Para una región que se inventó en 1982, año en que se aprobó su estatuto, llama la atención de que transcurridos 33 años todavía no se haya celebrado jamás un debate electoral entre los principales candidatos que aspiran a la presidencia de Castilla-La Mancha. Casi siempre suele ser el candidato que ostenta la presidencia el que se niega a su celebración, aunque esto es lo de menos, ya que sospecha que es el que tiene más que perder. Pero el problema de fondo es que denota estamos ante unas campañas electorales de baja calidad, que no serían asimilables con otros países de mayor tradición democrática que la nuestra.
¿Se imaginan unas elecciones sin debates electorales en Estados Unidos, Francia, Alemania…? Forman parte de su tradición, y a ningún candidato se le ocurriría decir que no va, porque perdería las elecciones. Se celebran en un lugar público, y con público (normalmente una biblioteca, una universidad…) y los medios de comunicación que quieran pueden coger su señal. Pero no solo tienen lugar con motivo de las Primarias o de una elección Presidencial sino que en el caso americano se extiende a los comicios para gobernadores, congresistas, senadores, fiscales y hasta para sheriff del condado. Forma parte de su cultura democrática. Y punto.
Aquí no solo no mejoramos sino que vamos a peor. Ahora no solo siguen sin celebrarse debates entre los principales candidatos a la presidencia de la Junta sino que tampoco se llevan a cabo entre los alcaldables con más posibilidades, logro que fue posible en las primeras elecciones democráticas en Guadalajara. Las condiciones que puso el actual alcalde, Antonio Román, eran inasumibles (que el resto de partidos nombrara un portavoz que debatiera con él), si bien es cierto una cosa: cualquier alcalde en ejercicio está en inferioridad de condiciones ante un debate con el resto de candidatos, porque se convertiría en un pin-pan-pun contra él. ¿Cómo se podría resolver esto? Pues estableciendo dos tipos de debates: entre los dos candidatos con más escaños; y otro entre los partidos con representación en el municipio y en la autononía. Así se ha hecho en Telemadrid, que en comparación con la televisión de Ignacio Vila es la BBC. ¿Cuál es el problema? Que al carecer de tradición democrática los debates en Guadalajara y en Castilla-La Mancha en general, estas normas de deberían pactar mucho antes de la campaña electoral, para que nadie juegue con ventaja. Doy una idea: podría establecerse mediante una resolución parlamentaria o del propio pleno municipal al principio de la legislatura.
No es una cuestión baladí mejorar la calidad democrática de las campañas electorales; o el populismo y sus ocurrencias (esa “democracia asamblearia” para disfrute de los jacobinos) acabará ganando terreno. Pero para perfeccionar la democracia representativa, la única que conoce el mundo civilizado, se necesitan reformas que no deberían posponerse más. Pedro Sánchez, por su bisoñez, perdió una ocasión de oro para haber pactado con Rajoy una segunda vuelta al estilo francés que hubiera dejado en mano de los ciudadanos la formación de los gobiernos municipales, como en Francia, y no a expensas de oscuros pactos postelectorales. Pero tampoco se ha dado un solo paso para desbloquear las listas electorales en los grandes municipios – para que el elector pudiera ordenar los nombres en las candidaturas- y convertirlas en abiertas en los pueblos de menos de mil habitantes. A unas elecciones municipales no se presenta Rajoy, Rivera, Sánchez o Iglesias; se presentan Román, Blanco, Latre...Son ellos los que van a tener que resolver los problemas del día a día, apoyados en sus equipos de concejales. Pero si el elector no tiene mayor participación en elegir u ordenar esos equipos, ¿dónde queda el margen que dejamos al ciudadano que va a sufrirlos?
Un Ayuntamiento no necesita tener que consultar cada quince días lo que tiene que hacer en la plaza del pueblo. Para eso elegimos a unos representantes en base a un programa electoral. El problema es cuando por tacticismo llegamos al último día de campaña sin conocer el preograma electoral, como ha sucedido con los programas electorales de Cospedal y Aguirre. O cuando esos partidos emergentes, aquellos que deberían encarnar la renovación, presentan por programa una breve colección de buenas intenciones adornada con la foto de su líder mediático, que por supuesto no se presenta a las elecciones para gobernar tu ayuntamiento. Por no hablar de la Diputación, donde no solo no tenemos posibilidad de elegirla directamente, para fortalecerla, sino que ni tan siquiera sabemos quienes serán los candidatos de los principales partidos.¡Qué tiempos aquellos en los que criticamos a Tierno Galván porque dijo que los programas están para incumplirlos! Ahora ni se molestan en mostrarlos.
Si seguimos en Guadalajara, solo ha habido dos campañas de carácter provincial: la del PP y la del PSOE, mucho más intensa la de los populares, que se van a beneficiar en el medio rural de ese plus que dá estar en el gobierno. Y muy concentrada en el Corredor del Henares, la única zona donde se presentan los partidos emergentes, y en la que según los sondeos que manejan los partidos se va a decidir el reparto de escaños en las Autonómicas.
Para ser unas elecciones “históricas”, porque supondrían la incorporación de nuevos partidos a ayuntamientos y autonomías de nuevas fuerzas políticas, la campaña ha sido decepcionante. Por un lado, porque esos nuevos partidos no han materializado ese mensaje renovador en un programa electoral explícito, porque estas elecciones les han venido demadiado pronto. Pero también porque las formaciones tradicionales, que han tenido más capacidad para plasmarlo, se han ido por las ramas más de lo deseable, y especialmente formaciones de izquierdas que abogan por un mayor gasto público y social sin decir dónde va a salir todo ese dinero para financiarlo. A fin de cuentas, gobernar es establecer unas prioridades de gasto, pero cuanto este se dispara el que lo paga es el contribuyente. Ni a ayuntamientos ni a autonomías les llueve el dinero del cielo.
Es verdadero desperdicio que habiendo progresado tanto la tecnología de la información se hayan aprovechado tan poco para el debate y la intercomunicación con los electores a los que solo se les ha suministrado consignas y propaganda. Y a veces que ni eso, como ha sucedido con la web regional del PP, que ni tan siquiera ha sido capaz de informar a tiempo de los actos de su candidata o de la agenda electoral del día. Las campañas de los dos candidatos principales se han limitado a ocuparse de dar una idea simple al día para el consumo televisivo en los telediarios, y han rehuído todo lo demás, incluso las entrevistas con la prensa profesional no adscrita y no financiada por esos partidos.
Esto es lo que hay. He vivido todas las campañas desde que recuperamos la democracia allá por 1978 y nunca me he aburrido tanto como en esta. O las reformamos para asimilarnos a esos países que llevan doscientos años más de democracia que nosotros; o hay un serio riesgo de que el populismo y la política de corrala que practican algunas tertulias de televisión acaben por marcar el pulso de este país.
El circo que nos espera en algunos ayuntamientos y autonomías tras el 24-M puede ser minino.¡Lo más propio para un país que muy levemente está saliendo de la crisis económica más profunda tras su guerra civil! Decía hoy Felipe González que con los mismos votos que Susana Díaz, el premier David Cameron ha sacado mayoría absoluta.
¿Y quién tiene la culpa de ello?