Diario alarmado: 29-A. ¿El plan?

Lo más inteligente de largo que he escuchado sobre el Covid-19 ha sido en boca de un alcarreño, el profesor de Finanzas de la IMD, Arturo Bris. Hemos publicado un resumen de la webimar que organizó con él la Universidad de Deusto, así que allí pueden encontrar todos los detalles. El paisano precisa que el desconfinamiento basado en pruebas test, como sucedió en Corea o Alemania, no es posible hasta que se hagan test suficientes y sean fiables. Pensé inmediatamente en ello al ver la intervención, ayer, de Pedro Sánchez para explicarnos las tres fases de desconfinamiento (que en  realidad son cuatro) y que por lo confuso de la exposición me recordó a un discurso de Groucho Marx (¿ningún asesor le va a pasar una comparecencia de Ángela Merkel, que en diez minutos te lo resume primorosamente y lo entiende hasta un servidor, que no sabe alemán?). Así que visto lo visto,  encargué una novena virtual a la Virgen de la Antigua, sabiendo que el primer estudio epidemiológico del ministerio de Sanidad (el que que hace con encargo a las autonomías) empezó ayer y pasarán semanas hasta que tengamos la primera radiografía sobre la incidencia de la pandemia. También recordé otra conclusión de este alcarreño profesor de Yale cuando advirtió a la audiencia internacional que si en cuatro semanas de confinamiento a partir del 11 de mayo se espera que mueran 8.130 personas (290 personas al día) es mejor esperar a iniciar el desconfinamiento. Pues bien, la cifra de muertos, hoy, 29 de abril, ha repuntado ligeramente a 325 y ya superan los 24.000. Dado que estamos 35 muertos por arriba, como segmento de riesgo creí conveniente encargar otro cirio pascual, que da más llama y presencia, y mandar a esparragar -que falta hace- a todo al que me venga con discursos populistas de estilo: “Lo único importante es la salud”. Mentira, si así fuera estaríamos todos confinados hasta encontrar la vacuna, pero eso nos costaría un 50% del PIB, 500.000 millones de euros o 11.500 euros por persona, solo hasta final de año. Así que empiecen por decir la verdad a los ciudadanos, que están demostrando su madurez, no a tratarlos como a niños, y como se preguntó el profesor: ¿Se aducen razones científicas pero en realidad son económicas? La respuesta que dio es: “Sí”.      

Arturo Bris

Tras la intervención de Sánchez, ayer, hay un presidente de Gobierno que está reconociendo que hay que desconfinar lo más pronto posible, porque España no puede aguantar más al estar ante una recesión de “extraordinaria dimensión” (textual). Pero el problema es que se ha hecho sin haber terminado el estudio epidemiológico que debería ser el vademécum para graduar esa desescalada. Y cuando todavía a estas alturas hay una gran parte de ese «personal esencial» al que todavía no se ha realizado un test ¿?, o están los que presuntamente han pasado la enfermedad en casa y ahora no saben a qué carta quedarse. Por no hablar de los detalles de esas medidas, que están pulidas a hachazos. ¿Cómo diablos se las van a apañar los millones de familias que deben de acudir al trabajo -el que no lo haya perdido- si la escuela Primaria no ha abierto sus puertas, a pesar de que los niños son los menos afectados por el virus? ¿Otra vez se los enviamos a los abuelos, a los que el Covid-19 está diezmando sin piedad, como reconocen hasta las cifras oficiales?

Sería muy prolijo entrar en detalles sobre lo que sabemos, que es todavía poco, de las distintas fases de eso que llaman desescalada, y que se ha iniciado cuando el virus todavía está escalando en contagios y mortandad, por mucho que la tendencia se esté frenando, el sistema sanitario va camino de normalizarse y las altas progresan adecuadamente. En muchos sectores habrá que dar numerosos retoques, singularmente en la hostelería que no ve viable abrir en estas condiciones. También hay serias dudas de que se pueda salvar algo de la temporada turística, entre las restricciones impuestas y el temor de una clientela tan deseosa de salir de casa como preocupada por dónde puede venir el puñetero virus. Otros criterios, como reducir el marco de actuación a la provincia, y establecer cautelas para desagregar alguna comarca de ella tiene todo el sentido. Si algo ha demostrado esta crisis es que las fronteras autonómicas no frenan el virus y que si Madrid y las autonomías limítrofes no se coordinan, la estampida hacia los pueblos del entorno de la metrópoli se podría repetir con las mismas funestas consecuencia que ese día en que Madrid mandó a los alumnos a su casa mientras en Castilla-La Mancha seguían en los colegios.       

Tiene razón el presidente Sánchez en que para esta enfermedad nadie nació entrenado; pero el problema se agrava cuando los planes y estrategias que van al Congreso ni siquiera se consultan a los principales partidos de la oposición -a los que luego se les exige el respaldo-, o en esos comités de asesores en los que hay más políticos que científicos de prestigio. O en vez de reclamar, cuidar y organizar la asistencia de numerosas empresas españolas que están entre las primeras del mundo en capacidad logística y gestión, algunos revolucionarios de opereta se han dedicado a ensuciar su nombre y a presentarlos como “enemigos del pueblo”. ¿Les suena?

Termino con esta reflexión incorporando la de otro alcarreño ilustre, en este caso Nacho Cardero, director de El Confidencial,  sobre esa aversión que tienen algunos por la sociedad civil libre más allá de la pancarta: “Siguiendo el ejemplo de Italia, donde Vittorio Colao, ex consejero delegado de Vodafone, encabeza el grupo de expertos (gestores, economistas, psicólogos) que asesoran al Ejecutivo transalpino para salir de la pandemia, uno no puede dejar de preguntarse qué hubiera pasado en España si al frente de la gestión de la crisis hubieran estado gestores como José Ignacio Goirigolzarri [Bankia] o Pablo Isla [Inditex] en vez de políticos como Sánchez, Iglesias, Illa o Simón. La ucronía para el lector resulta algo más que sugerente”.

