Algo más tranquilo me he quedado cuando el portavoz del gobierno regional Nacho Hernando, declaraba, por fin, que el convenio sanitario con Madrid en lo que respecta a Guadalajara se mantendrá, porque la atención se presta en hospitales de gestión pública,y a este respecto “se arbitrarán las medidas necesarias con la consejería de Madrid y/o con el Gobierno de España para que así siga siendo”, sin precisar más. Era la primera declaración precisa al respecto después de que en los últimos días otras voces del gobierno regional y del Partido Socialista hubieran estado mareando la perdiz, hasta el punto de que alguna intervención del nuevo consejero de Sanidad, Jesús Fernández, que tiene un aire a lo Groucho Marx, mi filósofo de cabecera, me recordaron las explicaciones que daba el genial cómico en “El hotel de los líos” sobre el contrato de su representado. Era complicado enterarse de la letra pequeña.
Por fin, el miércoles supimos, por fuente autorizada, que el convenio está tocado de muerte en Toledo, y parece que se quiere mantener en Guadalajara. Son dos situaciones diferentes.
En el caso de Toledo, el convenio parte de una premisa rompedora. Los usuarios de la zona de la Sagra y la Mesa de Ocaña, pueden recibir su atención sanitaria especializada en la comunidad de Madrid, y tener su propia tarjeta de asistencia, siempre que así lo solicitaran. Los gastos que se generan se pagan por parte de la comunidad Castilla-La Mancha, dado que la sanidad está transferida en España. El nuevo gobierno de Page no está conforme con el sistema, y prefiere que ese gasto (unos 60 millones al año, dos tercios de lo que nos cuesta la televisión regional, valores ustedes la importancia social de ambas ) se destine a “fortalecer” el sistema de salud de Castilla-La Mancha, y no “a subvencionar hospitales privados” de la comunidad de Madrid, en referencia a los nuevos hospitales de Parla y Aranjuez, que son los de referencia, porque tienen una gestión público-privada. La tesis del gobierno de Page, en un razonamiento del asunto muy propio del nacionalismo periférico, es que frente a los deseos de los ciudadanos de recibir asistencia en el centro de salud más cercano, por encima de las fronteras autonómicas –lo han llegado a pedir cerca de 20.000 personas-, lo que prima es el fortalecimiento de un sistema de salud propio y autónomo, porque además piensan que les saldrá más barato. La principal diferencia con Guadalajara es que si finalmente se liquida el convenio, los afectados de La Sagra y Ocaña podrán tener la mayor parte de la atención especializada en Toledo, a 50 kilómetros, y no a 300, como sucedería en algún caso con la provincia de Guadalajara, si volviéramos a las andadas.
Por lo tanto, casos diferentes, y vamos con lo que pasa en mi parroquia, que es Guadalajara. Me alegro de que el portavoz del Gobierno haya anunciado que se mantendrá el convenio, y me parece legítimo que quiera mejorarlo. Aunque está muy difícil. Porque la tesis que ha venido defendiendo el PSOE regional es que su financiación debería producirse mediante la ampliación de los Fondos de Cohesión, y tal cuestión escapa no solo a las competencias de un gobierno autónomo sino a las del propio gobierno central, ya que forma parte del sistema de financiación de las comunidades autónomas. Por ello, soy muy pesimista. La tendencia no va precisamente por el aumento de los fondos de cohesión entre las autonomías españolas; todo lo contrario. Lo que están reclamando las autonomías más “ricas” (Cataluña, Madrid, Comunidad Valenciana, Baleares…) es que quieren aportar todavía menos a ese fondo común. Y si, como yo espero, lo de Cataluña termina en algún tipo de negociación que tenga un encaje constitucional, será a costa de incrementar su autonomía fiscal a imagen y semejanza de los regímenes forales vasco y navarro, que tanto les benefician porque su aportación a la caja común es menor. Comparto, por tanto, esa filosofía que se hace desde el gobierno de Page de que hay mantener la atención entre comunidades a través del Fondo de Cohesión financiado por el Sistema Nacional de Salud con los Presupuestos Generales del Estado, pero la puñetera verdad es que tal propósito anda muy lejos de la realidad. Gobierne el PSOE, el PP, Ciudadanos, Podemos o todos ellos, juntos, o en coalición. Nuestro sistema autonómico, devenido en federal asimétrico por la fuerza de los hechos, requiere que las comunidades autónomas sean cada vez más autosuficientes, y la triste realidad es que esos fondos de cohesión no van a ir a más, sino a menos. Hace mucho tiempo que estoy convencido de que se cometió un error mayúsculo el día en que se transfirieron a las Autonomías la educación (que ha servido para adoctrinar en la desafección a España en algunas comunidades) y la atención sanitaria especializada. Arrebatar la sanidad al Estado ha traído más desigualdad entre los territorios y ridículas fronteras que juegan en contra de los intereses de los ciudadanos a los que nos importa un pepino si nos atiende la sanidad castellano-manchega, aragonesa o madrileña, porque lo único que queremos es que sea de calidad y lo más cercana a nuestro domicilio. Lo peor de todo es que los gobernantes de las autonomías que están peor tratadas en el sistema de financiación, por su extensión y despoblación, lo saben de sobra, pero no están dispuestos a dar marcha atrás. ¡Hay ya tantos intereses!
Por todo ello, les deseo mucha suerte a los señores Page y Fernández en su negociación por aumentar esos fondos de cohesión, pero mientras tanto confío en que el convenio no se toque, que hagan los experimentos con gaseosa, y no tenga razón Lorenzo Robisco cuando sospecha que en el fondo se lo quieren cargar, sencillamente no pagándolo. Efectivamente, el convenio permite su denuncia si no se realiza el pago de los servicios prestados en el plazo establecido a la comunidad de Madrid, que son tres meses. Quiero pensar que las sospechas del parlamentario popular son infundadas, y que el rosario de declaraciones que en los últimos días han hecho los portavoces del gobierno regional y del partido que lo sustenta en el sentido de que Page no va a tolerar que vuelva el turismo sanitario sean verdad. Así me lo transmitió, también a mí, en una visita a la redacción de Guadalajara Diario cuando él estaba en la oposición y era más proclive a conceder entrevistas.
En resumen: el ciudadano no puede seguir pagando las consecuencias de la deriva nacionalista que ha tenido nuestro sistema nacional de salud, reconvertido ahora en diecisiete microsistemas que, entre todos ellos, no son capaces de entenderse para mejorar costes y eficiencia. La autonomía que no pudiera garantizar el mejor servicio y el más cercano a la ciudadanía porque quiere, como en Hungría con los refugiados, levantar alambradas a la salud, estaría de más. Esto es lo que hay. Mejor con gaseosa.