Nunca llegaremos a saber quién habría ganado estas elecciones si el 11-M hubiera sido un día normal, como tantos otros, en la línea de Cercanías entre Madrid y Guadalajara. En consecuencia, como no somos ni profetas ni videntes, no cabe otro comportamiento democrático que la aceptación de la legítima victoria electoral del PSOE de José Luis Rodríguez Zapatero y felicitar a su partido por ello. En ese aspecto, el comportamiento del candidato frustrado del PP, Mariano Rajoy, por no hablar de Luis de Grandes, que actuó como portavoz del Pp de Guadalajara, fue impecable y deportivo.
Atribuir la victoria de Zapatero nada menos que a Bin Laden, como ha hecho algún columnista y algunos periódicos y políticos extranjeros, es sencillamente un error y un desprecio por los 25.615.598 votantes que acudieron a las urnas, el pasado domingo, y que decidieron un cambio en el gobierno de España.
Acebes y Aznar no han sabido gestionar la crisis tras el atentado terrorista, especialmente el primero cuando atribuyó, sin lugar a dudas, el atentado a ETA y calificó de “indignos” a los que manejaban otras hipótesis. Sólo dos días después, el ministro del interior corrigió el tiro, al informar puntualmente de unas detenciones que obviamente perjudicaban los intereses del PP, porque desmontaba la hipótesis que Acebes y todo el PP habían defendido, imprudentemente, desde las primeras horas del atentado (¡qué listo fue una vez más el Rey!). Pero ya era tarde, y la izquierda supo sacar provecho de un error, utilizando algunos recursos (esas manifestaciones a las puertas del PP) que caen en la extravagancia cuando, al día siguiente, cada español tiene oportunidad de expresarse en las urnas. ¿Y qué paso entonces? Que a Aznar se le acabó la baraka, esa suerte necesaria en la carrera de un político. El presidente del Gobierno (en funciones) jugó con fuego apoyando a Bush en la guerra de Irak, contra la voluntad de una inmensa mayoría de los españoles, electores del PP incluidos. Aznar sabía que por muchas manifestaciones que hubiera , la política internacional nunca decidió unas elecciones en ningún país del mundo mientras se pueda contrarrestar con un buen balance económico. El atentado del 11-M (nuestro 11 de septiembre español) convirtió a la guerra de Irak en una cuestión interna, de fuerte carácter emocional, y España decisió castigar al PP, pasando por alto la buena gestión económica que ha hecho especialmente el equipo de Rodrigo Rato, el vicepresidente que –aseguran—discrepó en la intimidad del Consejo de Ministros sobre la estrategia de Aznar, y que luego perdió la carrera sucesoria. Un análisis frío de los datos evidencian que el atentado estimuló un participación récord, como ocurrió en las elecciones siguientes al 23-F, y que tanto los jóvenes como ese segmento de electores que suelen engrosar las listas de la abstención, acudieron a las urnas para pasar factura al PP y propiciar un cambio de gobierno.
El gran mérito de Zapatero es haber estado allí, como alternativa creíble, después de una buena campaña electoral en la que, día a día, descontaba la gran ventaja con la que el candidato de Aznar, un Rajoy de perfil bajísimo, inició la carrera sucesoria. Rajoy salió a empatar este partido, se equivocó al sacar a todas horas a pasear el espantajo de Carod-Rovira , que ha hecho polvo a CiU y al propio PP e Cataluña. Aznar se paseó por España mostrando su imagen más antipática y derechista, y el pueblo llano acabó poniendo a cada uno en su sitio. Que cada uno extraiga las consecuencias.
P.D. Este artículo fue publicado por la revista El Decano el 19 de marzo de 2004. Diez años después lo vuelvo a suscribir y añado algunas apostillas.
1ª) Con lo que luego hemos sabido, me quedé corto en la censura a Aznar sobre cómo gestionó esta crisis, que se inicia con el atentado y concluye con las elecciones del domingo, tres días después. Cuando todo apuntaba hacia el yijadismo, él y su ministro de Interior siguieron manteniendo la implicación de ETA. Rechazó la invitación de Zapatero para escenificar un frente unido en la crisis, y los errores del gobierno al final fueron aprovechados por el jefe de campaña del PSOE, Rubalcaba, para montar un mitin frente a cada sede del PP en la jornada de reflexión, retransmitido por la Ser. Rajoy por lo menos no cayó en la trampa de los que difundieron la teoría de la conspiración, es verdad, pero se puso de perfil en la crisis y el 11-M se lo llevó por delante.
2º) El 11-M hubo muchas manifestaciones, pero muy pocos gritos. La protesta fue silenciosa. Sigo admirándome de la moderación del pueblo español, que no cayó en la tentación de culpabilizar a los musulmanes en general de lo que había hecho el fundamentalismo yijadista en nombre de Alá. No habría sido así al revés. En un país con una población emigrante de las más altas de Europa, y con la mayor tasa de paro, en Guadalajara no ha arraigado el populismo xenófobo como en Italia, Holanda, Francia, Escandinavia o Grecia. No hay pueblo más neutral en Europa que el español, solo el Suizo, pero no caigamos en el buenismo de pensar que las fronteras no hay que defenderlas. Que aquí caben todos. O que la democracia, la laicidad, la igualdad de sexos y la libertad se defiende por sí sola. No seamos tampoco ingenuos.
3ª Han tenido que pasar 10 años para que las víctimas conmemoren unidas este aniversario. Al igual que no hay pueblo menos beligerante en Europa como el español, con su tradición de neutralidad en las grandes guerras mundiales, es difícil encontrar otro en el que haya menos unidad en la sociedad ante las cosas importantes, sea el Estado, los valores fundamentales o la propia idea de la nación. En Estados Unidos, Francia o Alemania, por citar tres países tan diferentes estas cosas no pasan. Y tenemos un problema, claro.
En fin, que esto es lo que hay.