El casco histórico de Guadalajara quedó al margen del boom inmobiliario de la capital hasta que se pinchó la burbuja, y hay que decir que desaprovechó una oportunidad histórica que no tiene parangón en el desarrollo urbano de esta ciudad desde la creación de los polígonos de descongestión de Madrid en los años sesenta del siglo pasado con la Alcaldía de don Pedro Sanz Vázquez. Fueron años en los que las empresas inmobiliarias de Guadalajara se convirtieron en multinacionales, los arquitectos arriacenses abrieron grandes despachos profesionales al estilo de Madrid, no había manera de encontrar a un fontanero o a un alicatador ni por recomendación, cientos de jóvenes abandonaban las aulas sin terminar su formación al reclamo de unos sueldos altos, todo el mundo quería comprar una vivienda aunque fuera para invertir y revenderla, el dinero circulaba alegremente de mano en mano y el consumo se disparó. Había cola en el Amparito Roca. Fueron los felices años noventa de Guadalajara, nuestros días de vino y rosas en los que la ciudad llegó a tener hasta tres diarios de papel como el mismísimo Bilbao. Éramos la provincia que más crecía en población de toda España, una de las cinco capitales españolas en la que más subieron el precio de los pisos en la vivienda nueva y los alquileres (horrorizados se quedaban algunos funcionarios procedentes de las provincias manchegas), la Cámara de Comercio celebraba la inauguración de las Ferias con Môet Chandon, caviar y música de cámara…Guadalajara era la nueva Marbella del universo del ladrillo, el Ayuntamiento recaudaba más de ocho millones al año en el impuesto de la construcción, se consiguió relanzar Aguas Vivas, el Fuerte y los nuevos desarrollos, que con el tiempo se han convertido en barrios modernos, de amplios bulevares, con dotaciones y servicios,y a los que la gente ya le ha dado la gana de ir a vivir. Pero hubo una zona de la ciudad que no participó de esa euforia, la Cenicienta de ese ciclo virtuoso del que todo quisque sacaba algo. Me estoy refiriendo al casco antiguo, que apenas tuvo alguna promoción destacable en la plaza Mayor o en la de Santo Domingo, y que apenas dio para reedificar una cuarta parte de ambas plazas.
Se puede decir que el casco histórico no solo no participó de esa increíble etapa expansiva de la economía arriacense sino que fue el más perjudicado del modelo sobre el que aquel se basaba. El último Plan de Ordenación Municipal fue eminentemente expansionista, porque es lo que la gente y las modas urbanísticas reclamaban, mucho adosado con jardín para desriñonarte el fin de semana, y los promotores no se preocuparon de rehabilitar lo que casi nadie pedía. El gran negocio estaba en las unifamiliares o las viviendas de nueva planta, y nadie tenía interés por construir en un casco antiguo donde los precios de los viejos inmuebles estaban desorbitados (a mucho propietarios se les pasó el arroz, me temo que para muchísimo tiempo), lo que trajo una escasísima oferta inmobiliaria de calidad, que ha terminado por degradar los vetustos edificios hasta convertirlos en pura ruina pasto de la piqueta o en pisos degradados para emigrantes que aguantarán en ellos hasta que encuentren algo mejor…en Aguas Vivas.
Mostraba recientemente el vicealcalde Jaime Carnicero, en un interesante reportaje de Nuria Fernández, su preocupación por que en cuatro años el casco sea un desierto: “Teníamos dos opciones: esperar o intervenir, y hemos optado por la segunda». Estoy de acuerdo con él, desde luego mucho más de lo que lo he estado con esa política del cemento y ensanchar aceras que ha acaparado las acciones en el casco. Como estoy también con él cuando pide a la oposición municipal que sea positiva: “Tenemos dos opciones: lamernos las heridas y criticarnos los unos a los otros o plantear medidas, que es lo que nuestros vecinos nos demandan. Tenemos que ser constructivos”.
Ya de nada vale lamentarse de que en los mandatos populares y socialistas, no se tuviera la inteligencia para anticiparse al futuro e implementar medidas efectivas para sujetar a la población en el casco. Ni es suficiente con fotografiarse delante de cada inmueble que está a punto de ser derribado tras la correspondiente declaración de ruina. Lo que hay hacer es ayudar a que en el menor tiempo posible se den las condiciones para que su propietario o un promotor construya un nuevo edificio, y para ello tiene que haber unas expectativas razonables de negocio, que ahora no existen. Hay que ser claro: entre lo que se pide por los edificios ruinosos y el encarecimiento de la construcción que lleva consigo construir en el casco, ¿a cuánto habría que poner los pisos para que salgan rentables? Y si hablamos solo de rehabilitación nos encontramos con las dificultades para instalar ascensores en los inmuebles, por no hablar de la imposibilidad en muchos casos de disponer de garaje, no ya en el edificio sino en los alrededores. ¿ Y quién quiere hoy en día comprar un piso en el casco a un coste alto, y encima sin ascensor y garaje?
El documento presentado días pasados por Carnicero en el que se apuntan algunas medidas a tomar, me parece por tanto no solo interesante sino que lo que lamento es que no se hiciera antes de que la burbuja se pinchara en septiembre de 2008 al salir a la luz el fraude de Lehman Brothers …¡Y llevamos siete años con la crisis acuestas, se dice pronto! Por tanto, el solo reconocimiento de la existencia del problema, y que se hayan apuntado algunas medidas urbanísticas y fiscales concretas es ya todo un cambio que la oposición no puede dejar de reconocer. Y apelo a la oposición responsable, porque con la actual composición del Ayuntamiento, es necesario que este documento cristalice en una mesa de trabajo con participación de los agentes sociales que más puedan aportar en el asunto, a modo de lo que se hace cuando se pone en marcha un nuevo Plan General de Urbanismo. La gravedad de la situación en el casco, horadado por casi un centenar de solares y con decenas y decenas de inmuebles en estado ruinoso o semirruinoso así lo exigen.
