Archive for enero, 2021

Guadalajara, de rebajas

Algo había que hacer. En estos 13 años, la evolución del Hipercor ha sido mayor que la evolución de El Corte Inglés y cuando algo no va bien hay que revitalizarlo”. Así de claro se manifestaba en Guadalajara Diario, el portavoz de El Corte Inglés Castilla-La Mancha, al hablar de la inminente transformación del centro de Guadalajara en un “outlet”, es decir, un lugar donde se venden productos rebajados.

El análisis de la marca para explicar esta evolución manejó la gran movilidad entre Guadalajara y Madrid y sobre todo la cercanía del centro que la firma tiene en Alcalá de Henares, pues entienden que han impedido que el de Guadalajara despegue como la empresa hubiese querido. «Es muy difícil que una firma se instale en Guadalajara si ya está en Alcalá de Henares», es la conclusión a la que han llegado los ejecutivos de la mercantil, lo que no es poca cosa y a tener muy en cuenta ante cualquier estudio de mercado. Yo creo que no andan descaminados, aunque también sostengo que en ese análisis final que explica lo ocurrido con El Corte Inglés de Guadalajara intervienen más factores y uno de ellos es estrictamente socio-económico. Me explicaré.

El Corte Inglés de Alcalá estaba allí antes de inaugurarse el de Guadalajara, hace 13 años. Así que se contaba con ello como factor negativo para fidelizar clientes. También la geografía: Guadalajara está a 16,5 Km. de Azuqueca de Henares por la A-2, unos 16 minutos; y Azuqueca de Alcalá 20,2 km. y 24 minutos. Teniendo en cuenta que, además, Alcalá cuenta con el valor añadido de Cuadernillos y todo el entorno comercial de Alcampo, el reclamo para esa parte del Corredor del Henares que no es solo Guadalajara capital ha terminado por inclinar la balanza por Alcalá.

A ello hay que añadir un factor más, la costumbre. Si en derecho se dice que la costumbre es una norma jurídica que se manifiesta en un uso social reiterado, un consentimiento tácito del pueblo, que diría Ulpiano, en Guadalajara es costumbre que muchos alcarreños «bajen» a Madrid para muchas cosas, entre las que el ocio y el comercio son las más comunes. Y esto no ocurre solo desde que la Autovía o la R-2 nos han puesto Madrid a poco más de media hora o que el Cercanías se haya convertido en la extensión del Metro; viene de largo, y algunos tenemos en nuestra memoria infantil aquellos trenes de carbón con vagones divididos por clases en los que mi padre me llevaba a Madrid al Bernabéu, a ver las fieras del Retiro o al vecino museo del Prado. ¡Esos eran domingos!

Por lo tanto, Madrid siempre ha estado en el ser de Guadalajara, hasta el punto de que nuestra separación autonómica es un arcano sinsentido, pero la explicación a lo ocurrido con nuestro Corte Inglés tiene más enjundia.

Una segunda razón es evidentemente comercial y está relacionada con el auge del comercio electrónico, que ya viene de lejos, y que la pandemia lo ha acabado por impulsar. Un detalle del que no puede prescindir el pequeño comercio, participando de él mediante las plataformas on-line que lo impulsen. O te subes a ese tren o te quedas en la estación. Con solo ofrecer presencialidad y cercanía no es suficiente.

Pero hay un tercer elemento que influye también en que El Corte Inglés de Guadalajara se convierta en  “outlet”; en lo que antes se llamaba una tienda de rebajas, un espacio que siempre tuvo la marca, para  los productos que no habían tenido salida durante la temporada. El éxito de El Corte Inglés tiene dos puntales: el buen criterio de sus padres fundadores, desde Ramón Areces en los años cuarenta a su sobrino Isidoro Álvarez desde 1989, al introducir nuevos métodos de venta que ya tenían éxito en Londres o en París; y en una segunda etapa, el crecimiento de una clase media en España, que empieza  a desarrollarse con los primeros planes de estabilización en los años setenta, para liberalizar la autarquía franquista y convertirla en una economía alineada con Europa.  Una clase media que termina por consolidarse con la llegada de la democracia, y que rompe con el esquema dual entre proletariado y grandes propietarios que explican las grandes convulsiones que sufrió España desde el siglo XIX entre unas clases que no tenían nada que perder y otras que lo acaparaban todo. Una clase media que pasa a ser la gran contribuyente del fisco español . El éxito de El Corte Inglés llega porque se convierte en la gran cadena de distribución a la que tienen acceso esas clases medias cada vez más anchas en el tejido social español, a las que un trabajo normalmente fijo y una renta disponible creciente, aun pagando la hipoteca de la casa, les permite una capacidad de compra en un establecimiento de calidad, pero sin pasarse en los precios. Isidoro Álvarez lo ve clarísimo e inicia su expansión por España, hasta entonces solo limitada a las grandes capitales del país.

