Román presentaba estos días lo que él mismo definió como el proyecto más importante de esta última legislatura: lo que han bautizado como Eje Cultural, una inversión de más de tres millones de euros, con las siguientes cifras: Una actuación que se ha desarrollado sobre 21.000 m2 de superficie, se han renovado 10.000 m2 de viales, se han sustituido 6.200 metros lineales de canalizaciones, se han creado 11.500 m2 de aceras, se han instalado 812 nuevos elementos de mobiliario urbano y se han creado 227 nuevas plazas de aparcamiento.
Una actuación desde luego importante en una zona cada día más degradada, como es todo ese eje a ambos lados de la antigua carretera de Zaragoza, y que tiene serio riesgos de quedar descolgada de los barrios más pujantes de la ciudad. Yo he vivido allí en la niñez, y lo sigo considerando mi barrio, así que mi corazoncito agradece en lo que vale que hayan querido poner guapo a mi antiguo barrio, aunque sea a costa de no pocas molestias por parte de sus vecinos. Ya saben que ha habido críticas de la oposición sobre cómo se han organizado las obras, algunas quejas me las han dado personalmente alguno de esos vecinos, y no digo que no les falte razón sobre la incomodidad en la que han vivido desde junio de 2013, pero es lo que tienen las obras de infraestructuras. Que son un verdadero engorro mientras se ejecutan, pero luego las incomodidades se olvidan cuando se disfruta del resultado. Y si lo que queda a los vecinos les gusta y les parece adecuado a la inversión realizada, será la primera vez que un ayuntamiento pierda votos por unas obras. Que se lo digan a Gallardón con la M-30. Pero sí, hay discusión.
Me gusta especialmente como ha quedado la plaza de Santa María: despejada, limpia y diáfana, el monumento queda resaltado y ennoblecido por la actuación, y además se incorpora un estacionamiento para larga estancia que desde GuadalajaraDiario hemos respaldado. Pero, ¡oh horror!, el turista de ese pomposo Eje Cultural que sale por el portón mozárabe de la concatedral, lo primero que se encuentra es con un espantoso cartel rojo de una gasolinera cerrada hace muchos años, pero cuya instalación, con su portón herrumbroso, preside el oeste de la nueva plaza como si se tratara del mismísimo palco Real de Las Ventas. Después de habernos gastado un buen dinerito en sacar brillo a la plaza, alguna solución debería buscar el Ayuntamiento con la propiedad –cederle la edificabilidad que ocupa en otro lugar—porque esto es como comprar un Ferrari para repartir pizas. Me duele el ojo solo de verlo. Además, se haría una reparación histórica para con nuestro pasado de ciudad depredadora de monumentos, pues allí hubo siglos atrás un coqueto atrio porticado que pertenecía a la antigua iglesia de San Miguel, de la que solo quedó lo que conocemos como capilla de los Urbina o de Luis de Lucena, un magnífico ejemplo de arquitectura mudéjar, construida en el siglo XVI (Ahí les pongo ese dibujo de Pérez Villamil anterior a la catástrofe).
Falta hacía por tanto una actuación integral como la comentada, aunque Ayuntamiento y arriacenses en general deberíamos ser conscientes de que tenemos un problema tan grande como la torre de Santa María de la Fuente la Mayor, que una actuación de infraestructuras no va a arreglar, por digna que sea. Me estoy refiriendo a la despoblación continuada del casco histórico, que comenzó en nuestra ciudad hace más de cuatro lustros y que está afectando no solo a su propia concepción residencial, sino también a su comercio. Cada día hay más cierres bajados en el casco, y tiendas tradicionales que han aguantado el paso de la historia no digo desde la época de Alva Fáñez –interesante programa de eventos por su 900 aniversario, por cierto- pero casi, van cerrando porque el dueño se jubila o simplemente por la falta de expectativas. La última, Tejidos Aguilar, que vistió a media provincia.