Tanto las medidas de carácter fiscal, que por primera vez el Ayuntamiento pone negro sobre blanco, como su decisión afrontar de cara el problemón que tiene con los solares no se debe echar en saco roto. Ahí está el propósito de crear un registro municipal de solares sin edificar, donde podrán informarse aquellos que estén interesados en construir en él. La posibilidad de poder utilizarlos por la comunidad temporalmente mientras se vuelvan a edificar (unas interesante medida que iba en el programa de Ahora Guadalajara), un nuevo estudio que permita actualizar la catalogación de los edificios de interés cultural del casco, que pasarán a tener una mayor protección, evitando con ello su degradación, o la decisión de impulsar los PAE, no son unos malos soportes para que se puedan incorporar otras ideas que enriquezcan esta estrategia.
Especialmente a subrayar son estos PAEs y la decisión anunciada por el Ayuntamiento para realizar expedientes administrativos de aquellos solares en los que se presuma que se está incumpliendo el deber de edificación (tras la demolición de un edificio existe un plazo legal de 24 meses para que se vuelva a edificar sobre el solar resultante). “Ante ese incumplimiento, un tercero podrá edificar en ese solar”, advierte el vicealcalde, Jaime Carnicero.
Hasta ahora, a este Equipo de Gobierno le había producido remilgos favorecer estas medidas que contempla la legislación urbanística, pero a la vista de la situación ha cambiado de opinión. Los solares no pueden estar eternamente muertos de risa sometidos algunas veces a la especulación o a la desidia de sus propietarios. Tal es así, que incluso para un servidor, fervientemente convencido de que una fiscalidad baja favorece más el progreso que el gasto público desmesurado y no productivo, echa de menos aquellos tiempos en que los ayuntamientos podían gravar progresivamente a los solares sin edificar , y que se cargó el Tribunal Constitucional.
Esta vez estoy con Carnicero. Hay que intervenir, y sin demora, porque en cuatro años el casco de Guadalajara puede degradarse tanto que solo va a servir para filmar películas de catástrofes. Ni el de Sarajevo está peor.
Estos es lo que hay, y ojalá esta corporación, toda ella, esté a la altura de la gravedad del momento.
PENDIENTES DE COSPEDAL
P.D. Cuando apenas quedan unos días para que se conozcan los cabezas de lista del PP al Congreso en toda España (en principio se anunciarán a finales de esta semana), máximo hermetismo en la lista de Guadalajara, una plaza importante para los populares, porque en Génova se cuenta con ella para meter un diputado de de ventaja al PSOE y dos a Ciudadanos. El partido de Albert Rivera tiene sus mejores opciones en las provincias de tamaño grande y medio, pero va a sufrir en las pequeñas -en las que se ventilan tres o cuatro diputados-, por su menor implantación frente a los dos grandes partidos, y la falta de candidatos conocidos, como les ocurre en Guadalajara. Cualquier posibilidad de seguir siendo el partido más votado e impedir que una coalición entre PSOE y Podemos tenga mayoría suficiente para formar gobierno, con la aquiescencia de los nacionalistas, pasa por ganar en provincias como Guadalajara, y para ello necesita sacar la mitad más uno de los votos a la formación que quede en tercer lugar, sea Ciudadanos, Podemos o Unidad Popular. Por tanto, máxima atención desde Génova hacia una lista que, nadie lo dude, la hará personalmente su secretaria general María Dolores Cospedal.
No ha trascendido nada, esa es la verdad, aunque en el entorno del PP creen que Cospedal no se arriesgará a dejar fuera de la candidatura a un peso pesado como Antonio Román, que sigue siendo el candidato más popular en los sondeos; y también se apuesta fuerte por José Ignacio Echániz, el ex consejero de Sanidad y factótum del convenio sanitario con Madrid, que el PP querrá aprovechar ante los tropiezos y las dudas que están surgiendo sobre los propósitos del gobierno regional en las últimas semanas. Quién iría de uno y quién será el dos es otra duda a despejar. Al mismo tiempo, me insisten en que sigue habiendo posibilidad de candidato paracaidista, como les ha sucedido el PSOE, y que estemos al tanto de si Ramón Aguirre, el actual presidente de la SEPI y número dos en 2011, vuelve a ir por Cáceres. En cuanto al Senado, es seguro que Porfirio no repite; es también seguro que Ana González, que será la coordinadora de campaña, repite y es probable que De las Heras repita. Guarinos cubriría el puesto de Porfirio y compatibilizaría las tareas de senadora con un puesto relevante, tal vez la portavocía, en el Grupo Popular en las Cortes de Castilla-La Mancha. Cospedal quiere a un «halcón» para que ajuste las cuentas a Page y sus consejeros en los debates del parlamento regional, y es ése el perfil de Guarinos. De esta manera, podría cerrar definitivamente su etapa en la Diputación, donde su situación no deja de ser rara y atípica tras haber sido presidenta, y José Manuel Latre tendrá oportunidad de volar solo después de demostrar ser un hombre muy templado en los primeros cien días de mandato. Sánchez-Seco quiere volver al Senado, pero no lo va a tener fácil, pero es el secretario provincial, es muy peleón y con él nunca se debe decir «nunca jamás». En ese caso, De las Heras podría caerse de la lista a pesar de que su trabajo es muy valorado en el Grupo Parlamentario.