Archive for septiembre, 2016

Sánchez, Cameron y patada de Podemos a García-Page

Cualquier dirigente político medianamente sensato y con un mínimo de vergüenza torera habría dimitido a los diez minutos de haberse proclamado oficialmente los resultados de las elecciones autonómicas en Euskadi y Galicia. El PSOE encadenaba su tercera derrota consecutiva, y en todas ellas empeorando sus resultados históricos. En Galicia ha perdido  cuatro escaños y  en Euskadi  siete. Redondo Terreros sacó 13 escaños en 2001 y dimitió al día siguiente. Y Joaquín  Almunia sumó 125 en el 2000 y presentó su renuncia esa misma noche. Eran otros tiempos y otras conductas. Otra moral.

Pedro Sánchez tuvo esta mañana una salida honorable. Anunciar su dimisión irrevocable ante la Permanente Socialista y dejar paso a una gestora que llevara las riendas del partido hasta la elección del nuevo líder. Una gestora que tendría la capacidad de negociación de la que él carece para desbloquear la situación política, y hacer valer la posición de privilegio que tiene el PSOE en cualquier acuerdo para formar gobierno. Que no es solo elegir a un presidente.  Él ha dilapidado ese capital de gran calidad que le concedió la aritmética parlamentaria al empeñarse en bloquear cualquier salida para que pudiera gobernar el partido más votado por escuchar los cantos de sirena de ese entorno de inconscientes que le susurran sobre la posibilidad de formar un gobierno Frankienstein (Rubalcaba, dixit)  con solo 85 diputados y la alianza, expresa o tácita, de populistas, comunistas, independentistas de todo pelaje, y hasta EH Bildu, el partido que todavía no ha condenado el terrorismo de ETA y que llevó a la tumba a numerosos ediles y cargos socialistas: Mújica, Buesa, Carrasco,  Casas…La lista es muy larga.

Hasta ahora pensaba  que no había gobernante más inútil entre la clase política europea desde la II Guerra Mundial que David Cameron, que  para arreglar un problema interno de su partido provocó el mayor descarrilamiento en el proceso de unidad europea, que ni con Le Pen o Bossi conduciendo  la locomotora de la Unión habría sido peor. Pero David Cameron, políticamente un tonto de capirote, por lo menos tuvo la decencia de marcharse ante la magnitud del desaguisado provocado.

Pedro Sánchez, ni eso. Su reflexión ante el nuevo aviso de las urnas ha sido enrocarse en Ferraz, y como diría Groucho en Los hermanos Marx en el oeste, “echa más madera que es la guerra”.  Que este tren no pare en la alocada carrera hacia el precipicio, del que ahora Sánchez quiere que le salven los militantes convalidando una estrategia,  sin pies ni cabeza, alentando el espantajo izquierdista entre las filas de su partido. Sánchez se ha dado cuenta de que en los mítines solo le aplauden cuando da caña a Rajoy y enfatiza que él no le va a hacer presidente del Gobierno (porque los cuatro años de mayoría absoluta del PP han dejado muchas secuelas); y  se ha emperrado en convertir al PSOE en un partido asambleario que le que saque del apuro. Desconozco si lo logrará  o no,  pero todo es posible, porque como he oído alguna vez a Joaquín Leguina, hay dudas de que la actual militancia del PSOE se corresponda con el cuerpo electoral de un partido socialdemocrata de centro-izquierda, pero cada elección que pasa está más cerca de que esa identificación sea mayor  por la sangría socialista entre ese electorado moderado y poco amigo de los nacionalismos.

En cualquier caso, el necesario debate que tiene pendiente el PSOE, y que no es ajeno al que ya se está produciendo en la socialdemocracia europea, no  puede darse en medio de una campaña electoral, porque lo que está claro con este salto adelante  de Sánchez es que las terceras elecciones están convocadas. A falta de la firma del Rey. El secretario general no ha hecho caso a los barones del partido, que casi mayoritariamente le pedían que no convocara un congreso extraordinario… Y si no quieres taza, pues taza y media. Hay que estar muy desnortado para airear  los trapos sucios que todo Congreso de un partido dividido y sin rumbo genera, proponiendo unas Primarias para el 23 de octubre y el congreso, el 1 y 2 de diciembre, a escasos días del comienzo de la campaña electoral. Eso no se le habría ocurrido ni a Cameron.

Pero a Pedro Sánchez alguien le ha susurrado al oído que él puede ser presidente, y es como el burro del maño que se mete entre las vías del tren. “Chufla, chufla, que como te apartes tu…”.

