Ayer, los datos del paro nos dieron un pequeño respiro. Tras el descalabro de marzo (con 1.708 parados más) y abril (con 1.586 parados más) la situación mejora en mayo donde 1.078 personas de Guadalajara han encontrado trabajo. En porcentajes, en Guadalajara baja el paro un -5,41%, la caída más alta de CLM.
La mejora de las cifras de empleo en el mes de mayo (EREs aparte) viene corroborada también en un aumento del 2,66% en la afiliación a la Seguridad Social en la provincia de Guadalajara, es decir, 2.326 afiliados más.
Calificamos de “pequeño” el respiro, porque no podemos olvidar que todavía hay 11.522 afectados por los ERTEs, que no figuran en la estadística, y habrá que ver cómo salen de los mismos en términos de consolidación de empleo.
En ese sentido, tenemos que apuntar que el crecimiento de empleo en Guadalajara ya se había frenado, incluso antes de que apareciera del puñetero virus. Si miramos la situación que había hace un año, hay 4.063 parados más que en mayo de 2019, lo que supone un 27,49% más de parados. Y si nos referimos a la Seguridad Social, en lo que llevamos de año, la afiliación a la S. Social todavía cae un 3,35%.
Respiro, por tanto, sí, pero sin tirar cohetes. Más bien nos debería llevar a la reflexión por qué se frena la actividad económica en Guadalajara al margen del covid-19, ahora que algunos parecen renunciar a hacer los experimentos con gaseosa. No olvidemos que los ERTEs también forman parte de la denostada reforma laboral de Fátima Báñez, y que a todas luces ha impedido que el agujero económico sea todavía mayor. Pero el clima político de división que vivimos, del que se alimentan los populismos de toda especie, no es el ambiente propicio para ello. Pero esto es lo que hay.