Tras su desafortunada comparecencia en la noche electoral, cuando un Emiliano García-Page eufórico ninguneó a Podemos y se olvidó de que las elecciones no las había ganado el PSOE por mayoría absoluta, en los últimos días el candidato socialista está haciendo méritos ante el partido de Pablo Iglesias hasta el punto de que en una entrevista con El País presumió de no haberles llamado nunca “populistas”, expresión que ha figurado en el manual de instrucciones de Pedro Sánchez hasta hace muy pocos días. Las de Podemos han dejado de ser por tanto “populistas” y Page ha descubierto que más bien son la socialdemocracia de nuevo cuño: “Aspiran a ser socialdemócratas, y nosotros estamos en ese espacio, así que podemos encontrarnos!»
Este discurso pragmático de Emiliano García-Page, haciendo de la necesidad virtud, le va a venir bien para recoger las ganancias a corto plazo y ser elegido a mediados de junio presidente de Castilla-La Mancha (Pablo Iglesias despejó el viernes cualquier duda: “Trabajaremos para frenar al PP” ); y de lo que venga después, ya hablaremos. El Partido Socialista, a pesar de quedar detrás del PP en las Autonómicas en el conjunto de España, va a disfrutar en los próximos días de la sensación de haberlas ganado, porque los pactos le van a favorecer en media docena de comunidades autónomas; y, en paralelo, se va a asentar la idea en el PP de haberlas perdido, dando argumentos a los que reclaman medidas en el patido más allá de cambiar a la secretaria general, que es el único cortafuegos que le queda a Rajoy.
Pero lo que ha aflorado en estas elecciones, sin que el cortoplacismo inherente a la política permita analizarlo con sosiego, es que la deriva que llevan las cosas no solo va a terminar con el bipartidismo entre PSOE y PP, sino que anidan las dudas de que populares y socialistas vayan a ser las formaciones que se disputen la presidencia del Gobierno apenas dentro de unos meses. Los populares de Rajoy no es solo que tengan un problema de comunicación, que también, es que llevan toda la legislatura sin hacer política, en Madrid y en Toledo, y se comportan como meros notarios que leen los datos macroecómicos de España y Castilla-La Mancha tal que fueran las mismísimas tablas de Moisés, y dan por hecho que no hay por qué dar más explicaciones. Imágenes como la detención del delegado del Gobierno en Valencia, que intenta ocultar las esposas tapándose con la chaqueta, no contribuyen precisamente a mejorar la imagen del partido en el Gobierno, y como Rajoy ya ha dicho que le política económica no se cambia, porque es cierto que empieza a dar resultados, pues no se sabe cómo se las va a arreglar el presidente del Gobierno con esa alegría que le caracteriza para cambiar esa tendencia decreciente a no ser que nos suscriba a todos los españoles al Expansión y el Financial Times para que nos vayamos animando con los indicadores macroeconómicos y tomemos conciencia de lo que podría suponer en los inversores las políticas populistas. Si esto sigue así, con dos o tres sondeos malos para el PP Albert Rivera se puede convertir en pocos meses en la gran esperanza blanca para luchar por la presidencia del Gobierno ante un frente de izquierdas que tendrá como gran escaparate ayuntamientos como los de Madrid, Barcelona y Valencia, tres laboratorios para la nueva política española.
El PSOE regresará al palacio de Fuensalida tras la investidura a mediados de junio, pero lo hará de una manera bien diferente a las ocho ocasiones anteriores en que alcanzó la presidencia de Castilla-La Mancha. Ya no será aquel PSOE de Bono que con más del cincuenta por ciento de los votos era el nuevo Rey Sol de la Autonomía recién estrenada, el líder que había logrado arrebatar a Alianza Popular y al PP la centralidad política. Lo que viene es el PSOE más debilitado desde las primeras elecciones de 1983 cuando Bono salió elegido con apenas una diferencia de dos diputados frente a Alianza Popular. Hoy llega un Partido Socialista que ha perdido su condición hegemónica en Castilla-La Mancha (de hecho, es el PP el que gana las elecciones) y lo hace además en alianza con una fuerza emergente más a la izquierda, Podemos y su entorno, que a nadie oculta su objetivo en las próximas elecciones, que es reemplazar al PSOE en el liderazgo de ese frente de izquierdas. Nada que ver por tanto con el PSOE de Bono (y luego Barreda) que gobernó sucesivamente Castilla-La Mancha desde 1983 durante ocho legislaturas seguidas, que jamás tuvo necesidad de mirar hacia su izquierda, porque allí estaba el abismo, y por ello pudo robar el espacio político de centro al PP a base de desplazarlo cada vez más a la derecha. Hoy la centralidad se ha desplazado hacia la izquierda y el PSOE ya no es el que marca los tiempos políticos en solitario. ¿Quién ocupará ese hueco? En teoría estaba reservado para Ciudadanos, pero la reforma de la Ley Electoral de Cospedal le jugó una mala pasada, porque aun obteniendo 93.672 votos, no le ha servido para obtener representación en el convento de San Gil y el PP a no ha tenido tampoco a nadie con quien pactar, o beneficiarse de su abstención, como ocurrirá en el Ayuntamiento de Guadalajara y previsiblemente en la Diputación. Esa actitud soberbia del PP de jugar al todo o al nada (entre los votos del PP y Ciudadanos en las Autonómicas hay tres mil más de lo que totalizan PSOE y Podemos, pero…) y una reforma electoral que se les volvió en su contra explican lo que a buen seguro ocurrirá en la sesión de investidura dentro de dos semanas.
