Puro postureo. Solo gestos. Incompetencia.

Nunca me ha parecido que Pedro Sánchez tuviera intención de acordar un gobierno con alguien. Solo que algunos de sus partenaires tampoco, como Pablo Iglesias y Albert Rivera. Que andan haciendo la competencia a los leones del Congreso. En su estulticia.

Si Sánchez hubiera ido en serio con Podemos habría pactado un acuerdo de investidura, aunque nos hubiera puesto los pelos de punta en estos momentos de desaceleración económica, que nos llega  por la Ruta de la Seda, pero el presidente en funciones y el aspirante a vicepresidente político se enredaron con una negociación sobre cargos y sillas, hasta que Iglesias descubrió que los ministerios que le ofrecía Sánchez eran  humo. Eso pasa cuando te olvidas de los programas, como insistía el califa comunista Julio Anguita: “¡Programa, programa, programa!” Pero Sánchez no dio opción a Iglesias a que negociaran un programa, porque en el fondo nunca ha visto a Podemos como un partido de gobierno a enseñar por Europa, sino como una izquierda agitadora y populista a la que absorber  para ocupar su espacio político. Y como Tezanos e Iván Redondo le están diciendo que si hay  elecciones en noviembre van a quedarse al borde de la mayoría, ¿ para qué vamos entonces a reeditar los pactos Frankenstein con lo mejor de cada casa si en menos de tres meses todo este lío se puede resolver de un plumazo?  Así que España tendrá que aguantar hasta entonces aunque Xi Jinping y el tarambana de Trump nos pueden meter el PIB y el crecimiento por donde amargan los pepinos.

Sánchez tampoco tuvo la mínima intención de llegar a un acuerdo con Rivera y su partido, porque ni tan siquiera le emplazó a retomar el acuerdo al que llegaron ambos en 2015, lo que habría puesto en aprieto al líder de Ciudadanos, atrapado en una estrategia chapucera copiada del propio Sánchez, cuando dijo “No es no” a Rajoy en similares circunstancias y dimitió de diputado antes que abstenerse.  Rivera cree que si pacta con Sánchez, nunca jamás podrá aspirar al sorpasso con el PP. Y en lugar de despejar el camino,  y poner a Ciudadanos ante sus contracciones,  lo que ha hecho el presidente en funciones es levantar un muro más grande que el de Berlín: pactar el gobierno de Navarra con los nacionalistas vascos y meter en el Ejecutivo de Chivite a una ex parlamentaria de Batasuna, Itziar Gómez,  que nunca condenó el terrorismo cuando  estaba en aquella formación.  Silencio general entre los barones socialistas.  Nafarroa nos espera.

Sánchez tampoco quiso pactar con Casado y el PP, porque esto no es Alemania, somos los más guapos del mundo y aquí no hay ninguna necesidad de llegar a grandes coaliciones entre socialdemócratas y conservadores, porque nos podemos permitir el lujo de estar seis meses con un gobierno en funciones…y tres huevos duros. Casado fue el más honesto de todos: sí aceptó ir a La Moncloa cuando Sánchez le invitó de tapadillo, le ofreció pactos en temas de Estado muy interesantes, pero nunca su abstención. Es decir, un souffle de gran apariencia exterior pero relleno de aire. Y Sánchez lo que quiere es seguir, claro.

Esto es lo que hay. Llevan desde el 28 de abril tocando el rigodón, eso sí, cobrando puntualmente la mensualidad, y al final querrán que lo resuelva un electorado cada vez más cansado, que les puede mandar a esparragar. Así que, por favor, aprueben cuanto antes la segunda vuelta, como en Francia,  porque esto es lo que hay. Puro postureo. Solo gestos. Incompetencia.

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