Les confieso que apenas cojo el autobús en Guadalajara. Pero cuando lo he intentado, y me pasó hace un mes, me tuve que bajar a la Estación en taxi, porque si lo seguía esperando habría perdido en tren. Tradicionalmente he tenido tan poca fe en el servicio de autobuses de Guadalajara, que jamás me he planteado sacarme un abono. Y puestos a confesar, supongo que no deja de tener narices la cosa porque sí tengo una tarjeta recargable de los autobuses urbanos de una ciudad del norte de España a la que me gusta escaparme.
Alguna vez he escrito sobre los motivos de tal desapego: siempre me ha parecido que en Guadalajara había muchas paradas, y que este era el motivo por el que las frecuencias de paso en nuestra ciudad fueran tan largas. También echaba de menos los indicadores sobre el tiempo que falta para que llegue el autobús, que existen en la mayoría de las capitales españolas. Por eso cuando escuché decir a Juan Antonio de las Heras que con las nuevas líneas se iban a afrontar ambas cuestiones ,me alegré. Y no voy a cambiar de opinión: un autobús no es un taxi, que tiene que pasar por todas las calles.
¿Por qué entonces las nuevas líneas están siendo objeto de tanta contestación? Por un lado, yo creo que la campaña informativa a los usuarios ha sido muy precaria. Hay que gastarse más dinero en informar e intentar llegar a todo el mundo en todos los soportes posibles. Y se ha fracasado con el número del teléfono gratuito, que no ha sido tal. Sospecho que es muy difícil que no cunda el pánico cuando se cambian las líneas de la noche a la mañana, sin existir una transición de por medio. ¿No se podría haber hecho de una forma más gradual?
Las críticas están por doquier, y ya no me refiero a las que tienen un interés político, sino a las que te trasladan los vecinos. Por ejemplo, hay barrios importantes de Guadalajara que se han quedado sin conexión directa con el centro: se me han quejado especialmente desde Aguas Vivas y Alamín, aunque también el problema afecta a Constitución, Colonia Sanz Vázquez, Defensores…
Quiero pensar que cuando estén funcionando esos avisadores en las paradas con el tiempo que queda para que llegue el próximo autobús, y circulen los autobuses nuevos, el servicio será más atractivo y competitivo. Pero no estaría de más, ni sería ningún desdoro, hacer algún cambio en los recorridos a la vista de la experiencia y que se analicen sin prejuicios las reclamaciones que se han producido. La filosofía está bien, hay que reducir las frecuencia de las paradas, pero De las Heras tiene que dejar a este niño un poco más apañado.
Esto es lo que hay.