García-Page estaba eufórico la noche electoral, porque sabía que aun perdiendo esa noche ganaría las elecciones al día siguiente, pero a medida de que pase el tiempo podrá analizar con más serenidad los resultados, y verá que son los peores para el Partido Socialista desde aquellas primera elecciones de 1983 en que Bono sacó el 47% frente a la Alianza Popular de Arturo García Tizón, que se quedó en el 41%. El PSOE solo volvió a tener otro momento complicado en las elecciones de 1995 en que José Manuel Molina pisó los talones de Bono hasta situarse a tan solo a 1,4 puntos (la menor diferencia de siempre entre populares y socialista), pero a partir de entonces el de Salobre supo aprovechar todos los resortes del poder regional para acabar por identificar a su gobierno con la Autonomía misma, al uso y manera de los nacionalistas, y en las elecciones de 1999 el PP llegó a ellas sin posibilidades (ganó Bono por 13 puntos de diferencia). En 2003, Bono tocó techo al alcanzar el 58% de los votos con 634.132 sufragios) y a partir de ahí se produjo una curva descendente que aun así le valió a Barreda para tener impulso y batir con claridad a Cospedal en las elecciones de 2007 con diez puntos de diferencia. La mala gestión de la crisis económica por el gobierno de Barreda favoreció la victoria de Cosperdal en 2011, con una diferencia de cinco puntos a su favor; y así hasta que llegamos a estas elecciones de 2015, en que el PP sigue siendo el más votado, con el 37% frente al 36% del PSOE, pero como no sacó por un escaño la mayoría absoluta y Ciudadanos se ahogó al borde de la playa, pues no tiene a nadie con quien pactar y con el permiso del señor Iglesias será García-Page el que gobierne.
Pero ¡mucho ojito! Entre 2003 y 2015, el PSOE ha perdido en Castilla-La Mancha 242.910 votos y en términos porcentuales ha bajado del 58% al 36%. ¿Habrá tocado fondo? Pues no lo sabemos. El problema que tendrá en los próximos meses es que se juega su liderazgo ante en esa nueva izquierda neocomunista (a mi entender) que está surgiendo en torno a Podemos y que recuerda un poco a lo que le pasó a Rodolfo Llopis en el famoso congreso de Suresnes de 1974 ante un arrebatador abogado laboralista sevillano, que pocos conocían, Felipe González. Si como declara Emiliano García Page, los de Podemos aspiran a ser socialdemócratas y ocupan el mismo espacio político que el PSOE, la pregunta es obvia: “¿Para qué vamos a votar en las Generales a la vieja socialdemocracia si ha surgido una nueva y renovada, y con un líder de gran capacidad para utilizar las nuevas herramientas de la política, que son la televisión-espectáculo y las redes sociales?
¡Qué peligro tiene el razonamiento de Page! Me gustaría saber qué opina de todo esto Felipe González. Esto es lo que hay.
P.D.- Sería la única alcaldesa del mundo que califica al turismo como una «carga» y que propone limitarlo. Personajes extravagantes como Ada Colau, aquella chica que se vestía de Superman para luchar contra las deshaucios, van a ser impagables para la prensa y la prueba del nueve de lo que significa dejar al populismo el gobierno de ciudades como Barcelona. Pero los barceloneses sabrán lo que hacen permitiendo a los demagogos jugar con las cosas de comer. Por si las moscas, si van a la Ciudad Condal tengan cuidado de sacar un mapa turístico a la vista de todo el mundo. Si pasa algún «colau» cerca, le puede mirar mal.