María Dolores de Cospedal ha vivido una de las semanas más intensas desde que se convirtió en el número dos del Partido Popular y mano derecha de Mariano Rajoy, un cargo que desempeña tan al gusto del presidente gallego, poco dado a meterse en harina, que lo ha tenido que compatibilizar con la presidencia de una comunidad autónoma, lo nunca visto en el PP. Cuando este domingo era aclamada en Toledo por todo el Partido Popular al cumplirse el segundo aniversario de su victoria frente a José María Barreda, un presidente devorado y desbordado por una crisis de la que no se quiso enterar, a buen seguro que tuvo tiempo de echar la vista atrás y analizar el camino recorrido.
En Castilla-La Mancha Cospedal se ha convertido en el faro de Alejandría del centro-derecha regional, alcanzando en poco más de dos años una autoritas indiscutible entre los cargos y militantes de su partido solo comparable al poder que tuvo José Bono cuando ocupaba el palacio de Fuensalida, aunque a Bono le costó más años consolidarlo y a punto estuvo de salir por la ventana tras su enfrentamiento con Alfonso Guerra, que a la postre le costó años después perder la nominación socialista a la presidencia de España en beneficio de un desconocido diputado leonés, José Luis Rodríguez Zapatero.
A Cospedal no le ha tosido nadie desde que ocupa Fuensalida y aunque se ve todos los días en la milagrosa tarea de hacer que sus días tengan algunas horas más que veinticuatro las cosas le están saliendo razonablemente bien. En Castilla-La Mancha ha logrado domeñar el déficit y mantener abiertos los servicios esenciales, y aunque yo creo que el problema de fondo sigue estando ahí, y se llama desplome de la recaudación fiscal, lo que hace inviable mantener los niveles de calidad en sanidad, educación, servicios sociales, deportes, etc, a los que nos acostumbraron en los años anteriores a la crisis, a Cospedal las cosas le van mejor de lo que se podría imaginar para un gobierno que no ha hecho más que sanear, recortar y pisar callos, y que no se ha permitido el lujo de inaugurar carreteras, hospitales, polideportivos o un sencillo centro médico en un pueblo perdido. Su misión es que no cierren lo que otros levantaron, y en algunos casos dejaron sin pagar, y si nos atenemos a los sondeos parece que esta dama de hierro está gozando de una cierta comprensión del electorado. Los diversos sondeos coinciden en dos cosas, a saber:1ª) Que el desgaste del gobierno de Cospedal, a pesar de sus poderosas tijeras, es inferior al del PSOE, y sigue estando por encima del Partido Socialista en intención de voto directo, aunque los dos pierden apoyos en sus respectivos electorados. 2ª) Que hay un número cada vez más alto de indecisos y desencantados, y que según evolucionen podrían decantar la balanza en uno u otro sentido o permitir la entrada de alguna otra fuerza política en la cámara autonómica, seguramente Izquierda Unida.
Este domingo todo eran parabienes para Cospedal, por haber mantenido contra viento y marea una autonomía que tiene los pilares financieros y fiscales de arena, y que con otras del mismo porte hace tiempo que deberían haber devuelto al Estado la Educación y la Sanidad, pero como en política lo que realmente importa a los cercanos es si un determinado dirigente es capaz de retener el poder, ya digo que a Cospedal no hay, hoy, quien la tosa, y todos quieren acercarse lo más posible a ella como si fueran romeros del Rocío.
Pero este domingo, además, a nadie se le podía escapar una evidencia. Cospedal está siendo la gran vencedora de la lucha soterrada que se está librando en el PP por el manejo del caso Bárcenas, y mientras los medios de comunicación reproducían estos días la famosa frase de Cospedal: “Que cada palo aguante su vela”, sus rivales más directos, empezando por el vicesecretario Javier Arenas, se han tenido que esconder en una cueva por haber puesto la mano en el fuego sobre el ex tesorero preso en Soto del Real. Al PP le quedan muchas explicaciones que dar en este asunto, y desde luego depurar a tanto sinvergüenza que cobro sobresueldos de este partido, pero mucho tienen que torcerse las cosas para que a Cospedal, en lo personal, le vaya a venir mal que se abran las compuertas de la sentina.