No parece una casualidad que un día después de celebrarse los resultados en Galicia, Podemos haya anunciado que retira su apoyo al gobierno de García-Page. Al secretario general de Podemos, José García Molina, en una rueda de prensa sin preguntas, al estilo de la vieja Herri Batsasuna, se le olvidó detallar  los motivos de esta repentina decisión más allá de enumerar  media docena de vaguedades con lo que todo parece sugerir, como cree el gabinete de García-Page,  que se debe a una estrategia nacional de Podemos: «en algún sitio tenían que empezar y, desgraciadamente, han elegido Castilla-La Mancha».  

Como nada en política es casual, y menos en la cabeza de Pablo Iglesias, pronto intuiremos mejor por qué Podemos ha elegido el trasero de  un moderado como García-Page para patearlo  y si esto se debe a su oposición frontal a un gobierno de PSOE con Podemos y los independentistas; y sin con ello Iglesias quiere también influir a su manera en el Congreso que Sánchez se ha empeñado en convocar. Todo es posible. A más no quiero llegar, porque como ha dicho el vicepresidente regional, Martínez Guijarro,  a preguntas de los periodistas,  imaginar que detrás de esta maniobra pueda estar el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, solo pensarlo le parece «abominable» y hace que «se me pongan los pocos pelos que me quedan como escarpias».

Estrategias al margen, que es lo que impera en la política española, por encima del bien general, la retirada del respaldo por Podemos al gobierno de García-Page llega en el peor momento, a mitad de la crisis política de mayor hondura  desde la recuperación de la democracia, y con unos presupuestos sin aprobar. Luego que en Podemos no se quejen de que no hay dinero para nada y que los recortes siguen.  Como ha dicho el gobierno regional,  la postura de Podemos pone en dudas la «fiabilidad de quienes pretenden formar gobierno en España» , porque anteponen la estrategia partidista por encima de la estabilidad de un gobierno que ellos eligieron. Porque no olvidemos que fue el PP el que ganó las elecciones en minoría en Castilla-La Mancha.

Habrá que ver lo que sucede en las próximas semanas en las Cortes regionales, en las que previsiblemente la escenificación de esta ruptura de los populistas se traducirá en un rosario de votaciones perdidas. Cospedal ha ofrecido una entrevista a García-Page para “no tener que depender de Podemos”, aunque  personalmente no confío en un acuerdo PSOE-PP en Castilla-La Mancha si no forma parte de pacto nacional de mayor calado. Pero visto el panorama  y la nula finezza de nuestra actual clase política, lo previsible es que la incertidumbre nacional se acabe extendiendo a Castilla-La Mancha. Y un escenario de inestabilidad así no es bueno para la inversión, para el empleo y podría frenar la incipiente recuperación económica.

Porque no hay mayor enemigo de la inversión productiva que la incertidumbre. ¡Hasta el mismo gorro estamos de estrategias y postureos!

Pero esto degraciadamente  es lo que hay. Al paso que vamos, nacionalizamos a Cameron español para que nos lo arregle.

¿Unas terceras elecciones? ¿Y por qué no unas cuartas?

Hace no mucho escribí que no pensaba fuéramos a llegar a unas terceras elecciones, y no tanto por el sentido patriótico de nuestros actores políticos, sino porque porque al final quise creer, ya veo que de puro voluntarismo, que Pedro Sánchez iba a facilitar una salida para que pudiéramos tener gobierno. Ingenuo de mí, pensaba que acabaría haciendo caso a todo ese coro dramático, formado por ex presidentes del Gobierno y ex secretarios del Partido Socialista, que parafraseando el pregón de Carlos Buero le advierten sobre el “canto del trágodoi”, esto es, la tragedia y el destino trágico que aguarda a Sánchez, como ese “macho cabrío” que sacrificaban en las fiestas dionisiacas. Pedro Sánchez no ha querido hacer lo que parecía más sensato, incluso lo más cómodo, facilitar de aquella manera un gobierno en minoría de Rajoy, y luego cortar el bacalao en los asuntos más sensibles de su agenda, mediante los indispensables acuerdos parlamentarios; y mientras tanto, reagrupar y redefinir una nueva estrategia socialdemócrata para el PSOE, que no se adivina por ninguna parte en el discurso plano de Sánchez. Lo que está haciendo Manuel Valls en Francia, por situarnos en un lugar cercano.

