Feijóo

No hay nadie como Feijóo que represente la centralidad en Galicia. Es moderadamente conservador. Moderadamente galleguista. Moderadamente españolista. De mediana edad, ni demasiado mayor, ni demasiado joven, hasta el punto de que con 58 años ha conseguido su cuarta mayoría absoluta, récord con el que iguala a un Manuel Fraga que la alcanzó solo al final de su carrera política. «Galicia, Galicia, Galicia» fue su lema de campaña, con la firma de Feijóo y un logo del PP que hacía falta una lupa para verlo. En un país como Galicia, poco dado a los alborotos, a Feijóo le favorece el panorama de una izquierda atomizada que acude a las elecciones con más caballos que el Gran National. El PSOE casi nunca fue en Galicia una alternativa por sí mismo, sino haciendo cabeza de un batiburrillo de fuerzas de izquierda, nacionalistas y hasta independentistas. Y, claro, hay gallegos de centro-izquierda que estarían dispuestos a dar su apoyo a un proyecto socialdemócrata sereno, que recuerdan con añoranza los tiempos de Paco Vázquez, pero les repele las aventuras populistas del acompañamiento y más en clave soberanista. Esta vez el PSOE de Sánchez ha perdido el segundo puesto en favor del BNG, algo que era previsible porque el Bloque ha rebañado todos los escaños de las Mareas, no ha habido por tanto un cambio sociopolítico. Podemos, que en los territorios históricos va siempre camuflado con otro nombre (esta vez Galicia en Común) ha cedido ante el empuje nacionalista, y sus electores han preferido antes el original que la copia. Es lo que tiene por mimetizarse con el soberanismo. Pero a lo mejor es que hay algo más y que Errejón tiene razón cuando dice que no existe Podemos, que ahora es UP y se ha quedado con los votos de Izquierda Unida.

Feijóo, cuarta mayoría absoluta

La centralidad de Feijóo ha demostrado a su partido en Madrid tener poderes que habrá aprendido de las meigas. Porque solo siendo un quiromante se puede abarcar hasta la derecha más extrema sin perder el centro. Ni Vox ni Cs consiguieron escaño en Santiago de Compostela.

Honenaje de las NN.GG del PP de Guadalajara a Miguel Ángel Blanco

También hubo elecciones en el País Vasco y ganó el partido gubernamental, el PNV. El resultado estaba tan cantado que solo participó el 52% de la población. Allí, el PSOE volverá a ejercer su condición de bisagra y a sentarse en el consejo de Gobierno en Ajuriaenea, lo que dará tranquilidad a Sánchez en La Moncloa. Así que por ese lado más de lo mismo. Pero no seamos ciegos. Cada elección que pasa, el nacionalismo, omnipresente en tabernas, círculos gastronómicos, colegios, iglesia, y no digamos en los medios de comunicación públicos y privados del País Vasco, va ganando terreno; y ahora ya ocupa 53 de 75 escaños en el parlamento de Vitoria. Pero lo peor de todo es que cuando se cumple el XXIII aniversario del cruel asesinato de Miguel Ángel Blanco, un chaval que iba todos los días en el Cercanías a trabajar, el voto de Bildu sube de 17 a 22 escaños, y son los más jóvenes los que impulsan esta escalada de una formación que no ha repudiado el terrorismo como vía política, sigue liderado por un ex etarra no arrepentido, y aun así se beneficia de un relato social complaciente con aquellos años de plomo. El Estado democrático derrotó a ETA con las armas y la sangre de un millar de víctimas, pero me deprime reconocer que estamos perdiendo la batalla del relato entre los que no vivieron aquellos años del terror , y solo es cuestión de tiempo, como diría Arzalluz, para que llegue el día de recoger las nueces. De momento, el PNV no quiere vías unilaterales, porque viven en una sociedad privilegiada con mucho que perder, pero todo se andará. Esto es lo que hay.

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