Pedro Sánchez inicia esta semana las rondas de conversaciones para su investidura. Solo tiene 90 diputados de los 350 que conforman la Cámara, pero la caprichosa aritmética parlamentaria le ha conferido capacidad de veto sobre el partido que ganó en minoría de las elecciones, hasta el punto que los 123 escaños de Mariano Rajoy pesan menos que los 90 de Sánchez. Para ello solo le basta seguir rechazando cualquier tipo de gobierno en el que pudiera formar parte el PP, que a estas alturas se está planteando si debería ir Rajoy a la entrevista o mejor enviar a Dolores Cospedal a recibir el 18º “no” de Sánchez. Supongo que al final irá Rajoy, por el qué dirán.
El segundo paso de Sánchez será insistir en que quiere un acuerdo con Ciudadanos, porque es lo más demandado en las encuestas, aunque es puro postureo. Entre PSOE y Ciudadanos solo suman 130 escaños y aunque Sánchez pedirá al PP que se abstenga para ahorrarse la negociación con Podemos, el PNV y la abstención de los independentistas, sabe que incluso para Rajoy es pedirle demasiado, porque su partido solo tiene 7 diputados menos que PSOE y C’s juntos. No lo conseguiría ni aunque se lo pidan de rodillas los 35 presidentes del Ibex 35.
Por postureo, Sánchez busca formalmente un acuerdo con C’s, sin el PP, aunque ya le ha dicho Albert Rivera que él no estará en un gobierno con Podemos. Pedir a un partido de ideología liberal que pacte un programa económico con la izquierda populista es más absurdo que nombrar a Maduro presidente del Banco Mundial. No hay donde rascar, por mucho que a Sánchez le ponga presidir un tripartido a izquierda y derecha.
Así que al final llegaremos, inevitablemente, al único camino posible, el llamado “gobierno de progreso” a muñir con la izquierda más izquierda y la tolerancia de los independentistas. Ahí Sánchez se va a encontrar con enormes dificultades, porque no es lo mismo pactar algunas políticas sociales con Podemos, como ha hecho García-Page en Castilla-La Mancha, que poner sobre la mesa de operaciones al Estado en toda su magnitud y abrirlo en canal. La negociación entre PSOE y Podemos va a estar dominada por el postureo, porque ni Sánchez ni Iglesias quieren ser señalados ante el electorado de izquierdas como los responsables del fracaso, si finalmente hay que ir a unas elecciones a finales de junio. Es más, más de uno en el PSOE se teme de que esta decisión ya esté tomada por Iglesias, alentado por los últimos sondeos que proyectan a Podemos como primer partido de la izquierda en caso de repetirse las elecciones. En esas circunstancias, ¿qué no podría pedir Iglesias a Sánchez para aceptar formar parte de su gobierno? En un escenario de confrontación, el líder de Podemos tiene todas las de de ganar porque es mucho mejor actor que Sánchez, y la actual política española se ventila más en los estudios de televisión que el parlamento. Y ya no digamos desde que Iglesias se ha comprado un esmoquin de primer actor, que ya lució con desparpajo en la noche de los Goya, que como todos sabemos es escenario más solemne que una recepción en el palacio Real.¡Dónde va a parar! Resines con Felipe VI.
Como ya tengo escrito, la negociación con Podemos y sus marcas blancas acarreará la mayor dificultad para que Sánchez sea presidente, y en este sentido habrá que seguir con mucha atención lo pueda contar Jordi Sevilla al respecto, que hasta ahora no ha dicho ni “muuu”.
Si logra el pacto con Podemos, solo le quedará a Sánchez asegurarse el apoyo del PNV y que los independentistas se vayan al aseo durante la segunda votación, para ser proclamado presidente. Es lo más fácil. De hecho, Sánchez los va a tratar en sus rondas de conversaciones en el mismo plano que a Rajoy. No les dará el libro gordo de Petete , en el que se encuentran sus propuestas más generales, como hará con Podemos y C´s, ni habrá una negociación formal para que entren a formar parte de su mayoría. No le hace falta. Esquerra Republicana y el partido postpujolista lo último que quieren es ver a alguien del PP o C’s en el gobierno, y estarán encantados con poder negociar sobre el derecho a decidir con el ministro de la cosa soberanista que nos quiere colocar Iglesias. Pero también será un fraude, porque no se olvide que ese nuevo “gobierno de progreso” no tendría mayoría cualificada para cambiar una sola coma de los artículos fundamentales de nuestra Constitución.
La única duda es si en el PSOE dejarán a Sánchez que transite por caminos tan inciertos, que le abocarían a ser abandonado a su suerte a las primeras de cambio (PSOE+Podemos suman 159 votos y PP+C´s llegan a 163), o si preferirán el incierto destino de unas nuevas elecciones que no tienen buena pinta para los socialistas. Yo tengo pronosticado desde hace un mes que a Sánchez le van a dejar hacer los barones, a no ser que Podemos provoque deliberadamente una ruptura con peticiones desmesuradas, y que al líder socialista le puede salir la cuadratura del círculo.
¿Quedan más posibilidades? No. Cualquier otra combinación a la italiana exige que Rajoy y Sánchez den un paso atrás, para que pudiera fraguarse una solución de compromiso en beneficio de España por los dos grandes actores que promovieron la Constitución. Pero ninguno lo va a hacer, porque los políticos españoles no tienen la finezza de los italianos, ni el patriotismo de alemanes o franceses, ni las milicias partidarias se lo van a exigir. Será después. Cuando al PP no le quede más remedio que dar la vuelta a su partido como a un calcetín, agujereado por la corrupción, o acabará como UCD. Y el PSOE deberá -algún día- reinventar una alternativa socialdemócrata si no quiere terminar como el PASOK en Grecia. Pero ahora no estanos en eso.
Ahora lo que toca es que Pedro Sánchez haga de Harry Houdini y con solo 90 diputados sea elegido presidente del Gobierno de España. Esto es lo que hay.