El resultado del 23J, esas extrañas elecciones que siguieron al 28-M por la decisión inopinada de Pedro Sánchez, nos ha dejado una victoria amarga del PP de Feijóo y una salida parlamentaria terriblemente endiablada, hasta el punto de que es muy probable que vayamos a una repetición electoral para navidades. Así, habremos pasado del verano azul y el voto desde la playa a las navidades blancas con villancicos para animar la campaña electoral. Una alegría indescriptible, por tanto.
Vayamos por partes. ¿Qué pensarán en Europa si la clave de bóveda de una investidura de Sánchez es un tipo, Carles Puigdemont, que está reclamado por la Justicia española por haber intentado dar un golpe de estado? No quiero ni pensarlo, por no hablar de un presidente rotatorio de la UE que va a ser un presidente en funciones, sin ninguna garantía de que vuelva a ser elegido.
Esto es lo que han dejado los electores a nuestros principales partidos:
Feijóo y Vox.- El PP ha ganado las elecciones, a pesar de una mala campaña electoral, pero es una victoria amarga porque se esperaba un resultado en torno a los 150 escaños, que restarían poder negociador a Vox y que todavía los sondeos realizados en la jornada de reflexión (no eran israelitas a pie de urna) así lo pronosticaban. El PP de Feijóo ha ganado 47 escaños y 3 millones de votos sobre el PP de Pablo Casado, y así lo ponía en valor el presidente popular esta noche desde el balcón de Génova, mientras que un grupo de militantes del partido gritaban “Ayuso, Ayuso”. Feijóo seguro que tomó nota y ya sabe que no va a tener una segunda oportunidad, si no logra formar gobierno y hay repetición de elecciones en diciembre y no las gana. La sombra de Ayuso, de rojo pasión esta noche, es alargada. Feijóo tenía motivos para estar moderadamente satisfecho y ya nos avanzó que como candidato con más escaños intentará formar gobierno para lo que iniciará un diálogo con el PSOE. Le ha pedido a Sánchez que no lo bloquee porque sería la primera vez que un candidato que es el más votado no consigue formar gobierno. Pero él sabe que con Sánchez enfrente antes pactará con el diablo que con el PP, porque a fin de cuentas eso es el sanchismo. La España del constitucionalismo, la que nos ha traído un mayor nivel de prosperidad, con la desmemoria ya no vende o vende menos. Feijóo puede aspirar en una futura investidura a recibir los votos de los diputados del PP, Vox (no será fácil), Coalición Canaria (el PP da soporte al gobierno canario) y los navarros UPN, pero entre todos solo llegan a 171, por lo que les faltarían 5 para la mayoría absoluta. Cualquier diálogo con el PNV estando Vox de por medio está condenado al fracaso.
Sánchez y el PSOE.- El sanchismo ha sobrevivido, esa es la noticia, porque la izquierda no le ha pasado factura por sus coaliciones Frankenstein y sus cambios de opinión, como él dice: sus «rectificaciones». El PSOE gana 2 escaños, se queda en 122, y a buen seguro que empezará a negociar un Frankestein 2.0 más complicado que el primero. PSOE y Sumar solo suman 153 escaños, a años luz de la mayoría absoluta, que es 176, por lo que a buen seguro que comenzará negociando con los soberanistas de ERC, Bildu y el PNV, que le pedirán un paso adelante en el reconocimiento de la autodeterminación para el País Vasco y Cataluña y la amnistía para los políticos del 1-0, lo que no es posible sin saltarse a la torera la Constitución. Pero Sánchez les intentará enredar con las mesas de negociación y los referendums consultivos; y puede que los acabe convenciendo ante la amenaza de una investidura de Feijóo con Abascal. Aun así, entre todos los citados, más el BNG gallego, solo llegarían a 172 escaños, a cuatro de la mayoría absoluta. Y ahí llegamos al esperpento: las cuentas no le salen a Sánchez si no mete en el fregado al partido del fugado Puigdemont, con lo que cualquier pacto requeriría de un proceso de blanqueo, aunque el fugado a Waterloo ya lo ha advertido: no haremos presidente a Sánchez por nada, por lo que la cosa se pone complicada porque ningún presidente puede poner por escrito algo que no está en su mano, sino en la Constitución española, que todavía no ha sido derogada y atribuye la soberanía al conjunto del pueblo español. Sánchez tendría la posibilidad de iniciar un diálogo a la alemana con Feijóo, pero no está en sus genes. En Ferraz le gritaban “No pasarán”, como si fuera Largo Caballero, refiriéndose al “bloque involucionista”, como Sánchez llamó a PP y Vox, así que esta película ya le hemos visto con el “no es no” de protagonista. “Somos muchos los que queremos que España siga avanzando”, gritó ante su militancia, y todo hace suponer que entre ellos estarán Bildu, ERC y el PNV, pero no tanto Feijóo. Me gustó que en la calle de Ferraz se vieran algunas banderas españolas, lo que no es frecuente en los mítines de Sánchez, pero este demostró poco estilo democrático al no felicitar a Feijóo por su triunfo electoral. Al menos no gritó “Ayuso, Ayuso”.