Esto es lo que hay. Dicen que es un plan. Pero sujeto a tantas variables que es como la lotería.  Que también dejó de funcionar. ¿Así como nos va a tocar algún premio?

Diario alarmado: 22-A. Test, test y más test

Llegados a este punto en que la pandemia empieza a estabilizarse, aunque hoy mismo se producían 435 nuevos fallecimientos por covid-19 con lo que son ya 21.717 personas las que han perdido la vida oficialmente a causa de la enfermedad en España, lo que reclama todo el mundo son test para poder dar un paso adelante con garantías. Ya no solo estamos hablando de unas cifras de mortandad escalofriantes, que las televisiones digieren con pasmosa naturalidad, sino que además va emparejada a una crisis económica que tiene también su escalada -en este caso-, en función del tiempo es que tarde en recuperarse la actividad económica. El informe del Banco de España, con una metodología basada en la oferta, advierte que la caída del PIB de este año se situaría entre el 6,6 y el 8,7 % si el confinamiento dura ocho semanas -en función de si la actividad se normaliza tras el confinamiento o a final de año- y en el 13,6 % si dura 12 semanas, un escenario en el que ocio y hostelería no lograrían recuperar la normalidad ni siquiera al cierre del ejercicio.

Ante este panorama han calado hondo las previsiones de los expertos, entre ellos el propio director general de la OMS que para luchar contra el coronavirus lo que ahora hacen falta son test, test y más test. La actualidad de hoy está plagada de demandas de test: los sanitarios, los funcionarios que volverán pronto al trabajo presencial, trabajadores y residentes… A pesar de que llevamos 39 días de alerta, la realidad es que los test escasean y que estamos lejos de países como en Corea del Sur donde se hicieron tratamientos de choque con 22.000 pruebas diarias. En Castilla-La Mancha llevamos algo más de 44.000, en una comunidad que tiene más de dos millones de habitantes, y eso que sus portavoces recalcan que es la región que más test ha hecho en función de su población. Es imposible saber cuántos test se han realizado en España, como tampoco conocemos cuál es la incidencia real de la enfermedad hasta que se haga el anunciado estudio epidemiológico del Gobierno. Pero sí nos consta que incluso a los héroes de verdad que luchan en primera línea (sanitarios, fuerzas de seguridad, bomberos, transportistas, empleados de supermercados, agricultores… todos los sectores esenciales que han seguido trabajando para que España pudiera seguir comiendo y no se desatara el caos) apenas a unos pocos se les ha realizado el test. La gran mayoría siguen esperando. Con lo que si los que están en la avanzadilla de la pandemia todavía no saben si han pasado la enfermedad y cuál es su situación, mucho me temo que la recomendación de la Organización Mundial de la Salud (OMS) va para largo. Me lo repite un familiar cada vez que hablo con él y que aparentemente ha pasado la enfermedad en su casa, porque ha tenido todos los síntomas:

-¿Pero a mí cuando ve van a hacer un test para saber si soy o no positivo, y si contagio o no cuando salga a la calle?

De momento, no hay respuesta. Como cuando esta mañana preguntamos a las autoridades sanitarias sobre cuándo estarían en condiciones de hacer test a todos los residentes y trabajadores de centros socio-sanitarios de Castilla-La Mancha. Lo hacíamos al hilo de la decisión del Ayuntamiento de Trillo de contratar test a través de un laboratorio privado para los 121 ancianos y personal de la residencia trillana, de titularidad municipal, y en contra del criterio del Sescam. Pero hay que ponerse en la piel del alcalde de Trillo, que teniendo posibilidad y recursos, haya preferido destinarlos a sus residentes aun a riesgo de parecer políticamente incorrecto ante el resto de ayuntamientos que no están en su situación. Pero esto es lo que hay: Antes está la iglesia que sus santos, se suele decir en el campo castellano.

Por favor: más test.

Diario alarmado: 18-A. Sí al pacto en sede parlamentaria

Lo que a continuación escribo en este post vale también para los nuevos pactos de La Moncloa que según parece quiere (tengo mis dudas) Pedro Sánchez (de Iglesias no tengo ninguna duda, no los quiere), pero a ello ya me he referido en artículos anteriores. Hoy me quiero ocupar de la propuesta de Emiliano García-Page para realizar una versión regional de esos nuevos pactos de la Moncloa, y empiezo por lo que debería ser el final de la argumentación: sí, son necesarios y convenientes, se deberían negociar con luz y taquígrafos en las Cortes regionales, que deben recuperar cuanto antes su actividad plena (¿por qué puede un obrero de la construcción ir al  tajo y los parlamentarios no celebrar un pleno con las mismas medidas de seguridad?) con lo que podríamos estar hablando de los Pactos de San Gil, en honor al antiguo convento que acoge nuestras Cortes regionales.

Jamás Castilla-La Mancha ha tenido una situación tan difícil, la peor desde la Guerra Civil. Es así que el sentido de la propia comunidad autónoma es lo que se pone a prueba; y eso en una región despegada de cualquier nacionalismo, solo se medirá por la eficacia de su actuación ante la doble crisis: sanitaria y económica.

Sí, soy partidario de unos pactos para la reconstrucción que implique  a las fuerzas parlamentarias allí representadas, las administraciones locales y provinciales y los agentes sociales, porque desde que se inventó Castilla-La Mancha dentro de ese complejísimo estado de las autonomías (cuya relación con el Estado deberá revisarse a raíz de lo ocurrido), jamás ha tenido una situación tan difícil, la peor desde la Guerra Civil. Es así que el sentido de la propia comunidad autónoma es lo que se pone a prueba; y eso en una región despegada de cualquier nacionalismo al margen del español, solo se medirá por la eficacia de su actuación ante la doble crisis: sanitaria y económica.

