De la mayoría absoluta más cómoda a depender para todo de Ciudadanos si quieren gobernar con mínimo de estabilidad. Esta es la situación del PP en la Diputación y el Ayuntamiento de Guadalajara, pero también en los ayuntamientos de Albacete y Cuenca. En Ciudad Real y Toledo igualmente el PP es el más votado, pero los pactos de izquierda a buen seguro que lo impedirán. Visto este panorama, que avanzaban los sondeos con bastante probabilidad, cada vez se entiende menos la estrategia del PP en Castilla-La Mancha de intentar ahogar la entrada del partido de Albert Rivera en las Cortes regionales, para al final no tener a nadie con quien pactar. En Castilla-La Mancha se fueron a la “basura” más de 93.000 votos que procedían en buena parte de antiguos votantes del PP desencantados con un partido que ni ha sabido atajar la corrupción, ni explicar con un mínimo de eficacia su acción de gobierno. La altivez y prepotencia con la que se manejó la política informativa por parte del gobierno del Cospedal no tiene parangón con nada de lo que los más veteranos en esta profesión hemos visto nunca jamás. ¿Y en Guadalajara? Con que hubieran hecho unas cuentas operaciones aritméticas se habrían dado cuenta de que con la nueva electoral, que ha sido el pozo de Cospedal, el PP no tenía una posibilidad razonable de sacar el tercer diputado, y que este se jugaría entre Ciudadanos y Podemos. El que más votos sacara entre los dos se lo llevaría; y fue Podemos. Pues aun así, hasta el día anterior a las elecciones en la prensa oficiosa de los populares se atacaba a los candidatos de Ciudadanos en lo personal, con medias verdades que constituyen las peores mentiras, poniéndolos como unos arribistas peligrosos. Todo lo contrario de lo que les hubiera convenido; pero así están las cabezas. Como algunos dejamos escrito, Guadalajara era la circunscripción con Toledo en la que los partidos emergentes tenían más posibilidades de irrumpir, por lo que yo llamo el “efecto Madrid”, y que siempre ha constituido una vaso comunicante entre la población del Corredor del Henares al margen de las artificiales divisiones administrativas.
Pues bien, con estos presuntos arribistas insolventes va a tener que negociar el PP la gobernanza en Diputación y en el Ayuntamiento de Guadalajara, y lo va a tener que hacer desde la humildad y con mucha mano izquierda, aunque algunos no sepan ya ni donde la tienen, de no utilizarla. Porque así lo han querido los ciudadanos, hartos de ese discurso antipático por el que las cosas son así, y punto pelota. ¿Verdad señor Montoro? ¿Verdad señora Cospedal?
En Guadalajara, el PP rozó la más absoluta de las catástrofes, pero al final puede que salven los muebles, y digo puede, porque no parece que a Ciudadanos le interese por pose meterse en un fregado de tripartito con socialistas y neocomunistas; y al final opte por lo menos arriesgado, dejar que gobierne el más votado. Y después de las elecciones en ¿septiembre?, ¿noviembre? o ¿enero?, solo Rajoy y Arriola lo saben, ya veremos cómo encajamos el puzzle. Porque habrá más cartas que jugar.
Con el reposo que dan los días, los resultados de Román en Guadalajara ya parecen menos malos, y sobre todo si los comparamos con otras capitales de provincia de la región. En Guadalajara y Cuenca, el PP obtiene los mejores los mejores resultados en capitales de provincia, con el 37% de los votos, por el 36% de Ciudad Real , el 33% de Albacete y el 32% de Toledo. Lo que pasa es que en Guadalajara se partía de más arriba, de dieciséis concejales, el mayor éxito de una candidatura municipal en la historia, y perder cinco es significativo de que se han hecho varias cosas mal, no solo una ni dos, y de que no toda la culpa la tienen Rato, Granados y Bárcenas y la Gurtel que los parió, sino que también hay claves locales que Román, demasiado disperso desde que es diputado, deberá analizar con frialdad. Cuando el barómetro avisa de cambio de tiempo, parece que lo más aconsejable es poner la proa hacia él, y no dejarse llevar por la autocomplacencia. La candidatura que Román llevó fue demasiado continuista, con candidatos que se habían distinguido por sacar el máximo jugo a sus concejalías, abrochados en una lista cerrada con otros que pensaban que la mayoría absoluta les daba patente de corso para no tener que negociar con los colectivos ciudadanos y poner mala cara a todo el mundo. Cuando se gastan todos los recursos informativos en intentar desacreditar al contrario en lugar de hacer propuestas y generar debates en positivo pasan estas cosas. Otra problema es que habrá que analizar, sin demagogias, por qué cada vez hay menos profesionales acreditados que se quieran dedicar a la política, y hasta qué punto el descrédito que hoy tiene entre el ciudadano está limitando que el acceso a ella de los mejores. No es una cuestión de que cobren mucho. Al revés. Estoy con Agustín de Grandes en que hacen falta menos políticos, pero mejor pagados. Y no hablemos de los liberados. ¿Es necesario que haya corporaciones enteras con todo el equipo de Gobierno cobrando del contribuyente, cuando antes era un trabajo que hacían los funcionarios, que para eso saben de esto y han hecho una oposición?
El sábado saldremos de dudas, y tocará luego gobernar. Que es lo que importa. Pero el problema es que no tenemos muy claro cómo lo harán los que gobiernen las instituciones al carecer de una mayoría suficiente y en base a qué programa, que las conversaciones tan poco transparentes que se están llevando a cabo estos días no nos permiten develar, más allá de algunas generalizaciones sobre los servicios públicos que carecen de cuantificación económica.
Por ello, yo siempre he abogado por un sistema de segunda vuelta al estilo francés por el que no solo se asegura la gobernabilidad de las instituciones sino que se da al ciudadano la última palabra con su voto. Fue una de las muchas reformas que el gobierno de Rajoy se dejó en la cartera, preocupado solo de cuadrar el déficit, que también, pero olvidándose de la política y la comunicación. Y cuando se lo propuso a última hora a Pedro Sánchez, ya no coló, porque pareció interesado y oportunista.
Esto es lo que hay.