La provincia de Guadalajara afronta un inmenso desafío para el segundo cuarto de siglo que está a punto de iniciarse. Las estimaciones del INE sobre crecimiento de la población (2024-2039) nos devela que Guadalajara estará entre las cinco provincias de España con mayor crecimiento, siendo el suyo el más alto de Castilla-La Mancha, ligeramente por encima de Toledo; mientras que el resto de la región se mueven muy poco hacia arriba. Todo esto es debido a que Madrid actúa como locomotora del crecimiento y son las provincias de su entorno las que más se benefician de ello. El mapa de España presenta una proyección de población muy desigual. Se aprecia claramente que todo el corredor costero que va desde Gerona hasta Málaga (se frena en Cádiz) apunta a un alto crecimiento poblacional, mientras que en el interior solo resiste con nota Madrid y su área de influencia; y un poco Zaragoza y las capitales vasco-navarras. Extremadura, noroeste de Castilla y León, Asturias y Lugo presentan una preocupante decadencia, con saldos negativos.
En lo tocante a Guadalajara, hasta 2039 podríamos crecer en torno al 25%, empujados por esa cercanía a Madrid, que es buena en términos de dinamización de la economía pero que plantea también sus problemas. Así sucede con la vivienda, porque son cada vez más los madrileños que allí laboran y que tienen su domicilio en Guadalajara, atraídos por sus mejores precios. Solo hay que pasarse por las inmobiliarias para comprobar que la oferta de vivienda está en retroceso, tanto en venta como en alquiler, mientras que la demanda va en aumento por parte de esos nuevos vecinos que llegan a la provincia. Asuntos como el nuevo Plan de Urbanismo de Guadalajara, que debería haberse iniciado en la legislatura anterior, no se pueden retrasar por más tiempo, porque estamos hablando de unos trámites que durarán dos mandatos municipales; y requieren tanto de prolijos estudios técnicos como de la participación ciudadana. Y habrá que abordar muchas cosas, por ejemplo: ¿Es inevitable que una vez que la expansión ha llegado hasta las puertas de Taracena, por la Ronda Norte, no habrá más remedio que habilitar también para usos residenciales el margen derecho de la A-2, desde el Ferial Plaza hasta más allá del Hospital, e integrar este nudo de comunicaciones en la ciudad, como ha hecho Alcalá de Henares saltando la A-2 hacia los Espartales? Por algún despacho ministerial estará el proyecto de la variante de la A-2 para salvar Guadalajara, que un gobierno como este, poco amigo de las infraestructuras, difícilmente acometerá.
Después de que la ciudad ha consumido los nuevos desarrollos que el primer ayuntamiento democrático de Javier Irízar inició con Aguas Vivas, nos llega otra época en que el municipio necesita viajar con luces largas y no solo preocuparse de la gestión diaria. Es el reto del actual ayuntamiento.
Es extraordinariamente importante subrayar que esas previsiones de crecimiento que el INE adjudica a la provincia de Guadalajara (en 2028 pasaremos la barrera de los 300.000 vecinos y se ganará un 21,7% de población) no descansa sobre su población nativa (los de Guadalajara de toda la vida han decidido no tener apenas descendencia) sino en el aporte de la inmigración, que en Guadalajara será mayor a la media española. En 2024, los residentes extranjeros son el 20% de la población total (en España es el 18,1%) pero este porcentaje aumentará de forma exponencial hasta llegar al 30,3% en 2039, uno de los índices más altos de toda Europa y que supera a los de países, como Francia, con una larga tradición de acogida de inmigrantes. Lo positivo para nuestra economía es que entre esa inmigración hay un alto porcentaje del tramo de edades laboralmente activas (entre 25-44 años), lo que asegura un crecimiento sostenible y una mano de obra que no tendrán otros territorios. En ese escenario crecerá el PIB provincial y el consumo, lo que redundará positivamente en el comercio y los servicios. Eso sí, siempre que esos inmigrantes puedan trabajar legalmente y aportar con su trabajo a la sociedad de acogida, porque si ese flujo migratorio no va acompañado de una incorporación al mercado de trabajo, tendremos un problema social muy importante. Ese es el gran desafío para la Guadalajara que viene, aunque no el único. Los nuevos vecinos se incorporan a una sociedad europea que tiene unos valores democráticos y una libertad personal a preservar más allá de cualquier creencia religiosa o de costumbres. Sin integración habrá conflicto.
Por último, la sociedad que viene, que ya está aquí, plantea la necesidad de establecer una discusión pública sin prejuicios sobre las implicaciones a largo plazo para las sociedades envejecidas en términos de integración, ajuste del mercado laboral y poder mantener la protección social. Esto es lo que hay; y esto lo que habrá. La cifra de inmigración en Guadalajara se mantendrá, según los cálculos del INE, por encima de los 5.000 inmigrantes hasta el año 2030. Después iniciará un leve descenso.