Archive for abril, 2022

16 años haciendo la risión

Se supone, porque así lo han anunciado, que en los próximos días se va a derribar la endeble fachada del antiguo edificio de Maragato, en la plaza Mayor, que así la conocemos popularmente por la pescadería con tan sugerente nombre que había en su planta baja. Hasta dos pescaderías llegó a tener la plaza Mayor de Guadalajara, lo que nos ilustra sobre el retroceso que en materia comercial ha tenido el barrio, mi barrio. ¡Quién te ha visto y quién te ve!

La fachada de Maragato ha permanecido, en un equilibrio inestable, durante los últimos 16 años, afeando la plaza Mayor de Guadalajara y sirviendo de estrechamiento a nuestra vía principal. Tal es así, que cuando se construyó el estacionamiento subterráneo de la plaza Mayor hubo que inutilizar varias plazas de aparcamiento, porque hasta allí llegaba la base del andamio que milagrosamente ha sujetado la fachada en los últimos tres lustros.

Tengo que reconocer, de antemano, que nunca entendí, una vez más, las razones por las que el Ayuntamiento impidió el derribo de una fachada menor, no es el palacio del Infantado, y que con las técnicas actuales es perfectamente reproducible, sin que pierda valor alguno. Pero si esto es así, menos comprendo que, 16 años después, se cambie el criterio técnico cuando, de haberlo hecho antes, seguramente que a estas alturas ya se habría construido el nuevo edificio. Según avanzó este diario, días atrás, en las razones dadas en el informe elaborado por Patrimonio, el derribo pasaba a ser oportuno porque  la fachada está estabilizada no sólo por el andamio si no por ladrillos que rellenan los huecos de las balconadas, por lo que quitar esos ladrillos podría provocar el derrumbe de la fachada. En ese mismo informe,  se considera que la fachada está al borde de una de las galerías del sótano y que al intentar mantenerla y consolidarla podría perjudicar la zona del sótano, que se quiere conservar. Un razonamiento al que se podría haber llegado hace 15 años, por lo que no entiendo que, siendo así, se haya sometido a la ciudad a la infortunada imagen de su plaza principal emulando en destrucción a la guerra de Ucrania.

El famoso andamio de Maragato/GUDiario.

El concejal de Urbanismo, Rafael Pérez Borda, ha explicado que, en 2021, Cultura pidió estudios arqueológicos de los dos solares en los que se va a edificar y tras el estudio se comprobó que parte de lo encontrado tenía que mantenerse. “En lo relacionado con el sótano que está en la calle Mayor número 2- afirma Pérez Borda- el informe de la Consejería de Educación exige que es necesario el mantenimiento del sótano, ya que tiene mucho interés incluso para la musealización con galerías hechas con piedra y ladrillo de alto valor histórico”. Un criterio que también ha sido avalado por los técnicos municipales, según el concejal. Visto lo cual, sigo preguntándome que si tales sótanos tienen un alto valor histórico, por qué no se tomó una decisión en el primer momento y nos habríamos evitado 16 años haciendo la risión ante cualquier turista que hacía una foto de la Plaza Mayor de la ciudad. ¿Por qué ahora sí y antes no?

Cada día entiendo menos las cosas que pasan con el urbanismo en esta ciudad. Después de décadas (sobre todo antes del proceso democrático) dando vía libre a que la piqueta derribara, sin freno, palacios, iglesias, conventos, casonas históricas y hasta la propia muralla de Guadalajara, lo que degeneró en una ciudad irreconocible a los que peinamos canas, pasamos al extremo opuesto en que cualquier fachada -aunque no fuera históricamente relevante- que figurase en el Catálogo no se podía tocar, con lo que se conseguía lo contrario de lo que supuestamente se quería proteger.La presunta protección era la garantía de que un edificio terminase en la más absoluta ruina ante la falta de atractivo de propietarios y promotores en su rehabilitación.

