Vamos primero con la actualidad. Las Ferias han salido bien, como casi siempre, porque Guadalajara ha estado en la calle de forma masiva, sin que debamos lamentar incidentes de relevancia. En las noches del fin de semana fue una multitud la que ocupaba el perímetro que va desde Santo Domingo a la Fuente de la Niña, lo que se traduce en un buen negocio para hostelería, feriantes y puestos de comida. Al mediodía, La Concordia estuvo también muy animada, y en la que el Vermú de Nipace fue el rey indiscutible de la fiesta; se nota que saben de esto.
Si entramos más al detalle:
Los encierros volvieron a ser el espectáculo más multitudinario de las Ferias. En el fin de semana se llenó la plaza, y hubo que restringir el acceso antes de que llegara el encierro, que resultó bastante bien al correrse los toros que se lidiaron por la tarde, como solo se hace en Pamplona. Hay muchos corredores, pero no tantos como para que los más preparados cojan toro con facilidad y terminen su carrera, lo que solo unos pocos logran en la capital navarra.
La corridas contentaron mayoritariamente al público festivo que acude a la plaza de Guadalajara, como lo prueba que en los tres días se abrió la puerta grande y en dos de ellas, para la toda la terna actuante. ¿Milagro? Solo la infinita generosidad del público, que no del aficionado, minoritario en esta plaza. El presidente intentó poner algo de cordura el primer día al negar el rabo a Roca Rey, por matar mal, pero se montó tal protesta que se ablandó en los últimos días hasta el punto de dar a El Fandi dos orejas en una de las faenas más horrendas que se le ha visto en la plaza de Guadalajara. Hubo petición, pero la segunda oreja es del presidente; aunque el espectador festivo no lo sepa. ¿Pero merece la pena aguantar impertérrito el chaparrón cuando estás allí por la barba? Lo peor: los toros anovillados del segundo día, excepto uno, impresentables para una plaza de segunda. El incidente más desagradable, el salto al ruedo de dos antitaurinos habituales, que puso en solfa las medidas de seguridad. Se corrigió los días siguientes, con más policía en la plaza, y no solo la local, pero no se puede pretender que ante protestas de este tipo sean los banderilleros, monosabios y areneros los que hagan de fuerzas de seguridad, porque no están preparados para ello y se podrían buscar un lío. Buenas entradas y que demuestran que la tauromaquia ha remontado la crisis.
Los conciertos: Tuvieron una gran respuesta de público, demostrando que no hace falta que todo sea gratis para que la Fuente de la Niña tenga buenas entradas. A la M.O.D.A., un buen grupo ayuno en geografía, asistieron 5.100 personas; a un desganado Loquillo, 7.500; y a la bailarina-cantante Lola Índigo el aforo completo, unas 8.500 personas, de ellas miles de niñas y adolescentes, cuyo ideal en la vida ya no es ser funcionarias, sino star-system como la granadina. La Fuente de la Niña podría acoger más público, pero habría que habilitar la zona de pelouse, como en las carreras, y modificar el plan de seguridad.
No quiero entrar en más detalles, para que no alargar este post, y voy con la cuestión de fondo: el modelo. El actual se modificó en el anterior mandato, por lo que lo podríamos definir como modelo Simón, por su impulsora, y ha sido asumido casi en su integridad por la alcaldía de Guarinos, algo comprensible porque en lo esencial había funcionado y no era cuestión de ponerse a experimentar nada más llegar al cargo. Las modificaciones que se hicieron, como dejar expedito para la movilidad el paseo de Francisco Aritmendi, un acierto, o cobrar una pequeña cantidad por los conciertos.