Primero nos toca terminar de abordar la gestión de una pandemia, que cogió a su gobierno de manifestación, y a todas las administraciones sin la preparación adecuada. A todas. Ello ha llevado consigo grandes dosis de improvisación en unos primeros momentos al comprobar cómo la cuarta economía de Europa carecía de las mínimas reservas estratégicas de material sanitario. Y así nos ha ido con la escalada de contagios. La parte positiva es que los españoles improvisamos bien (ahí está el caso del IFEMA en Madrid o la notable reconversión que se hizo en el Hospital de Guadalajara para que no se colapsara) , y en un corto espacio de tiempo las administraciones se han ido haciendo con las riendas de la crisis y aunque esto va para muy largo (hasta que no se generalicen los test rápidos y finalmente se encuentre la vacuna), el número de ingresos en los hospitales ya es más bajo que el de las altas. Pero aun así, las administraciones (especialmente la autonómica) deberán seguir incrementando la factura sanitaria (en Castilla-La Mancha se han contratado a unas 4.000 personas), porque los hospitales se irán normalizando y los profesionales sanitarios que pasaron a formar partes de equipos multidisciplinares con la crisis tendrán que ir regresando a sus consultas, que fueron suspendidas, con lo que no quiero ni imaginarme hasta donde llegarán las listas de espera si no se establecen unos contundentes planes de choque. Por no hablar de que si hay que parar alguna inversión (o mejor algún gasto ordinario), es a costa de relanzar obras como las del hospital de Guadalajara, que la crisis ha demostrado ser insuficiente para atender una emergencia.

Todos queremos que de esta salida de la crisis nadie se quede fuera, pero para ello hay que olvidar cualquier tentación populista y recordar que cualquier dinero público ha sido antes privado, porque proviene de los impuestos de empresas y trabajadores.

La consejera portavoz, Blanca Fernández, se refirió recientemente a que con este Plan de Reconstrucción se quieren blindar los servicios públicos, porque no se puede volver a los recortes ni en sanidad, ni en bienestar social, ni en dependencia, extremos con lo que todos estamos de acuerdo y especialmente porque esta crisis ha castigado con crueldad a nuestros mayores, con lo que lo primero que habría que revisar son todos los protocolos que existen en las residencias sociosanitarias españolas. El último dato de mortandad que aportó el consejero de Sanidad al sumar los sospechosos con los fallecidos oficiales por COVID-19 es escalofriante: 1.573 muertos, hasta hoy.

Todos queremos que de esta salida de la crisis nadie se quede fuera, pero para ello hay que olvidar cualquier tentación populista y recordar que cualquier dinero público ha sido antes privado, porque proviene de los impuestos de empresas y trabajadores. Y si se derrumba la recaudación no hay manera de garantizar nada.  En ese sentido habrá que perfeccionar más las medidas ya esbozadas para que los autónomos y pequeñas empresas puedan levantar el cierre cuando se levante el estado de Alarma, y no digamos de los sectores como bares, restauración y turismo, porque nadie sabe cuándo podrán hacerlo y en qué condiciones. No olvidemos que la crisis que va a golpear a todo el mundo, y especialmente a Europa, en España se agrava por el gran peso del turismo en el PIB (12,3%, se generaron 2,62 millones de puestos de trabajo, el 12,7% del empleo total según datos de 2019), lo que necesitará de la UE de ayudas específicas. Para todo hace falta dinero, y el asunto es que sería un disparate fiarlo solo a la emisión de deuda, porque acabaríamos como Argentina, sin poder pagarla. Solo en Castilla-La Mancha la portavoz se refirió a que se establecerá una dotación económica que supera los 220 millones de euros, la mitad de los cuales, algo más de 110 millones de euros, recae sobre los presupuestos regionales de este año.

En Castilla-La Mancha se han llegado a perder en 15 días de marzo 12.271empleos y todavía no sabemos cómo cerrará abril. Y hay 78.613 personas afectadas por ERTEs, de los cuales 8.176 son de Guadalajara.

Corresponde al Gobierno regional traer a la negociación la arquitectura de ese Pacto para la Recuperación, después de unas rondas preliminares con los potenciales firmantes. Y a los demás exigir que ese compromiso económico se refleje en el Presupuesto de 2020, que será necesario reformar, así como partidas que llegarán hasta el último presupuesto de la legislatura.

El panorama es suficientemente grave como para que nadie cuestione la necesidad de llegar a acuerdos sobre cómo podemos enfrentarnos a este cuadro económico que nos deja la pandemia con los menores daños posibles. Y aunque en Castilla-La Mancha hay un gobierno con mayoría suficiente como para aprobar cuantas leyes estime oportuno, se estaría mandando un esperanzador mensaje de unidad si lo hiciera con el respaldo de los partidos políticos y de su sociedad. Page tiene una ventaja: en San Gil se quedaron fuera los partidos frentistas en los que no está en su ADN los pactos trasversales, por lo que no debe dejar pasar la oportunidad. Tampoco los partidos de la oposición deberían asumir papeles que no se corresponden con fuerzas políticas moderadas. Quien crea que se puede sacar rédito de una crisis tan profunda se equivoca: pero si hay alguien que puede beneficiarse son los extremos, los que cuestionan la Constitución de 1978, como ocurrió en la Alemania de los años treinta tras la hiperinflación de la República de Weimar o antes con en el declinar de la Rusia zarista.

Cortes de Castilla-La Mancha en el antigo convento de San Gil

Corresponde por tanto al Gobierno regional traer a la negociación la arquitectura de ese Pacto para la Recuperación, después de unas rondas preliminares con los potenciales firmantes. Y a los demás exigir que ese compromiso económico se refleje en el Presupuesto de 2020, que será necesario reformar, así como partidas que llegarán hasta el último presupuesto de la legislatura. Esta demanda de la oposición es perfectamente lógica, como que los pactos profundicen también en materia fiscal para que las ayudas sociales no sean a costa de políticas activas de empleo. Porque estaríamos haciendo lo de Abundio y sus famosos cordones. También la oposición debe entender que este no es el momento para comisiones de investigación (y con ello no estoy diciendo que descuide sus tareas de control del gobierno), pero ahora el Gobierno regional no debe perder un minuto en pensar cómo salimos de esta. Y cuando lo consigamos ya tendremos tiempo de exigir responsabilidades en comisiones no solo que aborden la eficacia de los gobiernos sino cómo podemos aprender de países como Finlandia (que tiene reservas estratégicas útiles en las ciudades más importantes) o qué clase de industria nos ha quedado en España que hay que ir a China hasta para comprar una mascarilla que no vale ni medio euro. La salud y la economía de España no se puede comprar en un chino del todo a cien. Con todo mi respeto para ellos, porque no engañan a nadie.