Cataluña ha salvado a Sánchez del estropicio que le auguraban los sondeos, por mor de un PSC que allí ocupa un espacio político que se confunde con el nacionalismo y al que incluso le ha robado más de un voto.
Vox y Abascal.- El partido ultranacionalista de la derecha radical sacó 33 escaños, 19 menos que en 2019 y en todos los pactos es irrelevante o tóxico. Se puede decir que ha cedido en torno al 35% de un electorado que Feijóo lo ha devuelto al PP, aunque tampoco se puede despreciarlos, como hacen algunos, porque todavía conserva más de 3 millones de votos y 33 escaños. Un suelo muy sólido. Abascal encendió a la concurrencia en esta noche electoral advirtiéndonos de una segunda investidura de Sánchez apoyado en el “comunismo, el separatismo golpista y el terrorismo” y felicitó irónicamente a Feijóo porque ahora podrá pactar con el PSOE, que “es lo que siempre ha querido”. Abascal concluyó con la épica que tanto le gusta: “estamos preparados para resistir y para una repetición electoral”. Que será lo más probable.
Sumar y Yolanda restan.- La comparecencia de la lideresa de Sumar, acompañada de la jefa orgánica de Podemos, Ione Belarra, pareció la del partido que había ganado las elecciones por mayoría absoluta. Tal fue el festejo y la algarabía que se vivió. Pero cuando esta mañana despierte Yolanda y vea los resultados, comprobará que Sumar no solo no ha sumado sino que resta. En 2019 Podemos y sus confluencias llegaron a los 38 diputados, ahora la formación neocomunista, liderada por Yolanda Díaz, se ha quedado en 31. No da para tanta fiesta.
Vamos a tener un verano movidito, al que seguirá un otoño oscuro y en el que muchos se seguirán mesando los cabellos por la ley electoral que tenemos, que alienta el poder de los extremos, y permite que un prófugo de la justicia se pueda convertir en el eje de la gobernabilidad en España, el país que quiere destruir. Pero esto es lo que hay.
EN GUADALAJARA SE HA REPETIDO EL 1-1-1, es decir, un reparto de los tres diputados entre PP, PSOE y Vox, que hace tres meses era el resultado que me parecía más probable, aunque viendo el impulso que cogió el PP, ahora lo puedo calificar de sorprendente. Los populares han tenido un gran avance, pues han sumado 20.545 votos más que en 2019, han desecho el sorpasso que les hizo Vox y han recuperado con creces la condición de partido más votado en la provincia, pero todavía le han faltado 2.975 votos para recuperar ese segundo escaño. El PSOE ha sumado 5.017 votos más que en 2019, lo que no parecía una tarea fácil, y ha tenido mejor resultado en los pueblos pequeños que en los grandes.
En la capital, el PP vuelve a ser el más votado, con cerca del 40%, casi 3.000 votos más que el PSOE, una gran mejora sobre las municipales. En la industrial Azuqueca, la «derecha involucionista» en palabras de Sánchez, ha sacado más votos que la izquierda del «progreso y el avance». Para analizar con detalle. En Sigüenza, el PP es la primera fuerza, después de caer por mayoría absoluta en las municipales. Caso distinto a Molina de Aragón, donde el PSOE confirma su resultado en las municipales y en el Señorío en general. Vox, después de una semana horribilis, y con un mal candidato en Guadalajara, ha sumado casi 27.000 votos en esta provincia, rozando el 20% de los sufragios, que el PP no ha logrado atraer a posiciones más moderadas, un porcentaje demasiado alto como para despreciarlo. Sumar apenas suma el 9%, un porcentaje muy pobre, y que además deja una crisis en Podemos Guadalajara, cuyos dirigentes han tomado las de Villadiego.