Esta semana hemos escuchado como dirigentes socialistas han reclamado a Paco Núñez que mande a los diputados del PP en el Congreso a votar en contra de la moción del Grupo Parlamentario Popular que aboga por no reducir ni en un metro cúbico el caudal del trasvase Tajo-Segura que, por motivos ecológicos del Tajo, ha promovido con acierto el Ministerio de Transición Ecológica. Y tal demanda ha coincidido en el tiempo con la exigencia del mismo Núñez para que Page “ordene” a los diputados del PSOE castellano-manchegos votar en contra de la reforma del tipo penal sobre la sedición, a lo que se opone el presidente de Castilla-La Mancha. Lamentablemente ambas demandas no van a prosperar. En el caso del PP, la propuesta de su grupo parlamentario en el Congreso no tuvo consecuencias porque carecía de apoyos, aunque desde la cabecera del Tajo no debería caer en saco roto que el PP nacional se ha plegado a las reivindicaciones regionales de una parte del territorio (Comunidad Valenciana, Murcia y Andalucía) con el mantra de que el PP reclama un pacto nacional del agua. Eso es populismo barato, porque mientras el PP y el resto de fuerzas políticas no alcancen ese deseable pacto, lo que no se puede hacer es blindar el trasvase del Tajo al Segura y rechazar la necesidad de reducir mínimamente el caudal a trasvasar, aunque haya razones objetivas para ello por la capacidad de los embalses y para asegurar el caudal ecológico del río.
No, los diputados del PP de Castilla-La Mancha no votaron contra una propuesta así de su grupo parlamentario, como tampoco lo harán los socialistas con escaño en Castilla-La Mancha sobre la reforma del tipo penal de la Sedición, por mucho que tuvieran ganas de hacerlo. El parlamento español no es el senado de Estados Unidos o incluso el parlamento británico, porque allí hay distritos uninominales que empoderan a los diputados, y en España, con listas cerradas es todo lo contrario; y los parlamentarios acaban siendo meros trabajadores-delegados de sus partidos. Como esto es así y no hay espacio para profundizar en ello, lo que podemos pedir a ambos dirigentes regionales no es tanto que desobedezcan a sus direcciones nacionales y pidan a los diputados de Castilla-La Mancha que se subleven contra su grupo parlamentario, pero sí al menos que hagan pública su discrepancia. Y en esto tengo que apuntar que Núñez no ha sido capaz de trabajarse un discurso propio sobre el agua y el trasvase, que oponer al “trasvase sí, y como sea” del PP levantino, y al menos García-Page, aunque sirva para poco, sí ha dejado clara su radical oposición a la reforma del delito de sedición, como ha pactado Sánchez con los separatistas de ERC.
Si Núñez denota falta de valentía ¿o es peso político?, para exhibir un discurso diferente y autónomo sobre el trasvase, Page no ha dejado dudas en su discrepancia hacia la política de cesiones de Sánchez con sus socios de legislatura, aunque su problema lo reconoce de esta manera: “No crean que me consultan lo más mínimo; si yo no pinto una mona”. Así está el panorama: uno no quiere romper un plato, en aras a dar una imagen de partido sin fisuras, y el otro no “pinta una mona”, porque en estos momentos -y como él también lo reconoce- su posición es minoritaria en este partido socialista de Sánchez, que solo va a lo suyo, acabar la legislatura aunque sea saltándose todas las rayas rojas, mientras que Page tiene que revalidar un gobierno en una región que en las Generales vota más a la derecha y que no quiere que se desmantele España y su Constitución de 1978. Por eso, desde La Moncloa no pueden reprochar a Page que este establezca un diálogo con esos electores desde los medios de comunicación: “Si alguien piensa que debemos estar en un convento del Císter y con voto de silencio, se ha equivocado de sitio”. Advirtió.
Dicho esto, no me he caído de una higuera y asumo que los diputados deben votar lo que decida la mayoría de su grupo parlamentario, porque son las reglas del juego; y si se quieren dar un desahogo no les queda otra respuesta digna que renunciar al escaño y marcharse a su casa. Esto es lo que hay.
P.D.- Dicen los trompeteros del Gobierno que con esta decisión de equiparar el delito de sedición con los desórdenes públicos se va a pacificar la sociedad catalana. ¿Durante cuantos días? Porque todos hemos oído a Pere Aragonés, el presidente de la Generalidad, reclamar sin solución de continuidad la amnistía para toda esta tropa (no se conforman con el indulto) y el derecho de autodeterminación. Por todo ello, me temo que las siguientes elecciones Generales van a ser constituyentes: entre Sánchez y su cuadrilla que nos llevan hacia el estado confederal donde la soberanía se traslada del pueblo español al catalán o al vasco, y enfrente los que no queremos enterrar la Constitución, ni cambiarla fraudulentamente por la puerta de atrás. O como dice Nicolás Redondo Terreros, otro histórico desubicado: “La decisión dinamitera de cambiar en el Código Penal el delito de sedición muestra la posición ancilar, subordinada, del PSOE respecto a los nacionalistas que protagonizaron el decimonónico pronunciamiento en Cataluña”.
BENDONDO EN GUADALAJARA.- El número 2 de Feijóo en el PP nacional, Elías Bendondo, tuvo ocasión de conocer de primera mano cómo está el asunto del candidato del PP a la Alcaldía de Guadalajara, que se está alargando más de lo recomendable. Los dos únicos posibles candidatos que se visibilizan a día de hoy, Alfonso Esteban y Antonio Román, tuvieron ocasión de charlar con él en una reunión a la que también asistieron los número 1 y 2 del PP regional, Paco Núñez y Ana Guarinos, que en público no se mojan. Así que todo está abierto: sin prisa pero sin pausa, que estamos en la ciudad que se perdió una alcaldía por 3 minutos.