Lo que ha pasado con el edificio de Maragato demuestra que el debate sigue pendiente y que no deberíamos resignarnos a que la multiplicidad de competencias que afectan a nuestro urbanismo, entre la Junta y el Ayuntamiento, impida un análisis más realista de la situación. ¿De qué vale impedir el derribo del palacio de Montemar -ahora convertido en un palomar– o el Laboratorio de los Ingleses, estableciendo su protección, si luego las administraciones abandonan a los propietarios a su suerte, y son ellos los que tienen que cargar con los inconvenientes de esa protección? Ahí tenemos el caso de la antigua casa de los Solano, cuyas permanentes interrupciones en la obra  en busca de una muralla inexistente, a buen seguro que habrán desalentado la iniciativa de otros promotores, quienes se preguntarán si vale la pena hacer un solo agujero en el casco antiguo de esta ciudad.

Ni tanto ni tan calvo, podríamos decir sobre las distintas etapas que ha pasado el urbanismo arriacense. Cada vez que llegan las elecciones se vuelve a hablar de rehabilitar el casco, de hacerlo atractivo para promotores y residentes, de ayudas, pero luego nada. Y menos mal que en Castilla-La Mancha una legislación valiente, y muy progresista, puso en marcha lo que se llaman PAEs, que reedescubrió el arquitecto Miguel Ángel Embid, por los que cualquiera puede hacer una oferta sobre un solar en que el propietario ha incumplido con su deber de construir. Lamentablemente,  la Justicia tardó años en entenderlo y sentar criterio, pero ahora parece que la cosa se mueve, como se demuestra en ese PAE que permitirá reconstruir el antiguo edificio de Maragato.  

La pena es que entre malentendidos y cambios de criterio hayamos tenido que soportar, inútilmente, un andamio en plena Calle Mayor, 16 años, aunque los responsable actuales del Ayuntamiento y Patrimonio nos dicen, ahora, que no ha servido para nada.

Esto es lo que hay. 16 años haciendo la risión. ¿Habrá valido para algo?  

La sociología no es historia, aunque lo parezca

El futuro temario de Bachillerato, que bebe en la Ley Celáa, repeinada por la actual ministra Pilar Alegría, confunde la historia con la sociología, ciencia absolutamente respetable pero que bebe en fundamentos diferentes. Lo expresa con claridad el catedrático Alfonso Bullón de Mendoza: “Se propone una historia que ya no es historia, sino sociología, donde lo que importa es la interpretación, no los hechos, lo que parece tener como función principal legitimar las líneas políticas del Gobierno”. Un historiador tiene que atenerse a los hechos, procurando no hurtar ninguno que sea relevante, aunque sean contradictorios, y un sociólogo es el que interpreta y pone en valor esos hechos desde su propia perspectiva. A un historiador, como a un periodista -que no es más que el historiador del día a día- hay que exigirle que relate los hechos con objetividad, no así al sociólogo o al columnista, que da una opinión sobre esos hechos, y legítimamente puede ser diferente a otras interpretaciones sin que por ello sea reprochable. “¿Cómo se puede suspender o aprobar el comportamiento ecosocial o la participación ciudadana de un alumno?”, se pregunta el catedrático y Premio Nacional Enrique Moradiellos, quien remacha: “La formación del Espíritu Nacional [que estudiamos los alumnos de mi generación, porque lo hicimos en un régimen iliberal, que también pretendía educar en sus valores] son Educación para la Ciudadanía, no es parte de la historia”.

Y en esas estamos. Otro de los preceptos de este currículo del Bachillerato es dejar reducido a la mínima expresión toda la historia de España anterior a 1.800, lo que en apariencia puede ser un error, aunque no es gratuito. Es una decisión más para complacer  a los grupos independentistas, aliados de Sánchez, que no aceptan la idea de España como nación, y que la tratan de reemplazar por la de  un Estado que agrupa a diferentes naciones. Por ello se pone el acento en la diversidad, asunto que no estaría mal si es siguiendo el modelo constitucional, aunque ya no lo es tanto si lo que se quiere es presentar a España como un país fragmentado, casi un invento del franquismo.