Mi propuesta es mantener sustancialmente este modelo a corto plazo, pero reconociendo que a medio y largo plazo es insostenible. No se pueden okupar los cuatro mejores parques de Guadalajara con las carpas de las peñas y los puestos de morcillas, porque el deterioro es evidente y luego cuesta meses -y dinero- en reparaciones. Les invito a que se den una vuelta, hoy. Este año se ha rizado el rizo porque la carpa de una de las peñas más numerosas estaba plantada en las mismas pistas de atletismo. Menos mal que por lo menos no había ninguna en las pistas de tenis de San Roque, como hace un año. El campo de la Fuente de la Niña es muy del agrado del público, pero se impide su habitual uso deportivo durante largo tiempo y también sufre un deterioro en el montaje del escenario y en el césped. Resulta una paradoja que la parcela municipal que el Ayuntamiento cedió a Defensa, como pago por la propiedad de Las Cristinas, que a su vez cedió a la Universidad de Alcalá, sea ahora donde se ponen las grandes atracciones, porque el ministerio la tiene en venta y ya veremos por cuánto tiempo se la dejará al Ayuntamiento para su uso ferial. Pero es que, además, su suelo es muy precario hasta el extremo de que este año una media docena de pesados artilugios no se pudieron instalar en ese terreno, porque estaba muy suelto por las lluvias. Y en lo administrativo el ayuntamiento tiene el impedimento a cobrar la tasa por uso de la vía pública, para felicidad de los feriantes, porque la propiedad es de Defensa. Pero sobre todo en tiempos en que miramos más estas cosas: un modelo que okupa parques, jardines, campos y pistas de atletismo y necesita de generadores de petróleo, porque carece de instalaciones fijas, no es sostenible.
Caería en el populismo habitual de nuestra clase política si pidiera a la alcaldesa que lo cambiara de un año para otro. Por eso mi propuesta es que sigamos con el modelo Simón, pero sentando las bases de lo que deben ser unas Ferias modernas para una ciudad de cien mil habitantes, y que recibe otros tantos de la provincia y el Corredor del Henares. Hay que pensar también a largo plazo en la ciudad, como hizo Javier de Irízar con Aguas Vivas o don Pedro con el polígono de El Balconcillo, aunque decisiones de este tipo no tengan un rédito electoral a corto plazo. Por ello me parece indispensable lograr un consenso entre los distintos grupos municipales, para que una inversión estructural como esta quede fuera del juego político más sectario. Incluso se podría hacer una consulta telemática final a los vecinos, cuando el proyecto esté más definido. Y avanzo: hay que buscar un suelo, lo más cercano posible al casco, donde se pueda dar cabida a todos los agentes de nuestras ferias: peñas, ferial, puestos de comidas…Y un auditorio que saque a los conciertos del campo de deportes de la Fuente de la Niña. No hace falta grandes lujos, vale con una esplanada compactada, como en la Huerta del Obispo, de Alcalá, que nos robó nuestro Gigante. Solo así se podría justificar alejar la Feria del casco urbano.
¿Y dónde está ese sitio? En los nuevos desarrollos desde Aguas Vivas a la Ronda Norte, no lo encuentro a simple vista, así que entonces mi propuesta es integrar en ese futuro recinto ferial la esplanada ya construida junto al Ferial Plaza, y que se ha quedado sin uso en las Ferias de 2022 y 2023. Como no hay espacio suficiente en ella para acoger a todos los agentes que hoy conforman nuestras Ferias, empezando por las peñas, su alma y verdadero poder fáctico, sería imprescindible ampliar esos terrenos, que son rústicos, y no hay mejor momento que ahora que se va a redactar un nuevo Plan de Urbanismo. Ese nuevo Ferial para todo el siglo XXI sí sería sostenible, y con la ordenación del terreno adecuada, aseguraría los beneficios que tiene el modelo Simón, pero que se diseñó con la urgencia del corto plazo.
No me chupo el dedo, y ya sé que lo más fácil es dejarlo todo como está y el que venga atrás, que arree. Porque todo esto requiere mucho trabajo, inversiones en alianza con otras instituciones y seguramente la incomprensión de los que lo quieren todo para mañana. Pero si así hubieran pensado los dos alcaldes que cito, ni habríamos tenido polígonos para acoger a la expansión de la ciudad en los sesenta, ni luego suelo urbanizado para los nuevos desarrollos de los ochenta, y que posibilitaron la Guadalajara actual. Esto es lo que hay: hay que elegir entre pasar a la historia o limitarse a la gestión del día a día, sin complicarse la vida.
P.D.- En mi post anterior opiné sobre la oportunidad de fijar una fechas fijas en torno al veranillo de San Miguel, que en Guadalajara llueve menos que a mitad de septiembre, así que no insisto más.