Archive for junio, 2018

Un poco de rigor, consejero

“No es necesario crear un almacén temporal centralizado en ningún lugar y menos en Vilar de Cañas, que no era el lugar para hacerlo”.Dijo el consejero Francisco Martínez Arroyo; y se quedó tan ancho.

No voy a entrar en la última conclusión de su frase, porque no tengo elementos de juicio para saber si técnicamente lleva razón. Sí me consta que el proceso de adjudicación del ATC se pactó en el Congreso entre las principales fuerzas políticas del parlamento (al que no habían llegado todavía Ciudadanos y Podemos), pero como al final es el Ministerio de Industria el que tomó la decisión, pues no pondría yo la mano en el fuego de que una dirigente tan potente como Cospedal, no pusiera de su parte para que el cementerio  nuclear terminara en Villar de de Cañas (En Castilla-La Mancha también lo pidió Yebra, pero en Guadalajara despertó una importante oposición).  Desde el otro lado, también se podría argumentar que si tan importante es para la naturaleza el entorno de Villar de Cañas y la laguna del Hito, mucho han tardado los sucesivos gobiernos de Castilla-La Mancha en establecer su protección, que no se hace efectiva hasta mucho después de que el Ministerio de  Industria de José Manuel Soria   colocara en el diminuto pueblo conquense el ATC.  Siguiendo la estrategia de Bono con Cabañeros.

Me voy a centrar, por tanto , en la primera parte de la aseveración: “No es necesario crear un almacen temporal centralizado en ningún lugar», porque un consejero  regional que tiene las competencias de Medio Ambiente está obligado a un mínimo de rigor. Y pontificar que no es necesario crear un ATC en ningún lugar, es técnicamente falso, como muy bien sabemos en Guadalajara. A no ser que el señor  Martínez Arroyo esté dispuesto a llevarse la basura nuclear a los sótanos de su consejería. Por que los residuos de alta actividad que deberían ir al  ATC de Villar de Cañas, junto con los del resto de centrales españolas, se guardan ahora en los almacenes individuales que hay en los recintos de las centrales. Y si no hay un ATC disponible en España  a medio plazo, tales residuos deberían permanecer  por los siglos de los siglos en Trillo, Zorita y el resto de nucleares españolas. Y como muy bien sabe el consejero (o por lo menos alguien se lo debería haber explicado) tales almacenamientos  o ATIs (el de Zorita al aire libre y el de Trillo en una nave cerrada) no están diseñados para guardar los residuos de alta actividad durante miles y miles de años, que esa es la vida estimada de los mismos mientras la tecnología no acorte su periodo de latencia.

Si no se construye por lo tanto el ATC en Villar de Cañas o en los jardines de La Moncloa, me quiere explicar el señor consejero qué hacemos con los residuos que están en Trillo y Zorita. ¿En lugar de construir  un ATC para toda España, hacemos  siete almacenamientos temporales en Trillo, Zorita, Almaraz,  Garoña, Cofrentes, Vandellos y Ascó,  para que pudieran aguantar como mínimo  dos centenares de años hasta que se desarrolle un Almacenamiento Geológico Profundo (AGP)? Por que hay que aclarar que un ATC tampoco es para siempre, sino una parada intermedia en la que los residuos de alta actividad se almacenarían hasta que se desarrolle técnicamente  ese cementerio definitivo o AGP, una solución que en ningún país del mundo se ha llevado a cabo. En ninguno.

Quiere esto decir que si ya no hace falta un ATC, como osadamente ha dicho el consejero, es porque alguien está dispuesto a cambiar el Plan de Residuos Español (que lo aprueba el parlamento, aviso) y sería porque en lugar de hacer un solo ATC para toda España, se harían siete atecés más pequeños, con lo que los gastos de ingeniería, construcción, mantenimiento y seguridad habría que multiplicarlos… por casi siete. Señor consejero, se lo digo sin acritud: eso no lo veremos usted  y  yo ni hartos de güisqui.

