Miguel Ángel Blanco, un relato necesario

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el acto homenaje a Miguel Ángel Blanco en el 25 aniversario de su asesinato por la banda terrorista ETA [en una pista forestal de Lasarte, José Luis Geresta sujetó a la víctima maniatada por la espalda mientras Francisco Javier García Gaztelu, alias Txapote, le descerrajaba dos tiros a bocajarro, el segundo mortal de necesidad] destacaba la relevancia de este crimen en la lucha contra el terrorismo; fue un antes y un después, ciertamente. Hasta el punto de que casi todos nos acordamos, lo comentó Sánchez, de dónde estábamos en la tarde en que conocimos el crimen del joven concejal del PP en Ermua, un chaval que empezó a ganarse la vida de albañil y consiguió terminar la carrera de economista.

 Recuerdo que era sábado y que iba con la familia al Festival Medieval de Hita. Cuando llegamos a la villa del Arcipreste, la gente no hablaba de otra cosa y casi nadie prestaba atención a lo que sucedía en el palenque. Al teatro medieval apenas se quedó gente. En las horas siguientes, España vivió unas jornadas de rabia como no se recordaba. En la ciudad de Guadalajara, apenas sin organización ni tiempo para que la convocatoria saliera en los periódicos, nuestra capital registró al día siguiente la mayor manifestación de su historia. Entre diez y quince mil personas se acabaron concentrando en una abarrotada plaza Mayor y aledaños. Allí se guardaron cinco minutos de silencio, se gritó contra ETA/HB y se reclamó libertad. Al día siguiente, y sin que hubiera convocatoria previa, unas dos mil personas se manifestaron espontáneamente por el Paseo de Las Cruces, acabando frente al monumento a la Constitución, con gritos contra ETA/HB y se guardaron 5 minutos de silencio. No fueron las únicas manifestaciones contra la barbarie etarra: recuerdo con emoción cómo en esos días, que coincidieron con el fin de semana, las calles de nuestra ciudad rebosaban de gente, como si todo el mundo hubiera decidido perder el miedo y salir a mostrar su indignación; y así se formaban manifestaciones espontáneas, simplemente con que alguien gritara contra ETA y su apéndice político, HB.

Tengo que preguntarme, entonces, si Sánchez se acuerda de dónde estaba la tarde en que mataron a Miguel Ángel Blanco, también sabrá que ninguno de los jefes de Herri Batasuna, que así se llamaba entonces Bildu, reclamaron que ETA no asesinara al joven Blanco. Lo justificaron con los argumentos más peregrinos, como ayer se excusaron por no asistir al homenaje en Ermua: “El acto se hace para homenajear a la monarquía española y a las Fuerzas Armadas Españolas”, fue el estúpido argumento del portavoz abertzale, Arkaitz Rodríguez.

El Decano de Guadalajara de 15 de julio de 1997, con una plaza Mayor abarrotada en protesta por el asesinato de Miguel Ángel Blanco. Foto: Alvaro Díaz-Villamil.

No, Sánchez no debe acordarse en qué lado de la pancarta estaba esa HB, que ahora se llama Bildu, porque no tiene remilgos en pactar con ellos la nueva “Ley de la Memoria Democrática”, que es un intento más de liquidar los valores de reconciliación de  la Transición, volver a la España frentista de buenos y malos,  y que prolonga la mano del franquismo hasta los gobiernos de Felipe González. La explicación es de cajón: si todo lo que sucedió en la primera etapa democrática está contaminado por el franquismo, como la propia Constitución, aprobada mayoritariamente por los españoles, los crímenes de ETA forman parte de la lucha antifranquista y sus ejecutores son unos héroes del pueblo vasco. Por ello, Mari Mar Blanco reivindicó que “se respete la verdad de lo ocurrido, sin perversiones ni intoxicaciones, dejando claro que unos mataban y otro morían”.

Si el Estado Español derrotó a ETA, sin cesiones, ni los gobiernos democráticos aceptaron chantajes en los secuestros de Miguel Ángel Blanco o de Ortega Lara (exigieron en días el reagrupamiento de los presos etarras en el País Vasco), la democracia española no puede perder la batalla definitiva del relato cuando la inmensa mayoría de los casi novecientos crímenes de ETA se cometieron en democracia y alentados por los que, ahora, dan soporte a Sánchez para que acabe la legislatura [no olvidemos las palabras de Otegui cuando reconoció que su problema eran los presos de ETA y que si para su liberación había que aprobar unos presupuestos, pues se aprobarían].

Por todo ello, en estos momentos de incertidumbre se agradecen todavía más las palabras del rey Felipe VI, quien como en el golpe del 1 0 en Cataluña, ejerció de manera impecable su encomienda constitucional, muy por encima de la clase política: “Sigamos perseverando, para que lo vivido no caiga en el olvido; para que la unidad nos convoque en torno a nuestra historia reciente; para que el espíritu de Ermua nos recuerde el valor de la paz, de la vida, de la libertad y de la democracia”. En una España donde los libros de texto pasan de puntillas en el relato de aquellos años de plomo y sobre lo que pasó aquel fin de semana de julio de 1997, o lo atribuyen a un conflicto político entre Euskadi-España,  son especialmente necesarias las palabras del Rey cuando nos advierte: “No nos podemos permitir que haya generaciones que ignoren lo que pasó en esos dolorosos días de nuestra historia; que no sepan y  por qué se unió nuestra conciencia colectiva; que desconozcan algo que contribuyó a asentar nuestra convivencia o el masivo movimiento que hubo en España tras un asesinato que marcó nuestra vida democrática”.

Palabra de rey constitucional. Quién nos lo iba a decir, que 25 años después, los que secundaron este crimen, ni quieren condenar los casi novecientos que perpetró la banda, ahora son socios parlamentarios del actual gobierno de España. Y luego se preguntan algunos por qué perdieron en Galicia, Madrid, Castilla y León y recientemente en Andalucía.

No me extraña que Page diga que se lo está pensando y se haya dado de plazo hasta navidades para anunciar si se presenta. Yo creo que lo hará, pero antes se deberá cuidar de no dejar pasar a Sánchez de Illescas. Porque este hombre no tiene límites…

P.D. Algunos se preguntan qué quiso decir Sánchez con este mensaje, que lo llevaba por escrito, por lo que no era ninguna improvisación: “Hoy, España y Euskadi son países libres y en paz”.

Así que esas tenemos: Hoy, no ayer, España y Euskadi, dos estados soberanos -en pie de igualdad, se supone- han logrado la libertad y la paz, que no lo consiguieron gobiernos anteriores, ni ese estado de derecho que derrotó a ETA, ni la Constitución de 1978 que alumbró la Transición desde la dictadura. La paz y la libertad, se ha conseguido, “hoy”, se deduce que por este gobierno presidido por ese genio de la política llamado Pedro Sánchez, capaz de llevar a las Cortes una Ley con Bildu en el 25 aniversario del asesinato de Miguel Ángel Blanco… O los tiene cuadrados y ya le da igual todo, incluso lo que le pueda pasar al PSOE  en las Municipales y Autonómicas de 2023. O ya está blanqueando un pacto con los bilduetarras,  al estilo del de Navarra, para las siguientes elecciones vascas, y eso pasa por asumir el lenguaje de los soberanistas. Esto es lo que hay.                             

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