Lo más inteligente de largo que he escuchado sobre el Covid-19 ha sido en boca de un alcarreño, el profesor de Finanzas de la IMD, Arturo Bris. Hemos publicado un resumen de la webimar que organizó con él la Universidad de Deusto, así que allí pueden encontrar todos los detalles. El paisano precisa que el desconfinamiento basado en pruebas test, como sucedió en Corea o Alemania, no es posible hasta que se hagan test suficientes y sean fiables. Pensé inmediatamente en ello al ver la intervención, ayer, de Pedro Sánchez para explicarnos las tres fases de desconfinamiento (que en realidad son cuatro) y que por lo confuso de la exposición me recordó a un discurso de Groucho Marx (¿ningún asesor le va a pasar una comparecencia de Ángela Merkel, que en diez minutos te lo resume primorosamente y lo entiende hasta un servidor, que no sabe alemán?). Así que visto lo visto, encargué una novena virtual a la Virgen de la Antigua, sabiendo que el primer estudio epidemiológico del ministerio de Sanidad (el que que hace con encargo a las autonomías) empezó ayer y pasarán semanas hasta que tengamos la primera radiografía sobre la incidencia de la pandemia. También recordé otra conclusión de este alcarreño profesor de Yale cuando advirtió a la audiencia internacional que si en cuatro semanas de confinamiento a partir del 11 de mayo se espera que mueran 8.130 personas (290 personas al día) es mejor esperar a iniciar el desconfinamiento. Pues bien, la cifra de muertos, hoy, 29 de abril, ha repuntado ligeramente a 325 y ya superan los 24.000. Dado que estamos 35 muertos por arriba, como segmento de riesgo creí conveniente encargar otro cirio pascual, que da más llama y presencia, y mandar a esparragar -que falta hace- a todo al que me venga con discursos populistas de estilo: “Lo único importante es la salud”. Mentira, si así fuera estaríamos todos confinados hasta encontrar la vacuna, pero eso nos costaría un 50% del PIB, 500.000 millones de euros o 11.500 euros por persona, solo hasta final de año. Así que empiecen por decir la verdad a los ciudadanos, que están demostrando su madurez, no a tratarlos como a niños, y como se preguntó el profesor: ¿Se aducen razones científicas pero en realidad son económicas? La respuesta que dio es: “Sí”.
Tras la intervención de Sánchez, ayer, hay un presidente de Gobierno que está reconociendo que hay que desconfinar lo más pronto posible, porque España no puede aguantar más al estar ante una recesión de “extraordinaria dimensión” (textual). Pero el problema es que se ha hecho sin haber terminado el estudio epidemiológico que debería ser el vademécum para graduar esa desescalada. Y cuando todavía a estas alturas hay una gran parte de ese «personal esencial» al que todavía no se ha realizado un test ¿?, o están los que presuntamente han pasado la enfermedad en casa y ahora no saben a qué carta quedarse. Por no hablar de los detalles de esas medidas, que están pulidas a hachazos. ¿Cómo diablos se las van a apañar los millones de familias que deben de acudir al trabajo -el que no lo haya perdido- si la escuela Primaria no ha abierto sus puertas, a pesar de que los niños son los menos afectados por el virus? ¿Otra vez se los enviamos a los abuelos, a los que el Covid-19 está diezmando sin piedad, como reconocen hasta las cifras oficiales?
Sería muy prolijo entrar en detalles sobre lo que sabemos, que es todavía poco, de las distintas fases de eso que llaman desescalada, y que se ha iniciado cuando el virus todavía está escalando en contagios y mortandad, por mucho que la tendencia se esté frenando, el sistema sanitario va camino de normalizarse y las altas progresan adecuadamente. En muchos sectores habrá que dar numerosos retoques, singularmente en la hostelería que no ve viable abrir en estas condiciones. También hay serias dudas de que se pueda salvar algo de la temporada turística, entre las restricciones impuestas y el temor de una clientela tan deseosa de salir de casa como preocupada por dónde puede venir el puñetero virus. Otros criterios, como reducir el marco de actuación a la provincia, y establecer cautelas para desagregar alguna comarca de ella tiene todo el sentido. Si algo ha demostrado esta crisis es que las fronteras autonómicas no frenan el virus y que si Madrid y las autonomías limítrofes no se coordinan, la estampida hacia los pueblos del entorno de la metrópoli se podría repetir con las mismas funestas consecuencia que ese día en que Madrid mandó a los alumnos a su casa mientras en Castilla-La Mancha seguían en los colegios.
Tiene razón el presidente Sánchez en que para esta enfermedad nadie nació entrenado; pero el problema se agrava cuando los planes y estrategias que van al Congreso ni siquiera se consultan a los principales partidos de la oposición -a los que luego se les exige el respaldo-, o en esos comités de asesores en los que hay más políticos que científicos de prestigio. O en vez de reclamar, cuidar y organizar la asistencia de numerosas empresas españolas que están entre las primeras del mundo en capacidad logística y gestión, algunos revolucionarios de opereta se han dedicado a ensuciar su nombre y a presentarlos como “enemigos del pueblo”. ¿Les suena?
Termino con esta reflexión incorporando la de otro alcarreño ilustre, en este caso Nacho Cardero, director de El Confidencial, sobre esa aversión que tienen algunos por la sociedad civil libre más allá de la pancarta: “Siguiendo el ejemplo de Italia, donde Vittorio Colao, ex consejero delegado de Vodafone, encabeza el grupo de expertos (gestores, economistas, psicólogos) que asesoran al Ejecutivo transalpino para salir de la pandemia, uno no puede dejar de preguntarse qué hubiera pasado en España si al frente de la gestión de la crisis hubieran estado gestores como José Ignacio Goirigolzarri [Bankia] o Pablo Isla [Inditex] en vez de políticos como Sánchez, Iglesias, Illa o Simón. La ucronía para el lector resulta algo más que sugerente”.
Esto es lo que hay. Dicen que es un plan. Pero sujeto a tantas variables que es como la lotería. Que también dejó de funcionar. ¿Así como nos va a tocar algún premio?