Nueva York, Madrid, París, Bali, Londres, Bruselas, Berlín, Munich, Manchester… Y ahora Barcelona. Como dijo el ex primer ministro francés Manuel Valls, barcelonés de origen, no sabemos ni dónde ni cuando pero, desgraciadamente, tenemos la certeza de que lo volverán a intentar. Y como recordaba ayer el profesor Manuel Torres, “España, para lo ideólogos de la yihad terrorista , continua siendo “la perdida Al Andalus”, una tierra paradisiaca arrebatada por la fuerza al islam, cuya recuperación es irrenunciable”.
Estamos en el centro de la diana; y hay que defenderse. Con responsabilidad y moderación, pero también con firmeza y sin complejos. Porque estamos en guerra. Y por lo tanto, todos vivimos amenazados. No hay que tener miedo, como se gritaba en Barcelona, hay que volver a caminar sobre Las Ramblas, pero sin olvidar que mientras el mundo civilizado no acabe con el autodenominado Estado Islámico, siempre estaremos a expensas de que el jueves 17 de agosto se repita en cualquier ciudad del mundo. Porque todos somos sus objetivos, incluso estos nuevos apaciguadores, aprendices de Chamberlain 2.0, que se enredan en explicaciones económicas y sociales cuando ellos lo han dejado meridianamente claro, como muy bien lo explica el profesor Torres: “La sustitución de los actuales regímenes gobernantes por un único califato islámico que asegure la implantación de la sharía (ley islámica)”.
La guerra no va a ser fácil, seguramente será larga, porque es de gran complejidad, cierto que puede arrostrar consecuencias indeseables, y necesitará de la unidad de todos, aunque oportunistas y pusilánimes sembrarán la desconfianza. En los últimos días, Cataluña y el conjunto de España, la gente de Barcelona, una aldea global del mundo, su policía autonómica y las Fuerzas de Seguridad del Estado, han puesto en valor lo mejor de nuestra sociedad libre y civilizada, desde el impulso de la unidad.
Es una pena que cuando todavía no se ha cerrado la lista de víctimas por el atentado yihadista, el presidente Puigdemont ya nos ha advertido de que nada va a variar su hoja de ruta hacia ese referéndum ilegal del 1 de octubre, con el que proseguirá su loca carrera hacia ninguna parte. Tampoco puedo decir que me deje perplejo saber cuál es la escala de preocupaciones del molt honorable, porque me lo imaginaba. Aunque no deje de ser descorazonador. Pero esto es lo que hay. Siendo Barcelona el icono de la aldea global contra el yihadismo y en donde resultaron heridas personas de más de treinta nacionalidades: ¡como se puede ser tan paleto!