La Ley de Amnistía que el gobierno de Sánchez aprobó para asegurarse el apoyo de los separatistas catalanes a su investidura, generó tensiones en la familia socialista fuera de Cataluña, País Vasco y Navarra (Page anunció que lo va a recurrir al Constitucional, como lo han hecho otras comunidades, pero estas del PP) aunque nada del conflicto desencadenado por la Amnistía sería comparable a la que se podría liar en comunidades como Castilla-La Mancha y otras desheredadas del sistema de financiación autonómica, si Sánchez se pliega a las condiciones que le quiere imponer ERC para apoyar la investidura de Salvador Illa a la Presidencia de la Generalitat.
Lo de la Amnistía pertenece al mundo de los valores democráticos, la ética y la pretendida igualdad entre los españoles, es decir pura filosofía para Pumpido y los inventores del derecho creativo, pero las demandas del separatismo catalán presentadas a Sánchez en este punto afectan de lleno a las cosas de comer de las autonomías y ya sabemos que con el pan no se juega. Así, conocemos por la actual líder de ERC, la fugada Marta Rovira, que conseguir un concierto económico similar al vasco o al navarro “no es un capricho sino una necesidad” para Cataluña, por lo que lo puso como primer punto de la negociación con el Gobierno, no el derecho de autodeterminación (que relega al segundo lugar) ya que lo que toca ahora es salir de “un régimen común que lastra a Cataluña”, sentenciando: “Es una cuestión de voluntad política”. El reto para Sánchez es mayor que el que tuvo que afrontar con el trágala de la Amnistía, porque como le ha avisado todo el mundo un concierto económico para Cataluña, por su peso tres veces superior al País Vasco, significaría la quiebra del sistema de financiación Autonómica y un golpe mortal al Estado de las Autonomías previsto por la Constitución. Un sistema que en la actualidad tiene a cuatro autonomías infrafinanciadas (Castilla-La Mancha, Comunidad Valenciana, Murcia y Andalucía) y que les ha llevado a tener que engordar la deuda para poder costear sus necesidades. Es cierto que Cataluña tiene una deuda de 87.253 millones (el 31,10% del PIB), porque financia servicios que no tienen otras comunidades (por no hablar de extravagancias como las embajadas, una televisión pública con media docena de canales o la promoción de la lengua catalana en el sur de Francia), pero todavía es más sangrante que autonomías que no se permiten esos lujos estén endeudadas hasta el cuello para poder pagar su sanidad o la educación. Castilla-La Mancha, con una deuda de 16.163 millones (un 31% del PIB) sufre un sistema de financiación que no contempla la España vaciada y sus mayores gastos para poder cubrir un territorio despoblado, por lo que Page ya ha advertido que eso de la financiación singular “sería un precio demasiado caro por mantener un puesto”. Ni que decir tiene qué podrían decir regiones como la Comunidad Valenciana (con un 42% de deuda sobre el PIB), si la solución para los problemas de Illa y Sánchez es retirar a Cataluña del sistema de financiación común. O qué podría responder Madrid (con apenas un 12% de deuda) y que se convertiría en la gran financiadora del sistema.
No, se ponga como se ponga Sánchez, un concierto económico con Cataluña sería peor para España que la independencia misma de aquella región; y como Rovira, Puigdemont y toda la tropa saben, por eso, ahora, la prioridad no es seguir con el Procés, sino lograr de Sánchez una financiación “singular”; o lo que es sencilla y llanamente: “la búsqueda de privilegios y cualquiera que sea progresista tiene que luchar contra los privilegios, no ampararlos”, por emplear las palabras que dijo Page.
Sánchez no va a tener más remedio que parar, aquí y ahora, porque esta vez no le van a dejar las Autonomías no “singulares” ir más allá; y si ello significa que hay que ir a elecciones en Cataluña y Generales en el resto de España, no le quedan más cartas en la manga. Pues esto es lo que hay. Viene un otoño más que caliente.
P.D. Me alegra comprobar que Page se ha puesto las pilas en este asunto y sea claro al reivindicar no solo una nueva financiación autonómica que no perjudique a su comunidad, sino que además pida que «se incluya al PP y a todas las administraciones posibles». Pero tal vez lo más importante es que lo ha hecho en un acto celebrado en Albacete con Sánchez delante, quien a estas alturas debe decidir si acepta el chantaje de los separatistas catalanes para seguir en La Moncloa, quienes le reclaman sacar a Cataluña de la financiación común y dotarla de un concierto económico «singular». Es inaceptable que la finaciación sea la moneda de cambio con la que se pretende atraer el respaldo del independentismo al Gobierno central, dijo Page ante la cara de Sánchez, recordándole que «las cuentas nacionales del país sólo pueden hacerse en términos nacionales, porque la riqueza es imposible trocearla».
Sánchez, que parece está moviendo los hilos por si tiene que poner un candidato afín en el próximo Congreso del PSOE de Castilla-La Mancha (Page no ha confirmado si se presentará), no hizo ninguna alusión al respecto y se limitó a saludar cordialmente al presidente castellano-manchego para la foto.