El sanchismo ha caído como ideología y estrategia política tras el informe de la UCO que descubre en su salsa a los colaboradores -¿cómplices?-más directos del presidente Pedro Sánchez. Solo falta por saber el día y la hora en que Sánchez abandonará La Moncloa por la puerta de atrás. Pero ya importa menos; aunque cualquier presidente democrático con un mínimo de vergüenza torera se habría marchado un minuto después de que dimitiera su número dos en el partido y Secretario de Organización, Santos Cerdán, una vez que las grabaciones -se supone que de Koldo- interceptadas por la Guardia Civil, le situaran en el epicentro de una presunta trama de corrupción con adjudicaciones de unos 600 millones de euros. Como el asunto está en los jugados más tarde o más temprano sabremos hasta dónde llegó el fango y quiénes cobraron las comisiones.
Sánchez disimula cuando pide perdón con la boca pequeña, olvidándose de que antes que Cerdán su anterior secretario de Organización, José Luis Ábalos, acabó en el grupo Mixto después de que salieran a la luz los primeros indicios de corrupción en el ministerio que pastoreó, el de Fomento. Santos, Ábalos y Koldo formaron parte del trío del Peugeot, que pilotó Sánchez hasta ganar las primarias a Eduardo Madina, ahora sabemos que con malas artes, y que el propio Ábalos fue el ponente de la moción de censura que echó a Rajoy de La Moncloa ¡para limpiar la corrupción!, argumentó el muy cara dura. Por el libro de Sánchez, Manual de Resistencia, sabemos que fue Koldo el encargado de custodiar los avales de las Primarias y que lo hizo con la misma energía con la que pedía su parte en el reparto de las comisiones, según han develado los audios. Si a esto añadimos otros casos anteriores que han terminado en imputaciones del entorno familiar del presidente y de su fiscal general, nadie puede dudar que el sanchismo cayó este jueves 12 de junio y que ya solo queda por conocer el último capítulo: el que escribirá Pedro Sánchez en los próximos días o meses. Y que todo dependerá del daño que quiera hacer a su país, a su partido y a sí mismo.
A España se la maltrata innecesariamente alargando, sin presupuestos, una legislatura que nunca debió haber comenzado, soportada parlamentariamente por el separatismo y la extrema izquierda. Es muy improbable que los socios de Sánchez voten con el PP una moción de censura, porque un Sánchez cada vez más debilitado, para sus objetivos políticos -una España plurinacional y de estructura confederal, con horizonte republicano- cada vez más están al alcance de su mano gracias a un Pumpido dispuesto a hacer mangas y capirotes de una Constitución de consenso y dejarla en papel mojado; derecho creativo lo llaman. Para un narciso de libro, como Sánchez, todos están equivocados, menos él, y tendrá la tentación de jugar una vez más la carta del muro, él, que ha hecho de la polarización su estrategia, en le creencia de que el electorado de izquierdas seguirá prefiriendo la corrupción y la incompetencia con tal de cerrar el paso a la fachosfera. A la visualización de esa estrategia, o yo o el fascismo, le vendría bien una moción de censura, y por eso Feijóo hace bien en no caer en la trampa que le propone Santiago Abascal, siempre dispuesto a recoger los votos que recibe cada vez que la política española gira a los extremos.
¿Y el PSOE? Para el viejo partido socialdemócrata cancelar el sanchismo es cuestión de higiene democrática; y de supervivencia, como bien sabían los dirigentes que cerraron el paso, en el Comité Federal de 2016, a la deriva que había iniciado el dirigente populista tras ganar de aquella manera sus primeras primarias a Madina. El informe de la UCO es solo el principio, vendrán otros escándalos y conversaciones denigrantes, a medida que los procesos judiciales vayan avanzando, y los imputados sigan el ejemplo de Aldama, que ya canta la Traviata para reducir su pena. Yo no sé si Sánchez y su resilencia de cemento armado lo aguantaría, pero el PSOE seguro que no, y sobre el partido se extendería la sombra de Betino Craxi. Page, el único presidente socialista que le plantó cara a Sánchez, ya había advertido que la celebración con anterioridad de las locales y autonómicas sería perjudicial al interés electoral del PSOE, y ya no digamos tras el informe de la UCO. La única solución responsable que le queda a Sánchez es la convocatoria de un congreso extraordinario en el que anunciara que se retira de la dirección, pero eso difícilmente lo hará un narciso. Y un PSOE desarticulado por efecto de unas primarias que convirtieron al partido en una estructura cesarista, dudo que le obligue a ello. Sánchez se cree Perón, y ya sabemos lo que cantaban los del bombo en la Plaza Rosada.
No es fácil la evolución de cualquier movimiento populista en la que un líder visionario es obligado a dejar el poder, y Sánchez está rodeado de Tezanos, siempre dispuestos a decirle lo que quiere oír. Pero esta vez no hay marcha atrás. El sanchismo ha caído el jueves 12 de junio, gracias al ejercicio de un poder del estado de derecho, la policía judicial de la UCO, que precisamente por eso el régimen sanchista quiere limitar con una reforma bolivariana de la justicia, para sustituir el acceso a la judicatura por el mérito y la libre oposición; y en su lugar inventarse una especie de quinto turno al que pueda manipular el poder ejecutivo. Todo en la línea de esa doctrina sobre el lawfare que Puigdemont y los Oteguis impusieron a un presidente insolvente, que nunca se leyó la Constitución.
Alguien en el PSOE, además de Page, debería decirle que su régimen terminó y que su continuidad solo sirve para acumular descrédito y basura. Porque el informe de la UCO solo es la patita del lobo. Ya verán cuando los Koldo, Cerdán, Ábalos, Leyre y Aldama empiecen a cantar. Y esto es lo que hay.
LA FRASE: “Es más fácil de engañar a la gente que convencerlos de que han sido engañados”, MARK TWAIN, escritor.