Se ha insistido mucho en el resbalón del caballero jerezano en el debate televisivo con Valenciano, pero menos en el dato más revelador que suscitó la comparecencia televisiva. Lo dejaré para el final.
¿Es importante el cabeza de lista en unas elecciones Europeas? En mi opinión es muy escasa, porque no se trata de unas presidenciales o de unas parlamentarias para elegir luego el primer ministro, pero en los últimos tiempos gozan algo más de relevancia desde que esos cabezas de lista protagonizan los cortes publicitarios en los telediarios y luego personalizan el debate televisivo, aunque fuera tan encorsetado y por lo tanto tan artificial como el que nos ocupa. En esa armadura medieval con la que se mueven los candidatos, solo hay que pedirles una cosa: que no metan la pata. Y Cañete resbaló en el debate y la metió al día siguiente en la explicación del resbalón.
En el PP se las prometían muy felices en un debate entre el abogado del Estado y la antigua telefonista de Ferraz (las redes sociales dejan a más de uno/una con el trasero al aire) , y por ello el chasco fue mayor cuando no se produjo la anunciada victoria por aplastamiento. Pero no toda la culpa fue de Cañete, un político sobradamente preparado y con cierto gracejo personal. Al pobre hombre le puso Pedro Arriola la cabeza como un bombo con sus recomendaciones de control y moderación, de mantener una pelea de perfil bajo que no despierte el interés de la izquierda abstencionista, pero sobre todo se equivocaron con suministrar al candidato una excesiva munición a base de cifras de todo tipo con las que certificar sus asertos. Eso queda muy académico, pero el plató Luis Buñuel no es la Sorbona y se olvidan de que la televisión es un medio de una gran simpleza en la que el medio no solo es el mensaje, sino que acaba importando más cómo lo dices que lo que dices. Así fue muy sorprendente ver como Valenciano pasaba sin quemarse sobre la mala deriva de la crisis en España por la inacción del gobierno de Zapatero, o como la candidata socialista defendía con solvencia y alegremente políticas de gasto que sus compañeros socialdemócratas alemanes hace tiempo que arrojaron al cubo de la basura en favor de mejorar los criterios de competencia, el gran problema de la Unión. Cañete buscó con afán esos datos entre sus papeles, haciéndose un lío considerable, y parte del auditorio pudo sospechar que no existían. Los candidatos españoles deberían tomar ejemplo de esos debates en las Primarias americanas en las que los presidenciables se presentan con una cuartilla pata tomar cuatro notas y unas simples fichas con los datos esenciales. Un equipaje suficiente para el que aspira a llegar a la Casa Blanca, y si no es así que pase el siguiente.
En España no solo los debates son una mera apariencia, sino que luego acaban defraudando a la audiencia porque en ellos los candidatos no acaban discutiendo de los problemas reales del país, como en este caso fue la corrupción o la irrelevancia del Parlamento Europeo en la toma de decisiones en la Unión Europea frente al Consejo de Ministros o el Banco Central. Es difícil animar a la gente que vaya a votar en unas elecciones que realmente no saben para lo que valen. Pues bien, el debate entre Valenciano y Cañete no contribuyó para nada a esa función pedagógica sobre la idea de Europa y para lo que sirve, como demuestra que solo lo siguieron 1,8 millones de espectadores, lo que significa una cota de pantalla del 9.5%, muy pobre en horario de máxima audiencia, y cinco puntos menos que en el debate entre Oreja y Aguilar de hace cinco años. Tal es así que los televidentes mostraron más interés por la serie Resurrección (23%), la película Fuego Cruzado (13,75) y el reality El jefe infiltrado (10,9%). Lo más importante del debate entre los dos cabezas de lista es que no sirvió para interesar a los televidentes sobre las elecciones del domingo y el único consuelo que tenemos es que por lo menos en España no tenemos un movimiento euroescéptico y populista que sea capaz de aprovecharse de los errores de conservadores y socialdemócratas, como sucede en Francia, Holanda e incluso en Gran Bretaña para volver a los nacionalismos de los años treinta.
Ante la carencia de un debate verdaderamente europeísta, nos tenemos que conformar con el lío de Cañete con los papeles o con lo que fue peor, la desafortunada explicación del día siguiente: “Si demuestras superioridad intelectual o la acorralas, eres machista”, sentenció, para acabar arreglándolo.
Al gurú Arriola se le olvidó recomendar a Cañete una cosa que les pasa con frecuencia a los hombres de su generación. Que cuando se refieran a una persona, en este caso un rival político, prescindan de si es hombre o mujer, porque por querer ser deferente con una dama, acabas pareciendo un machista incorregible.
No me atrevo a hacer pronósticos sobre el domingo. Las encuestas y sondeos nos indican que PSOE y PP están muy igualados, con una ligerísima diferencia en favor de los populares, que en los últimos meses reman con viento a favor por la moderada mejora de la economía. Aun así, cuando se adivina una abstención que podría superar el 50 %, cualquier cosa es posible. Empezando porque gane la abstención, y luego otro.
Esto es lo que hay.