Esto es lo que hay.  EL ATC es necesario , porque es menos costoso y seguro mantener un silo radiactivo que no siete (de hecho, en Zorita se lleva a cabo la última fase de desmantelamiento de la central nuclear, y el plan previsto es liberar todo el emplazamiento, Ati incluido), se haga en Villar de Cañas o en Babia. Y mientras tanto, los residuos seguirán en las centrales en unos recintos que no están diseñados para una estancia prolongada, insisto. Y que se sepa en Guadalajara.

Por eso hay que pedir a nuestros políticos un poco de rigor. Porque esto es lo que hay.  Nos guste o no, señor  consejero. Y le aseguro que a mí no me entusiasma, pero como yo soy de Guadalajara, y nuestros representantes políticos no se quieren dar por enterados, lo escribo aquí.

 

Foto: Residuos de alta actividad que aguardan en contenedores en el perímetro de la central de Zorita (en la última fase de desmantelamiento),  en espera   de ser trasladados a un ATC./ Archivo Guadalajara Diario.

Una fina cuadrilla para torear al Minotauro

Pedro Sánchez ha dado un golpe de efecto con la designación del nuevo gobierno, porque con él ha querido visibilizar que no está (aparentemente) atrapado por las malas compañías con las que pudo desalojar a  Mariano Rajoy,  y así llegar a la presidencia del Gobierno en lo que se llama una moción de censura constructiva.

Si legítimamente Sánchez era sospechoso de compadreo con los que quieren romper España y el orden constitucional, nos nombra para exteriores a José Borrell, el hombre que mitineó en las manifestaciones ciudadanas  de  Barcelona contra el independentismo. Y para mantener el equilibrio en el PSC, hace ministra de Administraciones Públicas a Meritxell Batet,  la federalista que representa esa otra segunda alma del socialismo catalán, cercana a Miquel Iceta.

Si legítimamente Sánchez era sospechoso de llevar como compañeros de viaje a populistas, que desde la derecha o la izquierda ponen en solfa a los valores sobre los que se construyó la unidad europea, y están ganando terreno en casi todos los países de la UE, nombra a Nadia Calviño, una de las más altas funcionarias europeas y manda así el mensaje de que España no es Italia, ni el PSOE el Movimiento 5 Estrellas.

Si legítimamente el coqueteo de Sánchez con ese izquierdismo que bebe en fuentes lejanas a la socialdemocracia hacía pensar en que el líder del “No es no” sería complaciente con políticas de gasto incompatibles con el  equilibrio presupuestario, que aumentarían nuestra deuda, como ocurrió en los tiempos de Zapatero,  y dificultaron la posterior recuperación económica, ya con Rajoy, el nombramiento de la andaluza  María Jesús Montero en Hacienda, dicen los que la conocen que no permitirá aventuras con las cuentas públicas.

Si legítimamente el voto favorable de Bildu  (los herederos de los que nunca condenaron a ETA y contribuyeron a que siguiera matando), es un siniestro baldón en la investidura de Sánchez, el nombramiento para interior de Fernando Grande Marlaska, un juez sin dobleces en la lucha contra el terrorismo (y que llegó al Consejo del Poder Judicial a propuesta del PP) es un mensaje en el que quiero entender que ETA no va a escribir el relato sobre lo que pasó en el País Vasco, porque sería tanto como traicionar a los miles de muertos y heridos con secuelas irreparables.

Si todo esto se cumple, Sánchez se habrá ganado el respeto de tantos a los que nos cuesta creer en su solvencia para llevar el timón de un país tan complejo como España, dudas que acrecentó porque desde la oposición ha dado muestras de no tener las ideas claras y de ser capaz de decir una cosa y la contraria. Con tal de caer bien y sumar fuerzas para llegar a La Moncloa, aunque sea por la puerta de atrás, sin ganar las elecciones.

Pero dicho esto, no seríamos justos si no reconociéramos el esfuerzo que ha hecho Pedro Sánchez por recuperar ese espacio de centro-izquierda para el PSOE y una política creíble que no hiciera tabla rasa con los valores y consensos de la Constitución de 1978, que es lo que desean la mayoría de la variopinta coalición que le acompañó en la moción de censura.