La puñetera verdad es que a pesar de que en Guadalajara fue una de las ciudades españolas donde más se infló la burbuja inmobiliaria, no aprovechamos esos días de vino y rosas para rehabilitar nuestro casco histórico. ¿Fue porque los promotores prefirieron desarrollos periféricos más rentables? ¿O porque los propietarios se durmieron en sus laureles creyendo que solares e inmuebles nunca pararían de revalorizarse? ¿Y no ayudó también que los sucesivos ayuntamientos no aprobasen unas rebajas fiscales y ayudas lo suficientemente atractivas como para animar la rehabilitación? En los grandes fiascos, no suele haber un único culpable. Pero solo hace falta darse un paseo desde la plaza de los Caídos hasta Santo Domingo para hacerse una idea de la envergadura del problema.
En la plaza de los Caídos nos encontramos con que más de dos tercios de las viviendas de la zona están desocupadas, porque son edificios antiguos sin rehabilitar que solo tienen salida para colectivos de emigrantes de escasos recursos. Sigues por Miguel Fluiters y nos topamos con la ruina del antiguo Bar Soria. Un solar, la fachada desnuda de la antigua pescadería de Maragato y el vacío edificio de la antigua Telefónica, preside y afea todo el lateral sur de la plaza Mayor. En la cuesta del Reloj ya no vive nadie, excepto en la soberbia casona de la Posada del Reloj, que sí se rehabilitó. El despejado solar del Cine Imperio espera tiempos mejores. En la plaza de San esteban,otro solar donde se ubicó el palacio de la vizcondesa de Jorbalán. Hay otro solar vacío al lado del Casino Principal. Más casas y antiguos palacetes en el último tramo de la calle Mayor alta en proceso de ruina. Y el esquinazo deshabitado de los Solano en el antiguo caserón de Santo Domingo está a la espera del permiso para ser derribado. Una parte de la acera izquierda de la calle del Amparo, que mantiene sus viejas edificaciones de dos pisos, convive con los edificios de más de 10 pisos en la acera derecha. De la Carrera, posiblemente la calle más caótica de España en su urbanismo, mejor no hablamos.
Otros más doctos que yo deberían hablar sobre esos certificados de edificabilidad que se exigen a las viviendas antiguas y sus resultados. Yo solo digo lo que veo: que se nos pasó el arroz y la financiación fácil de los tiempos de la Burbuja, y apenas se rehabilitaron casas en el casco para recuperar su carácter residencial. El Ayuntamiento echa ahora cemento, y lo va a seguir haciendo en la calle de Miguel Fluiters (o calle Mayor baja), la plaza de Dávalos, que ya tocaba, y seguirá hasta el final de Teniente Figueroa –¿qué piensa hacer Correos con el viejo edificio de Telecomunicaciones que cerró?– en su conexión con el ahora llamado Eje Cultural. Todo ello no vendrá mal, desde luego, pero el meollo principal ahí seguirá. El corazón del casco está cada vez más degradado en razón de que no tiene viviendas de calidad para recuperar su carácter residencial. Cada vez hay más solares sin edificar. Y el Eje Comercial se desplaza a pasos agigantados del norte hacia el sur con serio perjuicio para el comercio tradicional de esta ciudad. Habría que pensar cómo hacemos para remediarlo, si todavía estamos a tiempo para ello. Porque el último fin de las obras de infraestructura es que las personas las disfruten. Esto es lo que hay.
P.D. El Ayuntamiento ha accedido a que Miguel Fluiters no se peatonalice tras las obras, como tenía pensado. Los comerciantes no quieren perder plazas de aparcamiento, porque piensan que perjudicará la accesibilidad y a sus negocios. Yo en parte les entiendo. En una situación de crisis como la que vivimos, parece que cuanto menos toquemos mejor, no sea que el remedio sea peor que la enfermedad. Pero también les digo que la situación de esa calle Mayor baja, no peatonalizada, no es desde luego mejor que la calle Mayor alta que lleva sin coches los últimos veinte años. Sinceramente, yo creo que el debate sobre las peatonalizaciones en zonas comerciales ya no existe en casi ninguna ciudad europea, y se ha cerrado en favor de los espacios para pasear, ver y comprar. El problema de nuestro casco histórico es de mayor calado que el de unas plazas de aparamiento y en él confluyen otros elementos, como hemos dicho.