Históricamente, el río Henares sufría desbordamientos y anegaba a la zona más próxima del barrio de la Estación; y más recientemente al de la Chopera, que se levantó muy cerca del cauce. En un principio se pensó que con la construcción de la presa de Beleña, por iniciativa de la Mancomunidad de Aguas del Sorbe, que entonces presidía Agustín de Grandes, sería suficiente para regular el río Henares, pero en pocos años se constató lo que los técnicos sabían: que la presa era pequeña para soportar grandes avenidas de agua y que las inundaciones en Guadalajara y en algunos pueblos de Madrid serían inevitables. En la capital, el ayuntamiento de Bris, muy preocupado, instó a la Confederación Hidrográfica del Tajo (CHT) a buscar una solución que tranquilizara a los vecinos de La Chopera y se acabó construyendo la mota que todos conocemos. Esta mota ha evitado que durante esta Semana Santa estuviéramos en todos los telediarios de España, pero no acaba de resolver la cuestión de fondo: ¿por qué no se da una solución a la falta de capacidad del pantano de Beleña para regular el río Sorbe y su tributario el Henares? La medida más fácil, sin necesidad de construir nuevas presas, pasa por derivar el agua sobrante desde Beleña al pantano de Alcorlo, que nunca se llena, con lo que de paso estaríamos garantizando -en tiempos de cambio climático- el suministro a más de un cuarto de millón de personas en el Corredor del Henares y a todas sus industrias, también Mahou. Que no es poca cosa. Pero esta solución está descartada, como tantas veces he explicado, por un extravagante informe ambiental que elaboró en su día algún ayatolah hídrico del Ministerio de Medio Ambiente . Y así estamos desde entonces: por un lado, la Junta reivindica, con buen criterio, que no se trasvase alegremente del Tajo al Segura, sin asegurar las prioridades de la cuenca cedente y los caudales ecológicos, mientras elude esta otra realidad: que el agua del Sorbe se desperdicia alegremente, sin que esto parezca importar a nuestra clase política e instituciones. Solo algún alcalde, como Juan Alfonso Fraguas, de Cogolludo, o el presidente de la APAG, Juan José Laso, lo recuerdan cada vez que pasa, con este digital, pero lamentablemente no es suficiente, porque el asunto no está en el debate político y ciudadano, que está en otras cosas y como dice el refrán: solo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena.
Así que el agua del Sorbe y las crecidas del Henares son un agua invisible, pese a su importancia, ni la reivindican políticamente como la de los trasvases del Tajo. Y no lo acabo de entender, pero esto es lo que hay. Personalmente ya me estoy cansando, como los dos ilustres citados, de clamar en el desierto. Solo me queda dirigirme a Puigdemont.
P.D. Tengo que aclarar que en la primera versión de este post adjudicaba la condición de «ayatolah hídrico» a la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha cuando en su lugar debería haber responsabilizado al Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural del gobierno de Zapatero. Así se desprende de la interesante lectura a la resolución de 8 de febrero de 2011, de la Secretaría de Estado de Cambio Climático, que me manda un buen amigo y por la que se formuló declaración de impacto ambiental en sentido negativo contra esta conexión. Como el asunto es muy complejo, prometo ocuparme de ello en un trabajo posterior, aunque solo adelanto mi preocupación al ver quién es la firmante del informe:la entonces secretaria de Estado de Cambio Climático, Teresa Ribera Rodríguez, ahora todopoderosa ministra del ramo y vicepresidenta del Gobierno. Confieso mi desazón ante una ministra que no tiene inconveniente en firmar cada mes derivaciones entre las cuencas del Tajo y el Segura, que recorren 242 kilómetros por el canal del trasvase entre Bolarque y la presa de Talave; y que cuando fue secretaria de Estado se puso tan exquisita para rechazar una solución para garantizar a futuro el abastecimiento del Corredor del Henares (400.000 habitantes), que solo implicaba la construcción de un túnel de 9,2 kilómetros y de un azud de 5,60 metros de altura para poder enviar el agua por gravedad desde el Pozo de los Ramos hasta el pantano de Alcorlo. Daré más detalles en los próximos días, pero ya les anticipo que había soluciones para haber salvado estas reservas ambientales, como destacaba el promotor de este proyecto,un organismo dependiente de la Confederación Hidrográfica del Tajo. Pero no se produndizó en ellas y se perdió la ocasión. Y así nos va con este agua invisible.