Si estas son, a mi juicio, las cuatro patas sobre las que se asienta el gobierno, tiene además otras complementarias que invitan al optimismo. La vicepresidenta Carmen Calvo no tiene el don de la oratoria, pero es una rigurosa catedrática de derecho constitucional, de la que no cabe esperar tontunas.  Es bueno que se quiera visibilizar el papel creciente de la mujer en nuestra sociedad nombrando  11 mujeres entre los 18 ministros, pero no tanto por su sexo sino por su capacidad y mérito. Esto es lo que importa más allá de la cursi retórica de querer enmendar a la Real Academia Española la plana negando la existencia del género neutro, y empeñándose es desdoblar artificialmente el lenguaje  con fórmulas como “Consejo de Ministras y de Ministros”,  porque se topan con la economía que el hablar requiere y hay que evitar crear  una manera de expresarse, la de políticos e instituciones, alejada de la sociedad.

Es una buena noticia que una ministra con galones como Margarita Robles ocupe la cartera de Defensa, con lo que quiero pensar que el gobierno no caerá en el antimilitarismo populista y  se toma en serio la defensa nacional y la participación de España en trascendentales misiones de paz en este mundo global, en el que todo nos afecta. Un golpe de efecto es que el astronauta e ingeniero Pedro Duque ocupe la nueva cartera de Ciencia, Innovación y Universidades. El maestro José Luis Ábalos es una incógnita en un  ministerio técnico como Fomento, pero muy político. Menos conocidas son los titulares del resto del Gabinete. Y hasta en este gobierno de ilustres tenemos nuestro “friki” particular, el ministro de Cultura y Deportes Màxim Huerta, jurado de Gran hermano y de otros realitis de la tele, y que llega con este curioso aval para conectar con el mundo del deporte: ha escrito en redes sociales que no le gusta el deporte, ni el ejercicio físico, pasa de fútbol, aunque eso sí,  es del Barça. Algo así como yo no creo en Dios, pero viva la ¡Virgen del Pilar! En un mundo tan mediático como el deporte, nos puede dar días de gloria el tal Màxim.

Dejo para el final a Magdalena Valerio, extremeña de nacimiento, hija de guardia civil, laboral,  y me consta que alcarreña de adopción. Desde el último gobierno Arias, antes de la Transición, en que José García Hernández fue vicepresidente del Gobierno y Tomás Allende ministro de Agricultura, nadie de Guadalajara había ocupado una cartera ministerial, por lo que a Magdalena Valerio le cabe el honor de ser la primera ministra de un gobierno de la democracia desde el liberal Conde de Romanones (por cierto, el ministro que más hizo para Guadalajara, aunque algunos no lo sepan). La mejor cualidad de Magdalena es su capacidad de interlocución,  tiene el don de la simpatía (el que no se estudia) y para un ministerio en el que  hay que hablar mucho con los agentes sociales estoy seguro de que lo hará bien. También conoce el campo de juego, porque ha sido su trabajo profesional, y es perfectamente consciente de que además de mejorar las pensiones, lo más importante es estabilizar el sistema sin demagogias e inventos raros. Los últimos datos conocidos debelan que España es el país de Europa con peor índice de natalidad, unos datos que nos colocan al borde del suicidio demográfico como país.

No podemos obviar que la elección de Magdalena Valerio como ministra también tiene su influencia en la correlación de fuerzas en el PSOE de Guadalajara. Después de ser diputada en la X Legislatura (2011-2016) no repitió como candidata. Por entonces era ya secretario provincial Pablo Bellido, que recibió más apoyos del Comité Provincial siguiendo  esa regla no escrita que tiene el PSOE de hacer diputados a sus secretarios provinciales. Luego Bellido tuvo que ceder a sus pretensiones, porque la Justicia lleva sus ritmos (más bien lentos) y llegamos al momento de elegir las listas con un Bellido imputado por un asunto de farolas y bancos en el Ayuntamiento de Azuqueca, del que luego fue exonerado sin necesidad de llegar a juicio. ¡Una faena! Pero al final Magdalena no ocupó la plaza de Bellido, por aquello de la correlación  de fuerzas, y porque a Pedro Sánchez le vino bien la plaza de Guadalajara para colocar a María Luz Rodríguez, la flamante consejera de Trabajo del gobierno regional, y que tenía que dejar sitio en la lista de Madrid para que lo ocupara la comandante  Zancada, uno de los fichajes efectistas de Sánchez. Ese día Sánchez le dijo que tuviera paciencia y que le debía una. Valerio luego fue la coordinadora de campaña de Sánchez en la región en las dos Primarias que ganó  para la secretaria general, la última con gran mérito, porque el aparato provincial y regional se decantó por Susana Díaz.