El Corte Inglés llega a Guadalajara en una situación de grandes cambios en su estructura económica y social. Con anterioridad, la expansión de aquello que se llamó Polígonos de Descongestión de Madrid, trae a la ciudad con el respaldo de aquel buen alcalde que fue el Dr. Pedro Sanz Vázquez, don Pedro, el cambio más profundo que tiene la ciudad desde la desaparición de la Real Fábrica de Paños y más tarde La Hispano, los emblemas de la industrialización en Guadalajara. Ese crecimiento industrial que el nuevo régimen nos negó, terminada la guerra civil, termina por llegar a partir de la década de los setenta con la ubicación de grandes industrias en el territorio próximo a la N-II: Bressel, Interclisa, Plaza, Duralex, Basf, Fibras… La lista es larga; es la gran industria sobre la que crece Guadalajara como una ciudad de clases medias con capacidad suficiente para tener una vivienda propia, con poder adquisitivo para consumir coches, ocios, servicios, etc. Y para ir a Madrid más a menudo para completar el pedido de lo que aquí no encuentra.

A nadie puede extrañar que El Corte Inglés no haya acabado de arrancar en Guadalajara, y que lo haya hecho Hipercor, su segunda marca, porque aquí llegó cuando estalla la crisis financiera y deja su modelo tradicional cuando empieza otra crisis económica derivada de la pandemia del Covid y la contracción económica. Así que no es solo porque los de Guadalajara sigamos comprando, también, en Madrid, como hemos hecho siempre. Sucede que esa clase media a la que ligó su éxito la marca ha adelgazado más de la cuenta, se ha proletarizado, y tiene que recurrir más al producto rebajado que se vende en un “outlet”, que a las grandes marcas que dio acogida la antigua empresa de la calle Preciados.

La desventaja para El Cortes Inglés es que llega tarde a Guadalajara, en 2008, a una ciudad en proceso de cambio, que aporta una población en el entorno de la capital sobre los cien mil habitantes, cierto, pero en el que muchas cosas han empezado a cambiar. Desde la llegada de  Witzenmann a Guadalajara, ahora en el polígono de Marchamalo tras su independencia, no se han ubicado en Guadalajara grandes industrias sino todo lo contario: las que había entraron en un proceso de adelgazamiento y con él el de esa economía local ligada a un trabajo que se creía para toda la vida y con una capacidad adquisitiva para poder ir a la moda en El Corte Inglés. Esta metamorfosis de su economía es notable con la irrupción de la logística, un sector que acapara el crecimiento del empleo en Guadalajara y el Corredor, que nos permite contar con la mejor tasa de empleo de Castilla-La Mancha, aunque algo ha cambiado. El trabajador medio en Guadalajara ya no tiene un trabajo para toda la vida, su sueldo es proporcionalmente  más bajo que el de sus padres cuando entraron a la Bressel o a Duralex, no tiene capacidad para pagar una hipoteca, por lo que en Guadalajara se modifica el mercado inmobiliario que necesariamente debe dirigirse al alquiler (que encima desalientan los okupas y un gobierno que no protege al propietario como se ha visto con el último decreto-ley); y, en resumidas cuentas: la renta disponible del guadalajareño medio para  darse un capricho en El Corte Inglés  y comprarse una prenda de temporada, se ha resentido.

Así que a nadie puede extrañar que El Corte Inglés no haya acabado de arrancar en Guadalajara, y que lo haya hecho Hipercor, su segunda marca, porque aquí llegó cuando estalla la crisis financiera y deja su modelo tradicional cuando empieza otra crisis económica derivada de la pandemia del Covid y la contracción económica. Así que no es solo porque los de Guadalajara sigamos comprando, también, en Madrid, como hemos hecho siempre. Sucede que esa clase media a la que ligó su éxito la marca ha adelgazado más de la cuenta, se ha proletarizado, y tiene que recurrir más al producto rebajado que se vende en un “outlet”, que a las grandes marcas que dio acogida la antigua empresa de la calle Preciados.