Esto es lo que hay. ¿Seremos capaces en Castilla-La Mancha de establecer el marco menos malo para salir de esta pesadilla? ¿O jugamos a Tebas y Rubiales, como en el fútbol?

Diario alarmado: 14-A. Sin guantes y mascarillas

Cuando a principios de enero empezaron a llegar los primeros signos de que el exótico virus COVID-19 que se extendía por China amenazaba en acabar siendo una pandemia global comentamos en casa la posibilidad de comprar guantes sanitarios de goma y mascarillas de protección, pero al final no lo hicimos porque no queríamos convertirnos en unos compulsivos acaparadores. Por entonces, yo todavía me fiaba más de los portavoces oficiales, y recuerdo una intervención del doctor Fernando Simón, el director del centro de Emergencias del ministerio, que en un primer momento minimizó la capacidad de contagio del virus [«España no va a tener, como mucho, más allá de algún caso diagnosticado»], e incluso semanas después, justo un día antes de la manifestación del 8-M, que yo cubrí para Guadalajara Diario, preguntado si recomendaba no asistir, lo dejó al buen criterio de cada cual. No fue Simón, más político que médico, el único que nos confundió: la Organización Mundial de la Salud (OMS) todavía rechazaba en un informe fechado el 30 de marzo, casi ayer, el uso de las mascarillas por parte de la población sana que no esté en contacto con pacientes. Y no fue hasta que se declaró el estado de Alerta cuando, ingenuo de mí, fue a preguntar a una farmacia por las mascarillas.

-Hace mucho tiempo que no disponemos de ellas-, me respondieron.

-¿Y guantes protectores?-, pregunté.

-Tampoco, lo siento. Solo le puedo servir higienizante de manos.

Sánchez y el ministro de Sanidad, con mascarilla.

Fueron pasando los días y esos mismos portavoces empezaron a cambiar su discurso. El 3 de abril, el ministro de Sanidad, Salvador Illa, reconocía que el Gobierno está barajando la posibilidad de recomendar a la población el uso de mascarillas para salir a la calle, si bien se curaba en salud al añadir que todavía no puede confirmar si se va a adoptar esta medida. Y ese mismo día, todo me quedó meridianamente claro al ver a Pedro Sánchez luciendo una mascarilla en su visita a una de las pocas fábricas españolas de material de protección, después de haber decidido encomendar nuestros servicios esenciales a China. Y era el presidente Sánchez el que afirmaba, sin inmutarse, que el Gobierno garantizará la provisión de mascarillas y geles hidroalcoholicos, y «controlará que no haya un aumento del precio». A partir de entonces, terminaron las mentiras piadosas con las macarillas, para que no nos preocupáramos por carecer de ellas, y ya se admitía la conveniencia de su uso. Y el día 6 de abril, se publicaba una Guía de Actuación para Personas con Condiciones de Salud Crónicas y Personas Mayores en situación de confinamiento con las pautas para utilizarlas. Y cuatro días después, el 10 de abril, ese gran filósofo que es el ministro de Sanidad descubría en público la pólvora: aseguró que el Gobierno de España recomienda el uso de mascarillas reutilizables en los trayectos para desplazarse a los puestos de trabajo en los que pueda haber aglomeraciones, y por eso las distribuirá a partir del lunes de Pascua en estaciones de metro y cercanías. En Guadalajara, ayer y hoy el gobierno de España está repartiendo 54.000 mascarillas destinadas fundamentalmente a aquellos trabajadores que tengan más complicado mantener la distancia de seguridad en sus desplazamientos por motivos laborales. Y el gobierno regional ha anunciado la compra de casi 22 millones de mascarillas. Teniendo en cuenta de que la mayoría de las mascarillas que se reparten no son reutilizables, que en Guadalajara somos 254.000 habitantes y unos 2 millones en Castilla-La Mancha, y que esto va para muy largo nos van a hacer falta todavía algunos millones más de mascarillas. La buena noticia es que se anuncia para esta semana la llegada de nuevo material a las farmacias.

El Mulhacén, el pico más alto de la península.

Si hay suerte, a lo mejor podré dejar de usar cuando salga al Mercadona la mascarilla de tela que nos fabricamos en casa por creer a los piadosos portavoces del Gobierno; y no acaparar. Nos la confeccionamos con un pañuelo que ponía Sierra Nevada, y cada vez que me la pongo (después de haberla lavado), me evoca tiempos mejores como son ver Granada desde el Veleta y no digamos ya si miras atrás y te quedas extasiado con el Mulhacén (3.482 metros), el pico más alto de la península ibérica, uno de los más genuinos paisajes invernales de España. El día que salgamos enterraré mi mascarilla en Sierra Nevada. O mejor la quemo. Esto es lo que hay por hoy.

Diario alarmado: 10-A. ¿Unos pactos de la Moncloa?

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, reiteró ayer en el Congreso su llamamiento a unos nuevos pactos de La Moncloa: “Todos estamos llamados a esos pactos. ¿Están dispuestos? Yo lo estoy», enfatizó tras precisar que en ellos deberían participar, además de las fuerzas políticas, los agentes sociales y las Comunidades Autónomas. ¿Tiene algo que ver la crisis actual con la que dio lugar a esos pactos de La Moncloa firmados el 25 de octubre de 1977? Sí en una cosa, y no en todas las demás.

¿Está el gobierno de Sánchez, en el que se integran los neocomunistas de Podemos, y con unos socios de investidura que ni tan siquiera apoyan el estado de alarma, porque les molesta ver un soldado montando un hospital de campaña, en condiciones de afrontar la crisis más profunda desde el crash bursátil de ese Jueves Negro de 24 de octubre de 1929 en Wall Street que terminó en la Gran Depresión?

