Hoy me toca alarmarme doblemente. Por la situación que vivimos desde que el Gobierno decidió que ya tocaba ponerse con esto del Covid-19, que no sabía muy bien qué es (ver predicciones del doctor Simón de enero) y la necesidad de aprobar el miércoles la cuarta prórroga del Estado de Alarma, ya que al limitar libertades individuales, como es la movilidad por el territorio, al desaparecer cada español podría transitar por España como Pedro por su casa.
Ante esa tesitura, Sánchez advierte a la oposición de que no existe “Plan B”, y no aparenta la más mínima preocupación por lograr esos votos necesarios. Los populares le recordaban que en los últimos 45 días sólo ha llamado dos veces a Pablo Casado y la líder de Cs, Inés Arrimadas, ha asegurado que hace dieciséis días que el presidente no quiere saber algo de ella. Especialmente sangrante es lo de Ciudadanos porque a pesar de los gestos de Arrimadas, Sánchez está empeñado en no dejarse ayudar por un partido al que da por liquidado.
En esa estrategia de Sánchez de jugar al límite, de la que salió ganador en su partido y al que desde entonces dirige con un hiperliderazgo que está más cerca del peronismo que de la socialdemocracia europea, el premio mayor es ganar por la mano a Pablo Casado, que ciertamente está en un brete. Tiene que decidir entre lo que ampliamente se le pide desde medios próximos al PP y por amplias capas de su partido, partidarios de dar una lección a Sánchez, por su soberbia. Por no hablar de tener que batallar a su derecha extrema con un partido como Vox, que le presentaría como la derecha vergonzante que claudica una vez más ante el gobierno social-comunista. La otra solución es aceptar lo que los cabezas de huevo de La Moncloa llaman ahora “cogobernanza”, o dicho a la pata la llana: o usted, señor Casado, me apoya el estado de Alarma o lo voy a responsabilizar de cualquier rebrote que se produzca en España por el desmadre que llevaría consigo quitar de un golpe las restricciones a la movilidad.
Lo lógico entre políticos responsables sería pactar esa prórroga de la Alarma y que esto se zanjara sin vencedores ni vencidos. Pero tal y como juega Sánchez y su socio comunista Iglesias, siempre al órdago, no tengo muchas esperanzas. Llegado este caso, Casado tendrá que valorar la solución más patriótica, que en este caso sería la abstención. Y ambos deberían tener presente que como el pueblo español, después del ejemplo de civismo y disciplina que ha dado mayormente, advirtiera que se ha puesto por encima del interés general el partidismo más sectario, la barrida de la clase política que se sienta en el Congreso podría ser de época. ¡Y solo Dios sabe a qué nos llevaría ese camino, porque el populismo y el autoritarismo se esconde detrás del coronavirus!
Esto es lo que hay: así que mejor piénsenlo dos veces antes de volver a jugar con la ruleta de nuestra salud.