Esto es lo que hay, Guadalajara está cada vez más de rebajas, pero no solo es nuestra ciudad. Solo hay que ver lo que ha crecido la división de “outlets” en El Corte Inglés y el repliegue de su modelo de negocio tradicional. Unos dirán que es la globalización; otros simplemente que la competitividad de Europa va para atrás y que el nuevo modelo productivo no acaba de llegar, eso que pomposamente llaman Next Generation. Por lo que en un país que vive del turismo y los servicios, y que por tanto es el más castigado de la UE por la Covid, lo único que nos podemos permitir es ir de rebajas a un “outlet”. Pero esto es lo que hay. Estamos de rebajas.

Filomena y Covid llegan pegando

 Recuerden: se paralizó Barajas, el AVE, los Cercanías, la A-2-, la R-2, las principales carreteras regionales y provinciales, la energía en numerosas localidades…

Empezaré por confesar que este cronista, que ya va teniendo unos años, sin entrar en detalles, no ha conocido en su vida una nevada como la que entre el 8 y el 10 de enero cayó sobre la meseta en Guadalajara, Madrid y Castilla-La Mancha. Es verdad que estábamos avisados, porque la AEMET y los meteorólogos hicieron bien su trabajo, colocándonos unos mapas rojos por nieve y heladas de lo más amenazadores, pero incluso ellos reconocen que el espesor de la nieve todavía fue mayor en algunos puntos urbanos, Madrid el más sonado, pero no el único. Así lo documenta el catedrático valenciano Jorge Olcina, quien asegura que por mucho que se quiera comparar con la ola de frío de las navidades del 1970-71, no tiene comparación ni un antecedente histórico próximo: como poco habría que remontarse al temporal de nieve de 1904 en Madrid.

Estaríamos hablando, por tanto, nada menos que de 117 años atrás, un dato que es necesario tener en cuenta al evaluar las actuaciones que las distintas administraciones han afrontado para capear las consecuencias del temporal, que a estas horas es como un iceberg: solo se ve la puntita de lo que se ha podido llevar por delante.  Habrá que hacer una recopilación definitiva para solicitar la declaración de zona catastrófica, como ya lo ha avanzado el Ayuntamiento de Guadalajara o el de Madrid, aunque en ese sentido no soy muy optimista. Filomena se ha venido a sumar al inmenso agujero económico que el Covid ha agravado en España, que inicia 2021 con una de las peores cifras de deuda y déficit de Europa.

A los gobiernos se les puede exigir que estén preparados razonablemente ante una gran nevada, pero no que la paren. Lo que yo he visto en nuestro entorno es que había unos medios razonables preparados, aunque no fueran suficientes para lo que se nos vino encima. Pero no se puede hablar de caos por ello.

Calle del Amparo, el domingo por la mañana./GUDiario.

En Guadalajara se ha hecho históricamente mucha demagogia con la nieve, y solo hay que recordar algunas críticas crueles de los que estaban antes en la oposición y ahora les ha tocado bailar con Filomena en el Ayuntamiento.  Así que no seré yo quien utilice este episodio para censurar agriamente a este Equipo de Gobierno, ni a ningún otro. No digo yo a la oposición que renuncie a su labor fiscalizadora, pero sin caer en ese providencialismo que los populismos han traído a la política y por el cual el gobierno (sea municipal, autonómico, estatal o europeo) tiene poder absoluto sobre todas las cosas, y está por encima incluso de la propia naturaleza y de la iniciativa del ser humano. Llegará un día en que querrán administrar la felicidad por decreto.

Fue un alivio ver este jueves a los militares de la Brigada Extremadura XI en nuestras calles, con oficiales y tropa picando hielo a gran ritmo, y saber que aquí estarán lo que haga falta. Margarita Robles ha demostrado, una vez más, ser una de las pocas ministras del Gobierno que saben gestionar los asuntos de su cartera, servir al ciudadano, y no solo dedicarse al tacticismo y a enredar.

