Las Primarias no están funcionando bien en Europa. Es un sistema mal copiado de Estados Unidos donde los partidos son meras oficinas electorales, que se ponen en marcha durante las campañas, porque son los candidatos los que tienen todo el protagonismo. Por ello es posible que Donald Trump haya llegado a la presidencia con la oposición de la gran mayoría del Partido Republicano. E incluso de Wall Street. En América, el protagonismo es del candidato, que se somete a todo tipo de elecciones. A la Presidencia, pero también para senador, congresista, fiscal del Estado, sheriff del condado.. En Europa, los partidos son grandes estructuras de poder (para lo bueno y para lo malo), y al adoptar un sistema que pone al candidato por delante del partido tradicional y su organización, la casa está manga por hombro. Las Primarias se han convertido en un fin en si mismo en el que se elige el candidato entre los afiliados al partido (PSOE español) o los simpatizantes (Francia), un proceso que favorece el populismo y la radicalidad, que para un partido conservador le escora hacia la derecha ( Francia, Austria, Chequia, Polonia, Hungría, Holanda…) y a un partido socialdemócrata le conduce a espacios más propios de la izquierda revolucionaria de praxis comunista (España, Gran Bretaña, Grecia…)
El caso de Macron, el nuevo presidente francés, es palmario. Antiguo ministro de Economía con Hollande, social-liberal de principios, no se presentó a las Primarias del Partido Socialista porque no tenía ninguna posibilidad. Al final, los simpatizantes del PSF eligieron al candidato más a la izquierda, Banoit Hamon, el Pedro Sánchez francés, que fue literalmente devorado por el líder de la extrema izquierda, Melenchon, el Pablo Iglesias español. Y además de privar al PSF de seguir liderando a la izquierda francesa y convertirse en una alternativa de poder, se derrumba en la primera vuelta con el 6% de los votos, y dejó como único freno ante la extrema derecha en Francia, y salvador de la unidad europea, a ese Macron que no tenía ninguna posibilidad de ganar las Primarias socialistas, porque era un moderado reformista. ¡Menos mal que en Francia tienen ese seguro de alto riesgo que se llama segunda vuelta, y que deja en manos de la ciudadanía el destino de la República, sin tener que esperar a extraños cabildeos parlamentarios! En otro país, la crisis de los partidos tradicionales habría abierto la puerta al populismo, como en la Alemania e Italia de los años treinta, porque la solución Macron, que aglutinó a la mayoría democrática francesa, a la que significativamente no se sumó Melenchón, habría sido imposible.
Las Primarias no son, por tanto, un fin en si mismo, aunque lamentablemente el riesgo de perder la perspectiva es alto. Porque en unas Primarias no solo se elige el líder del partido, y supuestamente a una política programática, sino también al candidato mejor cualificado para ganar unas elecciones. Si esto se pierde de vista, y el militante vota con las tripas, se alejará todavía más de su electorado, y lo que es vital en toda elección: cada vez su cuerpo electoral será menos transversal. Es singularmente llamativo que la principal reacción de Pedro Sánchez ante la derrota electoral en 2015, en que el PSOE toca fondo con 90 diputados sea echarse más a la izquierda y disputar a Podemos un espacio incompatible con una socialdemocracia reformista. Y así sucede que en 2016 los diputados se reducen a 85, pero lejos de hacer autocrítica, se da otra vuelta de tuerca, explorando alianzas imposibles, y jugando a la política del avestruz, negándose a reconocer que una tercera convocatoria electoral en 2016 habría dejado al PSOE en 75 escaños, según las encuestas, y relegándole a un papel secundario como muleta del movimiento de Pablo Iglesias.
Las Primarias no van a resolver el ocaso de la socialdemocracia europea, que no es tanto un problema de líderes sino de proyecto político. La solución socialdemócrata hizo fortuna en la política europea tras la guerra mundial porque equilibró la sociedad, se mostró eficaz en la lucha contra las desigualdades, y fueron muchos los países que dejaron en sus manos la gestión del estado del bienestar, porque había riqueza para repartir. Pero como sucedió en los años treinta, en Europa, el estallido de una crisis con caídas prolongadas en el PIB (en España, durante cinco años seguidos) ha empobrecido a una parte de lo que antes eran clases medias, las grandes perdedoras de esta crisis, que ahora tienen la tentación de ceder ante los cantos de sirenas de este nuevo populismo que en el fondo tiene las mismas recetas fracasadas de los viejos partidos comunistas. La socialdemocracia tiene que refundarse, cierto, pero tal reto no se soluciona con unas Primarias, o pasará como a Jeremy Corbyn en el Reino Unido, líder de un Partido Laborista irrelevante, e incapaz de ofrecer una sola alternativa al desastre que montó David Cameron, y que no le va a pasar ninguna factura, avanzan las encuestas, al Partido Conservador de la señora May.
No, no me gustan estas Primarias ( y menos las que se reducen a la militancia de un partido), porque en teoría se está eligiendo a un líder y a un supuesto programa político (al que nadie atiende, habría que añadir, salvo tres generalidades que caben en un tuit), pero como esto no es Estados Unidos, y en España los partidos tienen una estructura jerárquica en la práctica se ventilan otras menudencias, que al final pueden actuar de agente contaminante. Porque los partidos están formados por personas que al final tienen sus intereses. Y los que se creen relegados por una determinada dirección cualquier cambio les viene bien. También a la inversa. Por ello, y aunque no debería ser así, votar por Susana Díaz es también hacerlo por Emiliano García-Page, que no ha tenido reparos en ligar su futuro político a lo que pase este 21 de mayo, como por la actual dirección que lidera Pablo Bellido. Y hacerlo por Pedro Sánchez es optar por un cambio que se visibilizaría en políticos como Magdalena Valerio, Daniez Jiménez, María Antonia Pérez León o José Luis Blanco. Todos ellos tienen mi respeto personal, y desearía que el día 22 se cosieran heridas y trabajaran por una alternativa socialdemócrata alejada del populismo, que lo primero que hace es cuestionar la democracia representativa; por ello nunca está de más apelar es a Churchill, el viejo león que derrotó al fascismo: “Nadie pretende que la democracia sea perfecta u omnisciente.En verdad, se ha dicho que es la peor forma de gobierno, excepto todas las demás …”.
Esto es lo que hay.