Me temo que nada de esto va a suceder y que al final se va a imponer la levedad  del personaje que ahora representa Sánchez, y que no va más allá de  encadenarse a una estrategia que consiste en sacar un diputado y un voto más que Podemos, sin percatarse de que cuando el electorado español perciba que el PSOE  ha dejado de ser un partido de Gobierno, habrá perdido toda su ventaja frente al exotismo y la novedad que trae consigo cualquier fuerzas política emergente, aunque sea porque va desprovista de un pasado contra el que el cuerpo nos pide que ajustemos cuentas. Sánchez no  ve lo obvio, y tampoco hay  nadie entre los actuales barones socialistas que estén dispuestos a recordárselo. El rey está desnudo pero solo se atreven a decirlo  ilustres jubilados: González, Guerra, Rubalcaba, Leguina, Corcuera, Redondo Terreros…

El peligro es latente; y empieza a pasar factura. Como Carlos Buero, cito también a Rodríguez Adrados que sostiene que la separación del género en tragedia y comedia, no respondía a la existencia de principios, sino a matices de un mismo principio. Y la comedia que hoy  representa esta clase política puede degenerar en tragedia para nuestro sistema democrático si todavía unas terceras elecciones no acabara de resolver el problema, porque la aritmética sigue sin cuadrar, e hicieran falta unas cuartas; o unas quintas elecciones. Todo es posible, porque  como oí  al extremo Fernández Vara “esta generación solo sabe conjugar el verbo vetar”, y nada nos garantiza que el sudoku se pudiera resolver el 18 de diciembre, si finalmente no se comete la locura, y la impudicia, de convocar al electorado a votar el día de Navidad.

Lo que Sánchez  no ha tenido en cuenta cuando reclama a Rajoy que se entienda “con las derechas”, es que los nacionalistas, y especialmente los catalanes echados al monte, constituyen una fuerza inservible para cualquier operación de gobierno –como lo fue el Partido Comunista Italiano tras la Guerra Mundial–, porque su apoyo viene precedido de un respaldo al derecho de autodeterminación que ningún secretario general del PSOE lo podrá aceptar.  Esto es lo que no asumió de saque Sánchez, ni su comité federal, y lo que nos ha llevado a una situación de bloqueo que unas terceras elecciones no garantiza superar,  salvo que PP y Ciudadanos pudieran alcanzar la mayoría absoluta; o que lo lograra el PSOE con Ciudadanos, algo que ahora parece imposible; o que PSOE y Podemos en  un avance improbable  sumaran una mayoría suficiente  que no necesitara a los independentistas en la investidura . Por lo tanto, este partido que se ha empeñado en jugar Sánchez solo tiene un directo beneficiario, Mariano Rajoy, que podrá apelar a una concentración del electorado más pragmático y que ya es consciente de que un año sin gobierno nos va a pasar a todos factura: en la Unión Europea ya nos amenazan con multas  porque no hay presupuestos, ni techo de gasto, ni previsiones macroeconómicas; ayuntamientos, diputaciones y comunidades autónomas no pueden elaborar sus presupuestos para 2017 si Hacienda no les dice lo que se pueden gastar, o se arriesgan a equivocarse como podría pasar con el gobierno de Castilla-La Mancha; y como nos alerta el servicio de estudios del BBVA toda esta incertidumbre nos puede costar un 0,7% del PIB, lo que en una economía como la española, que necesita crecer casi al 3% para que se cree empleo de una manera apreciable, nos llevaría a ese destino trágico al que me refería al principio.

Nuestra tragedia es que con la capacidad de negociación que acreditan los líderes políticos actuales — salvo a Albert Rivera, que por lo menos  ha demostrado ser una dúctil bisagra que gira a derecha e izquierda de su espectro en función de un resultado electoral—y con esta ley electoral que no está hecha para cuatro partidos –porque genera situaciones de bloqueo–, solo podría conducirnos a una repetición de elecciones sucesivas hasta que a algunos de nuestros actores principales le convenga. Y como no hay consenso entre PP, PSOE, Podemos y C’s, para establecer unas cautelas antibloqueo (como es la segunda vuelta en Francia entre los dos partidos más votados; o el sistema griego de asignar una prima de escaños para facilitar el gobierno al partido más votado), esto nos puede llevar a un callejón sin salida que España no se lo puede permitir, y menos en las circunstancias actuales, con un crecimiento cogido con algodones y  sin consolidar;  y una amenaza secesionista que va a más, y que podría dar lugar a la adopción de medidas extraordinarias previstas en la Constitución.

Esto es lo que hay; y no tiene buena pinta.  Porque tampoco podemos pedirle al Rey Felipe que se emplee en funciones que no le atribuye explícitamente la Constitución, como es ponerse a buscar candidatos diferentes a los que los grupos parlamentarios le trasladan en la Zarzuela. Y bien que lo lamento.

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