Decía en mi último post que esas cuatro horas con Bárcenas y lo publicado por Pedro J. «solo son un preludio de lo que vendrá después y que lógicamente forma ya parte de la estrategia de defensa de un preso que tiene todavía que ser juzgado. Por lo tanto, Bárcenas solo enseñó la patita».
Y la novela continuó al domingo siguiente. El mismo periódico que se ha convertido en la albacea de sus secretos publicó un ramillete de SMS escogidos con el presidente del gobierno, Mariano Rajoy, que se intercambiaron, como mínimo, desde mayo de 2011 a marzo de 2013. Se supone que Bárcenas ha acopiado muchos más, y presumiblemente con otros altos cargos del PP y el gobierno, y dado que como estrategia de defensa esto no va a ninguna parte, porque no tiene base jurídica, lo que da a entender es que el ex tesorero del PP actúa por despecho contra Rajoy, al que pretende derribar, una vez que ya no es posible urdir nuevos chantajes.
Los supuestos mensajes con Rajoy, lo que demuestran es que nuestro presidente del Gobierno es un alma cándida al cruzarse SMS con un tipo que tiene pinta de haber guardado todo, hasta la última colilla de un puro, con todos los que hablaba, algo que solo se les ocurre a los delincuentes en potencia, y que se intuye será una mina de noticias para que Pedro J. pueda seguir vendiendo periódicos en verano, como si se tratara de un folletón de misterio para leer tumbado en la playa. De toda esta historia, que acabará dando lugar a una nueva teoría de la conspiración, es el periodista amanuense el que tiene los intereses más claros. Lo suyo es vender periódicos y volverse a colocar en el epicentro de la actualidad en un caso que sus rivales de Prisa le llevaban la delantera desde que publicaron los primeros papeles de Bárcenas.
¿Y demuestran algo más los SME entre Bárcenas y Rajoy? Pues tratándose de un tipo como Rajoy, tan poco claro en sus exposiciones verbales, tampoco podríamos esperar excesiva precisión en estas píldoras epistolares. Pedro J. y la oposición interpretan que Bárcenas guardaba silencio por el apoyo que le prestaba Rajoy. Pero el PP replica que lo único que se demuestra es que Bárcenas no lo consiguió porque Rajoy no se plegó al chantaje y Bárcenas está en la cárcel.
De su mera lectura, ciertamente no se puede colegir que Bárcenas se saliera con la suya en la exigencia más clara que trasladó a Rajoy, la sustitución de las dos fiscales de Anticorrupción, a quien el ex tesorero consideraba unas “sectarias” porque habían sido nombradas por el ex ministro socialista Fernández-Bermejo. Bárcenas no lo consiguió, las fiscales siguieron con su trabajo, Ruiz-Gallardón se mantuvo en su sitio y aquel está en la cárcel. Esto es incontestable.
¿Y qué hizo Rajoy mientras tanto? Pues por lo que traslucen los mensajes, mandarle mucho cariño, se supone que para que no se pusiera nervioso, y esperar pacientemente el desarrollo de los acontecimientos. Es decir. Rajoy en estado puro.
Mucha tranquilidad es lo que Rajoy ha impuesto a su partido desde el convencimiento de que el tiempo pasará y la basura que vaya arrojando Bárcenas no va a tener consecuencias jurídicas. Ya saben: lo de los sobresueldos y las presuntas comisiones. Tengo la impresión de que va a ser así, salvo que aparezcan nuevas pruebas con más sustancia incriminatoria que los mensajitos de este fin de semana. Pero no es menos cierto que el PP va a ser zarandeado ante la opinión pública, puede que haya incluso una moción de censura, y eso siempre trae consecuencias en un país que cambió las hogueras de la inquisición por las fallas. Pero el caso es quemar.
Esto es lo que hay. Hasta dentro de un rato.
P.D. Leo que desde la consejería de Fomento se apuntan como un «logro» que haya bajado un 6% la tasa de siniestralidad, que ahora es la más baja desde que hay estadística. ¿No tendrá algo que ver con que ahora tenemos en la región la tasa de actividad más baja, también desde que hay datos? En la construcción, donde se suelen concentrar los accidentes, tal y como nos explicaba el arquitecto Miguel Ángel Embid esa tasa de actividad se ha reducido hasta un 90 %. Así que un poquito de sosiego antes de lanzar las campanas al vuelo.