Lo que a continuación escribo en este post vale también para los nuevos pactos de La Moncloa que según parece quiere (tengo mis dudas) Pedro Sánchez (de Iglesias no tengo ninguna duda, no los quiere), pero a ello ya me he referido en artículos anteriores. Hoy me quiero ocupar de la propuesta de Emiliano García-Page para realizar una versión regional de esos nuevos pactos de la Moncloa, y empiezo por lo que debería ser el final de la argumentación: sí, son necesarios y convenientes, se deberían negociar con luz y taquígrafos en las Cortes regionales, que deben recuperar cuanto antes su actividad plena (¿por qué puede un obrero de la construcción ir al tajo y los parlamentarios no celebrar un pleno con las mismas medidas de seguridad?) con lo que podríamos estar hablando de los Pactos de San Gil, en honor al antiguo convento que acoge nuestras Cortes regionales.
Jamás Castilla-La Mancha ha tenido una situación tan difícil, la peor desde la Guerra Civil. Es así que el sentido de la propia comunidad autónoma es lo que se pone a prueba; y eso en una región despegada de cualquier nacionalismo, solo se medirá por la eficacia de su actuación ante la doble crisis: sanitaria y económica.
Sí, soy partidario de unos pactos para la reconstrucción que implique a las fuerzas parlamentarias allí representadas, las administraciones locales y provinciales y los agentes sociales, porque desde que se inventó Castilla-La Mancha dentro de ese complejísimo estado de las autonomías (cuya relación con el Estado deberá revisarse a raíz de lo ocurrido), jamás ha tenido una situación tan difícil, la peor desde la Guerra Civil. Es así que el sentido de la propia comunidad autónoma es lo que se pone a prueba; y eso en una región despegada de cualquier nacionalismo al margen del español, solo se medirá por la eficacia de su actuación ante la doble crisis: sanitaria y económica.
Primero nos toca terminar de abordar la gestión de una pandemia, que cogió a su gobierno de manifestación, y a todas las administraciones sin la preparación adecuada. A todas. Ello ha llevado consigo grandes dosis de improvisación en unos primeros momentos al comprobar cómo la cuarta economía de Europa carecía de las mínimas reservas estratégicas de material sanitario. Y así nos ha ido con la escalada de contagios. La parte positiva es que los españoles improvisamos bien (ahí está el caso del IFEMA en Madrid o la notable reconversión que se hizo en el Hospital de Guadalajara para que no se colapsara) , y en un corto espacio de tiempo las administraciones se han ido haciendo con las riendas de la crisis y aunque esto va para muy largo (hasta que no se generalicen los test rápidos y finalmente se encuentre la vacuna), el número de ingresos en los hospitales ya es más bajo que el de las altas. Pero aun así, las administraciones (especialmente la autonómica) deberán seguir incrementando la factura sanitaria (en Castilla-La Mancha se han contratado a unas 4.000 personas), porque los hospitales se irán normalizando y los profesionales sanitarios que pasaron a formar partes de equipos multidisciplinares con la crisis tendrán que ir regresando a sus consultas, que fueron suspendidas, con lo que no quiero ni imaginarme hasta donde llegarán las listas de espera si no se establecen unos contundentes planes de choque. Por no hablar de que si hay que parar alguna inversión (o mejor algún gasto ordinario), es a costa de relanzar obras como las del hospital de Guadalajara, que la crisis ha demostrado ser insuficiente para atender una emergencia.
Todos queremos que de esta salida de la crisis nadie se quede fuera, pero para ello hay que olvidar cualquier tentación populista y recordar que cualquier dinero público ha sido antes privado, porque proviene de los impuestos de empresas y trabajadores.
La consejera portavoz, Blanca Fernández, se refirió recientemente a que con este Plan de Reconstrucción se quieren blindar los servicios públicos, porque no se puede volver a los recortes ni en sanidad, ni en bienestar social, ni en dependencia, extremos con lo que todos estamos de acuerdo y especialmente porque esta crisis ha castigado con crueldad a nuestros mayores, con lo que lo primero que habría que revisar son todos los protocolos que existen en las residencias sociosanitarias españolas. El último dato de mortandad que aportó el consejero de Sanidad al sumar los sospechosos con los fallecidos oficiales por COVID-19 es escalofriante: 1.573 muertos, hasta hoy.
