Por encima de las siglas, las elecciones autonómicas de Andalucía tienen un triunfador y un perdedor. El triunfador es Juan Manuel Moreno Bonilla, Juanma Moreno como marca electoral, siguiendo el ejemplo de Alberto Núñez Feijóo en la personalización de su última campara para la Xunta de Galicia. Dos personalidades parecidas para un nuevo PP más templado, que gana estas elecciones mirando al centro desde la moderación, sin preocuparse de Vox, como le ocurría a Casado. Una forma diferente de hacer política que Isabel Díaz Ayuso, porque Andalucía no es Madrid, pero igualmente sin complejos. Los resultados, apabullantes. El PP no solo logra por primera vez la mayoría absoluta en Andalucía sino que lo hace ganando el 60% de su electorado que en 2018, una ganancia de 831.634 nuevos votos y 32 diputados.
Estas elecciones tienen también un perdedor, que es Pedro Sánchez, quien puso su candidato porque no se fiaba un pelo de Susana Díaz y su grupo (desde que echó a Ivan Redondo, ya no se fía ni de él mismo) y no ha sabido contrarrestar la carga negativa que dejó a Espadas. Es el quinto revés que sufre Sánchez desde que es presidente, y a estas alturas debería haber aprendido que se puede conquistar el poder desde los extremos, como hizo con su moción de censura, pero que este solo se consolida desde la trasversalidad y la moderación. Pero Sánchez, abandonado por la depauperada clase media, es un radical que se alía con separatistas y extremistas para hacer políticas radicales, carente de un programa político definido, porque se basa en las concesiones ad hoc a sus socios, ayer un indulto, hoy el apoyo a suprimir el 25% del castellano de las aulas, y mañana si es menester concierto con los que nunca condenaron el terrorismo etarra. Sánchez ha pagado su manera de hacer política mirando solo a La Moncloa y derrotas como la del PSOE en Dos Hermanas es el vivo ejemplo de que compañeros suyos se han hartado. Pierde 127.182 votos desde 2018, el 12,6%, y 3 diputados.
Vox sube en votos pero pierde toda influencia en San Telmo. Su folklórica campaña con una candidata paracaidista traída por los pelos acredita que están cada vez más lejos de ser una alternativa al PP, por la derecha extrema. Gana 97.325 votos y 2 diputados.
Ciudadanos ha seguido su caída hasta la extinción casi definitiva, -cada elección es un retroceso-, que no lo ha frenado haber contado con Juan Marín, un buen candidato, vicepresidente con Moreno, lo que demuestra que esto tiene difícil remedio. Cuando el elector interpreta que votar a CS no es útil, es el final. La última pirueta de Arrimadas es la refundación del partido, realzando su perfil liberal, incluso cambiándolo el nombre, pero es muy complicado, aunque se aferran al ejemplo de los liberales alemanes que llegaron a desaparecer del parlamento federal y ahora están en el gobierno. Pierden 540.501 votos, el 81%, y los 21 diputados.
La izquierda radical a la izquierda del PSOE paga una vez más su falta de seriedad, que la hizo concurrir a las elecciones en una sopa de letras, y acredita que Podemos-IU llevan al mismo camino que Ciudadados. Yolanda Díaz solo es un atractivo envoltorio sin contenido, que sigue a la escucha. Pierde 136.291 votos, el 23%, y 10 diputados.
La clave, ahora, es saber cómo influirá este resultado, como los anteriores en Madrid y Castilla y León, en las elecciones autonómicas y municipales de 2023. ¿Está tan claro ese cambio de ciclo como auguran desde el PP? Mi impresión es que la tendencia está marcada, eso es indudable, que Sánchez agotará la legislatura a pesar del desgaste y que su gobierno no es el mejor para el panorama económico que se nos viene encima, por la posible estanflación, que exigirá recortes en el gasto. Pero nada está escrito cuando se trata de unas elecciones en las que cuenta mucho el candidato. En Castilla-La Mancha, por ejemplo, Page las abordará desde el gobierno como Juanma Moreno, y a buen seguro que personalizará la campaña al máximo y que habrá que regalar una lupa para encontrar el logo del PSOE en la cartelería. Su ventaja es que tiene una gestión que vender y un rival, Paco Núñez, por muy del PP que sea, con escaso conocimiento popular. Eso no quiere decir que el PP no tenga posibilidades y que no aspire a gobernar, con o sin Vox, en el palacio de Fuensalida.
Pero si en las elecciones autonómicas influye el candidato, no digamos en unas municipales. A ellas el PSOE llega desde el gobierno, una ventaja muy importante en una región como es ésta en la que los socialistas controlan todas las administraciones con posibilidades de influir en la política local. Más de una vez he recordado que en Guadalajara -excepto en la capital y algo en el Corredor- los cambios de ciclo llegan a la provincia después de que se consoliden a nivel nacional. En la ciudad de Guadalajara la expectación es máxima por saber adónde pueden ir los tres escaños de Ciudadados, que hicieron alcalde a Alberto Rojo, si todos al PP como en Madrid o Andalucía o si habrá reparto; o incluso si salvan alguno. Para aquilatar más, hay que esperar a conocer el alcaldable del PP, y ya están tardando más de lo recomendable, si los grupos neocomunistas a la izquierda del PSOE siguen separados, como así lo parece, y quién será el candidato de la derecha radical, porque Vox ha ido al alza en las encuestas toda la legislatura aunque después del frenazo de Andalucía podría haber corrección.
De momento, esto es lo que hay. Que no es poco.
P.D. Es lo que nos faltaba. Estamos con un problema de sobredependencia de Putin y de Argelia por el excesivo peso del gas en el pack energético de toda Europa, y a algunos se les ocurre pedir que se anticipe el cierre de las centrales nucleares, como la de Trillo. Putin ha financiado su guerra en Ucrania, desde la invasión de Crimea en 2014, con la venta del gas a un país como Alemania, que se aceleró con la política de cierre de las centrales nucleares en tiempos de Merkel. No dejaron ni una. Sin ese error estratégico, Putin no se habría atrevido a invadir su patio trasero en Ucrania, porque no habría podido financiarlo. Por lo demás, la renovación de la licencia de Trillo en dos años dependerá de que su propiedad no pierda dinero con la explotación, por la alta fiscalidad a la que el Gobierno somete a la energía nuclear en España. Y no es descartable que el grupo de empresas que lidera Iberdrola renuncie a la renovación de la licencia. Esto es lo que hay.
Pero si se tira para adelante, que nadie dude de que el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) sabrá exigir la necesaria actualización de la central de Trillo para su explotación segura en el tiempo que se prorrogue: 11 años más, hasta 2035. Que es lo previsto.