Finalmente solo fueron Guadalajara y Cuenca las provincias de Castilla-La Mancha que entraron en la fase 1. Aunque no acabo de tener claro los parámetros que evalúa esa opaca comisión de expertos, que ni sus nombres conocemos -¿serán del CNI?-, los datos de nuestra provincia así lo acreditan. Ayer habíamos bajado de la cota de los cuarenta ingresados con lo que el Hospital Universitario está recuperando la normalidad, hasta el punto de que para los enfermos de Covid es suficiente con la novena planta. En Ciudad Real o Toledo, aun siendo más pobladas que Guadalajara, hay todavía 177 y 185 ingresados. Como tengo escrito, en Guadalajara se ha hecho un buen trabajo y hasta el ínclito doctor Simón lo reconocía ayer.
Guadalajara merecía pasar de fase y en eso estamos, intentando recuperar el pulso ciudadano y económico, que no va a ser fácil. Ya han visto lo sucedido con los bares, que como tenían que abrir en precario (solo el 50 % de las terrazas y con el interior clasurado), pues en esta primera jornada no ha levantado el cierre casi ninguno. Sí lo ha hecho el pequeño comercio, inquieto por la falta de clientes. Después de casi dos meses escuchando que hay que quedarse en casa, vivimos una especie de Síndrome de Estocolmo y nos va a costar vencer los temores. Que no son solo de salud, sino también económicos. Después de 58 días de confinamiento solo yendo al Súper y a comprar el pan, se nos ha olvidado hasta consumir. Lo que unido a la incertidumbre por lo que pueda venir en economía a eso se le llama deflación. Esto es lo que hay: un síndrome de Estocolmo por el ¡»Quédate en casa»! que habría que cambiar por un «¡Sal a la calle pero con prudencia!»