La subida de la vivienda y el nuevo POM

Guadalajara cerró el año con una noticia que es más buena que mala, aunque también tiene efectos indeseables sobre los que se puede actuar. La ciudad de Guadalajara fue la capital de España donde más subió el precio de la vivienda, ya que lideró el ranking con un incremento anual del 16,8% respecto al cuarto trimestre de 2022, según la tasadora Tinsa. Un dato: en el conjunto de España se incrementó el valor de la vivienda la mitad que en Guadalajara en un contexto de desaceleración, aunque ese frenazo no es homogéneo entre las capitales españolas.

El aumento del precio de la vivienda es bueno para los miles de propietarios (los injustos paganos de la última subida del IBI para equilibrar el presupuesto municipal) y para la economía en general, porque dinamiza otros sectores muy conectados en el comercio y la industria. En el caso de Guadalajara, tal incremento se debe fundamentalmente al efecto Madrid y a que su célebre mancha de aceite del mercado inmobiliario ha sobrepasado con creces a otras ciudades dormitorios, y se ha extendido hasta Guadalajara. En Madrid, el precio de la vivienda nueva y de los alquileres están por las nubes, inaccesible para el ciudadano medio, y eso explica que el demandante empieza a buscar soluciones en las capitales de su área metropolitana. Alcalá de Henares, una ciudad de gran crecimiento residencial, es un ejemplo de ello, pero ahora la  explosión también afecta a la capital alcarreña, beneficiada por la energía que irradia el Corredor del Henares, tal vez el polo de desarrollo más importante de España. En Guadalajara, solo hay que ver que los edificios que se quedaron a medias en la crisis financiera de 2008 se han terminado y que las agencias inmobiliarias, que prácticamente desaparecieron de nuestras calles, vuelven a operar con éxito. Eso significa que la demanda se ha reactivado, lo que es positivo, pero tiene también sus inconvenientes: que el precio de los pisos se encarece para unas generaciones jóvenes que no tienen unos sueldos competitivos como los de la generación de sus padres cuando en Guadalajara era el sector industrial el que tiraba de la ciudad. Ahora es la logística la que ha tomado el relevo de la industria y aunque genera mucho empleo no llega a la calidad y retribuciones de los años setenta y ochenta.


El crecimiento de la ciudad contrasta con el declive imparable de su caso histórico, la asignatura pendiente de todos los ayuntamientos. En la fotografía, tres comercios situados en menos de 50 metros cuadrados anuncian el cese de su actividad sin tener un relevo garantizado. /GUdiario.

En este escenario, me preocupan dos cosas. Una es que no aprovechemos ese impulso para rehabilitar el casco histórico, porque siguen siendo demasiados los solares sin edificar -sobre un centenar-, que esperan a un promotor. En una economía de mercado son los promotores los que tienen que tirar del carro, pero no es menos cierto que las administraciones, sobre todo la local, deben implementar unas políticas que hagan más atractiva la inversión en nuestro casco. Es notorio que en los últimos treinta años no se ha dado con la tecla, a la vista está, y que incluso actuaciones cuasi revolucionarias, como son los Paes, han dado menos de sí de lo esperado, como delata ese edificio Maragato, que nunca se acaba de construir. Darse un paseo por el centro de Guadalajara te lleva a la melancolía. Cada día hay más comercios cerrados y parece que todo hijo de vecino ha pensado en jubilarse; y que nadie está dispuesto a dar el relevo a esas generaciones de autónomos que han decidido tomarse un merecido descanso. ¿Por qué será? En 50 metros cuadrados en torno al callejón de los Guardias (en el callejero oficial,  Miranda) hay tres zapaterías que echan el cierre y ofrecen sus locales en venta o alquiler. Por ahora, sin éxito. 

Pero además de debatir y concretar qué otras medidas, empezando por la fiscalidad, debería tomar el ayuntamiento (y la comunidad autónoma, con competencias transferidas) de cara a presentar planes atractivos para la rehabilitación de viviendas en el casco antiguo, no se puede demorar más una pensada sobre el futuro del urbanismo de Guadalajara. Por dónde debe crecer la ciudad; si ha llegado el momento de saltar la A-2  y calificar en su margen derecho suelo residencial; dónde iría el nuevo suelo industrial; qué tipo de urbanismo debería tener  Guadalajara para ser competitiva en la mitad del siglo XXI… En resumen, qué queremos hacer con esta ciudad cuyo gran activo es que está inmejorablemente situada en la conurbación de Madrid y que no puede permitirse perder el tren del futuro. Aunque en la política actual – y con el ejemplo de Pedro Sánchez, más- no se va más allá del día a día y no se practica la política de luces largas, sino el cortoplacismo populista, ya va siendo hora de que el Ayuntamiento empiece a pensar en poner en marcha el avance del Plan de Urbanismo para que la falta de suelo tanto en vivienda privada como púbica, no nos lleve a situaciones indeseables como las vividas en el último tercio del siglo pasado en que faltó suelo hasta que el nuevo POM se decidió a crecer hacia Aguas Vivas. Las casas han llegado hasta la Ronda Norte, que es el cierre perimetral por Taracena del actual POM en vigor, hasta el punto de que el único terreno disponible que tenía el Ayuntamiento para que se construyera el nuevo cuartel del GEO está ya lindando con esa infraestructura viaria. Un Plan de urbanismo es tarea para tres corporaciones locales, como mínimo, y para la sociedad entera, ya que en él deben participar no solo el ayuntamiento sino los agentes sociales, colegios profesionales, propietarios, empresarios, sindicatos y el vecindario en general. Y parece llegado el momento de iniciar su proceso, con la adjudicación a un equipo redactor, antes de que el progreso nos arrolle, como pasó en los años ochenta. Y es que esto es lo que hay.   

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