Guadalajara tiene tres eventos que podríamos calificar de multitudinarios, amén de los encierros y las carrozas dentro del ciclo Ferial. Son el Maratón de Cuentos, el Tenorio Mendocino y el Festival Gigante.
Hay diferencias entre ellos. Maratón y Tenorio surgieron, y perviven, gracias a la iniciativa del Seminario de Literatura Infantil y Juvenil y de la asociación Gentes de Guadalajara, respectivamente. En ambos casos se nutren de presupuestos públicos, esencialmente del Ayuntamiento de Guadalajara, pero si no hubiera detrás un nutrido grupo de voluntarios que realizan las mil y una funciones que son necesarias (en el Tenorio, hasta los actores lo hacen gratis, porque son aficionados; caso diferente a los cuentacuentos profesionales del Maratón), sería imposible su celebración. Maratón y Tenorio, aun recibiendo público de fuera, se nutren del consumo interno de la ciudad, y ambos ya forman parte del paisaje arriacense, si ahora le encargaran a Jorge Inglés realizar un nuevo retablo para el Marqués de Santillana.
El formato del Festival Gigante es diferente. Es una empresa privada la que se juega su dinero, por lo que es natural que esta quiera unas garantías antes de tirarse a la piscina. Y este año, con la incertidumbre sobre dónde se iba a ubicar el Festival, y que carecía de un cabeza de cartel de relumbrón como años anteriores (Bunbury, Love of Lesbian, Amaral, Sidonie, Vestusta Morla, Lori Meyers...) pues la piscina estaba medio llena; y acabaron palmando unos 25.000 euros a pesar de que mantuvieron una asistencia con cerca de veinte mil espectadores entre las cuatro jornadas. A pesar del impacto que el Gigante tiene en la ciudad, el Ayuntamiento no se juega un euro. No hay subvención directa, y su colaboración consiste en dejar gratis la Fuente de la Niña y correr con los gastos del escenario principal. ¡Pero ojito, que ese escenario es el que se utiliza para los conciertos de Ferias, con lo que no hay un gasto extra! Así que si el formato es diferente, el resultado es el mismo: el Gigante dinamiza a la ciudad, le quita la caspa, y da satisfacción especialmente a los jóvenes, aquellos a los que solemos oír protestar porque “Guadalajara está muerta” cuando la comparan con Alcalá de Henares. Y a los que hemos estudiado en la cuna de Cervantes y de Azaña, no nos extraña. Por todo ello, los portavoces municipales deberían ser muy cuidadosos cuando hablan alegremente de que el “Ayuntamiento no va a hurtar del debate a la ciudad porque una empresa privada necesita tomar decisiones”. (sic)
La puñetera verdad, como apunta el periodista Fernando Rojo, que de festivales sabe un rato, mientras todos estos están contratando en estos momentos los grupos del año que viene, «aquí estamos empezando procesos participativos». Y a día de hoy, el Ayuntamiento de Guadalajara no garantiza que el Gigante se pueda celebrar allí, en 2020, la condición que ponían los organizadores para seguir en Guadalajara. Resulta, además, que el Gigante, con seis ediciones a sus espaldas, se ha convertido en un producto muy sabroso para cualquier ayuntamiento, y según ha podido saber este diario digital, su empresa tiene una oferta muy jugosa encima de la mesa de Alcalá de Henares, que supera la colaboración que nuestro consistorio presta al Festival.
Así las cosas, salvo verdadero milagro, Guadalajara va a perder al Gigante y la séptima edición, la de 2020, se celebrará en Alcalá de Henares, y los mentideros festivaleros apuntan que con Vetusta Morla de cabeza de cartel. A estas alturas alguno me puede replicar: “tío listo, qué haría usted si fuera el alcalde o la responsable de Festejos”. En primer lugar, acompañarlos en el sentimiento, porque hagan lo que hagan van a salir trasquilados, porque seguir en la Fuente de la Niña es una mala solución (para las pistas y con los atletas a los que se les priva de su elemento natural tres semanas) y bajarse al Escartín es casi peor, fastidiaría al Deportivo, habría que desmontar una tribuna y el escenario tampoco convence a la empresa del Gigante.
Ante este panorama, aun reconociendo que tiene los inconvenientes apuntados, lo que yo haría es firmarun convenio por tres años con el Festival Gigante, con luz y taquígrafos, garantizándoles seguir en la Fuente de la Niña y en las condiciones de las seis ediciones anteriores; y durante ese tiempo proseguir ese debate ciudadano para que todo el mundo pudiera opinar con un mínimo de rigor. Aunque para no acabar dando palos de ciego es imprescindible delimitar cuál es el campo de juego. Es decir: hay que buscar un lugar alternativo a los conciertos de la Niña, que ahora no lo hay, o bien ampliando el recinto Ferial o buscar, como han hecho en Aranda de Duero con el Sonorama, un espacio nuevo que no deja de ser una gran explanada pavimentada, y poco más. Es imprescindible por lo tanto centrar el debate, pero al final es el equipo de gobierno el que toma la decisión, que para eso los elegimos y por ello los pagamos. No una asamblea de unos cuantos.
El asunto no es sencillo, aunque nunca lo fue montar un nuevo Ferial en Guadalajara, y si no que les pregunten a los alcaldes que lo promovieron: Javier de Irízar, que sacó las barcas de La Concordia, o José María Bris, que libró al barrio de la escandalera en que se había convertido el recinto de Adoratrices y luego, con Román, les legó un gran parque. Es ley de vida. Ahora al Ayuntamiento de Alberto Rojo le toca dar otra vuelta de tuerca; pero sería una grave pérdida que por el camino se dejara uno de los festivales más importantes de España. Y mucho ojito, porque además del Gigante nos quedaríamos sin un recinto para seguir ofreciendo conciertos punteros en las Ferias. Es decir, que en lo musical bajaríamos de golpe a tercera división.
Esto es lo que hay, y ciertamente no tiene buena pinta. De hecho, el compañero Evaristo Olcina, ahora metido en asuntos de la política, se mostraba convencido en su twitter de que la decisión de marcharse estaba tomada por el organizador del festival incluso antes de su última edición en Guadalajara. Y que las pistas «son excusas baladíes». Pues sería una sensible pérdida para Guadalajara. Pregúntenles a sus hijos.
Foto: Luis Toquero Ochayta
Nota de urgencia: Como se esperaba, la organización del Gigante ha confirmado horas después de que colgara este post que abandonan Guadalajara. Lo achacan a la «incertitumbre» y a la «dejadez institucional en los últimos años». Ahora vendrán los reproches mutuos entre nuestros políticos, sobre quién ha contribuido más al desenlace, aunque en el fondo ya da igual. Quien realmente pierde es Guadalajara, por no saber conservar uno de los tres eventos más multitudinarios que se organizan durante el año, y el más seguido por nuestros jóvenes. En Alcalá de Henares, o en Torrejón de Ardoz, que gana enteros en los últimos días, lo sabrán agradecer.