El incendio más trágico de la historia moderna de España comenzó a las 14,44 horas del sábado 16 de julio de 2005 cuando una pavesa de una barbacoa encendida por unos excursionistas, que acababan de visitar la cueva paleolítica de Riba de Saelices, saltó a un campo de cereal cercano. Era una tarde de fuerte viento y calor asfixiante, lo que favoreció a la rápida propagación de las llamas. Cualquiera que conociera la zona sabía que ese campo de labor es el acceso a un cañón con abigarrada masa forestal, por lo que habría que haber actuado rápido para evitarlo. No se valoró bien esta circunstancia y los escasos medios que se emplearon esa primera tarde fueron insuficientes para atajar el peligro. De tal manera que las llamas llegaron al pinar y cuando se multiplicaron las tareas de extinción, al día siguiente, ya fue demasiado tarde. El valle de los Milagros, uno de los parajes más bellos del Alto Tajo, era el mismísimo infierno. Pero lo peor estaba por llegar y sucedió en la tarde del domingo. Once miembros del retén de Cogolludo, que habían sido llamados a participar en las tareas de extinción -aunque su servicio había estado disponible desde el sábado-, en un convoy formado por tres todoterrenos y dos camiones autobombas llegaron hasta un altillo, entre dos barrancos, en el paraje conocido como El rincón del Jaral. Tuvieron tiempo para dar la vuelta a los vehículos, por si tenían que escapar, pero poco más. Sin haber echado una gota de agua, por sorpresa, ya que creían que el incendio estaba lejos (no tuvieron apoyo aéreo), según relató el único superviviente, una lengua de fuego ascendió del barranco y rodeó a los vehículos, desatándose el infierno al arder rápidamente un suelo formado por pringosas jaras resineras. Uno de los TT apenas pudo rodar un centenar de metros por la pista, y el otro, logró recorrer 50 metros más hasta que se incendió. El Land Rover del retén se salió del camino y se metió en el jaral en llamas, hasta que se empotró en un cercado para el ganado. La motobomba de Jesús Abad, que pertenecía a Arcos del Jalón, en la vecina Soria, se salió del camino y cayó por un barranco, volcando. Pero Jesús consiguió escapar por la otra puerta y ascender por la pendiente unos 30 metros, entre llamas y humo, hasta lograr colocarse bajo el otro camión, cuya conductora, Mercedes Vives, no logró arrancar. Aquella decisión le salvó la vida, ya que el fuego no quemó la parte trasera del camión, con lo que Jesús pudo encontrar una bolsa de oxígeno para respirar y aislarse de las llamas. Fue el único que lo logró. El retén entero de Cogolludo, en su mayoría formado por jóvenes, pereció. Después de la tarde del domingo, cuando la zona del incendio se llenó, ya sí, de todo tipo de refuerzos terrestres y aéreos, los medios de comunicación de toda España hablaban del incendio más trágico de la historia moderna de nuestro país. Durante cuatro días se quemaron 12.900 hectáreas, fundamentalmente de pino resinero, y podría haber sido peor porque las llamas apenas tocaron unas 2.000 hectáreas de la zona del pre-parque del Alto Tajo, por lo que sus increíbles barrancos y hundidos siguieron intactos, a pesar de algunas informaciones alarmistas en medios nacionales. Lo que no tenía remedio era la pérdida de vidas humanas.

Esta tragedia puso de manifiesto numerosas deficiencias. Lo positivo es que algunas se han corregido. En este sentido podemos decir que el de Riba de Saelices fue el fuego que lo cambió todo; o casi. Porque siempre quedan cosas por hacer.
El estado autonómico demostró que hacía aguas en materia de coordinación. Como periodista me indignó saber que Jesús, el superviviente, se pasó la tarde del sábado sentado en un pico en Layna, entre Soria y Guadalajara, sin que nadie le diera la orden de intervenir cuando más falta habría hecho. Al día siguiente, entró en acción y se agregó al retén de Cogolludo. Ahora, la Junta de Comunidades tiene firmados protocolos de colaboración con las autonomías limítrofes y se supone que el caos organizativo que se vivió en los dos primeros días del incendio ya no volvería a ocurrir.
