Este fin de semana se celebra en Madrid la convención nacional del PP, que servirá de pista de despegue a la precampaña de los populares, y que ya no parará hasta el 24 de mayo. Agotador el año que nos espera con una convocatoria electoral de locales y autonómicas en 13 comunidades, una específica para Cataluña en septiembre, en la que Artur Mas Junqueras promete la independencia y dos huevos duros, otra probable en Andalucía si así lo decide Susana Díaz y su hoja de ruta hacia La Moncloa, y las generales en noviembre, diciembre o incluso a mediados de enero. No me digan que no es como para coger las obras de San Juan de la Cruz y meterse en una cueva de Pastrana hasta que escampe.
Después del Congreso del PP, ya solo queda designar los candidatos que se están peinando. Esperanza Aguirre ha quedado más aparente para aspirar a que Mariano Rajoy la designe como candidata a la alcaldía de Madrid después del archivo judicial de su novelesco episodio por la famosa multa de tráfico y la persecución por las calles de Madrid, con lo que al presidente del Gobierno se le plantea un dilema. Elegir a la que sin duda es la más popular de los candidatos para luchar a cara de perro con Carmona (PSOE) y Monedero (Podemos, Ganemos o la marca que sea) en la elección más complicada para el PP desde que Tierno dejó la alcaldía; o hacer caso a lo que le pide el cuerpo y tocar con el dedazo a su delegada Cristina Cifuentes. Luego está lo de la Comunidad, si repite Ignacio González, o Rajoy arriesga y se busca un candidato con más punch mediático. Un asunto que concierne más de lo que aparenta a Guadalajara, por la influencia que tiene en el Corredor del Henares –mucho menos en el resto de la provincia—los aires que vengan de Madrid. Y si hay “marea roja”, a buen seguro que el agua alcanzará la plaza Mayor, y la de Moreno –un liberal al que los absolutistas cortaron la cabeza–, por mucho que el PP consiga la heroicidad de deshacer el empate en el partido judicial de Sigüenza.
Pero no solo Rajoy tendrá que ponerse con los deberes para cuando acabe la convención, por mucha fatiga que le dé la tarea, en Castilla-La Mancha también María Dolores Cospedal, ahora que tiene a Floriano ocupado con la campaña, tendrá la última palabra sobre las dos decisiones más peliagudas que le quedan por resolver en las grandes capitales de la región. Está la alcaldía de Toledo, donde parecen colocados Agustín Conde, pero sobre todo el delegado del Gobierno Jesús Labrador –sin descartar a una candidata como tercera vía—y luego queda lo de Guadalajara, que se está enredando más de lo deseable para los intereses populares.
Lo que sé. Que Antonio Román, a pesar de llevar metido más de veinte años en el ayuntamiento, con lo que se merece un cuadro XXL para la Galería de Alcaldes el día que se vaya, y aunque el cuerpo lo que le pide es explorar otros caminos políticos y profesionales, está (inicialmente) dispuesto a encabezar por cuarta vez la candidatura del PP, si su partido estima que es el candidato con más posibilidades. Tradicionalmente, los alcaldes de Guadalajara han sido los políticos provinciales más conocidos, aunque los encuestadores del PP, como hacen siempre, dejan caer otros nombres, en este caso los de Ana Guarinos y Jaime Carnicero, por lo que pueda pasar. Hasta ahora, no ha habido una reunión formal para hablar del asunto entre Román y la dirección del partido (Guarinos, Tirado y, lógicamente, Cospedal), y cuando se celebre (no sabemos si será en el ámbito privado o en el mismo Ejecutivo Regional) el alcalde de Guadalajara se va a vender caro.
Lo que presumo. Que Román va a reclamar plenos poderes en cuanto a la confección de la lista, y eso incluye el emblemático número dos. Román va a querer que sea Jaime Carnicero, el edil que ha ejercido durante la legislatura como su vicealcalde, aunque sea un cargo que formalmente no exista en el organigrama de este ayuntamiento. El número dos es doblemente relevante. Por lo simbólico, en el PP de Guadalajara tradicionalmente lo ha ocupado el presidente provincial cuando era el candidato in péctore a presidir la Diputación, como sucedió largo tiempo con el fructífero tánden Bris-Tomey, y que tantos éxitos dio a los populares. Pero el número dos tiene además un relevancia legal, porque es el sucesor natural de un alcalde en caso de renuncia o fallecimiento, sin que haya que andar con dimisiones de por medio, cosa que sucedería si la decisión para el recambio estuviera más debajo en la lista. Esta circunstancia cobra ahora especial relevancia. Yo no tengo constancia de que Antonio Román tenga decidido no acabar el mandato y renunciar a favor de Carnicero, si renovara su mayoría absoluta, pero tampoco hay garantías de lo contrario, o por lo menos Román no las dio la última vez que le pregunté públicamente sobre el asunto con motivo de la presentación del balance de 2014.
