preautonómico. Javier Borobia fue hasta concejal del Ayuntamiento de Guadalajara, pero le tocó estar en la oposición y perdimos la oportunidad de que un agitador de la cultura pudiera cambiar las cosas desde las instituciones.

Javier Borobia ha estado donde había que estar. Y si no estaba en un sitio, sería por algo.  Gracias a gente como él, todavía  Guadalajara no es un pueblo sin raíces del Corredor o una capital administrativa protomanchega de la autonomía que nos gobierna, porque supo cultivar sus señas de identidad desde la propia sociedad civil que él agitó. Hoy cumple 60 años, y aunque el riesgo de caer en la cultura de la vulgaridad que trae la globalización mediático-cultural-administrativa es cada vez mayor, y yo he perdido casi toda esperanza, por lo menos nadie podrá decir que Javier se quedó mirando para otro lado.

¡Ah! Además de todo eso y mucho más, Javier Borobia es un funcionario jubilado de la Diputación de Guadalajara, que trabajó con pulcritud para que las obras de los planes provinciales se hicieran lo mejor posible, con independencia de quien gobernara.

Este agitador guadalajareño, castellanista y español cumple 60 años, y este martes a las 19,30 en el colegio de San José, los que quieran nos pueden acompañar en la presentación de su libro.

Esto es lo que hay. Y no es poco.

El Eje Cultural y un casco degradado


santamaria1Román
presentaba estos días lo que él mismo definió como el proyecto más importante de esta última legislatura: lo que han bautizado como Eje Cultural, una inversión de más de tres millones de euros, con las siguientes cifras:  Una actuación que  se ha desarrollado sobre 21.000 m2 de superficie, se han renovado 10.000 m2 de viales, se han sustituido 6.200 metros lineales de canalizaciones, se han creado 11.500 m2 de aceras, se han instalado 812 nuevos elementos de mobiliario urbano y se han creado 227 nuevas plazas de aparcamiento.

santamariaUna actuación desde luego importante en una zona  cada día más degradada, como es todo ese eje a ambos lados de la antigua carretera de Zaragoza, y que tiene serio riesgos de quedar  descolgada de los barrios más pujantes de la ciudad. Yo he vivido allí en la niñez, y lo sigo considerando mi barrio,  así que mi corazoncito agradece en lo que vale que hayan querido poner guapo a mi antiguo barrio, aunque sea a costa de no pocas  molestias por parte de sus vecinos. Ya saben que ha habido críticas de la oposición sobre cómo se han organizado las obras, algunas quejas me las han dado personalmente alguno de esos vecinos, y no digo que no les falte razón sobre la incomodidad en la que han vivido desde junio de 2013, pero es lo que tienen las obras de infraestructuras. Que son un verdadero engorro mientras se ejecutan, pero luego las incomodidades se olvidan cuando se disfruta del resultado. Y si lo que queda a los vecinos les gusta y les parece adecuado a la inversión realizada,  será la primera vez que un ayuntamiento pierda votos por unas obras. Que se lo digan a Gallardón con la M-30. Pero sí, hay discusión.

Me gusta especialmente como ha quedado la plaza de Santa María: despejada, limpia y diáfana, el monumento queda resaltado y ennoblecido por la actuación, y además se incorpora un estacionamiento para larga estancia que desde GuadalajaraDiario hemos respaldado. Pero, ¡oh horror!, el turista de ese pomposo Eje Cultural que sale por el portón mozárabe de la concatedral, lo primero que se encuentra es con un espantoso cartel  rojo de una gasolinera cerrada hace muchos años, pero cuya instalación, con su portón herrumbroso,  preside el oeste de la nueva plaza como si se tratara del mismísimo palco Real de Las Ventas. Después de habernos gastado un buen dinerito en sacar brillo a la plaza, alguna solución debería buscar el Ayuntamiento con la propiedad –cederle la edificabilidad que ocupa en otro lugar—porque esto es como comprar un Ferrari para repartir pizas. Me duele el ojo solo de verlo. Además, se  haría una reparación histórica para con nuestro pasado de ciudad depredadora de monumentos, pues allí hubo siglos atrás un coqueto atrio porticado que pertenecía a la antigua iglesia de San Miguel,  de la que solo quedó lo que conocemos como capilla de los Urbina o de Luis de Lucena, un magnífico ejemplo de arquitectura mudéjar, construida en el siglo XVI (Ahí les pongo ese dibujo de Pérez Villamil anterior a la catástrofe).iglesia_san_miguel

Falta hacía por tanto una actuación integral como la comentada, aunque Ayuntamiento y arriacenses en general deberíamos ser conscientes de que tenemos un problema tan grande como  la torre de Santa María de la Fuente la Mayor, que una actuación de infraestructuras no va a arreglar, por digna que sea. Me estoy refiriendo a la despoblación continuada del casco histórico, que comenzó en nuestra ciudad hace más de cuatro lustros y que está afectando no solo a su propia concepción residencial, sino también a su comercio.  Cada día hay más cierres bajados en el casco, y tiendas tradicionales que han aguantado el paso de la historia no digo desde la época de Alva Fáñez –interesante programa de eventos por su 900 aniversario, por cierto- pero casi,  van cerrando porque el dueño se jubila o simplemente por la  falta de expectativas. La última, Tejidos Aguilar, que vistió a media provincia.