Sí”: Los pactos de la Moncloa se firman para atajar una crisis económica desencadenada por una inflación galopante, que llegó hasta el 27%. La peseta había perdido el 30%  de su valor, el crédito estaba estrangulado y hasta los préstamos oficiales para vivienda protegida se daban al 15%  de interés como media. En plena Transición, con un gobierno de Adolfo Suárez con poco margen de maniobra (165 diputados), había serio riesgo de identificar democracia con ineficacia en la gestión de las cuentas públicas, con amenaza de involución. Suárez tuvo muy claro que los avances que se daban para la construcción de un nuevo estado democrático no eran compatibles con una inflación y un paro disparado y así lo entendieron los partidos de la oposición. Aunque el PSOE de Felipe González (118 escaños) llegó a la negociación reticente, porque no quería potenciar el papel del PCE (20 escaños) de Santiago Carrillo, al final firmó los pactos y con él la UGT de Nicolás Redondo, que tenía la misma prevención con las Comisiones Obreras de Marcelino Camacho. Pero se impuso la responsabilidad y el patriotismo, hubo pactos de Estado, la mala deriva económica se frenó y se pudo proseguir en la tarea ya iniciada de elaborar la Constitución, que se aprobó por clamorosa mayoría un año después. Los pactos de La Moncloa fueron la alternativa a la formación de un gobierno de concentración nacional para abordar una crisis que se podía llevar por delante la Transición. Ahora, la crisis del coronavirus es todavía peor, porque el parón en la actividad económica amenaza a decenas de miles de pequeñas empresa y autónomos, que no tendrían músculo para levantar el cierre tras cesar la Alarma, con un apoteósico aumento del paro (hasta el 35% hablan algunos economistas). Inevitablemente, la pregunta que nos tenemos que hacer es esta: ¿Está el gobierno de Sánchez, en el que se integran los neocomunistas de Podemos, y con unos socios de investidura que ni tan siquiera apoyan el estado de alarma, porque les molesta ver a un soldado montando un hospital de campaña, en condiciones de afrontar la crisis más profunda desde el crash bursátil de ese Jueves Negro de 24 de octubre de 1929 en Wall Street que terminó en la Gran Depresión?

Un periódico neoyorkino tras el Jueves Negro de 1929

“No”. Son varias las diferencias entre 1977 y 2020, pero especialmente dos. La primera de orden técnico: Suárez, que de economía sabía lo justo, más o menos como Sánchez, tuvo el gran acierto de poner de vicepresidente Económico con mando en plaza a uno de los catedráticos más prestigiosos de la universidad española: Enrique Fuentes Quintana. Y este de rodearse de economistas de fuste como Manuel Lagares, José Luis Leal o Blas Calzada, para elaborar la arquitectura de los pactos que fue presentada a la negociación. ¿Podría Sánchez hacer algo así, o de lo que se trata es simular que se negocia, de hablar del sexo de los ángeles, lo que se refirió Casado como “trampantojo”?   Quien debe mover ficha es el presidente del Gobierno, como hizo Suárez en 1977, y para ello tendría que buscarse a su Fuentes Quintana. Para empezar.

Suárez con los líderes que firmaron los pactos de la Moncloa

La segunda, y esencial diferencia entre aquellos y estos nuevos tiempos alarmados, es que en 1977 las fuerzas políticas y sociales tenían claro que sin estabilización económica la Transición peligraba, por lo que echaron toda la carne en el asador. Y para ello era necesario negociar hasta que se les cayeran las pestañas. Aquellos partidos demostraron un gran sentido de Estado, lo que en Francia llamarían simplemente patriotismo, y con la redacción de la Constitución en sus primeros pasos tuvieron una gran capacidad de hacer políticas trasversales. Pero para lograr esos consensos era necesario actuar con moderación, y en ese primer parlamento fue una fortuna que los partidos extremistas se quedaran fuera o tuvieran un mínima representación. Ahora, la derecha y la izquierda radical, que cuestionan partes esenciales de la Constitución ocupa una cuarta parte del parlamento; e inevitablemente contaminan su espacio más próximo, comprometiendo a la actuación de socialistas y populares con sus políticas frentistas. En el primer caso, porque tienen al adversario ideológico sentado en el Consejo de Gobierno y tramando tretas para salir ideológicamente reforzado de esta crisis queriendo dirigir ese gran camelo que es la renta garantizada, como si el Estado Español tuviera más recursos que los países nórdicos y Alemania. ¿O de lo que se trata es de montar un trampantojo y reunificar todas las ayudas de emergencia para que las gestione el vicepresidente Iglesias? ¿Y qué podemos decir del PP de Casado?. ¿Qué márgenes tiene para la negociación de unos pactos con 52 diputados sentados a su derecha extrema, que no han aprobado ni la prórroga de la Alarma,  y esperan cualquier fallo para convertirse en la alternativa a Pedro Sánchez?

Esto es lo que hay. En el momento más delicado desde la Guerra Civil, España tiene el parlamento más complicado para llegar a unos nuevos pactos de Estado y la generación de políticos más inexperta. Si fuera una partida de cartas, sería cuestión de barajar de nuevo y repartir. Porque la legislatura está muerta con un gobierno que todavía está funcionando con los Presupuestos de Montoro, a quien deberían poner una estatua en la biblioteca del Congreso.  La única alternativa: que los moderados, los que no hicieran del enfrentamiento y de las dos Españas su forma de hacer política, llegaran a un acuerdo sobre los instrumentos esenciales para que la crisis no se desborde y comprometa hasta el propio sistema democrático con el auge del populismo. Un pacto que requeriría de un compromiso para ir a las urnas tan pronto como la crisis sanitaria empiece a ser superada.

