Archive for junio, 2014

Sánchez toma la delantera, pero nada hay decidido

Los dieciseis mil avales de ventaja que ha sacado Pedro Sánchez Pérez-Castejón  a Eduardo Madina le convierten de facto en el gran favorito para ganar el Congreso Extraordinario de Julio y convertirse en el próximo secretario general de los socialistas. Pero no está todo decidido. Los avales marcan una tendencia, es cierto, pero no deja de ser un proceso abierto en el que el avalista revela aparentemente sus preferencias, lo que favorece la influencia de los respectivos aparatos (que son tantos como autonomías, provincias y grandes agrupaciones locales tiene el PSOE), mientras que en la cita con la urna los militantes no tienen que responder ante nadie salvo a su propia conciencia. Por ello, hasta el 26 y 27 de julio no está todo el pescado vendido y Madina seguirá teniendo sus opciones, aunque en términos deportivos ahora la toca arriesgar en lo que queda de campaña y esto le puede llegar a cometer errores.  Algunos los ha tenido ya, al sostener en varios sitios una cosa y la contraria, lo que contribuye a aumentar su imagen de candidato voluble en asuntos que deberían estar más claros. Aunque tampoco Pedro Sánchez ha sido un prodigio de claridad en temas como la reforma de la Constitución y ese federalismo asimétrico que  propugna para salir de ese agujero negro que tenemos en Cataluña, con el epicentro puesto el 9 de noviembre. No es ningún disparate, desde luego, porque en el empeño de querer igualar la autonomía de  Murcia o Castilla-La Mancha con el País Vasco o Cataluña está el origen esa carrera en pelo de los nacionalismos hacia el soberanismo. Aunque para reformar la Constitución, primero hay que saber qué mayoría en Cataluña y el País Vasco respalda la Tercera Vía, y luego hablar con el PP para que pueda prosperar. Porque para saltos en el vacío, como se apunta desde la izquierda radical,  mejor nos quedamos con el consenso de 1978.

Sánchez y Madina, hasta ahora, han afilado su perfil izquierdista y no es una casualidad. En el Partido Socialista sus bases siempre han estado más escoradas a la izquierda que su electorado, que campa más bien por el  espectro  del centro-izquierda –esta misma situación  se da  en la militancia del PP, pero al revés–, por ello es tan importante el modelo americano –que el PSOE no se ha decidió a importar del todo—de contar además con la figura del simpatizante para la elección de los candidatos. Pero además hay una situación ex novo, que amenaza con condicionar esta elección. Se trata del crecimiento de la izquierda radical en las Europeas, y especialmente de Pablo Iglesias y su Podemos, que con un lenguaje populista-comunista se ha aprovechado el desgaste del PSOE por su ineficaz gestión de la crisis cuando gobernó. Cada militante socialista conoce a un hijo, un sobrino o un vecino que ha votado cabreado contra la “casta” por el atractivo candidato de La Sexta, y cree que la solución es girar más y más hacia la izquierda, lo mismito que ha sucedido en Francia, pero en ese caso con la derecha antisistema como beneficiaria. Pero mucho me temo que como dice Nicolás Redondo Terreros, como “juguemos a Podemos  nos gana Podemos”. Le ha pasado a Más con la Esquerra de Oriol Junqueras.

Por todo ello, sería deseable y clarificador que más allá de las cuatro consignas de veinte segundos en las que los asesores políticos quieren resumir el  pensamiento político de los candidatos virtuales que se llevan hoy en día [la Transición en España habría sido imposible con el grado de populismo que se despacha  en algunos programas de máxima audiencia], se diera oportunidad  a Sánchez, a Madina, y al tercero en discordia, López Tapias, a debatir a fondo sobre los temas que más interesan a los españoles: política territorial, reforma fiscal, relaciones laborales,  sostenibilidad del Estado del Bienestar (la asignatura pendiente de la socialdemocracia), relaciones con la UE, etc.  Sin debates, las campañas se reducen a la mera consigna, y la gente está  hasta el gorro de propaganda , y lo que quiere saber es si detrás de los eslóganes de turno hay alguna idea nueva,  y un líder con un mínimo de carisma. El PSOE ha hecho un favor a la apertura de las malolientes salas de máquinas de los partidos españoles adoptando la elección de un militante un voto para designar a su secretario general. Pero se quedaría a mitad de camino si sus candidatos no pudieran hablar civilizadamente entre ellos, con los medios de comunicación pos testigo, porque el PSOE es un partido de Gobierno, y aunque la mayoría de los españoles no militemos en él, todos somos susceptibles de votarlo. Ahora vendrán algunos a decir  que si hay debate, el síndrome de la desunión planea  sobre el partido. ¡Tonterías! Mira que se remarcaron las diferencias entre Obama y Hillary Clinton durante los debates de la campaña demócrata, y luego Hillary fue su leal  secretaria de Estado.

