Ayer, la bicéfala dirección del gobierno de Sánchez-Iglesias nos sorprendió, a la sociedad española y a la mayoría de los ministros del citado gabinete, con la firma de un acuerdo de gran hondura política entre los portavoces del PSOE, Unidas Podemos y Bildu para derogar “íntegramente” la reforma laboral y otorgar un nuevo privilegio fiscal a los ayuntamientos del País Vasco y Navarra.
Fue un misil. La Ceoe publicó el comunicado más duro de su historia dando por “dinamitado” el diálogo social. Los sindicatos de clase, próximos al Gobierno, no sabían nada y mostraban la lógica sorpresa. Ciudadanos, que horas antes había firmado un acuerdo con el Gobierno, quedaba desairado ante la opinión pública. Y para remate final de este sainete trascendía que entre los que permanecieron ajenos al acuerdo estaba la propia vicepresidenta tercera del Gobierno y ministra (todavía) de Asuntos Económicos, Nadia Calviño, que hizo un amago de dimisión y consiguió al menos una rectificación parcial, para liarla del todo. ¡Qué nochecita!
< Ante la peor crisis que vive España desde la Guerra Civil se introduce una bomba atómica en el mundo de las empresas que ante la incertidumbre que han generado, habrán decidido reducir su inversión al mínimo y prescindir del mayor personal posible.
Ha pasado desapercibido una importante cesión contenida en este acuerdo que establece que tanto el gobierno vasco como el Ejecutivo navarro de la socialista Chivite puedan decidir su capacidad de endeudamiento en función de sus “respectivas situaciones financieras”. Una vieja aspiración que el PNV lleva en su agenda, pero que ningún gobierno español había aceptado porque rompe el principio de solidaridad que tiene cualquier Estado. Este gobierno que va por ahí de “progresista” acepta que navarros y vascos tengan mayor capacidad de endeudarse en función de sus Haciendas Forales -que ya de por sí constituyen otro privilegio- mientras que el resto de comunidades tienen que conformarse con los límites que les marque el Ministerio de Hacienda. Una mangada de campeonato para comunidades como Castilla-La Mancha.
Pero si técnicamente este acuerdo en plena crisis es un despropósito, en lo político es sencillamente alucinante. ¿A cuento de qué venía montar este cisco que te enemista con medio mundo a cambio de la abstención de Bildu, un partido heredero de Batasuna, que no ha condenado el terrorismo y que está dirigido por un tipo que fue dirigente de ETA, no hace tanto tiempo, con la condena correspondiente?
Solo me cabe una explicación: Sánchez-Iglesias quiere cambiar de aliados en el País Vasco, ahora gobierna con el PNV, y ha buscado potenciar el papel de Bildu frente a los jetzaldes y a las puertas las elecciones vascas. Las antiguas cataplasmas de ETA disputan al PNV el liderazgo del nacionalismo, y Sánchez-Iglesias han debido pensar que ya es hora de formar, como en Navarra, una mayoría alternativa entre PSOE-Podemos y Bildu. Aunque estos últimos son los mismos que ayer no condenaban los actos de violencia cometidos en la casa de Idoia Mendía, la secretaria de los socialistas vascos. ¡Para que sepa con quien se junta a cenar en Navidad! El PNV no ha dicho ni Pamplona desde que se supo el regalo que el Gobierno a modo de arras hacía a sus rivales de Bildu. ¡Que les esperen en la siguiente prórroga!
Cualquier especulación vale con este gobierno, porque a falta de una agenda política conocida sobrevive de los órdagos y de la mera estrategia por mantener el poder, y por la que un día el señor Sánchez promete hasta cinco veces que no pactará con Bildu –“¿Se lo tengo que repetir otra vez”, espetaba al entrevistador en 2015- y al siguiente que no dormiría por la noche con Iglesias en el Gobierno.
El presidente sigue al pie de la letra los principios del marxismo, pero los de Groucho, cuando decía: “Señora estos son mis principios, pero si no le gustan tengo otros”; solo que ahora en su último órdago ha ido demasiado lejos porque la situación de España es crítica. En la estrategia de un partido comunista la historia tantas veces nos ha mostrado que necesitan del caos económico y apuntar a un enemigo identificado para engrasar sus posibilidades de alcanzar el poder, con lo que les puede venir bien la situación de ruptura global que se ha generado. Si el objetivo es liquidar el régimen del 78 y con él los consensos que se generaron, ayer se dio un paso más. ¡Enhorabuena a Iglesias!
El problema es para el PSOE, hasta ahora un partido socialdemócrata. Así que todos esperan a lo que pase con Nadia Calviño, que se ha convertido en la prueba del algodón sobre la dirección que tomará el Gobierno. En esta tesitura, no es de extrañar el profundo malestar surgido entre Page y otros barones que proceden de un partido socialista que sí sabe quién es Bildu y lo que hacía esta gentuza antes de que el estado democrático derrotara a su brazo armado, después de casi 900 muertos que nunca jamás volverán a pasear por la Concha o a tomarse txiquitos en la calle Ledesma. Muchos de ellos eran del PSOE, cuando en el País Vasco había que tener mucho valor para ir en una lista electoral no nacionalista.
Es comprensible por tanto con que Page esté “preocupado” y “perplejo” por un acuerdo que está en la orilla opuesta de la mayoría que se ganó en Castilla-La Mancha. Pero sucede que cada paso que da este Gobierno lo aleja más y más de esa mayoría moderada que le llevó a Fuensalida. Y él lo sabe
Es comprensible por tanto que Page esté “preocupado” y “perplejo” por un acuerdo que está en la orilla opuesta de la mayoría que se ganó en Castilla-La Mancha (errores del PP aparte, que presentó a última hora a un candidato desconocido), apoyada no solo en la izquierda tradicional sino en electores moderados que luego en las Generales votaron a PP y CS, como demuestran los análisis electorales. Pero sucede que cada paso que da este Gobierno lo aleja más y más de esa mayoría que le llevó a Fuensalida. Y él lo sabe. Ahora Page se ha ofrecido al Gobierno a darle clases para la búsqueda de consensos más amplios dentro del proceso de reconstrucción económica y social. Se habrán sonreído.
Aunque Bellido dice que el Gobierno está “reculando”, yo no soy tan optimista, porque el problema es que el proyecto de Sánchez ha sido ése desde la moción de censura contra Rajoy. Y en ese potaje aparenta estar cómodo. Es lo que Rubalcaba llamó con sorna “mayoría Frankeinstein”, y que requiere juntarse con los populistas e independentistas que quieren liquidar España y a su Constitución. Para una vez que Sánchez miró a Ciudadanos, horas después los traicionó encamándose con Bildu. Sánchez prefiere cultivar la división de la derecha y que en esa estrategia la más extrema tenga el mayor protagonismo posible, porque eso la da réditos electorales. Aunque desestabilice a la nación.
Desconozco cuánto durará el gobierno de Sánchez-Iglesias en estas condiciones. Lo que me preocupa es cuánto durará España y hasta cuándo podremos seguir financiando el gasto social y las pensiones sin que acabemos como en Grecia, con recortes de prestaciones y sueldos de funcionarios de hasta el 30%, si seguimos con sainetes como los vividos en los dos últimos días.
Esto es lo que hay. ¡Se dice pronto!