Sánchez ha recompensado el trabajo  y las caspacidades de Valerio haciéndola ministra. Y allí estará uno o dos años. ¿Y para las próximas elecciones? Largo me lo fiáis amigo Sancho, pero lo mismo que hay una norma no escrita que prima a los secretarios provinciales para encabezar la lista en el Congreso, los que llevamos tiempo en esto sabemos  que hay otra más: los ministros son los números 1 en sus respectivas circunscripciones.

Pero eso será dentro de uno o dos años. Mientras tanto, habrá que ver como esta fina cuadrilla que ha reunido Sánchez se desenvuelve gobernando, porque buena pinta tienen los diestros pero lo suyo será esperar a  ver cómo torean al Minotauro  en su laberinto. Con 84 diputados la cornada te puede llegar por la derecha, por el centro y por la izquierda. Ha quedado claro que, con este Gobierno, Sánchez nos manda el mensaje de que quiere aguantar los dos años de legislatura, por lo que desde su constitución está en campaña electoral. Y si Rajoy con 134   diputados acabó en Santa Pola, ya veremos cómo se las ingenia Sánchez, con el Senado en contra,  para que su gobierno tenga un contenido más allá de los presupuestos que le ha dejado Rajoy, aquellos que era una calamidad, y que ahora el nuevo presidente deberá gestionar como propios.

Me quedo con la respuesta que le ha dado el astronauta Duque a Carlos Herrera sobre las prioridades de gobierno en el nuevo ministerio Ciencia: mi usted, yo soy ingeniero y no estoy aquí para inventar, le ha venido a decir. Y es que su ministerio antes ni existía,  con lo cual tendrá que valerse de partidas aprobadas para otros ministerios y que le deberán transferir.

En fin, si tiene mérito subir en un cohete al espacio exterior, la aventura se le va a quedar corta a Pedro Duque y a sus compañeros de gabinete con lo que les espera. Pero esto es lo que hay. Gloria y miseria de la política por Pedro Sánchez, presidente del Gobierno de España. Mejor que tenga suerte.

 

Un gobierno imposible en una legislatura acabada

No hubo más sorpresas, tampoco dimitió Mariano Rajoy para frenarlo, por lo que la moción de Pedro Sánchez acabó con Pedro Sánchez en La Moncloa, dando satisfacción a la ilusión de su vida: pisar La Moncloa aunque sea por unas semanas, meses o años. Teniendo en cuenta que Sánchez ha sido el candidato del PSOE que peores resultados ha cosechado,  hay que reconocerle su mérito. Porque salir elegido presidente con solo 84 escaños de 350 y a pesar de ser presa de  las mismas hipotecas que el propio PSOE  no le autorizó cuando planteó su fracasada investidura en  2016, tiene su mérito. Como táctico se puede poner la medalla de Alfonso X El Sabio. Como gobernante, nos tendrá que explicar cómo va a poder sacar adelante un gobierno que tiene como aliados a un partido populista de izquierdas  y al nacionalismo independentista, que para alcanzar su fin último necesita romper España. Me preocupa especialmente, y eso sí es revolucionario en el sentido literal de la palabra, que  lo único que une a la coalición frankeinstein que apoyó a Sánchez en la moción de censura a Rajoy es su propósito de liquidar los consensos sobre los que se basa la Constitución de 1978, la que mayor periodo de prosperidad ha traído a España en toda su historia. Y nos da vértigo intuir lo que hay detrás.

Con esas ataduras,  el señor Sánchez no está en condiciones de dar estabilidad  al Gobierno de España, por lo que lo más responsable sería que ante una circunstancia excepcional como es la vivida se diera la palabra al pueblo español. Por decirlo con las mismas palabras que  con honestidad Emiliano García-Page pronunció el viernes: «el gobierno que estuviera al pairo el tiempo que sea, se tendría que limitar a convocar elecciones» y «que hablen los electores». Incluso si no saliera la moción, añadió, la situación política «no acaba más que en elecciones, independientemente de cómo salga la moción e incluso si no saliera», ya que, concluyó, «parece evidente que el Gobierno se ha quedado sin ningún apoyo y que es cuestión de meses que podamos estar en elecciones».  