Diario alarmado: 6-A. El Hospital resiste

Por empezar con una estrofa del himno oficial del confinamiento («Cuando sienta miedo del silencio/Cuando cueste mantenerme en pie/Cuando se rebelen los recuerdos/Y me pongan contra la pared») hay que decir de partida que el Hospital de Guadalajara está resistiendo. Y a estas alturas, aunque la batalla no ha terminado, el horizonte se empieza a despejar. Deberíamos ser optimistas, y yo lo soy después de haber hablado en los últimos días con sanitarios (médicos, enfermeras, auxiliares…) que coinciden en una cosa: “ya no tenemos la presión de los primeros días y  el material está llegando”.

Nos alegra su impresión, que esta vez no contradice las fuentes y cifras oficiales. Porque el Hospital ha vivido los momentos más duros de su historia; comparable a los efectos devastadores de una guerra, hasta el punto de que ha tenido que sacar casi todos los servicios de allí, o suspenderlos (como las consultas externas, que cuando pase esto habrá que recuperar con planes de choque) y destinar camas y recursos a luchar contra la pandemia. Al principio de una manera heroica, porque esta crisis (avisada) cogió al sistema sanitario español (y a buena parte de la Unión Europea) sin el material de protección adecuado, lo que ha contribuido a que el 15% de los contagios en nuestro país sean de profesionales de la Sanidad. Se nos caía el alma a los pies mirar vídeos que nos llegaban del Hospital con sanitarios haciéndose batas con bolsas de basuras. En la cuarta economía de la Unión. La Junta de Personal del Área de Salud de Guadalajara denunciaba la “saturación insostenible” de las urgencias. La escasez de protección individual. Ausencia de test y los que llegaban tardaban cinco días. Información oficial que se ofrecía con “cuentagotas” (Todavía hoy, y a pesar de que se ha mejorado no se da el número de altas por provincias, lo que nos ayudaría a saber mejor cuál es la evolución)

El Hospital tuvo al principio serio riesgo de quedar desbordado, sin los respiradores suficientes como para haber tenido que descartar en un triaje a los más débiles y sin camas libres.

Partiendo de una situación de emergencia muy complicada, en el Hospital de Guadalajara se empezaron a tomar medidas acertadas y eficaces que han evitado su saturación  (ayer había 279 hospitalizados y hay capacidad para unos 400) y la mejoría de las condiciones de sus trabajadores. Con los últimos 5 respiradores que han llegado se elevan hasta 65 los puestos UCI, que se han multiplicado por cuatro desde el inicio de la emergencia. Y se tomaron  medidas para evitar la saturación: trasladar la hospitalización de Pediatría y Urgencias Pediátricas a la clínica de La Antigua (no deberían tener prisas en que vuelva  contando con que al nuevo hospital todavía le queda), que liberó 59 camas y 10 puestos de UCI, los servicios de obstetricia y paritorio (ya llevan una veintena de nacimientos);  y en previsión de que la epidemia tenga un repunte se ha creado una zona de preingreso con 12 camas en la Unidad de Geriatría.

Las medidas impulsadas por el Área Integrada de Guadalajara están funcionando; y yo también tomo nota de ello, como hicimos de las deficiencias iniciales.

Esto es lo que hay: podemos estar orgullosos de nuestro hospital y de la gente que allí trabaja, de todos, desde los sanitarios al personal de cocina y limpieza,  para que la mortandad de esta epidemia no sea todavía peor. Y aun así en Guadalajara el domingo los fallecimientos se elevaban a 121 personas,  1.132  en Castilla-La Mancha y 13.055 en el conjunto de España Una mortandad que no se conocía desde la Guerra Civil, y aunque todavía no se ha llegado al famoso “pico”, por lo menos la progresión de la mortalidad es menor y más alto el número de curaciones. El día que el Gobierno y autonomías consigan generalizar los test, que compra al vuelo en ese mercado persa que es China, y luego resulta que son turcos,  estaremos en condiciones de dar un definitivo paso adelante.  Por ahora, resistimos. Y así estaremos en disposición de avanzar alguna estrofa más en la cancioncita de marras: «Resistiré, erguido frente a todo/Me volveré de hierro para endurecer la piel/Y aunque los vientos de la vida soplen fuerte/Soy como el junco que se dobla/Pero siempre sigue en pie»

Diario alarmado 4-A. Coronoparo

Terminaba mi último post de este Diario Alarmado citando unas palabras del escritor italiano de Paolo Giordano en las que advertía de que «las consecuencias del virus deberían darnos más miedo que el propio virus». Todo esto hay que tamizarlo, me dije, por ese sentido un tanto trágico que tiene la literatura italiana, que bebe de su ópera, pero apenas dos días después se publican los datos del paro registrado y vaya si me acuerdo de Giordano, Verdi, Puccini, Donatelli y la Scala de Milán, infectada de coronavirus.

De un mes para otro, el paro aumenta un 10,7% a nivel nacional, aunque el dato peor son las 898.822 bajas en la Seguridad Social en un mes que hasta el 11 de marzo registraba una afiliación de 19.344.258 personas y que a final de mes se desplomó a los 18.445.436.
La caída en Castilla-La Mancha fue ligeramente menor, el 9,32%, y el peor dato se produjo en Guadalajara en donde se eleva al 10,7%, con 1.708 nuevos parados registrados.

Era previsible que Guadalajara tuviera el peor comportamiento de Castilla-La Mancha, a pesar de ser la provincia con menos paro. Pero me ha sorprendido que alcanzar esa cota de casi un 11%, teniendo en cuenta que estas cifras no incluyen el impacto de los expedientes de Regulación Temporal de Empleo (ERTEs), que en Guadalajajara afectan a 7.247 trabajadores. Huérfana de nuevas industrias, la economía provincial tiene una sobredependencia del sector servicios, más que el resto de la región con mayor presencia del primario, menos afectado por el decreto de Alarma, como demuestra que de esos 1.708 nuevos parados un total de 1.431 personas trabajaban en los servicios. A los cierres de bares, hostelería y comercios se suma el peso que en nuestro sistema productivo tiene la logística, y eso nos da una economía muy dependiente del consumo, que es lo primero que cae en cualquier crisis y no digamos ya si fuéramos a un horizonte de deflación. Todo dependerá de si hay músculo en empresas y autónomos para abrir el cierre cuando termine el periodo de Alerta;y si estas aperturas van a ser progresivas dependiendo de la concentración de personas, primero el comercio y luego espectáculos y deportes. Como parece por la intervención de hoy del presidente Sánchez.