 

El asunto no es baladí, porque si hay diferentes naciones, la soberanía pertenece a los pueblos que las habitan, y no al conjunto del Estado, como recoge la Constitución de 1978. Y de esta manera cualquier referéndum que se hiciera en aquellas naciones sería perfectamente legal. ¿ Es eso lo que se quiere inculcar a los alumnos del futuro Bachillerato?  Por tanto, de una manera subrepticia, lo que se está hurtando a los estudiantes de toda la Nación es el conocimiento de forma exhaustiva de los hechos históricos que acabaron conformando el estado moderno más antiguo de Europa, que se llama España, desde Al Andalus a la reconquista cristiana, los reyes Católicos, la conquista de América, Carlos V y los Comuneros, la estructura de la propiedad en los diferentes territorios o la lucha entre liberales y foralistas, que está en el origen de las guerras carlistas, e indispensable para estudiar nuestra última guerra civil, circunscrita en el temario a una historia entre buenos y malos españoles. En palabras de María Pérez Samper, catedrática de la Universidad de Barcelona, la ausencia de cronología nos privaría de comprender la historia como un proceso: lo que ha pasado antes y después, los antecedentes y las causas. Al  no tener en cuenta el tiempo histórico se cae en el presentismo, y se comete la estupidez, siguiendo al escritor y académico Arturo Pérez Reverte, de analizar hechos antiguos con la mirada actual, lo que da lugar a solemnes tonterías como las que repiten los presidentes populistas López Obrador o Nicolás Maduro al exigir al rey de España que pida perdón por los excesos cometidos en la colonización de América.

Los necesarios consensos que deberían trenzarse entre los dos partidos mayoritarios, no pueden solo limitarse a ver cómo se reparten los puestos en el Consejo General del Poder Judicial, sino que deberían alcanzar a una visión global de España y en ello la educación es fundamental. No se pueden dar estas bazas a los que tienen en su horizonte el desmantelamiento de España, tal y como la conocemos, para ver si dentro de veinte años el proceso nacionalista identitario ha calado en las nuevas generaciones y la próxima vez sale adelante lo del Procés.

UN AÑO PARA LAS ELECCIONES.- Ha llegado la primavera, aunque se haya hecho esperar, y ya nos toca en la siguiente elecciones locales y autonómicas. La alcaldía de Guadalajara vuelve a centrar las mayores expectativas, como siempre,  en una provincia en la que el político más conocido en las encuestas siempre ha sido el alcalde de la capital. A falta de un año, solo se ha anunciado formalmente el cabeza de lista del PSOE, que sería el alcalde actual, Alberto Rojo, y por lo tanto beneficiario de esa notoriedad que salvo en un caso le ha servido para conseguir la reelección. Pero eran tiempos del bipartidismo, ni mejores sin peores, solo diferentes a los actuales en que los populismos van a acabar influyendo en cualquiera de las dos coaliciones de gobierno que se puedan formar.

Falta un año y ni PP ni Vox han destapado a su candidato. En Vox es más comprensible porque responde a un voto más ideológico, y centrado en la protesta radical contra el sanchismo, pero no tanto en el  PP, que siempre ha presentado a candidatos municipalistas  con proyección social y profesional en la ciudad. Aunque formalmente no hay nada decidido, un hombre que ahora pastorea a los populares en la Casa Palacio de la Diputación, y que estuvo en el equipo de Román, aunque bebía los vientos por Ana Guarinos, es el tapado, no sabemos por cuánto tiempo. El “aggiornamento”, como dirían los italianos, que se está dando en su jefa de filas, que ha pasado a formar parte de la Ejecutiva Nacional de Feijóo sin ser presidenta del PP de Guadalajara, juega a favor de su candidatura. Solo que por experiencias anteriores, los partidos son muy cuidadosos con los anuncios electorales, pues no hay nada más imprevisible que un concejal que ya sabe que no repetirá y que quiera fastidiar al aparato. Podría poner muchos ejemplos, pero ya me está saliendo largo el post.  Pero esto es lo que hay.            

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