Me quedo con una frase del gran columnista que es Ignacio Camacho porque expresa a la perfección mi sentir sobre las crisis del coronavirus, que va camino de convertirse en uno de los grandes acontecimientos del siglo XXI. “No es hora de disparar al piloto”.
Este domingo anunció el presidente Sánchez las esperadas medidas del estado de Alerta, que constituyen las restricciones más importantes desde que se aprobó la Constitución. ¿Pudieron y debieron tomarse antes? Seguramente sí, visto lo que ocurrió en Italia o el ejercicio de descoordinación que se dio el viernes en Castilla-La Mancha cuando por la mañana se seguía defendiendo que no hacía falta la paralización de las clases y tres horas después hubo que rectificar después de anunciar el Gobierno que ponía en marcha la emergencia nacional. Las cosas habían llegado a un punto en que el gobierno no podía andarse con medias tintas y declaraba la Alerta, o hacía como Johnson en Gran Bretaña, cruzarse de brazos con la excusa de alterar lo menos posible la actividad económica. Veremos qué hace dentro de dos semanas.
Cualquier decisión que se tome tiene sus pros y contras, hasta en la cocina política. Sánchez habrá tomado nota de la fiabilidad de sus socios de gabinete, con un Iglesias rompiendo la cuarentena el mismo día en que se reclamaba a los españoles quedarse en casa, empeñado en meter un ministro de Podemos en el gabinete de crisis, o sus dos apoyos independentistas que han comparado el coronavirus con el artículo 155. Sucede que Quin Torra había visto en el Covin-19 una artera posibilidad de hacer realidad el sueño independentista, confinando a Cataluña del resto de España, y cuando vio que ya no podía mandar a los Mossos a la “frontera” de Fraga, se llevó un berrinche de campeonato. Porque como le recordó el presidente Sánchez en la rueda de prensa: las medidas que quería tomar Torra senyera en mano ya las iba a adoptar el gobierno de España para todo el territorio.
Creo que el presidente del Gobierno acertó con el enfoque de su discurso en la noche del sábado, a pesar de los retrasos, cuando apeló a que «no hay colores políticos, ni ideologías, ni territorios, sino que los ciudadanos son lo primero». Para añadir que en España «somos» 17 comunidades autónomas, pero en ocasiones hay que ser «el gran país que somos» y estar con el Gobierno para dar una respuesta común. ¡Ojalá que esta recuperación de la idea de España no se le olvide cuando pase todo y los mismos que ahora le acusan de sacar los tanques del Covid-19 le vuelvan a pedir un tratamiento especial y el derecho de autodeterminación! Porque a nadie se le escapa que si Sánchez no mete más la pata y ejerce un liderazgo patriótico puede hasta recortar la legislatura y darse una alegría electoral.
No tengo la menor duda de que España, con sus magníficos sanitarios a la cabeza, va a ganar la batalla del Covid-19, aunque el mismo presidente ya reconoció que va a suponer un “impacto de gran envergadura”. Empezando por el propio sistema sanitario, que habrá que reforzar porque si ahora hay listas de espera de años, no quiero imaginarme lo que nos ocurriría si la normalidad en consultas e intervenciones no urgentes se acumula tres o cuatro meses. El martes sabremos al detalle cuáles son las medidas que el gobierno va a tomar en el orden fiscal, créditos y demoras que palíen en lo posible el cese de actividad en los sectores más afectados. Porque sin ingresos no se pagan ni plantillas, ni impuestos.
Ya lo sabemos bien de la crisis del 2008, aunque esta y aquella sean de naturaleza distinta. Detrás de Lehman Brothers encontramos un sistema financiero podrido, que hubo que recuperar con escalofriantes inyecciones de capital público si no directamente con nacionalizaciones. Esta vez lo único infectado es el Covin-19, pero sí es verdad que hay más sectores económicos afectados, y es normal que tengamos una importante caída de la demanda, y especialmente en el ocio, pero si el estropicio se empieza a arreglar en dos o tres meses no estaremos técnicamente en recesión y a lo mejor todavía en España crecemos del 1,3% al 1,7%.
La gran novedad de esta crisis es su globalización, tanto en lo informativo como en su expansión, lo que a buen seguro será aprovechado por los apóstoles del aislacionismo, esos nacional-populistas de izquierdas y derechas que todo lo achacan al enemigo exterior. Como esa Alba Vergés, consejera catalana de Salud, que primero dijo que el virus “es allí un brote especial, diferente” del español. Por ello es tan importante una política coordinada, respaldada también por las instituciones europeas, que no tardando el populismo pondrá en solfa y alabará ejemplos autoritarios como el de China.
Y cuando todo termine, porque nadie dude que pasará, ya discutiremos sobre el piloto y si hay que mandarle o no a la reserva. Todo a su debido tiempo.
AGRADECIMIENTO.– No quiero terminar sin agradecer también a nuestros lectores que hayan respondido a nuestro esfuerzo. Jorge Benítez dice que lo gobiernos mantienen una comunicación tradicional, basadas en ruedas de prensa, pero que aun no han aprendido a combatir el gran peligro informativo de las “fake news”, que a través de redes sociales transmiten bulos siete días a la semana. Aunque apenas se valora por los poderes públicos ese papel de verificación de los medios de comunicación profesionales, sí lo hacen los lectores. Según Google Analitycs, coincidiendo con los días más calientes, del 11 al 14 de marzo, en esos cuatro días hemos recibido 67.765 visitas y en lo que llevamos de mes 154.968 sesiones. Esto es lo que hay, y lo que siempre ha sido la prensa profesional privadal, un servicio público que sobrevive en condiciones muy difíciles en un marco desfavorable, y que tiene demasiado cerca la de la crisis de 2008, que se llevó por delante a un gran número de medios de comunicación por los impagos generalizados y la caída de la publicidad. Pero seamos optimistas.