A los gobiernos se les puede exigir que estén preparados razonablemente ante una gran nevada, pero no que la paren. Lo que yo he visto en nuestro entorno es que había unos medios razonables preparados, aunque no fueran suficientes para lo que se nos vino encima. Pero no se puede hablar de caos por ello. Desde el viernes al domingo nevó lo que no estaba en los anales e incluso con un 4x 4 era arriesgado salir por Guadalajara. Por ello mi reconocimiento a los servidores públicos que aquella noche tuvieron que trabajar en la calle o doblando guardias en el Hospital. El alcalde Rojo estuvo rápido al solicitar la intervención de la UME, el mismo sábado, porque desde un primer momento se vio que con los medios municipales, e incluso con la colaboración de Diputación y Junta, podíamos pasarnos meses retirando hielo. Porque eso es lo que pasó el lunes: la nieve se había transformado y Guadalajara era una pista de patinaje. La gente empezó a romperse muñecas y tobillos y en estos días subieron a urgencias más gente por caídas que por el Covid. Por eso fue un alivio ver este jueves a los militares de la Brigada Extremadura XI en nuestras calles, con oficiales y tropa picando hielo a gran ritmo, y saber que aquí estarán lo que haga falta. Margarita Robles ha demostrado, una vez más, ser una de las pocas ministras del Gobierno que saben gestionar los asuntos de su cartera, y no solo dedicarse al tacticismo y a enredar.

Así que entro en el año 2021 con gran indulgencia. Estoy pensando en algunos alcaldes, los que cobran y sobre todo los que están en el cargo por la cara, que llevan agobiados desde marzo por el coronavirus, haciendo de asistentes sociales en sus pueblos e intentando que no se les mueran los viejos, y ahora que habíamos despedido a 2020 con una patada, viene Filomena como un hipopótamo en una charca. Y todavía algunos les echarán la culpa de que patinan los coches en la nieve. ¡Pues claro!, si no llevan cadenas o neumáticos de invierno, ¿qué esperas? En Noruega no pueden circular los coches en invierno que no llevan neumáticos especiales. O se les multa. Pero esto es España.

Soldados de la Brigada Extremadura, el jueves, en la calle Toledo./GUDiario.

Filomena se acabará yendo, pero el que sigue aquí es el Covid y con cifras disparadas, que hay que remontarse a primeros de noviembre. Yo no quiero engañarme: solo una vacunación al 70 %, como nos advirtió Merkel -que Dios conserve muchos años, porque gracias a ella Europa no se ha ido al garete en esta crisis por los populismos-, va a domeñar el virus y acabar con su propagación comunitaria, como ha pasado con esta tercera ola. Pedir ahora otro confinamiento domiciliario, como en marzo, ni lo soportaría la declinante economía española, ni nuestra cartera, ni las cabezas, que andan con parte de las neuronas fundidas. Llegados a esta tercera ola, tras los sucesivos fracasos de todas las medidas desplegadas por el estado de alerta en toda Europa, solo nos queda encomendarnos a Pfizer, Moderna y Oxford y alcanzar ese 70% de inmunidad del que hablaba Merkel, acelerando la vacunación mediante la utilización de los medios que sean menester.  A un paciente le da igual si el pinchazo se le lo ponen en un centro de salud, en una farmacia, en un estadio de fútbol como en Israel, o en una clínica de la mutua. Lo único que quiere es que llegue a tiempo. Esto es lo que hay que hacer. Acelerar la vacunación y dejarse de pamplinas.        

Mosaico de Año Nuevo

Dejamos atrás el año que más cambió el mundo después del final de la II Guerra Mundial. Es el año del Covid19, la pandemia que llegó a Europa a principios de 2020 y que por el momento ha dejado 1.958.844 casos confirmados en España, 26.282.179 casos en Europa y 83.715.617 casos en todo el mundo. En la provincia de Guadalajara, llegamos a esta tercera ola con 12.637 casos acumulado y 458 fallecidos oficiales. Las hospitalizaciones alcanzan los 54 pacientes en cama convencional, lo que nos sitúa una ocupación entre 10-15% y el peor dato está en la UCI, que llegó a tener 21 pacientes el 13 de noviembre, si bien ha bajado en los últimos días a 11, aunque esto supone una ocupación de la UCI superior al 25%, el porcentaje más alto de las provincias de la región. Lo más terrible, los fallecimientos: España alcanza los 51.078 decesos oficiales, aunque por el INE ya sabemos que pueden ser el doble, con 4.451 en Castilla-La Mancha y 458 en Guadalajara.  Y aun no sabemos cuál será la incidencia de las fiestas en la pandemia cuando pasen 10 días, con lo que las cifras todavía podrían dispararse más a no ser que el decepcionante ritmo de vacunación coja por fin una velocidad de crucero, esas 15.000 mil vacunas diarias a las que se refirió García-Page y que por ahora se reducen a 2.036 las vacunas que se han puesto hasta el momento en CLM, según cifras oficiales, aunque la consejería espera que se pondrán 12.000 durante esta semana.   