De lo que venimos sabiendo, no quiero pasar sin subrayar una interesante historia que cuentan el dúo Inda-Urreiztieta en El Mundo. Y que vuelve a poner de actualidad a uno de los políticos más singulares, en la justa acepción del término, que ha pasado por la política alcarreña. Se llama Luis Fraga Egusquiaguirre, y si no me falla la memoria fue senador por Guadalajara durante cinco legislaturas. Cada vez que había que hacer las listas, ahí estaba Fraga. Aparecía el tío por Guadalajara en cada campaña electoral, los del aparato le ponían mitin en los pueblos más pequeños y apartados de nuestra geografía, y allí que se iba Fraga sin rechistar con su espíritu de alpinista a presentarse a todo aquel con el que se topaba: “Hola, soy Luis Fraga”, decía con una media sonrisa y un aire de despistado, como si acabara de bajar del Anapurna, tanto que alguna vez tuvo que escuchar: “Pero Luis, si yo soy del partido y vengo con la caravana de la propaganda”. Cada vez que había elecciones, en Guadalajara los de la canallesca decíamos que por el PP se presentarían Luis Fraga y cinco candidatos más. Tomey no pudo quitárselo de en medio, y al final lo acabó tomando cariño, porque por lo menos no enredaba. Él hacía su campaña electoral, recogía su acta, se iba a Madrid y no volvía a aparecer hasta la cena de Navidad, con lo que se volvía a hacer un lío con periodistas, alcaldes y militantes en general. Eso sí, en esas cenas tan aburridas a mí me gustaba ponerme cerca de él porque hablaba de esquí y de montaña, dos de mis grandes aficiones, y de cómo había escalado algunos de los picos más altos de la tierra. Me parecía flipante que un tipo tan finústico, y capaz de meterse un puro entre pecho y espalda, hubiera estado a punto de coronar el Everest en 1987. Dicen que se quedó a unos 500 metros. Uno de los compañeros de cordada en esa y en otras ascensiones, tanto deportivas como políticas, era otro senador del PP, entonces apenas conocido: Luis Bárcenas.
Bércenas no solo escalaba montañas sino que llegó a lo más alto en el aparato financiero del PP, hasta el punto de que acabó siendo nombrado su tesorero. Y su amigo Luis, hijo de una hermana del fundador del PP, ya no tuvo necesidad de llamar cada año a su tío, para reeditar su perenne condición de candidato al senado por Guadalajara, cuya acta revalidaba con notable éxito, que para eso era un Fraga, hasta el punto de que alguna vez fue el senador más votado, siempre que no se presentara Bris, claro está. Ya siendo presidente provincial Antonio Román, este se empeñó mucho en que había que buscar otra cuna para Luis, que ya tocaba, y lo encontraron acomodo en Cuenca.
Según el relato de los periodistas citados, dos cenas con un financiero ruso precipitaron la detención de Bárcenas. En ambas estuvo Luis Fraga. La primera de ellas se celebró el lunes 17 en Puerta 57, el restaurante más lujoso de los que dispone el Santiago Bernabéu. El tercer comensal era otro amigo de Bárcenas, y también antiguo senador, Javier Sánchez-Lázaro. Y el cuarto hombre es el que levantó las sospechas de los policías que seguían al extesorero del PP, un financiero ruso al que llamaban Grigori. Esta cena se repitió un día después en otro restaurante de la zona, aunque más discreto, el Nüüga. La policía cree que Grigori tenía la misión de poner a buen recaudo el dinero que no había sido detectado a Bárcenas en Suiza, ya saben, solo 22 millones del ala. El juez Ruz pensó que podría fugarse y al talego.
Luis Fraga, de momento, tendrá que buscarse otro compañero de cordada y de esquí en Suiza, donde han sido vistos en numerosas ocasiones. El amigo de Bárcenas, viajero impenitente, se ocupaba en el PP del voto de la inmigración y durante aquellos años llegó a tejer una buena red de conocidos por todo el mundo.
Y así sucedió hasta las últimas elecciones de 2011 en que Cospedal le descabalgó de la Cámara Alta, coincidiendo con el distanciamiento entre la secretaria general y el hombre de los cuartos en Génova. Fraga se llevó un buen berrinche, como saben sus compañeros del Senado, ya que comenzó a desaparecer de algunas votaciones. Pero se quedó sin escaño.
Y hasta hoy, en que vuelve a los periódicos, amigo de sus amigos. Esto es lo que hay. Veremos si esta historia tiene más capítulos.