No debería haber por tanto un efecto boomerang de las Primarias hacia el partido que las convoca. Todo lo contrario. A medida que se vaya abriendo el PSOE hacia nuevas formas de participación de sus militantes y simpatizantes, obligará al PP a seguir ese camino, o tendrá el riesgo de quedarse como único representante de la “casta”. Los populares aparentan  que al haber ganado las últimas elecciones, nada de esta corriente renovadora va con ellos, pero se equivocarían sin no se dan por aludidos. Hasta ahora no lo han hecho, y sorprende la falta de autocrítica con la que se han despachado algunos resultados electorales, especialmente en nuestra provincia y singularmente en el Corredor del Henares. En el PP se empieza a extender la especie arriolista de que Podemos les va a hacer ganar las próximas elecciones, porque con su radicalismo  va a levantar de la cama hasta su último simpatizante. Sería demasiado simplista que el análisis de los resultados de las Europeas se quedaran en eso, y los populares no entendieran que la exigencia de reformas internas también les atañe, porque esta crisis no es como otras por la que ha pasado la sociedad española en los años setenta y ochenta. Esta crisis ha rebajado tanto los sueldos y la calidad de vida de la clase media española (4 puntos estadísticos, según la OCDE) que va camino de su proletarización,  la gente piensa que cada día tiene menos que perder, aunque en puridad no sea verdad,  y no va a ser fácil  convencer a esos cuatro millones de electores  del PP que se quedaron en casa de que en 2015 se están jugando algo  solo con medidas cosméticas, como esta reforma fiscal, que no lo es porque con aspectos indudablemente positivos sigue sin abordar el meollo de la cuestión: cómo hacemos para que las grandes empresas y fortunas españolas, que no hacen la declaración de la renta, arrimen más el hombro para salir de esta. Sin demagogias.

Queda por último lo que Pablo Bellido llamó segundas y terceras lecturas sobre este proceso interno que acomete el Partido Socialista. Es inevitable que se hagan. Pero yo no  le daría mucha importancia, porque estamos hablando de avales. ¿Esa neutralidad declarada por García Page ha contribuido  que en CLM haya ganado Sánchez, aunque solo fuera por un poquito, apenas 200 avales? ¿Que la gente del actual secretario provincial  simpatice más con Madina que con Sánchez explica la significativa ventaja en Guadalajara, casi 100 avales?

Lo que sí está más claro es lo sucedido en Andalucía. Susana Díaz ha mandado un mensaje urbi et  orbe de que sus preferencias están con Sanchez, aportando el 33,8% de sus avales. Ninguna sorpresa. Sería la primera vez en la historia del PSOE que la potente Federación Andaluza renunciara a ejercer su influencia y permaneciera neutral. La influencia se ejerce o se pierde.

Esto es lo que hay.

Pues ahí estamos, con Felipe VI, inevitablemente

Para los que tenemos el alma republicana una abdicación supone en cierta medida que todas nuestras contradicciones salen a flote inesperadamente y te vuelvas a hacer un montón de preguntas sobre la institución monárquica que tienen difícil respuesta en el orden de la metafísica política. Pero esta vez se disiparon pronto todas mis dudas al comprobar lo que se despachaba en la acera de enfrente: en los debates que se celebraron en el Congreso y en el Senado nos encontramos con la reivindicación de  varias repúblicas, la Catalana, la Gallega, la Vasca y una “popular” se supone que española, o de lo que quedara de España, pero sin que viéramos por  ningún lado a un Salmerón o a un Castelar que hablara de la España liberal y de progreso, como en aquella Primera República que  los nacionalismos paletos y disolventes se encargaron de enviar directamente al precipicio. Hay que agradecer que no hubiera un diputado independentista de Cartagena para que aquello hubiera derivado directamente en una charlotada, así que a los que nos hicimos juancarlistas el 23-F nos costó relativamente poco renovar internamente nuestro pacto constitucional con Felipe VI y la monarquía parlamentaria, porque no queremos ni pensar hasta dónde nos conduciría abrir el melón constitucional sin tener el consenso que se produjo en 1978.  Seguramente que a otro despeñadero de los que habitualmente ha vivido España en su atribulada historia.

