¿Se imaginan a Mariano Rajoy tras un eslogan que dijera: “Somos la derecha”? Yo no, porque en política hay cosas que se sobreentienden y lo que tratan los partidos es de sumar a los fronterizos para ampliar la base electoral. Por lo tanto cuando Pedro Sánchez utiliza en el Congreso del PSOE un eslogan tan tajante: “Somos la izquierda” está enviando un doble mensaje a sus militantes y a su electorado. A los militantes les está diciendo que él los va a conducir otra vez a la izquierda de la que otros (barones y gestora) supuestamente les habían desviado, porque el nuevo/viejo dirigente socialista piensa que solo en la izquierda está la posibilidad de recuperar el respaldo al PSOE para volver a La Moncloa. Sánchez lo fía todo a recuperar el voto crítico y desencantado que se fue a Podemos con lo que no le importa desplazar el eje de su partido más a la izquierda y plantar cara al populismo revolucionario de Podemos en un territorio, cerca del precipicio, al que el PSOE no se había atrevido a asomarse desde Largo Caballero.
Pero sucede que este mensaje de “Somos la izquierda” es al mismo tiempo una renuncia expresa a competir por el espacio moderado de centro-izquierda sobre el que el PSOE de Felipe González cimentó sus tres gobiernos desde 1982, y en los que no tuvo necesidad de enfatizar lo obvio, porque su análisis partía de una base de partida diferente: a la izquierda la consideraba ganada para la causa porque la fuerza electoral del comunismo (con las siglas que se presentara) era irrelevante y lo que se trataba era de completar esa base de izquierdas con una mayoría progresista formada esencialmente por la clase media más liberal (por utilizar el concepto más americano) y que seguía viendo al PP demasiado escorado a la derecha. El golpe de timón de Sánchez es por lo tanto histórico, porque abandona los predios más templados del centro y lo apuesta todo a un frente de izquierdas que pudiera gobernar España en colaboración con el nacionalismo, que se nos hizo independentista. ¡Vaya lío! Y esto es una gran novedad para el PSOE más tradicional, que ya veremos cómo asume este giro a la izquierda y ese intangible que es la plurinacionalidad de España, que muchos no sabemos muy bien de qué se trata y cómo encajaría en el marco de la Constitución que, no lo olvidemos, requiere mayorías cualificadas para su reforma. Salvo que nos sumemos a la tropa de los Puigdemont, que como muy bien sabemos todos nos invitan a utilizar nuestra carta magna como papel higiénico.
A quien le supongo más feliz que una perdiz es Albert Rivera, quien jamas podría soñar con ocupar con tanta facilidad el centro-izquierda que ahora Sánchez abandona para competir con Iglesias al borde del acantilado. Una maniobra bien diferente de la que Macron ensayará en Francia con esa tercera vía tras el derrumbe del Patido Socialista. Ni Hamon, el ganador de las las Primarias en el PSF, sí, que no logró pasar en su distrito a la segunda vuelta de las legislativas.
El Congreso del PSOE nos ha dejado también algo por no esperado que entraña gran riesgo de división. Pedro Sánchez se sintió traicionado por los barones y la mayoría del Comité Federal y esta vez ha reclamado para él, como Lenin en la revolución de Octubre, todo el poder en el partido. Sánchez no ha querido ni intregración, ni cuotas, y será el único timonel como pedía Daniel Jiménez en el PSOE regional y provincial. Yo no espero ninguna sublevación hasta las elecciones Generales, que serán cuando quiera Rajoy, y en las que Sánchez se lo juega todo a una carta. Si no llega a La Moncloa habrá acabado su carrera política. Pero hasta entonces a Sánchez le van a dejar liderar el PSOE como los militantes han pedido. Y es justo. Aunque habrá que estar muy atentos a lo que puede pasar en congresos regionales como el de Castilla-La Mancha o el de Aragón, con presidentes tan alejados del sanchismo como son Lambán o García-Page.
Tras lo ocurrido este fin de semana en Madrid, en donde Sánchez ha tirado por la calle de enmedio, haciendo valer su triunfo en las Primarias, es evidente que García-Page está en una encrucijada. Su entorno le anima a que se presente y plante cara a Sánchez y a su candidato Manuel González Ramos, al que ha dejado muy bien colocado en la Ejecutiva Federal, para que no haya dudas sobre con quien cuenta. Pero la decisión es solo de García-Page y se va a tomar todo el verano para madurarla.
Yo no me atrevo a dar pronósticos, porque seguramente ni García-Pag sepa lo que hará, pero sí tengo claro una cosa: yo no le veo dejando el poder orgánico del partido a González Ramos y presidiendo en minoría un gobierno en Castilla-La Mancha con un Podemos envalentonado y más pendiente de la estrategia nacional de Pablo Iglesias que de unos presupuestos, que en septiembre serán papel mojado. Porque no serán ejecutables en una gran parte.
Pero no olvidemos algo muy importante. Como le dejen sin salida, García-Page tiene un comodín con el que nadie cuenta: y se llama convocatoria anticipada de elecciones autonómicas, para una legislatura corta de solo dos años.
Esto es lo que hay. Y es un buen lío, como diría Rajoy. En Guadalajara, Magdalena Valerio, María Antonia Pérez León y José Luis Blanco han tomado posiciones. En la bolsa eso se llama recoger dividendos.