Emiliano García-Page comenzó explorando la negociación de los presupuestos con el Partido Popular, aun sabiendo que tenía poco recorrido.Las diferencias no eran insalvables, pues el PP empezó por exigir una negociación para aproximar la fiscalidad de Castilla-La Mancha a la de la comunidad de Madrid, que beneficia fundamentalmente a patrimonio y sucesiones, la subida salarial del 1,5 por 100 a los funcionarios y un plan de choque contra las listas de espera, el talón de Aquiles de la sanidad regional . En fin, nada que no se pudiera abordar con buena disposición, dado que la discrepancia en cuanto a la disminución de recaudación por la rebaja fiscal en dichos impuestos era perfectamente asumible por el incremento de la recaudación que se espera por la mejora de la actividad económica y las menores obligaciones con la reducción del déficit, después de haber cumplido con seriedad en el último ejercicio presupuestario.
La prueba del nueve sobre todo lo anterior es que lo único que sabemos del acuerdo sobre los Presupuestos entre PSOE y Podemos es que va a incorporar unos 400 millones de euros más “que van fundamentalmente a políticas sociales”, explica García-Page, y a los que siempre quedará la posibilidad de aplicar ajustes contables, ya que un presupuesto que en el mejor de los casos se podría aprobar entre agosto y septiembre va a tener un grado muy bajo de ejecución. Eso lo podemos tener claro. Con p minúscula.
Por tanto, si la negociación con el PP se rompe es porque al final ninguna de las partes está convencida de que le interese. A García-Page le habría creado un problema con Pedro Sánchez, que ha imprimido un giro a la izquierda del PSOE y un acercamiento hacia Podemos, lo que es incompatible con un pacto de presupuestos entre populares y socialistas en Castilla-La Mancha. Esas finezas solo están al alcance de saltimbanquis y equilibristas como el extremeño Sánchez-Vara. ¡Y qué decir del PP! En una región que casi siempre ha votado mayoritariamente a UCD o al Partido Popular en las Generales, y en la que José Bono, sobre todo, y menos Barreda, consiguieron arrebatar un discurso regionalista pero en clave españolista a los conservadores, el gobierno PSOE-Podemos es una oportunidad de oro para presentar a los socialistas como un partido que ha perdido la centralidad y que se ha pasado con armas y bagajes a la extrema izquierda. Este será a partir de ahora el eje del discurso de oposición de los populares, y habrá que ver hasta qué punto los nuevos aliados morados de García-Page no le dan motivos para ello. Por de pronto, como dijo Pablo Iglesias el sábado cuando le preguntaron por el presidente de Castilla-La Mancha “en este país han cambiado muchas cosas». Especialmente tras la victoria de Sánchez en las primarias.
Por lo demás, poco se puede opinar de un presupuesto del que desconocemos todo, como también desconocíamos los motivos por los que el anterior fue rechazado por Podemos a última hora, lo que nos confirma que solo se debió a razones estratégicas y de alta política. Lo único que sabemos es que Podemos tendrá una vicepresidencia -¿García Molina, que ya es vicepresidente de las Cortes de CLM?- y que otro consejero de Podemos daría visibilidad y brillo al Plan de Garantías Ciudadanas, con lo que consejerías sensibles, como Educación (¿qué va a pasar con la Concertada?) , Hacienda (¿se relajará la disciplina presupuestaria?) o Fomento (y Urbanismo), en las que hay notorias diferencias programáticas, quedarían al margen del control de Podemos.
Todo ello, claro, dando por hecho que los inscritos en Podemos CLM avalen tal acuerdo cuando se les presente convenientemente adornado, y que los Anticapitalistas de Urban y Llorente rachazan por la formas en que se ha parido, al más puro presidencialismo y sin consultar a los órganos establecidos por Podemos al efecto. En esto, también, Podemos ya es un partido comunista como los de toda la vida.
Esto es lo que hay. Con Susana Díaz en Ferraz, García-Page habría tenido más posibilidades de maniobrar y hasta habría sido más creíble su amenaza de convocar elecciones anticipadas. Con Pedro Sánchez, Page se tiene que tentar la ropa, y aceptar que se ensaye por primera vez en Castilla-La Mancha un gobierno de coalición más a la izquierda en una región en la que, excepto cuatro años, siempre gobernó el PSOE con un estilo templado, marca Bono, que está a años luz del de Podemos. ¿Tanto habrá cambiado Castilla-La Mancha, como sugiere Pablo Iglesias?
Dentro de dos años lo veremos. Si no hay sorpresas, por la división de Podemos, el tablero político en Castilla-La Mancha se desplaza a la izquierda y esto es una buena noticia también para Ciudadanos. Porque los espacios políticos que unos abandonan los ocupan otros.