La cobertura y dirección del incendio fue pésima en esa tarde del sábado – se tardó más de un día en decretar el nivel 2 de alerta- cuando nadie parecía ser consciente de actuar rápido y evitar que las llamas alcanzaran el valle de los Milagros. Hasta las 16,14, no se dio orden de salida del anfibio que la Junta disponía ¡en el aeródromo de Albacete!, pero el cacharro no despegó por problemas con el tren de aterrizaje. La cobertura aérea fue pobrísima. Solo al final de la tarde, llegó un hidroavión del Estado desde la base de Torrejón de Ardoz. La mala suerte se cebó con el helicóptero Kamov, que tiene su base en Villares de Jadraque, al romper por dos veces su bolsa de agua. A la vecina comunidad de Madrid se le solicitó solo un bulldozer, pero la petición no se atendió porque no había ninguna autoridad responsable. Las consejera de Medio Ambiente, Rosario Arévalo, el único alto cargo que dimitió, minimizó esa patente falta de medios hasta que se conocieron los muertos, echando días después la culpa a la “maldita barbacoa” y a los caprichos de la naturaleza. “Más medios no hubieran evitado las muertes”, llegó a declarar con gran ligereza. Ciertamente, eso nunca lo sabremos, aunque la comunidad autónoma terminó por reconocer el problema y cambió el protocolo de la lucha contra incendios, profesionalizando esas tareas (hasta entonces, muchos miembros de los retenes eran estudiantes que se sacaban unas perrillas en verano), como nos cuentan en este reportaje: “Se han protocolizado los mecanismos de seguridad de los incendios, las formas de actuación, la coordinación. Se han implementado unidades de análisis y planificación, técnicos dedicados exclusivamente a evaluar cómo puede ser la evolución del fuego para aportar esa información a los directores de extinción; de esta forma sus decisiones pueden ser más acertadas”.
Fueron tantos los errores que la jueza de Sigüenza llegó a imputar a políticos y altos cargos de la consejería de Medio Ambiente. Pero después de una instrucción muy cuestionada, la Audiencia Provincial, presidida por Concepción Espejel, una reputada jurista ahora en el Tribunal Constitucional, solo condenó al excursionista que encendió el fuego en un área recreativa de la Junta, que lo permitía. Una temeridad que se prohibió después de ese incendio, clausurándose todas las barbacoas.
La justicia, al final, entendió, que sin perjuicio de que pudieran haberse cometido errores, al final estas acciones no tuvieron relevancia penal para ser tipificadas como delitos, como había entendido el juez instructor. Pero este desenlace no quita para que muchos de los 11 familiares fallecidos piensen que las autoridades: “se portaron muy mal y nadie dio la cara. Nadie se puso delante de nosotros para decir, reconocemos que se nos fue”, afirma Carmen de la Peña, viuda de Jesús Juberías, uno de los “Once de Cogolludo”. Ciertamente, faltó empatía y sobró mucha mala política: tanto en la gestión del incendio, como en el post.
Menos mal que el sacrificio de estos 11 héroes, por lo menos sirvió para que se mejoraran los protocolos y la gestión de incendios, especialmente en Castilla-La Mancha. Su (mala) experiencia valió para que Zapatero creara la UME. También anunció que se levantaría un Parador Nacional en Molina, en apoyo de la economía de la zona, y que ha tardado 20 años en inaugurarse.
Para los que no están, no es ningún consuelo, ya lo sé, por lo que solo podemos honrar su memoria. Mi recuerdo a 11 héroes: Pedro Almansilla, José Ródenas, Jesús Ángel Juberías, Alberto Cemillán, Luis Solano, Mercedes Vives, Julio Ramos, Jorge Martínez, Marcos Martínez, Manuel Manteca y Sergio Casado. 20 años han pasado, desde entonces, de unas muertes que se deberían haber evitado.
UN GRAN CARTEL.-Han tardado pero ha merecido la pena. Me gustan los carteles de la Feria de la Antigua de este año, y a priori están entre los más atractivos de los últimos tiempos.
La Feria empieza con Morante de la Puebla, y eso son palabras mayores en una temporada en la que el de la Puebla está en estado de gracia y es capaz de cualquier cosa. Con él estarán un Manzanares que hace tiempo a esta plaza viene solo a cumplir y un Talavante, siempre interesante. Al día siguiente sorprende un mano a mano entre dos toreros muy jóvenes, como son Ginés Marín y Victor Hernández, este último vinculado a nuestra provincia. No sé como caerá la corrida entre el gran público, pero al aficionado le va a gustar.
El sábado hay una terna de plenas garantías con Perera, Luque y Fernando Adrian. Y el cierre lo echarán Castella, Pablo Aguado y Tomás Rufo. Es verdad que el francés y el sevillano no están tan en forma como otros años, pero donde hay calidad, cabe la esperanza.
Las ganaderías son de primera fila (Vázquez, Alcurrucén, Zalduendo y El Capea). Los toros se correrán por la mañana en el encierro. Solo falta en los carteles una primera figura, Roca Rey, pero me doy por conforme con lo anunciado.