Lo que sé. Que Ana Guarinos nunca ha puesto pegas a que Antonio Román vuelva a repetir como cabeza de lista. Parece lo más sensato, aunque no siempre ha ocurrido así. Cuando Jesús Alique fue secretario provincial del PSOE, su primer objetivo era ser alcalde de Guadalajara, sin lugar a dudas el cargo con más lustre de la política provincial; no lo consiguió, aunque la suerte le favoreció porque pudo ser presidente de la Diputación, y cuatro años después se aupó a la Alcaldía en coalición con Izquierda Unida, y dejó la Diputación primero a José Carlos Moratilla y luego a María Antonia Pérez León.
Lo que presumo. Que una cosa es acceder a que Román sea el alcalde, porque así lo recomienda la demoscopia, y otra cosa a que lo sea otro que al que tú no has puesto. Y hasta aquí puedo leer. Los partidos son muy jerárquicos, y cuando se gobierna, más, y Román lo debe saber porque ha sido presidente provincial.
Lo que sé. Si no hay consenso en el ámbito del PP provincial, es decir, entre Román y Guarinos, decide Cospedal. Y si la cosa se enreda más de lo que al PP le convendría, y no hay acuerdo con Román por la confección de la lista, Guarinos dará el paso adelante y será la candidata a la alcaldía con Lorenzo Robisco de número dos. Pero, insisto, esta opción está en la recámara, no es la primera.
Quédense con esta frase pronunciada por Guarinos hace dos semanas. “Siempre he estado a disposición del partido y seguiré estando a disposición de lo que quiera y pueda necesitar”. «Sería una osadía que cada uno pidiéramos lo que quisiéramos”.
Esto es lo que hay.
EL MODELO DEL CENTRO ACUÁTICO.- Desde el lunes está en marcha el Centro Acuático Municipal, cuyos encendidos elogios por parte de Román a su vicealcalde, Jaime Carnicero, a quien colocó en la inauguración en lugar preferente junto al presidente de Supera, tienen mucho que ver con lo que he escrito antes, pero ahora yo quiero subrayar que nadie puede negar que Guadalajara tiene un centro estupendo para los que les gusta el agua en todo tiempo y condición, y que ha costado más de ocho millones de euros. Es una inversión que no ha tenido que pagar el Ayuntamiento, porque su economía no se lo permite, ni ahora ni en los próximos lustros. A cambio, la empresa Supera, líder en el sector, gestionará la instalación durante cincuenta años y pagará un canon, parece que pequeño, porque no se ha explicado bien, durante ese tiempo. El modelo de colaboración público-privada utilizado por el Ayuntamiento de Guadalajara está cada vez más extendido por España, porque es la única manera de que en las ciudades se puedan hacer inversiones en grandes infraestructuras a pesar de la caída en la recaudación de los ayuntamientos. Puede tener sus detractores, por ejemplo entre los gimnasios privados de Guadalajara, que de alguna manera ven una competencia desleal en la iniciativa, porque a ellos nadie les ha pagado el suelo del negocio, y ahora van a tener que hacer frente a una oferta muy competitiva. Los medios de comunicación sabemos mucho de ello, y es lo que menos me gusta. Más ideológica es la crítica que se hace desde Izquierda Unida, ellos priman lo público por encima de todas las cosas, pero el problema es que lo público no lo pagan los señores concejales, lo pagamos el contribuyente con nuestros impuestos y tasas; y se lo sigo sin acritud: estamos ahogados, pues los ayuntamientos en lugar de reducir el gasto corriente para compensar la caída de la recaudación, lo que han hecho en esta legislatura para cuadrar sus números es aumentar el IBI, las tasas y los impuestos. Aunque en este último año se hayan producido algunas rebajas para el maquillaje.
P.D. ¿Pero a Pedro Sánchez no le eligieron hace seis meses para liderar el PSOE? No entiendo nada, Susana. Es la primera vez en la política española que se diseñaría una estrategia en base a la posibilidad de que el jefe de tu partido se estrelle en unas elecciones a las que no se presenta. Creo que Pedro Sánchez no ha acabado de encontrar un discurso socialdemócrata sólido que oponer a las ocurrencias del populismo; pero de ahí a convertirle en chivo expiatorio… Lo que hay que ver.