Aunque esta crisis que ha proletarizado en gran medida a las clases medias españolas, achicharradas a impuestos estatales, autonómicos y municipales y con notorias pérdidas en su nivel de vida no invitan precisamente al reconocimiento de las instituciones que emanan de la Constitución del 78, no exagero un ápice si escribo que la España democrática que tuvo como jefe de Estado al padre  del actual rey se corresponde al periodo más fructífero de la España contemporánea. Ahora todavía estamos hechos unos zorros y sembrados de incertidumbres. Casi la mitad del electorado del partido en el gobierno está en su casa a verlas venir y en el principal partido de la oposición les toca superar una crisis de identidad que no es solo de liderazgo sino que afecta a toda la socialdemocracia europea que anda sin alma y soluciones desde que empezó la crisis. Pero aun así, no deberíamos olvidar una cosa que empezó por decir Felipe VI y que es de una trascendencia descomunal en la historia de España. “Hoy puedo afirmar ante estas cámaras—y lo celebro—que comienza el reinado de un Rey constitucional”.  El reinado de su padre inicialmente no lo fue, pero es que desde la Constitución de Cádiz en 1812 las cartas magnas se hacían de encargo (Isabel IIAlfonso XII)  u otorgadas (Fernando VII), cartón piedra  para arropar al monarca de turno, y no ha sido hasta ahora, el 19 de junio de 2014, en que el rey se corona fruto de una Constitución, votada por los españoles y que  además es fruto del pacto entre todas las fuerzas políticas. Yo también creo que una reforma constitucional es inevitable en el tiempo, pero los que se han descolgado del pacto constitucional tan alegremente (PNV, CIU e IU) han olvidado irresponsablemente que para armar constituciones duraderas hay que gozar de mayorías cualificadas. O el fracaso está asegurado. ¡Lean un poco!

Luego están los que no se enteran o no quieren enterarse.  El rey Felipe hace un canto de la España plural, y dice: “Unidad no es uniformidad desde que en 1978, la Constitución reconoció nuestra diversidad como una característica que define nuestra propia identidad”. Y a reglón seguido, el proclamado rey subraya: “En esa España,  unida y diversa,  basada en la igualdad de los españoles, en la solidaridad entre sus pueblos y en el respeto a la ley, cabemos todos”.

Es toda una paradoja del tiempo en el que vivimos que por  jugar su papel constitucional y recordar el amplio campo de juego que delimita la Constitución –las constituciones son como el reglamento en un partido de fútbol—a Felipe VI no le aplaudieran dos presidentes autonómicos que están ahí colgados de ella, aunque se comportaron como dos  jerifaltes de las guerras carlistas pretendiendo a lo que se ve un nuevo pacto foral con la corona, esta vez con la independencia como objetivo, extremo para lo que este rey no está habilitado por la Constitución. Estos belloteros debieron creer que estaban ante Isabel II o Felipe V, no ante un rey constitucional, y así nos va.

En líneas generales me gustó el discurso del nuevo rey, y me recordó en su diseño a los de su padre. Lógicamente careció de la trascendencia de aquel primero de Juan Carlos, porque aquel provenía de una situación excepcional en la que el rey marcó el camino de la Transición democrática, y ahora estamos instalado en la normalidad constitucional, pero todo lo dijo fue oportuno. Hubo una referencia especial para las víctimas del terrorismo, que jamás podrán recuperar a sus seres queridos, a los ciudadanos a los que el  “rigor de la crisis ha golpeado duramente  hasta verse heridos en su dignidad como personas”.  Y no faltó una referencia a la autoridad moral que era imprescindible: “Hoy,  más que nunca, los ciudadanos demandan con toda razón que los principios morales y éticos inspiren –y la ejemplaridad presida—nuestra vida pública”. Y su propia hermana se quedó fuera de la coronación.

“Aspiramos a revitalizar las instituciones; a reafirmar, en nuestras acciones, la primacía de los intereses generales, y a fortalecer nuestra cultura democrática”.