La puñetera verdad es que a pesar de que en Guadalajara fue una de las ciudades españolas donde más se infló la burbuja inmobiliaria, no aprovechamos esos días de vino y rosas para rehabilitar nuestro casco histórico. ¿Fue porque los promotores prefirieron desarrollos periféricos más rentables? ¿O porque los propietarios se durmieron en sus laureles creyendo que solares e inmuebles nunca pararían de revalorizarse?   ¿Y no ayudó también que los sucesivos ayuntamientos no aprobasen unas rebajas fiscales y ayudas lo suficientemente atractivas como para animar la rehabilitación? En los grandes fiascos, no suele haber un único culpable. Pero solo hace falta darse un paseo desde la plaza de los Caídos hasta Santo Domingo para hacerse una idea de la envergadura del problema.

En la plaza de los Caídos nos encontramos con que más de dos tercios de las viviendas de la zona están desocupadas,  porque son edificios antiguos sin rehabilitar que solo tienen salida para colectivos de emigrantes de escasos recursos. Sigues por Miguel Fluiters y nos topamos con la ruina del antiguo Bar Soria. Un solar, la fachada desnuda de la antigua pescadería de Maragato y el vacío edificio de la antigua Telefónica,  preside y afea todo el lateral sur de la plaza Mayor. En la cuesta del Reloj ya no vive nadie, excepto en la soberbia casona de la Posada del Reloj, que sí se rehabilitó. El despejado solar del Cine Imperio espera tiempos mejores. En la plaza de San esteban,otro solar donde se ubicó el  palacio de la vizcondesa de Jorbalán.  Hay otro solar vacío al lado del Casino Principal. Más casas y antiguos palacetes en el último tramo de la calle Mayor alta en proceso de ruina.  Y el esquinazo deshabitado de los Solano en el antiguo caserón de Santo Domingo está a la espera del permiso para ser derribado. Una parte de la acera izquierda de la calle del Amparo, que mantiene sus viejas edificaciones de dos pisos, convive con los edificios de más de 10 pisos en la acera derecha. De la Carrera, posiblemente la calle más caótica  de España en su urbanismo, mejor no hablamos.

Otros más doctos que yo deberían hablar sobre esos certificados de edificabilidad que se exigen a las viviendas antiguas y sus resultados.  Yo solo digo lo que veo: que se nos pasó el arroz y la financiación fácil de los tiempos de la Burbuja, y apenas se rehabilitaron casas en el casco para recuperar su carácter residencial.  El Ayuntamiento echa ahora cemento, y lo va a seguir haciendo en la calle de Miguel Fluiters (o calle Mayor baja), la plaza de Dávalos, que ya tocaba, y seguirá hasta el final de Teniente Figueroa –¿qué piensa hacer Correos con el viejo edificio de Telecomunicaciones  que cerró?–  en su conexión con el ahora llamado Eje Cultural. Todo ello no vendrá mal, desde luego, pero el meollo principal ahí seguirá. El corazón del casco está cada vez más degradado en razón de que no tiene viviendas de calidad para recuperar su carácter residencial.  Cada vez hay más solares sin edificar. Y el Eje Comercial se desplaza a pasos agigantados del norte hacia el sur con serio perjuicio para el comercio tradicional de esta ciudad. Habría que pensar cómo hacemos para remediarlo, si todavía estamos a tiempo para ello. Porque el último fin de las obras de infraestructura es que las personas las disfruten. Esto es lo que hay.

P.D. El Ayuntamiento ha accedido a que Miguel Fluiters no se peatonalice tras las obras, como tenía pensado. Los comerciantes no quieren perder plazas de aparcamiento, porque piensan que perjudicará la accesibilidad y a sus negocios. Yo en parte les entiendo. En una situación de crisis como la que vivimos, parece que cuanto menos toquemos mejor, no sea que  el  remedio sea peor que la enfermedad. Pero también les digo que la situación de esa calle Mayor baja, no peatonalizada, no es desde luego mejor que la calle Mayor alta que lleva sin coches los últimos veinte años.  Sinceramente, yo creo que el debate sobre las peatonalizaciones en zonas comerciales  ya no existe en casi ninguna ciudad europea, y se ha cerrado en favor de los espacios para pasear, ver y comprar. El problema de nuestro casco histórico es de mayor calado que el de unas plazas de aparamiento y en él confluyen otros elementos, como hemos dicho.

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