En cualquier caso, el mensaje que nos manda el paro de marzo en Guadalajara nos revela que las empresas tienen serias dudas sobre lo que puede venir después de ese Día D, sobre su capacidad para seguir pagando nóminas y costes de producción. Y teniendo en cuenta de que la economía, como diría Valdano del fútbol es un «estado de ánimo», las administraciones tienen que hacer todo lo posible para que esta crisis económica no termine en depresión. Un estado de bienestar moderno tiene la obligación de no dejar en el camino a los que viven en situación de emergencia. Pero la mejor manera de que el Estado tenga recursos para atender a los que peor lo pasan es que la pequeña empresa y los autónomos no se desmoralicen y lleguen a la conclusión de que la única solución son los despidos masivos o el concurso de acreedores.

En Castilla-La Mancha se han tomado medidas que van en la buena dirección como son los avales a fondo perdido para Pymes y autónomos o la moratoria en el cobro de las cuotas de sus tres instrumentos financieros, Aval Castilla-La Mancha, Sodicaman y el Instituto de Finanzas, para aquellas empresas y beneficiarios que ya tienen contraídos préstamos y operaciones con estas entidades. Pero hay que ir más allá y asumir las cuotas a los autónomos en el actual trimestre aunque sea a costa de los Planes «Adelante» y algún otro que ahora no es prioritario. Esto es lo que hay; y lo que toca ahora consolidar es el empleo que tenemos, que no pase como en 2008 cuando una crisis bancaria derivó en una crisis de consumo, y luego ya vendrá el tiempo de crecer cuando analicemos las muchas cosas que se han hecho mal. Dejo para otro día la dependencia colonial que Europa tiene de China por triturar su industria en el altar de la globalización.

P.D. Da para reflexionar sobre la eficacia de nuestro mercado laboral y de protección cuando al mismo tiempo que en Guadalajara se van al paro 1.708 personas y otras 7.247 están afectadas por los primeros ERTEs haya serios problemas para recoger el espárrago (uno de nuestros incipientes cultivos) porque los temporeros búlgaros no han podido venir por el cierre de fronteras.

Diario alarmado. 31-M. Acuerdo de salvación.

El domingo vi al presidente del Gobierno superado. Dos días después supimos por qué. Su discurso fue confuso, pronto entró en bucle y no fue capaz de explicar el alcance de las medidas que iban a aprobar y las preguntas que le trasmitía su propio jefe de prensa. «Hay que ser breves y concisos», escucho decir a Felipe González sobre el lenguaje que requiere la situación. Fue una total imprudencia comparecer ante la Nación cuando el decreto que debía ampliar las nuevas medidas de confinamiento se estaban todavía cocinando en Moncloa. Tal es así que la entrada en vigor del decreto hubo de aplazarse hasta el martes, para que por lo menos en algunas empresas pudieran apagar la luz. Al día siguiente me empecé a preocupar al escuchar a Antonio Garamendi, presidente de CEOE-Cepyme, contarnos que desde el Gobierno se habían limitado a informarle, pero que no les habían consultado nada. El gobierno de Sánchez-Iglesias toma una medida extraordinaria que afecta de lleno a la vida de las empresas y se hace al margen del diálogo social. ¡Esto lo hace Rajoy y le queman La Moncloa!

El asunto está en que las empresas deben afrontar una eventual recuperación para cuando la pandemia sanitaria pase, pero mientras tanto tienen que seguir pagando salarios y cotizaciones, en muchos casos sin haber tenido una contraprestación en forma de producción. ¡El milagro de los panes y los peces! Y eso lo deberán afrontar a base de ERTEs, que solo corrigen una parte del problema, y sin posibilidad de recurrir al despido objetivo, lo que no es más que un encarecimiento del despido, que a lo mejor lo pueden afrontar algunas grandes empresas y llevarán a las pequeñas al concurso de acreedores. Los más pesimistas (o lo más realistas, ya veremos), como el economista Daniel Lacalle, secretario de Economía del PP, hablaba esta misma mañana de que la economía puede tener una caída de entre el 8 y el 10% este año y en ese escenario, la tasa de paro llegará al 35% de paro y un cese de actividad de actividad en 900.000 empresas. Ojalá que este buen señor, que ya me ha dado el día, se equivoque, pero en cualquier caso estamos ante una gravísima crisis sanitaria, abordada con improvisación, que puede derivar en otra económica, y lo que el presidente del Gobierno se debe preguntar si es capaz de afrontarla solo con el apoyo del ala comunista del Gobierno a base de ideología, y el apoyo parlamentario del nacionalismo independentista. O si no estamos en una situación lo suficientemente grave como para que Sánchez necesite ampliar su campo de decisión no únicamente a los agentes sociales, sino también a los principales partidos parlamentarios.

Sánchez todavía debe pensar que se puede salir de esta sin un gobierno, o al menos un acuerdo de salvación, que marque el camino de la recuperación.

Sánchez tiene que empezar a digerir que la legislatura ha quedado herida de muerte por el coronavirus. Y con qué socios quiere afrontar la grave crisis económica posterior, una vez que entienda que los empleos y los escudos sociales no se crean por decreto, como debe pensar Iglesias. Adolfo Suárez afrontó situaciones menos graves con los Pactos de la Moncloa. Sánchez todavía debe pensar que se puede salir de esta sin un gobierno de salvación, o al menos un acuerdo de salvación, que marque el camino de la recuperación. Si lo que pretende Sánchez e Iglesias, sin más, es que la oposición se limite a convalidar en el Congreso las medidas que van aprobando unilateralmente es que han perdido el juicio.