Todos queremos que de esta salida de la crisis nadie se quede fuera, pero para ello hay que olvidar cualquier tentación populista y recordar que cualquier dinero público ha sido antes privado, porque proviene de los impuestos de empresas y trabajadores. Y si se derrumba la recaudación no hay manera de garantizar nada. En ese sentido habrá que perfeccionar más las medidas ya esbozadas para que los autónomos y pequeñas empresas puedan levantar el cierre cuando se levante el estado de Alarma, y no digamos de los sectores como bares, restauración y turismo, porque nadie sabe cuándo podrán hacerlo y en qué condiciones. No olvidemos que la crisis que va a golpear a todo el mundo, y especialmente a Europa, en España se agrava por el gran peso del turismo en el PIB (12,3%, se generaron 2,62 millones de puestos de trabajo, el 12,7% del empleo total según datos de 2019), lo que necesitará de la UE de ayudas específicas. Para todo hace falta dinero, y el asunto es que sería un disparate fiarlo solo a la emisión de deuda, porque acabaríamos como Argentina, sin poder pagarla. Solo en Castilla-La Mancha la portavoz se refirió a que se establecerá una dotación económica que supera los 220 millones de euros, la mitad de los cuales, algo más de 110 millones de euros, recae sobre los presupuestos regionales de este año.
En Castilla-La Mancha se han llegado a perder en 15 días de marzo 12.271empleos y todavía no sabemos cómo cerrará abril. Y hay 78.613 personas afectadas por ERTEs, de los cuales 8.176 son de Guadalajara.
Corresponde al Gobierno regional traer a la negociación la arquitectura de ese Pacto para la Recuperación, después de unas rondas preliminares con los potenciales firmantes. Y a los demás exigir que ese compromiso económico se refleje en el Presupuesto de 2020, que será necesario reformar, así como partidas que llegarán hasta el último presupuesto de la legislatura.
El panorama es suficientemente grave como para que nadie cuestione la necesidad de llegar a acuerdos sobre cómo podemos enfrentarnos a este cuadro económico que nos deja la pandemia con los menores daños posibles. Y aunque en Castilla-La Mancha hay un gobierno con mayoría suficiente como para aprobar cuantas leyes estime oportuno, se estaría mandando un esperanzador mensaje de unidad si lo hiciera con el respaldo de los partidos políticos y de su sociedad. Page tiene una ventaja: en San Gil se quedaron fuera los partidos frentistas en los que no está en su ADN los pactos trasversales, por lo que no debe dejar pasar la oportunidad. Tampoco los partidos de la oposición deberían asumir papeles que no se corresponden con fuerzas políticas moderadas. Quien crea que se puede sacar rédito de una crisis tan profunda se equivoca: pero si hay alguien que puede beneficiarse son los extremos, los que cuestionan la Constitución de 1978, como ocurrió en la Alemania de los años treinta tras la hiperinflación de la República de Weimar o antes con en el declinar de la Rusia zarista.
Corresponde por tanto al Gobierno regional traer a la negociación la arquitectura de ese Pacto para la Recuperación, después de unas rondas preliminares con los potenciales firmantes. Y a los demás exigir que ese compromiso económico se refleje en el Presupuesto de 2020, que será necesario reformar, así como partidas que llegarán hasta el último presupuesto de la legislatura. Esta demanda de la oposición es perfectamente lógica, como que los pactos profundicen también en materia fiscal para que las ayudas sociales no sean a costa de políticas activas de empleo. Porque estaríamos haciendo lo de Abundio y sus famosos cordones. También la oposición debe entender que este no es el momento para comisiones de investigación (y con ello no estoy diciendo que descuide sus tareas de control del gobierno), pero ahora el Gobierno regional no debe perder un minuto en pensar cómo salimos de esta. Y cuando lo consigamos ya tendremos tiempo de exigir responsabilidades en comisiones no solo que aborden la eficacia de los gobiernos sino cómo podemos aprender de países como Finlandia (que tiene reservas estratégicas útiles en las ciudades más importantes) o qué clase de industria nos ha quedado en España que hay que ir a China hasta para comprar una mascarilla que no vale ni medio euro. La salud y la economía de España no se puede comprar en un chino del todo a cien. Con todo mi respeto para ellos, porque no engañan a nadie.
Esto es lo que hay. ¿Seremos capaces en Castilla-La Mancha de establecer el marco menos malo para salir de esta pesadilla? ¿O jugamos a Tebas y Rubiales, como en el fútbol?