El 27 de septiembre de 1975, hace ahora 50 años, el consejo de Ministros daba por unanimidad el enterado de los fusilamientos que iban a tener lugar al amanecer del día siguiente. Fueron 2 miembros de ETA y 3 de una extraña banda ultracomunista, el GRAPO, dirigida por un iluminado Camarada Arenas, los que fueron ajusticiados después de un proceso sumarísimo, repleto de irregularidades, según denunció el Colegio de Abogados. La acusación: el asesinato de 4 miembros de la Guardia Civil y 1 de la Policía Armada. Fue el último acto del presidente más torpe que tuvo el franquismo, Carlos Arias Navarro, que para defender el gobierno más débil de la dictadura (hay que tener mucho cuidado con los gobiernos débiles, porque para disimular son capaces de cruzar todas las líneas rojas) en un tiempo político en el que el franquismo estaba en descomposición, llegó adonde un Franco más desahogado no se atrevió tras el proceso de Burgos de 1970: a cumplir las penas de muerte que habían sido dictadas por los consejos de guerra. De nada valió la intervención de la Conferencia Episcopal presidida por el cardenal Tarancón (aquel al que los ultras le dedicaban la cancioncilla de “Tarancón al paredón”), que intercedió para que el papa Pablo VI llamara a El Pardo pidiendo la conmutación de la pena, aunque no le cogieron el teléfono; o la movilización de políticos e intelectuales en Europa, con un sonado manifiesto firmado por Sartre, Malraux, Focault y Mendes-France, que en Madrid fue leído por Yves Montand, Costa Gabras y Regis Debray, siendo inmediatamente puestos por la policía en las escalerillas del avión. La dictadura sufrió la última oleada de protestas de la democracia europea, que obligaron a un Franco envejecido y enfermo a volver a salir al balcón de la plaza de Oriente, mientras Arias y los del bunker comprobaron que el franquismo no tenía maquillaje posible, y que había que partir casi de cero para llegar a una democracia plena y homologada, que se armó 13 años después con la Constitución de 1978, esa misma que algunos iluminados contemporáneos desprecian y se la saltan con el visto bueno del pumpidismo de turno.

Visto lo que ocurrió después, se puede decir que los fusilamientos de 1975 contribuyeron al despertar de una sociedad que estaba más dormida de lo que nos habría gustado, y ayudaron a forzar el cambio, también en Guadalajara. Recuerdo que estábamos en Ferias y por segundo año consecutivo el gobernador civil Pedro Zaragoza Orts, el promotor del boom de Benidorm y su Festival de la Canción y un franquista convencido, decidió tolerar (que no autorizar formalmente) al movimiento peñista, que ese año se reunía en una vieja casa de la calle Museo. Todas las peñas acabaron allí, porque entonces no era fácil encontrar un local, y un avispado propietario se aprovechó de ello. Las peñas no abrieron por la tarde ese 27 de septiembre, por una protesta impulsada por Chani Pérez Henares, entonces mandamás de Acetilenos y miembro del clandestino PCE. En pocos minutos, toda Guadalajara sabía que las peñas habían cerrado por los fusilamientos, y ocurrió lo nunca visto: que la brigada político-social se presentó en la casa de las Peñas, exigiendo la inmediata reapertura de los locales después de que en años anteriores se había dedicado a perseguirlas, que no había manera de organizar un guateque en Ferias sin que se presentara la policía a ver qué pasaba allí. También en las Ferias empezaba la transición.
Si el gobierno Arias no pudo impedir el transito definitivo hacia la democracia con esos fusilamientos a la desesperada, 40 años después asistimos estupefactos a cómo el gobierno de Sánchez y su fiscal general, el imputado Álvaro García Ortiz, se han inhibido ante la proliferación de actos en homenaje a ETA, con la excusa de la triste efemérides. Por todo el País Vasco y Navarra, en estas fiestas de verano figuran carteles y pancartas con las caras de Otaegui y Paredes Manot Txiqui, como preludio de una movilización masiva para ensalzar a la banda terrorista y abundar en su relato de luchadores antifranquistas. El diputado de Bildu Pernando Barrena ha vuelto a legitimar los crímenes de la banda, diciendo que “no se puede olvidar que lucharon contra una dictadura fascista”, pero se le olvidó añadir que ETA causó 669 asesinatos después de la muerte de Franco por 28 antes de fallecer el dictador. Así que ETA mató mucho más en democracia que en la dictadura, porque siempre tuvo como estrategia forzar un levantamiento militar que detuviera la Transición, y no ha estado de más que el director del Instituto de la Memoria Vasco, A.Alonso, tuviera que recordar que una cosa es reconocerles a Otaegui y Txiqui su condición de víctimas y otra distinta darles un homenaje, olvidando los asesinatos que dejaron atrás. Del tal Parrena no hay que extrañar que quiera participar en esa ceremonia del engaño a los jóvenes que no conocieron aquellos años de plomo, porque EH Bildu sigue condenar el terrorismo; la novedad es que un gobierno español se inhiba a tal desvergüenza, porque es tanto como ayudar a ETA a reescribir su falso relato de luchadores por la patria vasca y contra la dictadura. Jamás lo fueron y la inacción de los gobiernos español y vasco es una ofensa contra la memoria de las víctimas, porque 50 años después sus familiares se estarán preguntando por qué y para qué murieron, si los asesinos, ahora, celebran sus crímenes en 135 actos -según ha documentado COVITE- en casetas de ferias (txonas), bailes, conciertos y pregones, sin que a nadie se le caiga la cara de vergüenza y la autoridad olvide aplicar el artículo 578 del Código Penal vigente (todavía).
Igual que hay diamantes de sangre, en España sigue habiendo votos de sangre. Pero lo que nunca llegué a imaginar, 40 años después, que los que votamos por una Constitución que rechazó la pena de muerte, para siempre, ahora tengamos que asistir a tan ignominiosa ceremonia de blanqueo de los asesinos etarras, al ensalzamiento del crimen como legítima vía para la política, y para más inri, con el compadreo de un gobierno español. El de Pedro Sánchez.
LA FRASE. «No me basta con ganar, otros tienen que perder». CALVINO.