No puedo estar más de acuerdo con el secretario general del PSOE de Castilla-La Mancha. De esta opinión participa una parte nada desdeñable del partido  y de su grupo parlamentario, solo que el PSOE es un partido centenario y disciplinado, y todos sabían que las primarias que Sánchez ganó a Susana Díaz le concedían ese derecho a intentarlo por segunda vez. Esta vez Sánchez lo ha logrado, ha llegado a La Moncloa, pero mucho cuidado:  dormir en la cama presidencial,  no quiere decir lo mismo que gobernar. ¿Y quién dijo que el gobierno no desgasta? Que se lo pregunten a Rajoy, que a pesar de sus  indudables éxitos en política económica,  de dejar un país mejor que el que se encontró, no se adornó  de un discurso político ilusionante hasta tal punto de que es el político menos valorado en los sondeos.

Escribía ayer que si la convicción de Rajoy era que el Gobierno que formaría Sánchez tras prosperar la moción es malo para España, porque nos traería inestabilidad e incertidumbre, por los compañeros de viaje sobre los que se asienta, debería haber presentado su dimisión y así hacerla decaer. Rajoy la descartó, según avanzó en la tarde de ayer la secretaria general del PP María Dolores Cospedal (zanjando de paso cualquier debate interno en la noche del viernes sobre el  particular), porque no tenían ninguna garantía de que pudieran seguir gobernando. Es lo que tienen los parlamentos, que hay votaciones y cuando no se dispone de mayoría absoluta su resultado es incierto.  Sorprende que la prioridad, ayer, en el gobierno del PP, no fuera cerrar el paso a ese gobierno  frankeinstein, como dijo el inefable Rubalcaba, sino no tener garantizada su continuidad en el gobierno. La dimisión de Rajoy habría abierto la posibilidad de negociar un candidato alternativo con Ciudadanos y  otros grupos minoritarios, y de no ser posible cabía una presidencia provisional que se limitara a convocar elecciones. Y así dar la palabra al pueblo. Hay que recordar que para esta elección solo  se requiere mayoría simple. Pero en el caso de que Sánchez hubiera aprovechado la ocasión para negociar con Podemos y los independentistas, por lo menos se le habría puesto al secretario general del PSOE ante las contradicciones  de esta mayoría tan disparatada y variopinta.  Porque no es lo mismo  poner de acuerdo a tirios y troyanos en echar a Rajoy que votar un programa de gobierno. Un programa que en la actualidad lo constituye las vaguedades enunciadas por el candidato durante la moción, siendo el único cuerpo normativo de verdad el Presupuesto General para 2018, ese presupuesto que ahora lo van a gestionar los que hace una semana dijeron de él que era una calamidad para España. Tal despropósito marcará un hito en la historia política europea,  y solo se puede resolver con elecciones.

Muy probablemente Sánchez no las convoque e iremos a un escenario más radicalizado en la política española, áspero y desagradable, que incluso nos puede recordar al fracturado panorama catalán. Un escenario del que se verán más beneficiados Ciudadanos y Podemos que los dos partidos históricos españoles.  Los dos primeros van a poder ejercer la oposición con comodidad , y preparar las elecciones para afrontar el que es ahora su reto: ser la alternativa a PP y PSOE, respectivamente.

El PP bastante tiene con intentar frenar su declive para no acabar  como UCD, para lo cual necesita una profunda revisión y renovación,  que es casi imposible de  realizar cuando se gobierna. ¿Habrán tomado nota?  Y Sánchez bastante tiene  con no ahogarse  por su empeño en cruzar el Atlántico en una barca del Retiro.  O no sucumbir al abrazo del oso que le ofrece Pablo Iglesias.

En cualquier caso es el fin de una etapa.  Y repito:  bienvenidos a la política italiana, pero hecha por españoles. Que Dios nos asista. Esto es lo que hay.

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