Y en esas estamos. Esta es una monarquía constitucional de maneras republicanas, y así transcurrió la coronación, de una austeridad estética excesiva en mi opinión, que si no es por el paseo al descubierto del nuevo rey  en el Rolls Royce,  nos habría parecido la toma de posesión de un alcalde. Nada que ver con la coronación de un monarca en Gran Bretaña, con fastos (y turismo dinástico) que duran meses para mayor gloria de Londres; o la de un presidente de la república en Francia, que menos la corona todo es grandeur.  Ya puestos a tener una monarquía, yo no entiendo muy bien esa manía de taparla, y luego pasa que el pueblo se queda en casa a ver en televisión el espartano acto de la proclamación, porque era realmente complicado moverse ese día por Madrid. Menos espontaneidad y gente en la calle  que cuando el Real Madrid gana una copa de Europa. Demasiado frío.

Es lo que menos me gustó. Si nos ponemos a tener una monarquía, pues que sea con todas las consecuencias,  y con una coronación como Dios manda, que ésta  fue de un aburrido que pareció diseñada por Cayo Lara. Ni invitados extranjeros hubo.

Esto es lo que hay. Complejos.

Un Viaje a la Alcarria no lo suficientemente aprovechado

Cuatro chicas alcarreñas (Sara Domínguez, Gracia Iglesias, Natividad Díaz y Laura Domínguez) están haciendo en estas jornadas su particular Viaje a la Alcarria  coincidiendo con las fechas en las que –más o menos, porque Camilo José Cela hizo más de un viaje para escribir su libro— el Nobel recorrió aquellos caminos de la Alcarria de la postguerra, allá por 1946,  cuando por entonces en este país faltaba casi de todo. Menos paisaje y hombres muy pegados a la tierra que la habitaban. Ahora no es  que pasemos por días de vino  y miel, porque nos está costando despegarnos de esta crisis más de lo previsto, pero nada es comprable a entonces.

Tampoco ya lo era en aquella primavera de 1981 cuando con Salvador Toquero recorrimos los caminos de la Alcarria para escribir un libro: “Buscando a Cela en la Alcarria”, que podrán encontrar en alguna biblioteca, porque la edición está agotada. A quienes hicimos ese libro nos movía una curiosidad: el por qué de la buena singladura y la firmeza de su anclaje de ese Viaje a la Alcarria, que hoy en día ya nadie discute es una de las mejores obras de la literatura de viajes en español, y que al mismo tiempo se convirtió en un retrato costumbrista  a través de los personales (reales o imaginarios) con los que el viajero Don Camilo se iba encontrando por esos caminos de la Alcarria. Muy especialmente queríamos saber la peripecia  humana de sus personajes, auténticos apoyos para el éxito, después de que los años hayan caído implacables sobre ellos.

viaje-alcarria.Salvador y yo llevábamos tiempo pensando en el libro, y no quisimos esperar más porque  sospechábamos que los personajes de Cela ya  habían empezado a desaparecer, por ley de vida, y también la huella del entorno por el que había transcurrido su viaje. Y teníamos razón. A algunos de sus personajes llegamos en sus últimos días, nunca mejor dicho, y nos sirvió para comprobar que todos ellos tenían la sensación de formar parte de algo importante, un libro singular, y eso que muchos de ellos no habían leído un libro en su vida y por entonces a don Camilo, aun siendo un escritor famoso, todavía no le habían dado ese Nobel que le encumbró a los altares de la gloria y de la popularidad.

Cuando el otro día escribía para GuadalajaraDiario la noticia sobre ese viaje de estas chicas me vino a la memoria esa Primavera de 1981 en la que Salva y yo comenzamos nuestro viaje y pensé con una nostalgia que no me suelo permitir lo que ha cambiado la Alcarria desde entonces. Entre el viaje de Cela y el  nuestro habían transcurrido 35 años y entre el de Laura y sus amigas ya son 33. Solo que desde 1946 hasta 1981 en la Alcarria y en España habían pasado tantas cosas que estábamos hablando de otra nación y de otra Alcarria, desde luego de otra sociedad, mientras que en los últimos 33 años, si no fuera por internet y las reformas en la mayoría de los cascos urbanos de esos pueblos, la sociedad es esencialmente la misma, aunque a algunos crean ahora que aquellos años de la Transición y los que por ahí andábamos somos de la edad de piedra. Pero no. La edad de piedra, la jodida miseria, es la que se encontró don Camilo en aquella Alcarria donde hacía apenas ocho años que habían dejado de resonar los cañonazos por el frente del Henares y el Tajuña. Y aún así, seguía su gente esperando a nada y a nadie con una eterna sonrisa de resignación, como escribimos en nuestro prólogo.