Esto es lo que hay. Termino este post y compruebo en el banco que me acaban de cargar la cuota de autónomos. No nos la han aplazado, no. Es muy probable que como autónomo-societario este mes no pueda facturar ni un solo euro para no perjudicar la liquidez de nuestra pequeña sociedad, pero el gobierno no pierde un minuto en pasarnos la receta. La pregunta que se hacen tantos autónomos y pequeñas empresas es hasta cuándo podremos aguantar sin temer más al desolado solar que nos va a dejar esta guerra que al propio COVDID-19; y la madre que lo parió. O como dice el escritor Paolo Giordano: «Las consecuencias del virus deberían darnos más miedo que el propio virus»

Diario alarmado. 30 de marzo. Héroes anónimos

Si los gobiernos del mundo en general, y España en particular, por lo que nos toca, ha dado una lamentable muestra de improvisación para enfrentarse a la pandemia del Covid-19, es la sociedad civil, empresas y trabajadores los que mejor han sabido adaptarse. A pesar de que ello lleva consigo una inquietante factura personal, en muchos casos derivada de la falta de equipos y material de protección que muy lentamente se están habilitando.

Entre esos héroes anónimos que están consiguiendo que el confinamiento en nuestras casas no se convierta en el sitio Numancia están los empleados de tiendas y los súper de alimentación. Su eficacia comienza en la misma puerta con un empleado de seguridad ordenando la cola de los clientes, repartiendo guantes e indicándoles lo que deben hacer en el interior. Todavía el sábado escuché que un hombre rechazaba los guantes que le tendía uno de estos guardias de seguridad.

-Esto es una tontería, protestaba el individuo el mismo día que en España morían 832 personas.

-Pues si no se los pone no le dejo entrar, le respondió .

En el interior del super, todo el personal en sus puestos atendiendo clientes con la protección de unos guantes y una mascarilla. En las estanterías hay de casi todo, hasta papel higiénico, dejando atrás los días de acaparamiento. Nos lo había avisado Juan Roig, el de Mercadona: “la situación volverá a la normalidad porque España tiene una gran logística”. Otro reconocimiento impagable a logistas y transportistas, un sector del que viven miles de personas en nuestra provincia.

Con el paso de los días, la fila frente a las tiendas de alimentación han disminuido. A ello ha contribuido que cada cual ha hecho acopio de productos imperecederos en días anteriores y que cada vez menos gente utiliza la excusa de la compra para salir todos los días a la calle. Ahora, los carros se llenan para reducir al mínimo las salidas y con ellas las posibilidades de contagio. Pero cuando hay que reponer ahí está el personal de la alimentación para que no nos sintamos como los celtíberos en Numancia. Esto es lo que hay, y debemos agradecérselo.

Diario alarmado. 25 de marzo. Improvisación.

Uno de los fallos más graves que el mundo deberá analizar en el abordaje de la pandemia del coronavirus es la falta generalizada de material sanitario y la improvisación con que las autoridades lo han encarado. En España se intentó unificar las compras a través del ministerio de Sanidad, para competir en economía de escala, aunque no está muy claro si ha sido peor el remedio que la enfermedad porque las comunidades autónomas ya habían iniciado sus compras en China (¿alguien se ha parado pensar por qué en un material tan sensible la Unión Europea tiene esta sobredependencia de China?). Pero se llegó tarde, no se evaluó la gravedad de un virus nuevo que se había manifestado en Wuhan el 1 de diciembre de 2019, y cuando la pandemia se declaró el 11 de marzo en Europa nos cogió con los dispensarios vacíos. Es incomprensible que cuando en China se llegaba al tope de contagiados (el 13 de febrero se dieron más de 14.000 casos) en España (y en Europa en general) no se declarara la emergencia general y se pusiera a la industria nacional a fabricar respiradores, EPTs, mascarillas, guantes, batas…En nuestro país estábamos en otras cosas más importantes: el 28 de febrero unos setenta mil incautos abarrotamos el Bernabeu en el partido contra el Barcelona porque no había problema y no era cuestión de alarmar. Pero la liga aun duró una semana más, hasta el mismo 8 de marzo, repitiéndose las concentraciones multitudinarias. No solo de fútbol. Un congreso de Vox en Vistalegre. Y centenares de manifestaciones el Día de la Mujer en toda España en las que participó prácticamente todo el gobierno y además las alentó. Aunque a fecha de 25 de marzo, se había informado de unos 425.000 casos de COVID-19 en más de 190 países y territorios.

Evolución de la enfermedad en China, donde surgió.

La mortandad de este virus se ha evaluado mal desde el primer momento. Y a día de hoy no sabemos ni cuántos están afectados en España. Los estadísticos, según el modelo que emplean, hablan de 150.000 a más de 900.000., según nos explica Kiko Llaneras en El País. Primero se nos dijo que era como una gripe, que mata al 0,13% o 0,16% de los enfermos. Pero los datos actuales nos revelan que el coronavirus es más contagioso y más letal que la gripe, porque han muerto el 3% o 4% de las personas que sabemos que han contraído la enfermedad, según la OMS.

El fracaso de gobiernos e instituciones internacionales, empezando por la OMS, que nunca fue contundente, nos ha llevado a enfocar mal esta pandemia global en un mundo globalizado. La peste tardó siglos en propagarse. El COVI-19 lo ha hecho en unos meses. Y cuando ha llegado mismamente a Guadalajara nos encontramos con que los sanitarios carecen del material suficiente, se tienen que fabricar batas con bolsas de basura y deben esperar hasta cinco días con el resultado de las pruebas. Y esto es lo que hay por no haber sacado conclusiones de China, primero, y de Italia, después. Cuando esto termine, porque gracias a los sanitarios y al resto de personal esencial saldremos de estas con las menos bajas posibles, no solo deberán cambiar los protocolos. También los responsables de evaluarlos porque no vieron la pandemia venir; y cuando llegó nos la disfrazaron. Para no alarmar. Y en eso siguen con el lío de datos que nos ofrecen cada día.

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