Estas son solo las cifras esenciales de una pandemia que va a marcar al mundo, a su economía y a las relaciones sociales durante decenios, y de la que por ahora se desconoce su origen y datos claves sobre su propagación por el ocultismo del régimen comunista chino. La abogada china Zhan Zhan, de 37 años, que viajó en marzo a Wuham para saber qué estaba pasando realmente y descubrió que las cifras que estaban dando la autoridades eran falsas, fue detenida en mayo y condenada a cuatro años de cárcel por denunciarlo. Ha pasado un año desde que el virus se empezó a propagar en China y ya nadie se cree que lo transmitió un tipo que se comió un pangolín o un murciélago infectado para desayunar. La Organización Mundial de la Salud (OMS), un organismo que ha demostrado con creces sus deficiencias, ni sabe ni contesta cuando la nueva superpotencia oriental está de por medio.

Illa se marcha en el descanso.- ¿Se imaginan que el entrenador de fútbol de un club de élite abandonara el banquillo en el descanso  y se marchara a un nuevo trabajo sin esperar siquiera a que acabara el partido? Pues bien, esto es lo que ha pasado con Salvador Illa, nuestro ministro de Sanidad, urgido por Pedro Sánchez  para encabezar la lista del PSC a las autonómicas catalanas y ser el potencial presidente de un futuro gobierno de coalición con el Podemos catalán y sus aliados parlamentarios de ERC. Las encuestas dan a Illa con mayores posibilidades que el bailarín Miquel Iceta, y para allá lo han mandado cuando la pandemia arrecia en su tercera oleada. Nos consta que Salvador Illa es una persona educada, que no insulta  y  con capacidad para lograr empatía con su interlocutor, cualidades de gran valor en una política tan radicalizada como la catalana,  pero con esta decisión Sánchez, una de dos, o minimiza su papel al frente del  ministerio  o es que al presidente del Gobierno le preocupa más tocar poder en la Generalitat que la dirección de la lucha contra el Covid19, ahora que ha endilgado el final de la gestión a las comunidades autónomas, porque no hay más votos que rascar.

Yo pediría el indulto.-  Yo estoy dispuesto a firmar al pie de una petición solicitando el indulto para los políticos golpistas en prisión en aras a rebajar la tensión en el Principado con una sola condición: que se cumpla con lo que el espíritu de la Ley establece para esa atrabiliaria prerrogativa del Gobierno: arrepentimiento sobre el mal causado y manifestación pública de que no volverán a incurrir en el mismo delito. De lo contrario,  «qué pasaría, qué responsabilidad, qué ridículo histórico no estarían haciendo un gobierno o un partido», se preguntó  días atrás el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page. Aunque la repercusión electoral  que un ridículo así tendría en la política interior de Castilla-La Mancha es el menor de los problemas para Sánchez. Como bien sabe el propio Page.

Gibraltar, más cerca.- Es asombroso que una colonia del Reino Unido llegue a tener una relación más estrecha con la Unión Europea después del Brexit que antes del desenganche de su metrópoli, como va a ocurrir con Gibraltar, territorio que ahora va a entrar en Schengen, la zona de libre circulación de la UE, en la que el peñón nunca había estado. Solucionar el contencioso gibraltareño con los parámetros de 1713 en que unos zoquetes de ministros españoles negociaron con el Reino Unido el Tratado de Utrech no parece que sea lo más inteligente. Ahora que los llanitos van a estar más integrados en la economía europea y española, y que el control de fronteras pertenecerá a España, no digo yo que vayan a salir envueltos en la bandera española. Pero el roce hace el cariño. Y si a Gibraltar le va bien, ¿por qué no a España?

El edficio de Maragato, más de veinte años afeando la plaza Mayor/GUDiario.

Maragato o las  pirámides de Gizewh.- La ruina del antiguo edificio donde estaba la pescadería Maragato, un nombre tan sonoro que es digno de llevar la firma de una franquicia de pescaderías, va camino de convertirse en nuestras pirámides de Gizewh. Todo en él es la historia de un fracaso colectivo. De los sucesivos ayuntamientos que no encontraron una solución imaginativa para despejar de nuestra plaza Mayor un paredón que parece un escombro del bombardeo de Sarajevo y estrecha además la Calle Mayor por un andamio que la invade desde hace más de dos décadas. Un fracaso de los sucesivos propietarios porque no supieron ejercer su función social de promotores de un solar vacío. Y de la mismísima justicia, que tardó un siglo en entender que los PAEs eran un instrumento válido para superar un litigio ciertamente complicado y al que nadie ha sabido hincar el diente. Esto es lo que hay. Un año más con la plaza Mayor en ruinas

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