Quiero decir que por mucho que avancen los tiempos, la Alcarria literaria que nos dejó Cela va a seguir siendo reconocible y lo único que cambiarán serán los soportes técnicos por los que el futuro viajero podrá tomar contacto con ella, pero al final seguirá habiendo un camino y un caminante. Y a eso voy. Siempre he tenido la impresión de que no hemos sabido aprovechar del todo ese maravilloso legado literario (y publicitario) que nos legó don Camilo. Se han hecho mapas, libros, libritos, se han colocado placas del viejo y el nuevo viaje –cuando en realidad solo hubo uno, el de 1946, lo demás fue merchandising), todo tipo de loas y celebraciones, pero la realidad es que todavía no hemos dado con un producto turístico que se llama Viaje a la Alcarria, que está al lado de una metrópoli de cinco millones de habitantes deseosa de salir adonde sea, y que se tarda apenas diez días en recorrerlo, que no estamos hablando del Camino de Santiago. No acabamos de dar con la tecla, y pensaba en ello al ser una de las caminantes Laura Domínguez, una chica de gran inteligencia para estos asuntos de la publicidad.

No estaría de más que pensemos en ello, porque esa huella celiana cada vez es menos visible, aunque lo importante, el paisaje y los pueblos, ahí siguen esperando a no sé qué, a que pase la crisis, puede que esta vez. En la capital, por ejemplo, aficionados como somos a derribar todo lo que parezca viejo, los que sigan el libro de Don Camilo, ya no van a encontrar ni el Hotel España, ni la talabartería de Casa Montes, ni al aprendiz Luisito, que en realidad se llamaba Daniel, ni a Armando Mondéjar, el niño de pelo color de pimentón con quien habla y le despide Cela camino de Taracena, ni por supuesto ningún merendero con el nombre de Tánger, camino de Zaragoza.

Es verdad que esa huella física, casas y monumentos, está muy diluida desde que Salva y yo seguimos los pasos de nuestro insigne viajero, pero la Alcarria sigue siendo esencialmente la misma y es una gozada descubrirla siguiendo los pasos de nuestro más ilustre escritor, que solo las circunstancias le hicieron marchar a un chalé de Puerta de Hierro cuando se había quedado a vivir entre nosotros.

Esto es lo que hay. Y me parece que lo aprovechamos poco.

P.D.- “Yo soy republicano, pero pertenezco a un partido en el que convivimos con mucha normalidad republicanos y monárquicos, y que en el año 78 hizo un acuerdo político que consistió en que la izquierda renunciaba a pedir la República y la derecha renunciaba a la Dictadura”.“Se trata de un acuerdo que en el caso de que haya de ser modificado se deberá producir un amplio consenso y esa es la posición del PSOE».

Esta declaración la hizo el secretario provincial del PSOE, Pablo Bellido, tras la abdicación de Don Juan Carlos y buscar en ella un asomo de rebelión republicana en el PSOE de Emilio García-Page es de una estupidez mayúscula, pero que encima se haga desde algún medio público regional es de una torpeza imperdonable. Bellido se ajustó al discurso oficial del PSOE desde la Transición, que tantas veces han repetido Adolfo Guerra o Felipe González, y que responde a ese pacto constitucional que tanto parece molestar a cierta izquierda y a sus clones en la derecha más montaraz, que lo único que demuestran es no haber leído un libro de historia en su vida. Ni entiendo el empeño de unos por señalar con el dedo a republicanos que no pretender derribar  la Constitución, ni la desmemoria de otros, como ese tal Cayo Lara de Argamasilla de Alba, que nos dice que la elección es entre democracia y monarquía, como si todas repúblicas que hay en el mundo fueran democráticas, y  sus antecesores en el PCE que aceptaron al rey y a la Constitución una banda de traidores.

Como no tengamos un poco de cuidado, este populismo televisivo a lo Sálvame Diario versión redimamos a la Patria y al Pueblo mañana, si es posible, mejor, nos puede comer por los pies. Y mira que alguno se lo merece.

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